La CDU (Unión Demócrata Cristiana) clausuró el lunes su congreso bienal en Karlsruhe con la reelección de Angela Merkel como presidenta del partido con un 90,4% de apoyo. Más allá de este resultado, que entraba dentro de las previsiones, la noticia está en el tono combativo que adquirió el discurso de Merkel, claramente orientado a la defensa inapelable de su política económica y a la potenciación del perfil cristiano de su partido.

Pablo Hernández Ramos / Analista internacional

Como ilustra a la perfección Die Zeit en uno de sus artículos, “La CDU redescubre su C”. Esa letra se refiere al sector cristiano del partido, que ha ganado peso en la nueva configuración del poder dentro de la CDU. Como muestra, la canciller –y por extensión su partido– se posicionó frente a dos de los debates que afectan a la actualidad de Alemania, a saber, la integración de los inmigrantes musulmanes y el tratamiento de los embriones para la fecundación in vitro de cara a evitar enfermedades genéticas.

En ambas cuestiones, Merkel hizo gala de una sutil habilidad política para vertebrar propuestas en las que su posición es suficientemente sólida, pero a la vez flexible para alcanzar posiciones de consenso. Sobre la inmigración, Merkel abrió las puertas de Alemania de par en par a los inmigrantes de cualquier credo siempre y cuando se "respete y observe nuestra cultura de referencia". En la cuestión de la fecundación in vitro, se mostró claramente partidaria de la prohibición de las pruebas con embriones, pero respetando el resto de opiniones, de las que participan miembros destacados de su gobierno. En el congreso de la CDU se discutió y se votó este tema, y vencieron los partidarios de la prohibición con un escaso 51%, según informa Stern. Inmediatamente se escucharon voces (también desde el FDP, los liberales que gobiernan en coalición con Merkel) defendiendo la libertad de voto para los diputados cuando toque debatir esta cuestión en el Parlamento federal.

Además de un posicionamiento claro respecto a estas polémicas cuestiones, tres de los cuatro vicepresidentes del partido son ahora afines a Merkel, quien había estado siempre amenazada (de manera soterrada) por los pesos pesados de la CDU. Estos nunca habían aceptado del todo el poder de que gozaba una mujer procedente del Este. Se podría decir que tenía los enemigos en casa, y que tras este congreso ha conseguido perderles de vista. La canciller ha logrado, pues, fortalecer su poder dentro de la CDU, en un momento delicado en que las encuestas no le sonríen y la ciudadanía muestra una suave pero continuada tendencia hacia la izquierda, que causa preocupación en las filas democristianas de cara a una serie de elecciones regionales a celebrar en 2011.

Por primera vez en diez años, Merkel domina claramente la cúpula de su partido, pero tendrá que aprovechar muy bien esta oportunidad, ya que una derrota en las mencionadas elecciones podría echar por tierra sus esfuerzos de los últimos tiempos, entregando de nuevo el poder al ala más conservadora de la CDU. Como afirma Stefan Reinecke en el Tageszeitung, Merkel “ha calculado fríamente” qué es lo que le conviene y qué no, utilizando “una máscara” conservadora cuando le ha interesado, para sustituirla por el traje cristiano en estos momentos en que lo necesita. Reinecke afirma que Merkel es “sobre todo funcional, un medio para mantener equilibrado al partido”.

Así las cosas, la canciller ha logrado dar la vuelta a la tortilla y consolidar de manera incontestable su poder dentro de la Unión Demócrata Cristiana, asunto que parecía muy complicado hace apenas unos meses. Ahora, Merkel debe aprovechar este acelerón que le ha proporcionado el congreso de su partido para intentar administrar con éxito las difíciles cuestiones que se adivinan en el horizonte, como la ampliación de la edad de jubilación hasta los 67 años, la citada votación sobre el tratamiento de embriones, el problema del almacenamiento de desechos nucleares o el conflicto en torno a la inmigración, y todo ello con un ojo puesto en las elecciones regionales de 2011, donde se comprobará si la oposición, socialdemócratas y verdes, son capaces de hacer valer en su favor el descontento actual de la población alemana.