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Andrés Ramos

Ecos del fin de semana

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Aprovechando el remanso de paz en el que se instala la información deportiva cuando la selección española toma el testigo mediático, y antes de que el clásico entre Barcelona y Real Madrid secuestre definitivamente la actualidad, no podía dejar sin comentar algunos de los asuntos que han sido protagonistas en uno de los fines de semana más polémicos e interesantes del año.

Por un lado, asistimos al final (por ahora) de esa guerra entre Mourinho y Preciado. Un conflicto con su detonante --la acusación del portugués--, su desarrollo --la respuesta de Preciado, un partido canalla y unos vergonzosos incidentes en el parking de El Molinón-- y sus consecuencias --deterioro de la imagen del Real Madrid y del propio entrenador sportinguista--. Lo único que aún no se ha producido, ni se va a producir, es la firma del tratado de paz entre los dos bandos de este desagradable episodio.

Cuando vas lanzando dardos en cada comparecencia pública corres el riesgo de que algún aludido te conteste. Y eso es lo que le ha pasado a Mourinho, que por fin ha dado con la horma de su zapato. La respuesta de Preciado, tan razonable en algunos aspectos (falta de respeto y mal compañero), como desproporcionado en las formas en otros (canalla y le metería con los ultras). Lo que sí ha conseguido el cántabro es que sus colegas entrenadores se pongan de su parte, acabando con el miedo que hasta ahora infundía el luso en todo el gremio. La Asociación de Entrenadores Anti Mourinho ya ha echado a andar con Preciado como fundador y con Pochettino, Míchel, Lotina, Emery o Garrido como primero socios.

Siguiendo con el repaso al fin de semana, Barcelona y Villarreal transformaron la batalla dialéctica entre Mourinho y Preciado en otra puramente futbolística. En el que en mi opinión fue el mejor partido en lo que va de curso, azulgranas y castellonenses fueron fieles a su estilo, un juego al ataque sin disimulos, largas posesiones y combinaciones rápidas y al primer toque. Con esos mimbres, el encuentro no defraudó y sólo un imparable Messi fue el factor diferenciador que permitió decantar finalmente la balanza a favor de los de Guardiola.

Por último, es imposible pasar por alto la resolución del Mundial de Fórmula 1. Al final, contra todo pronóstico, Red Bull se salió con la suya y Sebastian Vettel, el que ellos querían, se convirtió en campeón del mundo. Para ello han sacrificado a Mark Webber, el que más opciones tenía desde hace muchas carreras, en una apuesta arriesgada que muy cerca ha estado de dejarles sin premio. Sin embargo, finalmente lo han conseguido y no queda otra que felicitarles, sobre todo por diseñar el coche más rápido de la parrilla.

Toda la semana se venía hablando de órdenes de equipo, pero en Abu Dhabi el protagonismo fue para el flagrante error estratégico de Ferrari. Bien es verdad que a toro pasado todo se ve muy fácil, pero que en el deporte de la tecnología, de la telemetría, de las centésimas y milésimas, de las simulaciones, de los mecánicos que te cambian cuatro ruedas en poco más de tres segundos, o en el que sabes en el minuto exacto en el que va a llover, me resulta increíble que los ‘gurús’ técnicos de la ‘Scuderia’ no fueran capaces de prever el escenario que se encontraría Alonso tras su paso por boxes, un enorme tráfico con pilotos que ya habían efectuado su parada.

Después, las características del trazado y la defensiva configuración de su monoplaza hicieron ya imposible la remontada. El fallo fue preocuparse sólo por Webber, cuando tras lo ocurrido el sábado el rival era Vettel. Ferrari llevó el ‘catenaccio’ italiano al ‘gran circo’ y lo pagó. Porque cuando sales a empatar, acabas perdiendo. Lo que nunca pude imaginar, y más tras la calificación, es que Alonso pudiera acabar séptimo sin que ningún fallo mecánico o humano tuvieran la culpa. Por todo esto, aunque a veces pueda parecer una lucha entre máquinas, al final nadie está salvo de contratiempos, ya sean provocados o no por errores provenientes desde el ‘cock pit’ o desde el muro, que hacen que la Fórmula 1 siga siendo un deporte.

Ecos del fin de semana

Andrés Ramos
Andrés  Ramos
miércoles, 17 de noviembre de 2010, 09:05 h (CET)
Aprovechando el remanso de paz en el que se instala la información deportiva cuando la selección española toma el testigo mediático, y antes de que el clásico entre Barcelona y Real Madrid secuestre definitivamente la actualidad, no podía dejar sin comentar algunos de los asuntos que han sido protagonistas en uno de los fines de semana más polémicos e interesantes del año.

Por un lado, asistimos al final (por ahora) de esa guerra entre Mourinho y Preciado. Un conflicto con su detonante --la acusación del portugués--, su desarrollo --la respuesta de Preciado, un partido canalla y unos vergonzosos incidentes en el parking de El Molinón-- y sus consecuencias --deterioro de la imagen del Real Madrid y del propio entrenador sportinguista--. Lo único que aún no se ha producido, ni se va a producir, es la firma del tratado de paz entre los dos bandos de este desagradable episodio.

Cuando vas lanzando dardos en cada comparecencia pública corres el riesgo de que algún aludido te conteste. Y eso es lo que le ha pasado a Mourinho, que por fin ha dado con la horma de su zapato. La respuesta de Preciado, tan razonable en algunos aspectos (falta de respeto y mal compañero), como desproporcionado en las formas en otros (canalla y le metería con los ultras). Lo que sí ha conseguido el cántabro es que sus colegas entrenadores se pongan de su parte, acabando con el miedo que hasta ahora infundía el luso en todo el gremio. La Asociación de Entrenadores Anti Mourinho ya ha echado a andar con Preciado como fundador y con Pochettino, Míchel, Lotina, Emery o Garrido como primero socios.

Siguiendo con el repaso al fin de semana, Barcelona y Villarreal transformaron la batalla dialéctica entre Mourinho y Preciado en otra puramente futbolística. En el que en mi opinión fue el mejor partido en lo que va de curso, azulgranas y castellonenses fueron fieles a su estilo, un juego al ataque sin disimulos, largas posesiones y combinaciones rápidas y al primer toque. Con esos mimbres, el encuentro no defraudó y sólo un imparable Messi fue el factor diferenciador que permitió decantar finalmente la balanza a favor de los de Guardiola.

Por último, es imposible pasar por alto la resolución del Mundial de Fórmula 1. Al final, contra todo pronóstico, Red Bull se salió con la suya y Sebastian Vettel, el que ellos querían, se convirtió en campeón del mundo. Para ello han sacrificado a Mark Webber, el que más opciones tenía desde hace muchas carreras, en una apuesta arriesgada que muy cerca ha estado de dejarles sin premio. Sin embargo, finalmente lo han conseguido y no queda otra que felicitarles, sobre todo por diseñar el coche más rápido de la parrilla.

Toda la semana se venía hablando de órdenes de equipo, pero en Abu Dhabi el protagonismo fue para el flagrante error estratégico de Ferrari. Bien es verdad que a toro pasado todo se ve muy fácil, pero que en el deporte de la tecnología, de la telemetría, de las centésimas y milésimas, de las simulaciones, de los mecánicos que te cambian cuatro ruedas en poco más de tres segundos, o en el que sabes en el minuto exacto en el que va a llover, me resulta increíble que los ‘gurús’ técnicos de la ‘Scuderia’ no fueran capaces de prever el escenario que se encontraría Alonso tras su paso por boxes, un enorme tráfico con pilotos que ya habían efectuado su parada.

Después, las características del trazado y la defensiva configuración de su monoplaza hicieron ya imposible la remontada. El fallo fue preocuparse sólo por Webber, cuando tras lo ocurrido el sábado el rival era Vettel. Ferrari llevó el ‘catenaccio’ italiano al ‘gran circo’ y lo pagó. Porque cuando sales a empatar, acabas perdiendo. Lo que nunca pude imaginar, y más tras la calificación, es que Alonso pudiera acabar séptimo sin que ningún fallo mecánico o humano tuvieran la culpa. Por todo esto, aunque a veces pueda parecer una lucha entre máquinas, al final nadie está salvo de contratiempos, ya sean provocados o no por errores provenientes desde el ‘cock pit’ o desde el muro, que hacen que la Fórmula 1 siga siendo un deporte.

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