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Alberto Mendo

Un casi campeón, un disparate y una guindilla

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Es curioso lo de los segundos puestos. Unas veces son un decepcionante ‘quiero y no puedo’; otras reflejan un gran logro, sólo superado por otro que ha sido mejor. Casi siempre dejan un sabor agridulce; y, a menudo, caen pronto en el olvido. En el caso de Fernando Alonso, ser subcampeón del Mundo deja muchas lecturas. Para algunos, ha perdido un Mundial. Yo, en cambio, opino que no se puede perder algo que no se ha tenido.

Ver el Gran Premio de Abui Dabi fue como repasar la película de Titanic, aunque cambiando un trasatlántico por un coche y su nombre por el de Ferrari. Con Alonso a los mandos de una máquina con todo el viento a su favor, una táctica equivocada le hizo encontrarse con un iceberg llamado Sebastian Vettel. El alemán aparecía tapado en las quinielas y en Ferrari apenas advirtieron su peligro, creyendo que con controlar a Webber sería suficiente para llegar a puerto. La desafortunada decisión de parar condenó a Alonso, cuyas posibilidades de ser tricampeón se fueron esfumando al mismo ritmo que se hundía el famoso barco. Todo salió al revés, como reconoció al terminar la carrera el aún bicampeón.

El español se ha quedado a apenas cuatro puntos de su tercer título; ha terminado la temporada con 252 frente a los 256 de Vettel. Cuando la diferencia es tan escasa, queda claro que el campeonato no se ha perdido en la última carrera. Hay demasiados puntos que se han ido quedando en el camino de manera inexplicable. De hecho, hay que reconocer que hace pocas semanas nos hubiéramos dado por satisfechos con saber que Alonso iba a darnos la posibilidad de vibrar y soñar con un nuevo éxito para España. No hace tanto que al asturiano se le daba por descartado. Por eso, prefiero quedarme con la idea de una gran remontada por parte de Alonso, que no llegó a culminarse porque su escudería tardó demasiado tiempo en tomarse la temporada en serio.

La desilusión que nos dejó ayer el automovilismo hizo que los focos volvieran rápidamente al mundo del fútbol. Ya sólo queda una jornada antes del clásico, que, por motivos ajenos al deporte, se disputará un lunes. ¿Alguien se ha creído la excusa oficial de la seguridad? Enhorabuena si ha dicho que no; despierte si ha respondido que sí. Me bastará una simple reflexión: ¿requieren más medios policiales unas elecciones catalanas que unas nacionales? ¿Y si las nacionales han estado precedidas por la mayor masacre que se recuerda en este país? Pues hagan memoria, porque tras el 11-M, y con elecciones el domingo 14 de marzo de 2004 en una España convulsionada, ese fin de semana hubo jornada de Liga. Por lo tanto, la seguridad no es el motivo del gran disparate. La culpa hay que repartirla entre las televisiones y, sobre todo, los políticos, que no querían dejar de acudir al Camp Nou; y si es para fardar de resultados en las urnas, pues mejor. Hay que ver lo poco que cuesta mover la fecha de un partido si manda la política... y lo mucho que cuesta si toca honrar al deporte como en los Premios Príncipe de Asturias...

Más allá de lo que nos desagrade (o agrade, que hay para todo) la idea de que el clásico se dispute un lunes, lo que es seguro es que todos los aficionados ya tenemos el 29-N reservado en la agenda. Será una fecha señalada también para José Mourinho, ya que volverá a dirigir al Real Madrid desde el banquillo tras dos partidos de sanción. Creo que el portugués llevó preparada su autoexpulsión en la Copa del Rey para arengar al Bernabéu sin que peligrara su presencia en el Camp Nou. Tampoco lo hubiera permitido el Comité de Competición. ¡Cómo iba a privarnos de ver el espectáculo de Mourinho en el cara a cara con Guardiola! El técnico madridista se ha convertido en la guindilla de esta Liga, en el picante de cada salsa. Cada uno es libre para decidir si entra en su juego. Algunos le ignoran, como Guardiola, y otros le replican, como Manolo Preciado. ¿Se dieron cuenta ayer de que el técnico del Sporting alineó a sus mejores jugadores, a diferencia de lo que hizo contra el Barcelona? Pues quien se pica...

Un casi campeón, un disparate y una guindilla

Alberto Mendo
Alberto Mendo
lunes, 15 de noviembre de 2010, 08:45 h (CET)
Es curioso lo de los segundos puestos. Unas veces son un decepcionante ‘quiero y no puedo’; otras reflejan un gran logro, sólo superado por otro que ha sido mejor. Casi siempre dejan un sabor agridulce; y, a menudo, caen pronto en el olvido. En el caso de Fernando Alonso, ser subcampeón del Mundo deja muchas lecturas. Para algunos, ha perdido un Mundial. Yo, en cambio, opino que no se puede perder algo que no se ha tenido.

Ver el Gran Premio de Abui Dabi fue como repasar la película de Titanic, aunque cambiando un trasatlántico por un coche y su nombre por el de Ferrari. Con Alonso a los mandos de una máquina con todo el viento a su favor, una táctica equivocada le hizo encontrarse con un iceberg llamado Sebastian Vettel. El alemán aparecía tapado en las quinielas y en Ferrari apenas advirtieron su peligro, creyendo que con controlar a Webber sería suficiente para llegar a puerto. La desafortunada decisión de parar condenó a Alonso, cuyas posibilidades de ser tricampeón se fueron esfumando al mismo ritmo que se hundía el famoso barco. Todo salió al revés, como reconoció al terminar la carrera el aún bicampeón.

El español se ha quedado a apenas cuatro puntos de su tercer título; ha terminado la temporada con 252 frente a los 256 de Vettel. Cuando la diferencia es tan escasa, queda claro que el campeonato no se ha perdido en la última carrera. Hay demasiados puntos que se han ido quedando en el camino de manera inexplicable. De hecho, hay que reconocer que hace pocas semanas nos hubiéramos dado por satisfechos con saber que Alonso iba a darnos la posibilidad de vibrar y soñar con un nuevo éxito para España. No hace tanto que al asturiano se le daba por descartado. Por eso, prefiero quedarme con la idea de una gran remontada por parte de Alonso, que no llegó a culminarse porque su escudería tardó demasiado tiempo en tomarse la temporada en serio.

La desilusión que nos dejó ayer el automovilismo hizo que los focos volvieran rápidamente al mundo del fútbol. Ya sólo queda una jornada antes del clásico, que, por motivos ajenos al deporte, se disputará un lunes. ¿Alguien se ha creído la excusa oficial de la seguridad? Enhorabuena si ha dicho que no; despierte si ha respondido que sí. Me bastará una simple reflexión: ¿requieren más medios policiales unas elecciones catalanas que unas nacionales? ¿Y si las nacionales han estado precedidas por la mayor masacre que se recuerda en este país? Pues hagan memoria, porque tras el 11-M, y con elecciones el domingo 14 de marzo de 2004 en una España convulsionada, ese fin de semana hubo jornada de Liga. Por lo tanto, la seguridad no es el motivo del gran disparate. La culpa hay que repartirla entre las televisiones y, sobre todo, los políticos, que no querían dejar de acudir al Camp Nou; y si es para fardar de resultados en las urnas, pues mejor. Hay que ver lo poco que cuesta mover la fecha de un partido si manda la política... y lo mucho que cuesta si toca honrar al deporte como en los Premios Príncipe de Asturias...

Más allá de lo que nos desagrade (o agrade, que hay para todo) la idea de que el clásico se dispute un lunes, lo que es seguro es que todos los aficionados ya tenemos el 29-N reservado en la agenda. Será una fecha señalada también para José Mourinho, ya que volverá a dirigir al Real Madrid desde el banquillo tras dos partidos de sanción. Creo que el portugués llevó preparada su autoexpulsión en la Copa del Rey para arengar al Bernabéu sin que peligrara su presencia en el Camp Nou. Tampoco lo hubiera permitido el Comité de Competición. ¡Cómo iba a privarnos de ver el espectáculo de Mourinho en el cara a cara con Guardiola! El técnico madridista se ha convertido en la guindilla de esta Liga, en el picante de cada salsa. Cada uno es libre para decidir si entra en su juego. Algunos le ignoran, como Guardiola, y otros le replican, como Manolo Preciado. ¿Se dieron cuenta ayer de que el técnico del Sporting alineó a sus mejores jugadores, a diferencia de lo que hizo contra el Barcelona? Pues quien se pica...

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