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Guillermo Navalón

Zombis en tiempos de crisis

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A lo largo del tiempo, la cultura popular siempre ha servido de filtro para el subconsciente y los miedos del conjunto de una determinada sociedad. Por ejemplo, en los años 50, 60 y 70, con el temor latente a una posible guerra nuclear a causa de la llamada Guerra Fría, proliferó el cine de género protagonizado por monstruos mutantes cuyas deformidades se debían a los efectos de la energía radioactiva (“Godzilla”, sin ir más lejos). En la actualidad, quizá debido a la situación económica mundial y al descontento social derivado, la ficción ha encontrado un filón en las temáticas de índole apocalíptica, en especial en el subgénero zombi, como si la gente no fuera capaz de imaginar un futuro más esperanzador que ese. Esto ha llevado a que, en los últimos años, hayan surgido montones de libros, películas y series de televisión centradas en los temibles muertos vivientes.

En el terreno literario han aparecido todo tipo de publicaciones: novelas, recopilaciones de relatos cortos, cómics, tratados cinematográficos, etc. Probablemente la obra más curiosa de todas es “Zombi: Guía de Supervivencia”, de Max Brooks (hijo del célebre director de comedia de nombre Mel), un útil manual en el que se explica de manera minuciosa cómo combatir a los no-muertos. Tal cual.

En cuanto al cine, han surgido toda una serie de nuevos filmes destinados a alimentar el universo que originó el director George A. Romero con la fundacional “La Noche de los Muertos Vivientes” (1968). De hecho, recientemente el propio director se ha encargado de proseguir su saga con títulos como “La Tierra de los Muertos Vivientes” (2005) o “El Diario de los Muertos” (2007). De entre todos las películas de temática zombi que se han producido en los últimos años, yo destacaría las siguientes: “28 Días Después” (2002), de Danny Boyle, que más tarde tendría una notable secuela dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo; la descacharrante, aunque reverente, parodia británica “Zombies Party” (2004), de Edgar Wright; “Amanecer de los Muertos” (2004), de Zack Snyder, o la demostración de que se puede hacer un remake a la altura del filme original (en este caso, “Zombi” de Romero); y la divertidísima “Zombieland” (2007), de Ruben Fleischer.

Era cuestión de tiempo que la televisión norteamericana también se sumara a esta moda y, como últimamente viene siendo habitual en este medio, lo ha hecho con un producto de calidad intachable. “The Walking Dead” es el nombre de la serie en cuestión, adaptada a partir del cómic original de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar. Detrás de dicha adaptación está Frank Darabont, excelente director y guionista en cuya filmografía podemos encontrar magníficas películas como “Cadena Perpetua” (1994), “La Milla Verde” (1999) o “La Niebla” (2007), todas ellas adaptaciones de Stephen King. El punto de partida no tiene nada de novedoso (escasos supervivientes contra infestación masiva de muertos vivientes en un mundo post-apocalíptico) y proporcionará una cierta sensación de déjà vu a aquellos que hayan visto filmes como el antes mencionado “28 Días Después” o “Soy Leyenda”. Obviando las inevitables convenciones del género, la novedad reside en el excelente pulso narrativo de Darabont, el cual posee una especial habilidad para hacer que sus personajes empaticen con el espectador. Evidentemente, la empatía es el primer paso para crear una auténtica situación de tensión y suspense, objetivo de sobra logrado en los primeros capítulos de esta serie que en España se emite los viernes por la noche a través de Fox. El episodio piloto consigue tenerte pegado a la pantalla durante sus más de 60 minutos de duración, dejándote los dientes largos para todo lo que vendrá después. Ni que decir tiene que “The Walking Dead” es de visionado obligado para cualquier aficionado al género zombi, aparte de que es muy recomendable para todo aquel que tenga una cierta predisposición a la sangre y las vísceras.

Al final va a resultar que hasta las crisis tienen su lado bueno, ya que estimulan la imaginación de creadores y artistas y nos permiten disfrutar de productos de este tipo, los cuales, además, tienen otra función: mostrarnos que, por mal que se pongan las cosas, siempre pueden ir a peor.

Zombis en tiempos de crisis

Guillermo Navalón
Guillermo Navalón
sábado, 13 de noviembre de 2010, 08:55 h (CET)
A lo largo del tiempo, la cultura popular siempre ha servido de filtro para el subconsciente y los miedos del conjunto de una determinada sociedad. Por ejemplo, en los años 50, 60 y 70, con el temor latente a una posible guerra nuclear a causa de la llamada Guerra Fría, proliferó el cine de género protagonizado por monstruos mutantes cuyas deformidades se debían a los efectos de la energía radioactiva (“Godzilla”, sin ir más lejos). En la actualidad, quizá debido a la situación económica mundial y al descontento social derivado, la ficción ha encontrado un filón en las temáticas de índole apocalíptica, en especial en el subgénero zombi, como si la gente no fuera capaz de imaginar un futuro más esperanzador que ese. Esto ha llevado a que, en los últimos años, hayan surgido montones de libros, películas y series de televisión centradas en los temibles muertos vivientes.

En el terreno literario han aparecido todo tipo de publicaciones: novelas, recopilaciones de relatos cortos, cómics, tratados cinematográficos, etc. Probablemente la obra más curiosa de todas es “Zombi: Guía de Supervivencia”, de Max Brooks (hijo del célebre director de comedia de nombre Mel), un útil manual en el que se explica de manera minuciosa cómo combatir a los no-muertos. Tal cual.

En cuanto al cine, han surgido toda una serie de nuevos filmes destinados a alimentar el universo que originó el director George A. Romero con la fundacional “La Noche de los Muertos Vivientes” (1968). De hecho, recientemente el propio director se ha encargado de proseguir su saga con títulos como “La Tierra de los Muertos Vivientes” (2005) o “El Diario de los Muertos” (2007). De entre todos las películas de temática zombi que se han producido en los últimos años, yo destacaría las siguientes: “28 Días Después” (2002), de Danny Boyle, que más tarde tendría una notable secuela dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo; la descacharrante, aunque reverente, parodia británica “Zombies Party” (2004), de Edgar Wright; “Amanecer de los Muertos” (2004), de Zack Snyder, o la demostración de que se puede hacer un remake a la altura del filme original (en este caso, “Zombi” de Romero); y la divertidísima “Zombieland” (2007), de Ruben Fleischer.

Era cuestión de tiempo que la televisión norteamericana también se sumara a esta moda y, como últimamente viene siendo habitual en este medio, lo ha hecho con un producto de calidad intachable. “The Walking Dead” es el nombre de la serie en cuestión, adaptada a partir del cómic original de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar. Detrás de dicha adaptación está Frank Darabont, excelente director y guionista en cuya filmografía podemos encontrar magníficas películas como “Cadena Perpetua” (1994), “La Milla Verde” (1999) o “La Niebla” (2007), todas ellas adaptaciones de Stephen King. El punto de partida no tiene nada de novedoso (escasos supervivientes contra infestación masiva de muertos vivientes en un mundo post-apocalíptico) y proporcionará una cierta sensación de déjà vu a aquellos que hayan visto filmes como el antes mencionado “28 Días Después” o “Soy Leyenda”. Obviando las inevitables convenciones del género, la novedad reside en el excelente pulso narrativo de Darabont, el cual posee una especial habilidad para hacer que sus personajes empaticen con el espectador. Evidentemente, la empatía es el primer paso para crear una auténtica situación de tensión y suspense, objetivo de sobra logrado en los primeros capítulos de esta serie que en España se emite los viernes por la noche a través de Fox. El episodio piloto consigue tenerte pegado a la pantalla durante sus más de 60 minutos de duración, dejándote los dientes largos para todo lo que vendrá después. Ni que decir tiene que “The Walking Dead” es de visionado obligado para cualquier aficionado al género zombi, aparte de que es muy recomendable para todo aquel que tenga una cierta predisposición a la sangre y las vísceras.

Al final va a resultar que hasta las crisis tienen su lado bueno, ya que estimulan la imaginación de creadores y artistas y nos permiten disfrutar de productos de este tipo, los cuales, además, tienen otra función: mostrarnos que, por mal que se pongan las cosas, siempre pueden ir a peor.

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