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Etiquetas | Las fatigas del saber
Sonia Herrera

Mujeres, museos, musas

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Todavía no asimilamos la desaparición del Ministerio de Igualdad. Sin duda, ha sido un paso atrás importante a nivel institucional para las mujeres españolas, pero las necesidades siguen estando presentes y, por ello, hoy más que nunca sigue siendo necesario continuar trabajando por la igualdad de forma transversal. La cultura es una plataforma trascendental e imprescindible para lograrlo y por eso, he elegido el papel de las mujeres en el arte y su representación en los museos como núcleo de mi segunda columna.

Dice Joaquín Sabina en una famosa canción: “hoy las musas han pasao de mí. Andarán de vacaciones”. Paradójicamente, la Historia del arte nos ha enseñado malintencionadamente que las musas siempre “andaban de vacaciones” para las mujeres. Craso error.

La cultura ha estado vetada para las mujeres durante mucho tiempo, pero eso no quiere decir que ellas no hayan estado presentes como creadoras e inmortalizadas en múltiples obras en todos los museos del mundo. ¿Pero cómo hemos sido representadas las mujeres? Ahí entramos en terreno pantanoso.

El movimiento feminista ha sido y continúa siendo uno de los grandes motores del cambio social señalando y denunciando las desigualdades y la discriminación de género que perviven en nuestra manera de actuar, en nuestros juicios de valor y en nuestras miradas. Como todas las producciones humanas, el arte está condicionado por el sistema de valores dominante, que lo ensalza a la vez que silencia las voces subordinadas. Pero además, el arte ha supuesto una estupenda herramienta para romper y refutar ese sistema de valores.

Analizar el lugar de las mujeres en el arte requiere una deconstrucción sustancial del discurso que ha llegado a nuestros días. Al mismo tiempo es imprescindible crear un nuevo relato que supere el sexismo, así como las relaciones de sexualidad, de subjetividad y de poder, y la manera en que todos estos factores condicionan la producción y el consumo cultural.

¿No hay mujeres artistas? ¿Desconocemos sus nombres? ¿Sus creaciones culturales no tienen calidad o no han sido relevantes? Las estructuras de nuestro saber son discriminatorias y el discurso de la Historia del arte se ha encargado de promover una exaltación de la masculinidad y, lo que es aún más grave, de relegar a las mujeres al ostracismo.

La creatividad ha estado investida como un atributo únicamente masculino. El conocimiento es de hecho una cuestión de poder y, por ello, el arte como discurso y conjunto de patronatos e instituciones, sigue amparando un orden proclamado por los intereses masculinos. Equilibrar ese poder supone una ardua tarea. Pero ya va siendo hora de otorgar a las mujeres la voz y la presencia que merecen dentro de todo tipo de manifestaciones artísticas.

Todavía ahora, en pleno siglo XXI, se produce una fuerte segregación de las mujeres en todos los ámbitos culturales. Según un informe del Ministerio de Educación “6 de cada 10 licenciados en Bellas Artes son mujeres, pero luego son sólo 3 de cada 10 creadores”.

Durante la última década hemos vivido uno de los periodos más fructíferos y diversos en cuanto a la presencia de las mujeres en el arte. Muchas jóvenes artistas han expresado con independencia sus propias inquietudes y anhelos, contando otras historias mediante nuevas miradas y otros protagonistas.

La polémica está servida. Cuestiones claves como la crítica feminista a la pornografía, el debate feminismo/postfeminismo, la demanda de una identidad fija o la admisión de una identidad múltiple, la sexualidad y lo transgenérico o el cyberfeminismo han convulsionado el mundo del arte.

Otro buen ejemplo de los avances en materia de igualdad dentro del arte son los itinerarios promovidos por el Ministerio de Cultura y el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense que intentan promover una nueva mirada en el público, una lectura crítica de las imágenes y una reivindicación del espacio de las mujeres en los libros, relatos y trabajos científicos, así como la superación de los modelos de representación que han reforzado los roles de género y los estereotipos durante siglos.

Estos itinerarios pretenden reforzar la presencia y el papel de las mujeres en los fondos museísticos de nuestro país y descubrir las huellas de la expresión cultural de las mujeres desde el principio de los tiempos resaltando tanto las presencias como las ausencias.

Por el momento son cuatro los museos madrileños que se han adherido al proyecto que se desarrollará durante 3 años: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo del Prado, el Museo del Traje y el Museo Arqueológico. Sería más que deseable que esta iniciativa se trasladará a la totalidad de museos del país y, por extensión utópica, del mundo.

Los museos virtuales son una fabulosa herramienta que aúna las nuevas tecnologías con el conocimiento del papel de las mujeres artistas antes y ahora, dándoles un nuevo espacio con unas normas menos rígidas que las del museo convencional. Las exposiciones y exhibiciones online crean nuevas zonas de encuentro donde se entrelazan obras realizadas por mujeres e imágenes sobre mujeres que ponen en entredicho los arquetipos de feminidad centrados normalmente en el desnudo.

Además de los museos virtuales, en el mundo existen varios centros de arte como el National Museum of Women in the Arts de Washington, el International Museum of Women de San Francisco o el Museo de Mujeres Artistas Mexicanas que han recuperado la historia del arte no contada, la historia de las mujeres y, con ella, una parte de la historia mundial que nos había sido negada.

Las transformaciones del arte en el presente y en el futuro están llamadas a multiplicar estas buenas prácticas en pro de la igualdad de género ya que a estas alturas del partido, (quiero creer que) a nadie le cabe duda de que mujeres y hombres somos igualmente capaces de contribuir a la excelencia artística y cultural.

Mujeres, museos, musas

Sonia Herrera
Sonia Herrera
martes, 9 de noviembre de 2010, 08:04 h (CET)
Todavía no asimilamos la desaparición del Ministerio de Igualdad. Sin duda, ha sido un paso atrás importante a nivel institucional para las mujeres españolas, pero las necesidades siguen estando presentes y, por ello, hoy más que nunca sigue siendo necesario continuar trabajando por la igualdad de forma transversal. La cultura es una plataforma trascendental e imprescindible para lograrlo y por eso, he elegido el papel de las mujeres en el arte y su representación en los museos como núcleo de mi segunda columna.

Dice Joaquín Sabina en una famosa canción: “hoy las musas han pasao de mí. Andarán de vacaciones”. Paradójicamente, la Historia del arte nos ha enseñado malintencionadamente que las musas siempre “andaban de vacaciones” para las mujeres. Craso error.

La cultura ha estado vetada para las mujeres durante mucho tiempo, pero eso no quiere decir que ellas no hayan estado presentes como creadoras e inmortalizadas en múltiples obras en todos los museos del mundo. ¿Pero cómo hemos sido representadas las mujeres? Ahí entramos en terreno pantanoso.

El movimiento feminista ha sido y continúa siendo uno de los grandes motores del cambio social señalando y denunciando las desigualdades y la discriminación de género que perviven en nuestra manera de actuar, en nuestros juicios de valor y en nuestras miradas. Como todas las producciones humanas, el arte está condicionado por el sistema de valores dominante, que lo ensalza a la vez que silencia las voces subordinadas. Pero además, el arte ha supuesto una estupenda herramienta para romper y refutar ese sistema de valores.

Analizar el lugar de las mujeres en el arte requiere una deconstrucción sustancial del discurso que ha llegado a nuestros días. Al mismo tiempo es imprescindible crear un nuevo relato que supere el sexismo, así como las relaciones de sexualidad, de subjetividad y de poder, y la manera en que todos estos factores condicionan la producción y el consumo cultural.

¿No hay mujeres artistas? ¿Desconocemos sus nombres? ¿Sus creaciones culturales no tienen calidad o no han sido relevantes? Las estructuras de nuestro saber son discriminatorias y el discurso de la Historia del arte se ha encargado de promover una exaltación de la masculinidad y, lo que es aún más grave, de relegar a las mujeres al ostracismo.

La creatividad ha estado investida como un atributo únicamente masculino. El conocimiento es de hecho una cuestión de poder y, por ello, el arte como discurso y conjunto de patronatos e instituciones, sigue amparando un orden proclamado por los intereses masculinos. Equilibrar ese poder supone una ardua tarea. Pero ya va siendo hora de otorgar a las mujeres la voz y la presencia que merecen dentro de todo tipo de manifestaciones artísticas.

Todavía ahora, en pleno siglo XXI, se produce una fuerte segregación de las mujeres en todos los ámbitos culturales. Según un informe del Ministerio de Educación “6 de cada 10 licenciados en Bellas Artes son mujeres, pero luego son sólo 3 de cada 10 creadores”.

Durante la última década hemos vivido uno de los periodos más fructíferos y diversos en cuanto a la presencia de las mujeres en el arte. Muchas jóvenes artistas han expresado con independencia sus propias inquietudes y anhelos, contando otras historias mediante nuevas miradas y otros protagonistas.

La polémica está servida. Cuestiones claves como la crítica feminista a la pornografía, el debate feminismo/postfeminismo, la demanda de una identidad fija o la admisión de una identidad múltiple, la sexualidad y lo transgenérico o el cyberfeminismo han convulsionado el mundo del arte.

Otro buen ejemplo de los avances en materia de igualdad dentro del arte son los itinerarios promovidos por el Ministerio de Cultura y el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense que intentan promover una nueva mirada en el público, una lectura crítica de las imágenes y una reivindicación del espacio de las mujeres en los libros, relatos y trabajos científicos, así como la superación de los modelos de representación que han reforzado los roles de género y los estereotipos durante siglos.

Estos itinerarios pretenden reforzar la presencia y el papel de las mujeres en los fondos museísticos de nuestro país y descubrir las huellas de la expresión cultural de las mujeres desde el principio de los tiempos resaltando tanto las presencias como las ausencias.

Por el momento son cuatro los museos madrileños que se han adherido al proyecto que se desarrollará durante 3 años: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo del Prado, el Museo del Traje y el Museo Arqueológico. Sería más que deseable que esta iniciativa se trasladará a la totalidad de museos del país y, por extensión utópica, del mundo.

Los museos virtuales son una fabulosa herramienta que aúna las nuevas tecnologías con el conocimiento del papel de las mujeres artistas antes y ahora, dándoles un nuevo espacio con unas normas menos rígidas que las del museo convencional. Las exposiciones y exhibiciones online crean nuevas zonas de encuentro donde se entrelazan obras realizadas por mujeres e imágenes sobre mujeres que ponen en entredicho los arquetipos de feminidad centrados normalmente en el desnudo.

Además de los museos virtuales, en el mundo existen varios centros de arte como el National Museum of Women in the Arts de Washington, el International Museum of Women de San Francisco o el Museo de Mujeres Artistas Mexicanas que han recuperado la historia del arte no contada, la historia de las mujeres y, con ella, una parte de la historia mundial que nos había sido negada.

Las transformaciones del arte en el presente y en el futuro están llamadas a multiplicar estas buenas prácticas en pro de la igualdad de género ya que a estas alturas del partido, (quiero creer que) a nadie le cabe duda de que mujeres y hombres somos igualmente capaces de contribuir a la excelencia artística y cultural.

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