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Borja Costa

El Profeta

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Tenía razón aquel himno rock, cuando afirmaba que las palabras de los profetas, esos líderes a los que deberíamos de seguir, estaban escritas en las paredes del Metro.

La suciedad, la basura, el polvo y el sudor, conviven en el suburbano con los halls de tubos de neón y los grandes espacios publicitarios, con sus cristales abandonados a la intemperie humana, y, detrás de estos, sus cientos de carteles que nos aconsejan, más o menos sabiamente, sobre todo aquello a considerar para hacer de nuestra existencia algo un poco más llevadero. Y no se crean que lo desolador del paisaje lo convierte en un espacio publicitario poco adecuado. Más bien, creo, al contrario: y es que no se agradece más una idea luminosa, divertida o brillante, que en un antro que es un reducto de oscuridad. Los publicistas y las empresas saben que nadie aquí se escapa, saben que aquí somos un blanco fácil, saben que cualquier evento susceptible de encontrar un público rentable debe ser anunciado aquí. Y es por esto que hoy la imagen de Pierre Boulez cubierta de mugre me demuestra, en el 85 aniversario de su nacimiento, que está más vivo que nunca, que forma parte de la existencia humana, ahora y aquí, en un sucio Madrid. Créanme: del otro lado del cristal, este hombre solo arroja luz.

La experiencia es verdaderamente irrepetible, pero no única, algo que a mi me alegra enormemente. Y ello, el que esta situación ya me suene de algo, es gracias nuevamente a la dirección del Auditorio Nacional y a la Fundación BBVA, quienes ya hace relativamente poco hicieron que nos encontráramos en la misma situación al hacernos disfrutar viendo todo el centro de la ciudad, y sus medios de transporte, empapelados con el nombre de Iannis Xenakis. Y es que a todas luces parece que el actual director artístico de la institución musical, José Manuel López López, está realizando una labor encomiable en este aspecto: acercar la música contemporánea al gran público, haciendo caso omiso de las eternas y equivocadas etiquetas de “música para minorías”, y realizando una serie de Monográficos en torno a estos autores, publicitando sus obras a los cuatro vientos. Hay quien acusa a López López de un cierto partidismo, dado que estos nombres entroncan directamente a aquel con su aclamado trabajo como compositor, pero para compartir esto hay que obviar que el mundo entero está actualmente cantándole un cumpleaños feliz a Boulez, y aceptar que el que la música de unos y de otros esté hecha de sonido y silencio es un factor común denunciable. Una vez dicho esto, está claro que siempre se puede pedir que se aleje un poco más de su propio mundo y realice un Monográfico sobre John Cage, por ejemplo (uno bueno, desde luego: no saben las ganas que tengo de que lo haga), pero si todo el partidismo es este, por mi puede seguir haciendo lo que le venga en gana.

Sobre la necesidad de este Monográfico, cumpleaños aparte, hay que decir que no existe ni un solo aspecto de la creación sonora contemporánea que Boulez no se haya preocupado de investigar, reflexionando y creando sobre él. Desde su participación en la creación del serialismo integral a los usos creativos de la electrónica y la informática, pasando por la composición lingüística o el uso del azar como elemento compositivo, ha entregado su vida al arte con una honestidad y un criterio dignos de ser admirados. Como director, como intérprete, como divulgador y formador mediante su IRCAM o sus Ensambles, ajeno ya a su propia creación y entregado por completo a la Música que en algún lugar guardan las Musas y ciertos seres humanos se preocupan por desvelar al resto de los mortales, ha llegado todavía más lejos. Y siempre, todo ello, con una humanidad y una humildad realmente envidiable.

Él mismo se reconoce como un hombre que ha seguido su camino en línea recta, al que no le ha interesado divagar ni ir de un terreno a otro, sino más bien profundizar y entregar su vida a una motivación real y duradera, como un camino que dote a aquella de su sentido necesario, y sin desviarse nunca del verdadero objetivo: hacer música. Tan solo a veces, en una etapa temprana de su carrera, se detuvo a realizar ciertos escritos, artículos y conferencias hoy referenciales y que pueden ser consultados rápida, aunque fragmentadamente, en la edición realizada en castellano por parte de José María García Laborda, unas palabras que sintió la necesidad de plasmar en momentos en lo que solo con la música no bastaba, en los que sentía que debía dejar constancia de ciertos pensamientos, fuesen estos más o menos útiles. Él habla de ello como un momento poco importante, porque fue objeto de polémicas, y estas no le gustan nada. Pero yo le admiro también por esto. Y es que a veces, por inútil que sea, hay cosas que no hay que dejar de escribir.

El Profeta

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 8 de noviembre de 2010, 09:34 h (CET)
Tenía razón aquel himno rock, cuando afirmaba que las palabras de los profetas, esos líderes a los que deberíamos de seguir, estaban escritas en las paredes del Metro.

La suciedad, la basura, el polvo y el sudor, conviven en el suburbano con los halls de tubos de neón y los grandes espacios publicitarios, con sus cristales abandonados a la intemperie humana, y, detrás de estos, sus cientos de carteles que nos aconsejan, más o menos sabiamente, sobre todo aquello a considerar para hacer de nuestra existencia algo un poco más llevadero. Y no se crean que lo desolador del paisaje lo convierte en un espacio publicitario poco adecuado. Más bien, creo, al contrario: y es que no se agradece más una idea luminosa, divertida o brillante, que en un antro que es un reducto de oscuridad. Los publicistas y las empresas saben que nadie aquí se escapa, saben que aquí somos un blanco fácil, saben que cualquier evento susceptible de encontrar un público rentable debe ser anunciado aquí. Y es por esto que hoy la imagen de Pierre Boulez cubierta de mugre me demuestra, en el 85 aniversario de su nacimiento, que está más vivo que nunca, que forma parte de la existencia humana, ahora y aquí, en un sucio Madrid. Créanme: del otro lado del cristal, este hombre solo arroja luz.

La experiencia es verdaderamente irrepetible, pero no única, algo que a mi me alegra enormemente. Y ello, el que esta situación ya me suene de algo, es gracias nuevamente a la dirección del Auditorio Nacional y a la Fundación BBVA, quienes ya hace relativamente poco hicieron que nos encontráramos en la misma situación al hacernos disfrutar viendo todo el centro de la ciudad, y sus medios de transporte, empapelados con el nombre de Iannis Xenakis. Y es que a todas luces parece que el actual director artístico de la institución musical, José Manuel López López, está realizando una labor encomiable en este aspecto: acercar la música contemporánea al gran público, haciendo caso omiso de las eternas y equivocadas etiquetas de “música para minorías”, y realizando una serie de Monográficos en torno a estos autores, publicitando sus obras a los cuatro vientos. Hay quien acusa a López López de un cierto partidismo, dado que estos nombres entroncan directamente a aquel con su aclamado trabajo como compositor, pero para compartir esto hay que obviar que el mundo entero está actualmente cantándole un cumpleaños feliz a Boulez, y aceptar que el que la música de unos y de otros esté hecha de sonido y silencio es un factor común denunciable. Una vez dicho esto, está claro que siempre se puede pedir que se aleje un poco más de su propio mundo y realice un Monográfico sobre John Cage, por ejemplo (uno bueno, desde luego: no saben las ganas que tengo de que lo haga), pero si todo el partidismo es este, por mi puede seguir haciendo lo que le venga en gana.

Sobre la necesidad de este Monográfico, cumpleaños aparte, hay que decir que no existe ni un solo aspecto de la creación sonora contemporánea que Boulez no se haya preocupado de investigar, reflexionando y creando sobre él. Desde su participación en la creación del serialismo integral a los usos creativos de la electrónica y la informática, pasando por la composición lingüística o el uso del azar como elemento compositivo, ha entregado su vida al arte con una honestidad y un criterio dignos de ser admirados. Como director, como intérprete, como divulgador y formador mediante su IRCAM o sus Ensambles, ajeno ya a su propia creación y entregado por completo a la Música que en algún lugar guardan las Musas y ciertos seres humanos se preocupan por desvelar al resto de los mortales, ha llegado todavía más lejos. Y siempre, todo ello, con una humanidad y una humildad realmente envidiable.

Él mismo se reconoce como un hombre que ha seguido su camino en línea recta, al que no le ha interesado divagar ni ir de un terreno a otro, sino más bien profundizar y entregar su vida a una motivación real y duradera, como un camino que dote a aquella de su sentido necesario, y sin desviarse nunca del verdadero objetivo: hacer música. Tan solo a veces, en una etapa temprana de su carrera, se detuvo a realizar ciertos escritos, artículos y conferencias hoy referenciales y que pueden ser consultados rápida, aunque fragmentadamente, en la edición realizada en castellano por parte de José María García Laborda, unas palabras que sintió la necesidad de plasmar en momentos en lo que solo con la música no bastaba, en los que sentía que debía dejar constancia de ciertos pensamientos, fuesen estos más o menos útiles. Él habla de ello como un momento poco importante, porque fue objeto de polémicas, y estas no le gustan nada. Pero yo le admiro también por esto. Y es que a veces, por inútil que sea, hay cosas que no hay que dejar de escribir.

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