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Noelia Vera

Delito y cultura

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Debe uno creerse Dios para pensar que tiene derecho a hacer o a decir lo que se le venga en gana. El polémico escritor Fernando Sánchez Dragó piensa desde hace muchos años que goza de ese privilegio, y cuando en ocasiones muy concretas las crtíticas lo devuelven de un coletazo al mundo de los vivos, se esconde, asustado en disimulo, entre los brazos de la literatura.

Esta vez el escritor que dirige y presenta en la cadena pública Telemadrid el programa de literatura "La noches blancas", ha cavado su propio hoyo con una anécdota recogida en el libro "Dios los cría..." (Planeta) sobre su experiencia sexual en Tokio con dos niñas de trece años. "Las muy putas se pusieron a turnarse". Y añade entre otras perlas de la misma calaña: "Las delincuentes eran ellas y no yo". Quizá nadie le advirtió de que llegar al nivel de La Lolita de Nabokov o del Leopold Bloom de Ulises ni era moco de pavo ni estaba al alcance de su talento y elegancia.

Dragó, que se siente "muy dolido" por la trascendencia del asunto , explicó ante los medios de comunicación del país que las palabras recogidas en su libro eran una "trivial, hiperbólica y muy literaria y literaturizada anécdota". El argumento, sin embargo, parece que no convenció ni a la Ministra de Cultura ni a los altos cargos del Partido Socialista, que lo han denunciado ante el Defensor del Menor de Madrid por "pederasta confeso". Este último, Arturo Canalda, ya se adelantó abriéndole la semana pasada un expediente informativo siguiendo el proceso habitual en estos casos. Mas tarde, el diputado socialista Ruiz Castillo exigió la retirada de sus libros y del programa literario que dirige en Telemadrid.

Lo espeluznante del tema es el momento en el que dejan de tener importancia las salvajadas que hace y que además publica este señor y se abre un debate colectivo sobre la denfensa de la libertad de expresión y en contra de la "quema de libros". Todo hay que decirlo, es un buen intento de convertir la realidad en ficción, lo acontecido en literatura. Pero no cuela. ¿Qué tendrá que ver la libertad de expresión con que Dragó confiese ser un pederasta? ¿Se puede admitir un delito y no ser juzgado?

Parece que algunos de los más aplaudidos intelectuales de nuestra España, entre los que figuran "grandes" filósofos como Fernando Savater y Gustavo Bueno, escritores como María Dueñas o cineastas como José Luis Garci, se han creido más inteligentes que el pueblo y han decidido unir sus fuerzas para proteger a Dragó en particular y a la cultura en general con un texto titulado "Contra la quema de libros. Manifiesto por Fernando Sánchez Dragó".

"Expresamos nuestra solidaridad con el escritor cuyos libros se pide que sean quemados en la hoguera. O retirados de circulación" y alientan sin tapujos "Si están a favor de la libertad de expresión firme y difunda este manifiesto". Pone los pelos de punta. Defienden al perturbado que asegura haber mantenido relaciones sexuales con dos menores de edad, aunque él ahora declare lo contrario. La libertad tiene un límite. En este caso traspasa la barrera de la legalidad y el delito. ¿Qué clase de intelectualidad nacional tenemos que mancha el nombre y el significado de la cultura para defender a un pederasta como Dragó? Posiblemente la idea de retirar del mercado sus libros no llegue a ninguna parte pero a los que deberían llevarse, y bien lejos, es a esta élite de las letras que cree poder reirse de algo tan horrible como la pederastia.

Delito y cultura

Noelia Vera
Noelia Vera
domingo, 7 de noviembre de 2010, 08:42 h (CET)
Debe uno creerse Dios para pensar que tiene derecho a hacer o a decir lo que se le venga en gana. El polémico escritor Fernando Sánchez Dragó piensa desde hace muchos años que goza de ese privilegio, y cuando en ocasiones muy concretas las crtíticas lo devuelven de un coletazo al mundo de los vivos, se esconde, asustado en disimulo, entre los brazos de la literatura.

Esta vez el escritor que dirige y presenta en la cadena pública Telemadrid el programa de literatura "La noches blancas", ha cavado su propio hoyo con una anécdota recogida en el libro "Dios los cría..." (Planeta) sobre su experiencia sexual en Tokio con dos niñas de trece años. "Las muy putas se pusieron a turnarse". Y añade entre otras perlas de la misma calaña: "Las delincuentes eran ellas y no yo". Quizá nadie le advirtió de que llegar al nivel de La Lolita de Nabokov o del Leopold Bloom de Ulises ni era moco de pavo ni estaba al alcance de su talento y elegancia.

Dragó, que se siente "muy dolido" por la trascendencia del asunto , explicó ante los medios de comunicación del país que las palabras recogidas en su libro eran una "trivial, hiperbólica y muy literaria y literaturizada anécdota". El argumento, sin embargo, parece que no convenció ni a la Ministra de Cultura ni a los altos cargos del Partido Socialista, que lo han denunciado ante el Defensor del Menor de Madrid por "pederasta confeso". Este último, Arturo Canalda, ya se adelantó abriéndole la semana pasada un expediente informativo siguiendo el proceso habitual en estos casos. Mas tarde, el diputado socialista Ruiz Castillo exigió la retirada de sus libros y del programa literario que dirige en Telemadrid.

Lo espeluznante del tema es el momento en el que dejan de tener importancia las salvajadas que hace y que además publica este señor y se abre un debate colectivo sobre la denfensa de la libertad de expresión y en contra de la "quema de libros". Todo hay que decirlo, es un buen intento de convertir la realidad en ficción, lo acontecido en literatura. Pero no cuela. ¿Qué tendrá que ver la libertad de expresión con que Dragó confiese ser un pederasta? ¿Se puede admitir un delito y no ser juzgado?

Parece que algunos de los más aplaudidos intelectuales de nuestra España, entre los que figuran "grandes" filósofos como Fernando Savater y Gustavo Bueno, escritores como María Dueñas o cineastas como José Luis Garci, se han creido más inteligentes que el pueblo y han decidido unir sus fuerzas para proteger a Dragó en particular y a la cultura en general con un texto titulado "Contra la quema de libros. Manifiesto por Fernando Sánchez Dragó".

"Expresamos nuestra solidaridad con el escritor cuyos libros se pide que sean quemados en la hoguera. O retirados de circulación" y alientan sin tapujos "Si están a favor de la libertad de expresión firme y difunda este manifiesto". Pone los pelos de punta. Defienden al perturbado que asegura haber mantenido relaciones sexuales con dos menores de edad, aunque él ahora declare lo contrario. La libertad tiene un límite. En este caso traspasa la barrera de la legalidad y el delito. ¿Qué clase de intelectualidad nacional tenemos que mancha el nombre y el significado de la cultura para defender a un pederasta como Dragó? Posiblemente la idea de retirar del mercado sus libros no llegue a ninguna parte pero a los que deberían llevarse, y bien lejos, es a esta élite de las letras que cree poder reirse de algo tan horrible como la pederastia.

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