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Ana Rodríguez

La viajera del tiempo cazada infraganti

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El hallazgo de misterios ocultos en el seno de una imagen es algo que sucede, en ocasiones, a los montadores en la oscuridad de la sala de montaje. Suele ocurrir después de que hayan visto un plano decenas o cientos de veces. De repente, esa mujer que estaba en segundo término y a la que no habían prestado atención, parece mirar a cámara y sonreír -¿por qué sonríe?, se pregunta el montador-, o aquel hombre mayor en el que no habían reparado por estar prácticamente desenfocado, está sacando un pajarillo de su chaqueta y lo lanza a volar, sin que nadie, excepto el atento y entrenado montador, se de cuenta de ello. Es parte de la magia y la emoción de una sala de montaje: descubrir lo inesperado.

El último fenómeno viral de internet ha colocado a millones de internautas en el lugar del montador: ávidos de descubrir el enigma planteado por el director irlandés George Clark, observan con gula de voyeur a la misteriosa señora que acude al estreno de la película de Chaplin: The Circus de 1928. ¿Qué lleva esa señora junto a su oreja? ¿Está hablando, como parece, por ese cacharro? ¿Es “eso” realmente un teléfono móvil? No lo sabemos pero lo parece, nos dice Clark, y si esto es 1928 y eso un teléfono móvil, entonces sólo hay una posibilidad: esa mujer es una auténtica viajera del tiempo. Una viajera del tiempo que ochenta y dos años más tarde es cazada in fraganti y expuesta al mundo para investigar cada pequeño gesto, cada sutil movimiento de los que hace, por una enorme comunidad de internautas con ganas de dar con un verdadero misterio.

La ilusión de la fantasía dura poco, sin embargo. Nuestra percepción, profundamente transformada por un aparato –el móvil- y un hábito –hablar por el móvil-, cuya gestalt está hondamente arraigada en nosotros, es sometida a la investigación histórica vía online. Una de las explicaciones plausibles más laureadas es la que plantea que la dama misteriosa lleva en realidad un audífono portátil que Siemens patenta en 1924, cuatro años antes del estreno de la película de Chaplin. La mujer se estaría ajustando el audífono y estaría hablando con el equipo de cámara, algo sorprendida quizás por el hecho de ser filmada. O eso, o estamos ante un product placement en toda regla, como apunta más de uno. En un caso o en el otro, misterio resuelto –a falta de rigurosos objetores- y jarro de agua fría.

Me pregunto si en el afán de explicarnos las cosas como son -afán muy legítimo, no nos entendamos mal- no infravaloramos las posibilidades lúdicas de ciertas narrativas como la que nos proponía George Clark en su vídeo. Esas mismas con las que tantas veces hemos disfrutado en el cine: desde La Máquina del Tiempo pasando por Regreso al Futuro, hasta la mítica serie Quantum Leap o, más recientemente, Lost. En realidad sería mucho más interesante imaginar la historia de esa viajera y llevarla hasta territorios insospechados: ¿acudiría la mujer a todas las premières del año 1928? ¿Quería, intencionadamente, ser filmada aquel día del estreno para ser descubierta exactamente en el día y la hora en que Clark vio ese plano por primera vez? ¿Estaba sola o había otros como ella? ¿Cuántos films de la época, o por lo menos los extras de sus DVDs, nos deparan imágenes de otros pasajeros del tiempo? ¿Se trata de una nueva raza que sólo será descubierta a través del cine?

Esta última idea me produce una gran esperanza, sobre todo, porque sería magnífico, a la vez que desconcertante, contemplar cómo habitantes del planeta entero ejercen una vez más de improvisados montadores-detectives y escrutan con hambre en las retinas la colección entera de films de Chaplin. Y no sólo ésos, también los de Buster Keaton, Metrópolis de Fritz Lang, El Acorazado Potemkin de Einsenstein o Un Perro Andaluz, que estrenaría Luis Buñuel tan sólo un año después de The Circus y que fácilmente podría contener a más de un viajero del tiempo bajo el efecto de sustancias psicoactivas, esperando a ser descubierto.
Nunca es tarde para descubrir nuevas ficciones -o nuevas realidades- dentro del cine, redescubriendo al mismo tiempo el propio cine.

La viajera del tiempo cazada infraganti

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 5 de noviembre de 2010, 09:13 h (CET)
El hallazgo de misterios ocultos en el seno de una imagen es algo que sucede, en ocasiones, a los montadores en la oscuridad de la sala de montaje. Suele ocurrir después de que hayan visto un plano decenas o cientos de veces. De repente, esa mujer que estaba en segundo término y a la que no habían prestado atención, parece mirar a cámara y sonreír -¿por qué sonríe?, se pregunta el montador-, o aquel hombre mayor en el que no habían reparado por estar prácticamente desenfocado, está sacando un pajarillo de su chaqueta y lo lanza a volar, sin que nadie, excepto el atento y entrenado montador, se de cuenta de ello. Es parte de la magia y la emoción de una sala de montaje: descubrir lo inesperado.

El último fenómeno viral de internet ha colocado a millones de internautas en el lugar del montador: ávidos de descubrir el enigma planteado por el director irlandés George Clark, observan con gula de voyeur a la misteriosa señora que acude al estreno de la película de Chaplin: The Circus de 1928. ¿Qué lleva esa señora junto a su oreja? ¿Está hablando, como parece, por ese cacharro? ¿Es “eso” realmente un teléfono móvil? No lo sabemos pero lo parece, nos dice Clark, y si esto es 1928 y eso un teléfono móvil, entonces sólo hay una posibilidad: esa mujer es una auténtica viajera del tiempo. Una viajera del tiempo que ochenta y dos años más tarde es cazada in fraganti y expuesta al mundo para investigar cada pequeño gesto, cada sutil movimiento de los que hace, por una enorme comunidad de internautas con ganas de dar con un verdadero misterio.

La ilusión de la fantasía dura poco, sin embargo. Nuestra percepción, profundamente transformada por un aparato –el móvil- y un hábito –hablar por el móvil-, cuya gestalt está hondamente arraigada en nosotros, es sometida a la investigación histórica vía online. Una de las explicaciones plausibles más laureadas es la que plantea que la dama misteriosa lleva en realidad un audífono portátil que Siemens patenta en 1924, cuatro años antes del estreno de la película de Chaplin. La mujer se estaría ajustando el audífono y estaría hablando con el equipo de cámara, algo sorprendida quizás por el hecho de ser filmada. O eso, o estamos ante un product placement en toda regla, como apunta más de uno. En un caso o en el otro, misterio resuelto –a falta de rigurosos objetores- y jarro de agua fría.

Me pregunto si en el afán de explicarnos las cosas como son -afán muy legítimo, no nos entendamos mal- no infravaloramos las posibilidades lúdicas de ciertas narrativas como la que nos proponía George Clark en su vídeo. Esas mismas con las que tantas veces hemos disfrutado en el cine: desde La Máquina del Tiempo pasando por Regreso al Futuro, hasta la mítica serie Quantum Leap o, más recientemente, Lost. En realidad sería mucho más interesante imaginar la historia de esa viajera y llevarla hasta territorios insospechados: ¿acudiría la mujer a todas las premières del año 1928? ¿Quería, intencionadamente, ser filmada aquel día del estreno para ser descubierta exactamente en el día y la hora en que Clark vio ese plano por primera vez? ¿Estaba sola o había otros como ella? ¿Cuántos films de la época, o por lo menos los extras de sus DVDs, nos deparan imágenes de otros pasajeros del tiempo? ¿Se trata de una nueva raza que sólo será descubierta a través del cine?

Esta última idea me produce una gran esperanza, sobre todo, porque sería magnífico, a la vez que desconcertante, contemplar cómo habitantes del planeta entero ejercen una vez más de improvisados montadores-detectives y escrutan con hambre en las retinas la colección entera de films de Chaplin. Y no sólo ésos, también los de Buster Keaton, Metrópolis de Fritz Lang, El Acorazado Potemkin de Einsenstein o Un Perro Andaluz, que estrenaría Luis Buñuel tan sólo un año después de The Circus y que fácilmente podría contener a más de un viajero del tiempo bajo el efecto de sustancias psicoactivas, esperando a ser descubierto.
Nunca es tarde para descubrir nuevas ficciones -o nuevas realidades- dentro del cine, redescubriendo al mismo tiempo el propio cine.

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