La posible salida de José Aurelio Gay ha quedado relegada a un segundo plano en la actualidad zaragocista. El entrenador respira aire fresco tras la victoria frente al Betis la pasada semana en Copa del Rey y el reciente empate en Liga en Mestalla.
Ambos resultados se presentan hoy como una inyección de moral en cantidades industriales y como claros indicadores de un posible abandono de la parte baja de la tabla. Para lograr lo último, el conjunto aragonés debe, sí o sí, salir victorioso del próximo choque en casa ante el Mallorca y rematar la jugada con otros tres puntos en el siguiente partido, también en la Romareda y frente al Sevilla.
Hasta entonces el equipo puede presumir de algunos síntomas de mejora experimentados por hombres como Braulio, Jorge López, Lanzaro, Lafita o Diogo, que han sabido aprovechar los últimos choques para ofrecer signos de calidad, aportando mucho más a la formación de lo que se esperaba. Sin ir más lejos, por citar un único ejemplo, Braulio fue el artífice de la victoria frente al Betis tras provocar penalti en área contraria.
Por otro lado, el nuevo sistema táctico que Gay ha utilizado en dichos partidos está comenzando a ser el traje de gala que mejor encaja en los jugadores. La nueva apuesta, más defensiva que las anteriores, con cinco hombres en la retaguardia, tres en el centro del campo y una pareja de delanteros podría ser el esquema que catapulte al Zaragoza desde el atolladero.
Pero aun teniendo un bonito abanico de impresiones positivas sobre la mesa, todo puede pasar en un equipo que, pese a vislumbrar un horizonte más despejado, sigue siendo el colista de la tabla, arrastrando además la peor diferencia de goles en lo que llevamos de Liga.
El fin de esta mala racha puede ser posible en tan sólo dos semanas si los planes de Gay funcionan y los jugadores siguen perfeccionando las mejorías que la afición de La Romareda está todavía acostumbrada a no ver en todos los partidos.