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Johari Gautier Carmona

Europa: ¿Un verdadero sentimiento o una simple institución?

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Ante los recientes acontecimientos que han afectado la estabilidad de la zona euro, los debates en torno a su solidez y el rumbo adoptado resurgen con intensidad. En el Festival de Cultura Contemporánea, la politóloga y catedrática Montserrat Guibernau, autora de distintos estudios sobre los nacionalismos, ha reflexionado sobre el concepto de identidad dentro de la Unión Europea y ha puesto en evidencia las prioridades que han marcado su constitución. Europa es, según ella, un gran logro de las democracias europeas que debe afrontar nuevos retos importantes.




Montserrat Guibernau en el Festival de la Cultura Contemporánea.

Un espacio heterogéneo difícil de definir
En Gran Bretaña, el país en el que reside Montserrat Guibernau, se escucha a menudo comentarios que hablan de una Europa difícil de definir, quizás por el notable escepticismo que existe allá. “Cuando [los ingleses] vienen a España dicen que van a Europa ––comenta ella––. ¿Pero qué es Europa?”. Según la politóloga, es una geografía sobre la cual hay más o menos acuerdo. Por ejemplo, nadie cuestiona que Paris, Londres y Barcelona formen parte de la Unión Europa pero cuando se habla de Estambul las opiniones se dividen. Más allá de las extensiones territoriales, la Unión Europea también representa un sistema supranacional y una comunidad identitaria en pleno proceso de construcción.

Esta dificultad para definir a Europa se debe también al hecho de que su constitución política se haya generado esencialmente con la iniciativa de las elites, es decir de arriba abajo, sin la participación activa de las masas. De ahí viene una problemática de identificación y de falta de consciencia debido a la ausencia de los pueblos en la construcción activa de este espacio. Es innegable que, a nivel jurídico, Europa ha crecido mucho en los últimos años y que tiene, hoy en día, un marco muy bien definido. Sin embargo, los nexos entre pueblos siguen siendo débiles y conceptos como la solidaridad siguen teniendo una vaga representación. Por eso, Montserrat Guinardau sostiene que es necesario recordar los valores sobre los que se sustenta la Unión Europea para entender el significado de los avances de los últimos años. “Es un espacio en el que han tenido una particular influencia los valores judeo-cristianos, pero también han tenido mucho peso la ilustración francesa y la revolución industrial”.

El proceso de construcción de la Unión Europea
La Unión Europea nace tras la segunda guerra mundial, cuando los líderes de las democracias buscan una reconciliación duradera y tratan de evitar que Alemania quede aislada. El plan de Robert Schuman en 1950 permite, pese a ciertas reticencias, la creación de una comunidad franco-alemana del carbón y del acero. De ahí parte la idea de una cooperación integradora en la que los lazos económicos acercan a los gobiernos europeos y evitan la sombra de nuevos enfrentamientos.

El deseo de esa Europa pacífica y estable se ve esencialmente respaldado por las elites del continente que abanderan la formación de un espacio moral de justicia social. Ellas también son las que imponen una agenda en la que se discuten temas de federalismo o de unión política. Más que todo, se trata de generar vínculos y compromisos a través de distintas organizaciones que han conducido al tratado de Maastricht y la creación del euro. Esa constitución se topa, sin embargo, con la constante expresión de un deseo de soberanía de las distintas naciones que la conforman.

Retos de la Unión Europea
Los antagonismos entre europeístas convencidos y los defensores de las identidades nacionales han llegado a su paroxismo con la crisis económica. Ahora, se percibe, más que nunca, el poco arraigo del sentimiento europeo y su clara función utilitarista. “En España, por ejemplo ––subleva Monsterrat Guidernau––, cuando se deje de percibir subvenciones: ¿cambiarán los sentimientos hacia la UE?”. Con estas reflexiones, la catedrática española indaga en el compromiso que se ha generado en las últimas décadas, quizás demasiado enfocado en cuestiones económicas.

Otro problema ligado a la reciente inestabilidad es la falta de liderazgo político. “Si Europa tiene líderes mediocres, no podrá tener un futuro sólido”, sostiene Montserrat Guinardau. Según ella, Jacques Delors fue el último europeo carismático capaz de establecer serias propuestas para el crecimiento de Europa. Ahora, la Unión se enfrenta a uno de sus momentos más delicados. “Pienso que hay un peligro de que se reduzca el espacio de la Unión”, manifiesta la ponente. Es una idea que circula en Gran Bretaña y que contribuye al debilitamiento de la imagen de la Unión Europa.

Un punto crucial para el desarrollo de los próximos años es el la cuestión identitaria. “Los Estados-naciones no han promovido la idea de un sentimiento europeo. Se usa a Europa como un chivo expiatorio para todo lo que no funciona”, explica la politóloga española. Así pues, la debilidad estructural de la Unión puede explicarse por la poca movilización de las poblaciones o, simplemente, porque sus fundadores quizás pensaron que era imposible luchar contra el nacionalismo de cada estado. Aún así, Montserrat Guinardau considera que sesenta años de paz y prosperidad representan un logro incuestionable que hemos de saber valorar: “Aunque el sentimiento de identidad es poco apreciable, el resultado global es satisfactorio”, nos explica ella.

Europa: ¿Un verdadero sentimiento o una simple institución?

Johari Gautier Carmona
Johari Gautier Carmona
martes, 2 de noviembre de 2010, 15:41 h (CET)
Ante los recientes acontecimientos que han afectado la estabilidad de la zona euro, los debates en torno a su solidez y el rumbo adoptado resurgen con intensidad. En el Festival de Cultura Contemporánea, la politóloga y catedrática Montserrat Guibernau, autora de distintos estudios sobre los nacionalismos, ha reflexionado sobre el concepto de identidad dentro de la Unión Europea y ha puesto en evidencia las prioridades que han marcado su constitución. Europa es, según ella, un gran logro de las democracias europeas que debe afrontar nuevos retos importantes.




Montserrat Guibernau en el Festival de la Cultura Contemporánea.

Un espacio heterogéneo difícil de definir
En Gran Bretaña, el país en el que reside Montserrat Guibernau, se escucha a menudo comentarios que hablan de una Europa difícil de definir, quizás por el notable escepticismo que existe allá. “Cuando [los ingleses] vienen a España dicen que van a Europa ––comenta ella––. ¿Pero qué es Europa?”. Según la politóloga, es una geografía sobre la cual hay más o menos acuerdo. Por ejemplo, nadie cuestiona que Paris, Londres y Barcelona formen parte de la Unión Europa pero cuando se habla de Estambul las opiniones se dividen. Más allá de las extensiones territoriales, la Unión Europea también representa un sistema supranacional y una comunidad identitaria en pleno proceso de construcción.

Esta dificultad para definir a Europa se debe también al hecho de que su constitución política se haya generado esencialmente con la iniciativa de las elites, es decir de arriba abajo, sin la participación activa de las masas. De ahí viene una problemática de identificación y de falta de consciencia debido a la ausencia de los pueblos en la construcción activa de este espacio. Es innegable que, a nivel jurídico, Europa ha crecido mucho en los últimos años y que tiene, hoy en día, un marco muy bien definido. Sin embargo, los nexos entre pueblos siguen siendo débiles y conceptos como la solidaridad siguen teniendo una vaga representación. Por eso, Montserrat Guinardau sostiene que es necesario recordar los valores sobre los que se sustenta la Unión Europea para entender el significado de los avances de los últimos años. “Es un espacio en el que han tenido una particular influencia los valores judeo-cristianos, pero también han tenido mucho peso la ilustración francesa y la revolución industrial”.

El proceso de construcción de la Unión Europea
La Unión Europea nace tras la segunda guerra mundial, cuando los líderes de las democracias buscan una reconciliación duradera y tratan de evitar que Alemania quede aislada. El plan de Robert Schuman en 1950 permite, pese a ciertas reticencias, la creación de una comunidad franco-alemana del carbón y del acero. De ahí parte la idea de una cooperación integradora en la que los lazos económicos acercan a los gobiernos europeos y evitan la sombra de nuevos enfrentamientos.

El deseo de esa Europa pacífica y estable se ve esencialmente respaldado por las elites del continente que abanderan la formación de un espacio moral de justicia social. Ellas también son las que imponen una agenda en la que se discuten temas de federalismo o de unión política. Más que todo, se trata de generar vínculos y compromisos a través de distintas organizaciones que han conducido al tratado de Maastricht y la creación del euro. Esa constitución se topa, sin embargo, con la constante expresión de un deseo de soberanía de las distintas naciones que la conforman.

Retos de la Unión Europea
Los antagonismos entre europeístas convencidos y los defensores de las identidades nacionales han llegado a su paroxismo con la crisis económica. Ahora, se percibe, más que nunca, el poco arraigo del sentimiento europeo y su clara función utilitarista. “En España, por ejemplo ––subleva Monsterrat Guidernau––, cuando se deje de percibir subvenciones: ¿cambiarán los sentimientos hacia la UE?”. Con estas reflexiones, la catedrática española indaga en el compromiso que se ha generado en las últimas décadas, quizás demasiado enfocado en cuestiones económicas.

Otro problema ligado a la reciente inestabilidad es la falta de liderazgo político. “Si Europa tiene líderes mediocres, no podrá tener un futuro sólido”, sostiene Montserrat Guinardau. Según ella, Jacques Delors fue el último europeo carismático capaz de establecer serias propuestas para el crecimiento de Europa. Ahora, la Unión se enfrenta a uno de sus momentos más delicados. “Pienso que hay un peligro de que se reduzca el espacio de la Unión”, manifiesta la ponente. Es una idea que circula en Gran Bretaña y que contribuye al debilitamiento de la imagen de la Unión Europa.

Un punto crucial para el desarrollo de los próximos años es el la cuestión identitaria. “Los Estados-naciones no han promovido la idea de un sentimiento europeo. Se usa a Europa como un chivo expiatorio para todo lo que no funciona”, explica la politóloga española. Así pues, la debilidad estructural de la Unión puede explicarse por la poca movilización de las poblaciones o, simplemente, porque sus fundadores quizás pensaron que era imposible luchar contra el nacionalismo de cada estado. Aún así, Montserrat Guinardau considera que sesenta años de paz y prosperidad representan un logro incuestionable que hemos de saber valorar: “Aunque el sentimiento de identidad es poco apreciable, el resultado global es satisfactorio”, nos explica ella.

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