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Guillermo Navalón

Weezer, o cómo hacer canciones buenas como churros

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En menos de dos meses se nos han juntado no uno, ni dos, sino hasta tres nuevos lanzamientos de la banda californiana Weezer. El pasado 13 de septiembre, apenas un año después de la publicación de su trabajo anterior, se editó su nuevo disco propiamente dicho: “Hurley”, llamado así por la foto del risueño actor Jorge García (“Perdidos”) que ilustra su portada. Hoy martes se publican dos referencias más: la edición deluxe de su mítico álbum “Pinkerton”, remasterizada y con una gran cantidad de material inédito, y “Death to False Metal”, un disco que recopila algunos de los mejores temas descartados de las sesiones de grabación de toda su discografía.

Para los que no conozcáis al grupo, imaginaos a los Beatles de la primera época mezclados con las gruesas guitarras distorsionadas de Nirvana y os haréis una idea bastante aproximada de su sonido. En España, hace unos cuantos años, se hicieron bastante populares durante un breve periodo de tiempo por incluir su tema “Island in the Sun” en el anuncio de cierta compañía de telefonía. Esto les llevó a dar algunos conciertos por nuestro país en una gira patrocinada por dicha compañía, en la que compartían cartel con Dover y The Cranberries. Desde entonces (estamos hablando de marzo del 2002), no les hemos vuelto a ver el pelo por estos lares.

Weezer siempre han sido poperos sin perder cierto aura indie o de rock alternativo, lo que les sitúa en tierra de nadie: demasiado pop para los rockeros, demasiado heavies para los fanáticos del pop. En sus tres trabajos anteriores, la balanza se inclinó más hacia el lado comercial, con temas más enfocados a las radios y la MTV, aunque, en mi opinión, su calidad seguía siendo bastante notable. “Hurley”, su último álbum y primero con la discográfica independiente Epitaph, recoge la esencia de los mejores Weezer, los que consiguieron ganarse el favor del respetable a mediados de los 90 con joyas como su primer disco homónimo (más conocido como “The Blue Album”) o “Pinkerton”, que no tuvo una buena acogida en su momento y que, años después, se ha convertido en una obra imprescindible (de ahí su reciente y lujosa reedición). A esa esencia original le han añadido algunos de los elementos que han adoptado en los últimos años, como los teclados o los arreglos electrónicos. En términos de producción, han dejado de lado los artificios y han optado por un sonido más básico y crudo, similar al de sus orígenes, lo que les da mayor autenticidad (prueba de ello es que no se han molestado en utilizar el auto-tune para disimular ciertos desafines).

Rivers Cuomo, cantante y líder de la formación, es, sin duda, uno de los mejores y más prolíficos compositores pop de la actualidad, capaz de facturar canciones increíblemente pegadizas en cuestión de minutos. Por ejemplo, según contaba el propio Cuomo, cada uno de los temas contenidos en “The Green Album” (2001) fue compuesto en un tiempo no superior a 15 minutos. El proceso era el siguiente: Rivers dormía junto a una guitarra y cada mañana, antes de hacer cualquier otra cosa, se levantaba, la cogía y hacía una canción. Así hasta completar los 10 temas incluidos en el disco (y seguramente alguno más).

Cada vez que se mete en el estudio de grabación con su grupo, su hiperactividad compositiva le lleva a que se presente con mucho más material del que cabría en un sólo disco. Esa es la razón de ser de “Death to False Metal”: dar salida a algunos de esos temas sobrantes. Lo desconcertante de la cuestión es que los supuestos descartes recogidos en ese recopilatorio son tan buenos (o más) como las canciones que sí que fueron finalmente escogidas para formar parte de cada uno de sus respectivos álbumes, de manera que podría decirse que, más que una compilación de rarezas, nos encontramos ante un disco nuevo en toda regla (y de los buenos).

En más de una ocasión, Cuomo se ha permitido el lujo de publicar parte de ese material en estado inacabado, como si tuviera tantas canciones en la recámara que no le preocupara desperdiciarlas de ese modo. Para demostrarlo ahí están “Alone” y “Alone II”, dos volúmenes que recogen, bajo el nombre del cantante en solitario, un buen puñado de demos caseras con una calidad de sonido que deja bastante que desear. Por otro lado, otra forma que tiene Rivers de sacar a la luz sus sobras es a través de los “bonus tracks” de los discos de Weezer, que ya casi son una tradición. A pesar de todo esto, y aunque parezca mentira, todavía queda constancia de numerosos temas que permanecen inéditos, sin contar los de reciente creación o los que hará en un futuro.

Lo cierto es que, como fan del grupo que soy, no podría estar más satisfecho con esta situación. Aunque, para que mi satisfacción fuera completa, sólo faltaría que al bueno de Rivers Cuomo le diera por asomar sus gafas de pasta por España, cosa que me parece bastante más complicada.

Me temo que la única esperanza que me queda es hacer un llamamiento: ¡señores directivos de compañías telefónicas, por favor, utilicen temas de Weezer para sus anuncios!

Por lo menos nadie podrá decir que no lo he intentado.

Weezer, o cómo hacer canciones buenas como churros

Guillermo Navalón
Guillermo Navalón
martes, 2 de noviembre de 2010, 12:11 h (CET)
En menos de dos meses se nos han juntado no uno, ni dos, sino hasta tres nuevos lanzamientos de la banda californiana Weezer. El pasado 13 de septiembre, apenas un año después de la publicación de su trabajo anterior, se editó su nuevo disco propiamente dicho: “Hurley”, llamado así por la foto del risueño actor Jorge García (“Perdidos”) que ilustra su portada. Hoy martes se publican dos referencias más: la edición deluxe de su mítico álbum “Pinkerton”, remasterizada y con una gran cantidad de material inédito, y “Death to False Metal”, un disco que recopila algunos de los mejores temas descartados de las sesiones de grabación de toda su discografía.

Para los que no conozcáis al grupo, imaginaos a los Beatles de la primera época mezclados con las gruesas guitarras distorsionadas de Nirvana y os haréis una idea bastante aproximada de su sonido. En España, hace unos cuantos años, se hicieron bastante populares durante un breve periodo de tiempo por incluir su tema “Island in the Sun” en el anuncio de cierta compañía de telefonía. Esto les llevó a dar algunos conciertos por nuestro país en una gira patrocinada por dicha compañía, en la que compartían cartel con Dover y The Cranberries. Desde entonces (estamos hablando de marzo del 2002), no les hemos vuelto a ver el pelo por estos lares.

Weezer siempre han sido poperos sin perder cierto aura indie o de rock alternativo, lo que les sitúa en tierra de nadie: demasiado pop para los rockeros, demasiado heavies para los fanáticos del pop. En sus tres trabajos anteriores, la balanza se inclinó más hacia el lado comercial, con temas más enfocados a las radios y la MTV, aunque, en mi opinión, su calidad seguía siendo bastante notable. “Hurley”, su último álbum y primero con la discográfica independiente Epitaph, recoge la esencia de los mejores Weezer, los que consiguieron ganarse el favor del respetable a mediados de los 90 con joyas como su primer disco homónimo (más conocido como “The Blue Album”) o “Pinkerton”, que no tuvo una buena acogida en su momento y que, años después, se ha convertido en una obra imprescindible (de ahí su reciente y lujosa reedición). A esa esencia original le han añadido algunos de los elementos que han adoptado en los últimos años, como los teclados o los arreglos electrónicos. En términos de producción, han dejado de lado los artificios y han optado por un sonido más básico y crudo, similar al de sus orígenes, lo que les da mayor autenticidad (prueba de ello es que no se han molestado en utilizar el auto-tune para disimular ciertos desafines).

Rivers Cuomo, cantante y líder de la formación, es, sin duda, uno de los mejores y más prolíficos compositores pop de la actualidad, capaz de facturar canciones increíblemente pegadizas en cuestión de minutos. Por ejemplo, según contaba el propio Cuomo, cada uno de los temas contenidos en “The Green Album” (2001) fue compuesto en un tiempo no superior a 15 minutos. El proceso era el siguiente: Rivers dormía junto a una guitarra y cada mañana, antes de hacer cualquier otra cosa, se levantaba, la cogía y hacía una canción. Así hasta completar los 10 temas incluidos en el disco (y seguramente alguno más).

Cada vez que se mete en el estudio de grabación con su grupo, su hiperactividad compositiva le lleva a que se presente con mucho más material del que cabría en un sólo disco. Esa es la razón de ser de “Death to False Metal”: dar salida a algunos de esos temas sobrantes. Lo desconcertante de la cuestión es que los supuestos descartes recogidos en ese recopilatorio son tan buenos (o más) como las canciones que sí que fueron finalmente escogidas para formar parte de cada uno de sus respectivos álbumes, de manera que podría decirse que, más que una compilación de rarezas, nos encontramos ante un disco nuevo en toda regla (y de los buenos).

En más de una ocasión, Cuomo se ha permitido el lujo de publicar parte de ese material en estado inacabado, como si tuviera tantas canciones en la recámara que no le preocupara desperdiciarlas de ese modo. Para demostrarlo ahí están “Alone” y “Alone II”, dos volúmenes que recogen, bajo el nombre del cantante en solitario, un buen puñado de demos caseras con una calidad de sonido que deja bastante que desear. Por otro lado, otra forma que tiene Rivers de sacar a la luz sus sobras es a través de los “bonus tracks” de los discos de Weezer, que ya casi son una tradición. A pesar de todo esto, y aunque parezca mentira, todavía queda constancia de numerosos temas que permanecen inéditos, sin contar los de reciente creación o los que hará en un futuro.

Lo cierto es que, como fan del grupo que soy, no podría estar más satisfecho con esta situación. Aunque, para que mi satisfacción fuera completa, sólo faltaría que al bueno de Rivers Cuomo le diera por asomar sus gafas de pasta por España, cosa que me parece bastante más complicada.

Me temo que la única esperanza que me queda es hacer un llamamiento: ¡señores directivos de compañías telefónicas, por favor, utilicen temas de Weezer para sus anuncios!

Por lo menos nadie podrá decir que no lo he intentado.

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