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Noelia Vera

El valor de lo viejo

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Esta semana se silenció para siempre una de las voces más emblemáticas, sensuales y cálidas de los años setenta, la del jamaicano Gregory Isaacs. Un cáncer de pulmón que ya se manifestaba en la calidad de sus actuaciones y que a sus 59 años le ha ganado la batalla, ha desempolvado de nuevo la polémica sobre el género musical de Bob Marley, fallecido con tan sólo 36 años a causa del mismo mal. Reggae y consumo de marihuana, el eterno debate moralista. Y el tema, que ya cansa, ha eclipsado otro que, aunque de importancia minoritaria, remueve con más fuerza las entrañas de los verdaderos amantes del género: la muerte lenta del paraíso clásico.

El reggae trasciende a la relación entre música y drogas blandas, por mucho que algunos se empeñen en ignorarlo. Alrededor de este ritmo se congrega una comunidad concienciada de la utopía altermundista de creer que "otro mundo es posible". La ideología se resume a la necesidad colectiva de compartir, convivir, debatir y respetar para solucionar todo tipo de conflictos sociales. Así nos lo enseñó la vieja escuela y así sigue siendo. Pero esta filosofía de vida ancestral se transmitió siempre a través de sonidos magistrales que desafortunadamente, en el 2010, se han convertido en un material exclusivo para los buscadores de tesoros y que, por otro lado, no siempre hablan de legalización, paz y amor.

La música de los abuelos no conecta con los ritos actuales del público masivo. La realidad es que hoy se le otorga más reconocimiento a artistas generacionalmente más cercanos a nosotros y con un mérito cuestionable, (aunque igualmente necesarios para mantener los valores positivos del reggae), que a los que elevaron la música de Jamaica, hace ya muchos años, al panorama musical internacional. En la pasada edición del festival europeo más importante de este genero, el Rototom Sunsplash, la respuesta del público ante el repertorio de artistas jamaicanos tan veteranos como Big Youth, Bob Andy, Max Romeo o Mighty Diamonds en comparación con la de otros artistas debutantes o emergentes fue la prueba que mejor ejemplifica el paso del clásico al paraíso del olvido. Es más, en el cartel se incluyeron, sorprendentemente, grupos chill out como Morcheeba, algo que prefiero entender como una broma.

Gregory Isaacs es ya un mito que unos pocos coleccionistas conocían antes de su desenlace esta semana. Nacido en Kingston (Jamaica) en 1951, se confesó siempre un profundo seguidor del soul estadounidense. Su estilo melódico, personal e innovador en cuanto a la sensualidad de su entonación, le llevó a conquistar la década de los setenta. En 1978 participó en el largometraje "Rockers", el filme de referencia para todos los exquisitos del reggae. Publicó más de 500 álbumes hasta "Brand New Me", producido hace tan solo dos años. Y aun así, lo que pasa a la historia el día de su fin es su adicción a las drogas y sus problemas con la salud y la justicia. ¿Quiénes reconocen hoy temas como "My only love" o "Night nurse", si no es porque quien las hizo ha muerto?

Una de las catacterísticas más ignoradas y a la vez interesantes del reggae, (que Gregory Isaacs conocía muy bien), es que se pueden escuchar todas las músicas del mundo a través de sus cuatro acordes básicos. Los ritmos negros norteamericanos fueron el primer ejemplo fehaciente del don del sencillo estilo jamaicano para adaparse a cualquier cosa. Los clásicos solistas de Estados Unidos tuvieron su correspondencia en grandes voces como Bob Andy, Alton Ellis, Barrington Levy o el mismo Gregory Isaacs. El reggae, bien hecho, es capaz de mejorar los originales de cualquier tema de antaño. Pero esta es otra de las aptitudes que los oyentes que se introdujeron en este estilo a través de géneros como el hip hop o el ragga, no logran entender. Aquí y ahora el único clásico para las masas será por y para siempre Bob Marley. Todo lo demás, sobra entre el gran público. Y por suerte o no, se prefiere con una diferencia abismal una fiesta de géneros derivados como el ragga muffin o el pseudo-reggaetón, al que ahora llaman dancehall, que un tributo a cualquiera de los padres del roots. (Sálvese Marley e hijos).

La muerte de Gregory Isaacs ha provocado en la sociedad general una nueva polémica en torno al reggae como incentivo del consumo de marihuana. Su pulmón marchito propicia un morboso tema de conversación entre los prejuiciosos. Entre los que aman la buena música, sin embargo, ahora existe un vacío más en este género complicado de llenar. Se fue un clásico que nos dejó joyas desconocidas que ojalá ahora, al menos, sean rescatadas para convertirlas en pequeños mitos. Lo clásico, sea en literatura, en pintura, cine o en música siempre sobrevivirá gracias a unos pocos locos conocidos como freaks. A todos ellos, gracias.

El valor de lo viejo

Noelia Vera
Noelia Vera
domingo, 31 de octubre de 2010, 08:34 h (CET)
Esta semana se silenció para siempre una de las voces más emblemáticas, sensuales y cálidas de los años setenta, la del jamaicano Gregory Isaacs. Un cáncer de pulmón que ya se manifestaba en la calidad de sus actuaciones y que a sus 59 años le ha ganado la batalla, ha desempolvado de nuevo la polémica sobre el género musical de Bob Marley, fallecido con tan sólo 36 años a causa del mismo mal. Reggae y consumo de marihuana, el eterno debate moralista. Y el tema, que ya cansa, ha eclipsado otro que, aunque de importancia minoritaria, remueve con más fuerza las entrañas de los verdaderos amantes del género: la muerte lenta del paraíso clásico.

El reggae trasciende a la relación entre música y drogas blandas, por mucho que algunos se empeñen en ignorarlo. Alrededor de este ritmo se congrega una comunidad concienciada de la utopía altermundista de creer que "otro mundo es posible". La ideología se resume a la necesidad colectiva de compartir, convivir, debatir y respetar para solucionar todo tipo de conflictos sociales. Así nos lo enseñó la vieja escuela y así sigue siendo. Pero esta filosofía de vida ancestral se transmitió siempre a través de sonidos magistrales que desafortunadamente, en el 2010, se han convertido en un material exclusivo para los buscadores de tesoros y que, por otro lado, no siempre hablan de legalización, paz y amor.

La música de los abuelos no conecta con los ritos actuales del público masivo. La realidad es que hoy se le otorga más reconocimiento a artistas generacionalmente más cercanos a nosotros y con un mérito cuestionable, (aunque igualmente necesarios para mantener los valores positivos del reggae), que a los que elevaron la música de Jamaica, hace ya muchos años, al panorama musical internacional. En la pasada edición del festival europeo más importante de este genero, el Rototom Sunsplash, la respuesta del público ante el repertorio de artistas jamaicanos tan veteranos como Big Youth, Bob Andy, Max Romeo o Mighty Diamonds en comparación con la de otros artistas debutantes o emergentes fue la prueba que mejor ejemplifica el paso del clásico al paraíso del olvido. Es más, en el cartel se incluyeron, sorprendentemente, grupos chill out como Morcheeba, algo que prefiero entender como una broma.

Gregory Isaacs es ya un mito que unos pocos coleccionistas conocían antes de su desenlace esta semana. Nacido en Kingston (Jamaica) en 1951, se confesó siempre un profundo seguidor del soul estadounidense. Su estilo melódico, personal e innovador en cuanto a la sensualidad de su entonación, le llevó a conquistar la década de los setenta. En 1978 participó en el largometraje "Rockers", el filme de referencia para todos los exquisitos del reggae. Publicó más de 500 álbumes hasta "Brand New Me", producido hace tan solo dos años. Y aun así, lo que pasa a la historia el día de su fin es su adicción a las drogas y sus problemas con la salud y la justicia. ¿Quiénes reconocen hoy temas como "My only love" o "Night nurse", si no es porque quien las hizo ha muerto?

Una de las catacterísticas más ignoradas y a la vez interesantes del reggae, (que Gregory Isaacs conocía muy bien), es que se pueden escuchar todas las músicas del mundo a través de sus cuatro acordes básicos. Los ritmos negros norteamericanos fueron el primer ejemplo fehaciente del don del sencillo estilo jamaicano para adaparse a cualquier cosa. Los clásicos solistas de Estados Unidos tuvieron su correspondencia en grandes voces como Bob Andy, Alton Ellis, Barrington Levy o el mismo Gregory Isaacs. El reggae, bien hecho, es capaz de mejorar los originales de cualquier tema de antaño. Pero esta es otra de las aptitudes que los oyentes que se introdujeron en este estilo a través de géneros como el hip hop o el ragga, no logran entender. Aquí y ahora el único clásico para las masas será por y para siempre Bob Marley. Todo lo demás, sobra entre el gran público. Y por suerte o no, se prefiere con una diferencia abismal una fiesta de géneros derivados como el ragga muffin o el pseudo-reggaetón, al que ahora llaman dancehall, que un tributo a cualquiera de los padres del roots. (Sálvese Marley e hijos).

La muerte de Gregory Isaacs ha provocado en la sociedad general una nueva polémica en torno al reggae como incentivo del consumo de marihuana. Su pulmón marchito propicia un morboso tema de conversación entre los prejuiciosos. Entre los que aman la buena música, sin embargo, ahora existe un vacío más en este género complicado de llenar. Se fue un clásico que nos dejó joyas desconocidas que ojalá ahora, al menos, sean rescatadas para convertirlas en pequeños mitos. Lo clásico, sea en literatura, en pintura, cine o en música siempre sobrevivirá gracias a unos pocos locos conocidos como freaks. A todos ellos, gracias.

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