Hace unos días, hablando de la serie “Perdidos” en mi columna de este mismo diario, hice referencia a esas películas de terror o suspense que podrían haber sido geniales pero que se echaron a perder por un mal final. Bueno, pues aquí tenemos un buen ejemplo.
Y es una verdadera lástima, porque “Los ojos de Julia” tiene un arranque inmejorable. El director Guillem Morales sabe captar perfectamente la atención del espectador a través de un envidiable dominio de la atmosfera y la tensión dramática, además de dotar al filme de una impecable factura visual. El problema es que, a medida que las cartas se van poniendo sobre la mesa, el conjunto se va desinflando y empieza a perder interés y credibilidad. Con el fin de recuperar dicho interés, Morales fuerza determinadas situaciones para empujar a sus personajes al ojo mismo del huracán, lo que provoca momentos del todo inverosímiles. Para terminar de arreglarlo, la segunda parte de la cinta está salpicada de trampas y giros supuestamente sorprendentes, pero igual de insostenibles, que intentan ocultar lo predecible de su desenlace. En definitiva, el filme se inicia como un sugerente thriller de terror psicológico para poco a poco transformarse en una especie de tópico psycho killer.
Lluís Homar junto a Belen Rueda en una escena de la película
La historia de “Los ojos de Julia” comienza con la misteriosa muerte de Sara Levin, la cual se quedó ciega previamente a causa de una extraña enfermedad degenerativa. Su hermana gemela Julia (Belén Rueda), poseedora de la misma enfermedad, tratará de averiguar lo ocurrido en compañía de su marido Isaac (Lluís Homar).
Belén Rueda, ya confirmada como nueva musa del terror patrio, y Lluís Homar, siempre infalible en casi todo tipo de papel, abordan sus papeles con profesionalidad y convicción, aunque no la suficiente como para que surja la química y su matrimonio ficticio resulte demasiado creíble en pantalla. Tampoco ayuda el hecho de que el personaje de Homar sea poco menos que un esbozo. Aun así, como digo, hacen lo que pueden con el material que tienen entre manos y sus interpretaciones pueden considerarse como de lo mejor de la cinta. El resto de secundarios, correctos todos ellos, se limita a pasearse por el metraje poniendo voz grave y gesto serio para dar más empaque al producto.
Como una forma de encubrir sus carencias, toda la película está envuelta de un halo de pretenciosidad, poniendo en boca de algunos personajes frases que desearían estar grabadas en mármol. La, en principio, interesante carga metafórica de la historia se va diluyendo progresivamente, al igual que la credibilidad de todo el filme, culminando en un bochornoso y sentimentaloide plano final que hará sonrojar a más de uno.
Sea como sea, y a pesar de sus fallos, se agradece que en España se siga haciendo cine de género con esta calidad estética y formal. Ahora sólo falta que, narrativamente hablando, les dé por hacer una película buena de verdad.