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Los padres deben implicarse en la educación de sus hijos y ser un apoyo para los docentes

El papel educativo de la familia

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Uno de los principales problemas que afectan a la educación en los tiempos actuales es que las familias han delegado su responsabilidad en las escuelas e institutos. Los padres se han desentendido en muchos casos de la formación de sus hijos y la han dejado por entero en manos de maestros y profesores.

Esta renuncia de los padres a implicarse en el desarrollo intelectual y moral de sus hijos es la causa y el origen de muchos de los conflictos disciplinarios que afectan a la juventud de nuestros días. El principal motivo que ha propiciado este desinterés es que constituye una postura muy cómoda para los padres, que no solamente pueden eludir la carga de tener que dedicar mucho tiempo a la educación de sus hijos sino que, además, pueden culpar a los profesores de cualquier fracaso que tenga lugar en ella.

En el proceso educativo de un niño tienen que estar presentes tanto la familia como la escuela, e incluso la sociedad en conjunto, que debe dar ejemplo a las nuevas generaciones en materia de ética y comportamiento. Si alguna de estas instituciones falla, la educación quedará incompleta y se verán perjudicadas la autonomía personal y el compromiso moral y social del joven.

La familia es el principal y primer peldaño de la educación. Los valores que se aprenden en su seno difícilmente pueden ser sustituidos por otros que ofrezca la escuela. No me refiero a valores religiosos, sino más bien a conceptos morales esenciales para desechar cualquier tipo de relativismo. Estos valores morales no sólo ayudarán al joven a configurar su personalidad, sino que también le permitirán juzgar y comprender mejor el mundo que le rodea y las enseñanzas que reciba en el colegio o instituto.

Precisamente por la importancia que tiene la familia en el proceso educativo, su relación con la escuela debe ser próxima. Ambas deben complementarse y trabajar conjuntamente, pues la despreocupación de cualquiera de ellas supondrá un fracaso en la educación del niño. De ahí la importancia de lo que llamamos “comunidad educativa”, que incluye a todos los agentes que influyen en el proceso educativo de una persona. Los padres deben saber qué estudia su hijo y cómo funciona el sistema educativo del que participa. Sólo así podrán ayudarle a superar adecuadamente las dificultades y a que se comprometa con su trabajo y aprenda a desenvolverse por sí mismo.

Una mayor implicación de las familias en la educación haría que los profesores se sintieran más comprendidos y apoyados y que pudieran realizar su trabajo de una mejor manera, sabiendo que cuentan con el respaldo de los padres. Por el contrario, mientras éstos continúen despreocupándose de la educación de sus propios hijos será difícil que la sociedad reconozca la dificultad de la labor docente y que los jóvenes sean conscientes de que su responsabilidad o irresponsabilidad en materia educativa tiene consecuencias tanto para sí mismos como para toda la sociedad. Un profesor despreocupado hace daño, pero puede llegar otro que corrija los errores. Sin embargo, unos padres que no se preocupan por la formación de sus hijos dificultan permanentemente su éxito en el proceso educativo.

El papel educativo de la familia

Los padres deben implicarse en la educación de sus hijos y ser un apoyo para los docentes
Guillermo Valiente Rosell
jueves, 2 de marzo de 2017, 00:07 h (CET)
Uno de los principales problemas que afectan a la educación en los tiempos actuales es que las familias han delegado su responsabilidad en las escuelas e institutos. Los padres se han desentendido en muchos casos de la formación de sus hijos y la han dejado por entero en manos de maestros y profesores.

Esta renuncia de los padres a implicarse en el desarrollo intelectual y moral de sus hijos es la causa y el origen de muchos de los conflictos disciplinarios que afectan a la juventud de nuestros días. El principal motivo que ha propiciado este desinterés es que constituye una postura muy cómoda para los padres, que no solamente pueden eludir la carga de tener que dedicar mucho tiempo a la educación de sus hijos sino que, además, pueden culpar a los profesores de cualquier fracaso que tenga lugar en ella.

En el proceso educativo de un niño tienen que estar presentes tanto la familia como la escuela, e incluso la sociedad en conjunto, que debe dar ejemplo a las nuevas generaciones en materia de ética y comportamiento. Si alguna de estas instituciones falla, la educación quedará incompleta y se verán perjudicadas la autonomía personal y el compromiso moral y social del joven.

La familia es el principal y primer peldaño de la educación. Los valores que se aprenden en su seno difícilmente pueden ser sustituidos por otros que ofrezca la escuela. No me refiero a valores religiosos, sino más bien a conceptos morales esenciales para desechar cualquier tipo de relativismo. Estos valores morales no sólo ayudarán al joven a configurar su personalidad, sino que también le permitirán juzgar y comprender mejor el mundo que le rodea y las enseñanzas que reciba en el colegio o instituto.

Precisamente por la importancia que tiene la familia en el proceso educativo, su relación con la escuela debe ser próxima. Ambas deben complementarse y trabajar conjuntamente, pues la despreocupación de cualquiera de ellas supondrá un fracaso en la educación del niño. De ahí la importancia de lo que llamamos “comunidad educativa”, que incluye a todos los agentes que influyen en el proceso educativo de una persona. Los padres deben saber qué estudia su hijo y cómo funciona el sistema educativo del que participa. Sólo así podrán ayudarle a superar adecuadamente las dificultades y a que se comprometa con su trabajo y aprenda a desenvolverse por sí mismo.

Una mayor implicación de las familias en la educación haría que los profesores se sintieran más comprendidos y apoyados y que pudieran realizar su trabajo de una mejor manera, sabiendo que cuentan con el respaldo de los padres. Por el contrario, mientras éstos continúen despreocupándose de la educación de sus propios hijos será difícil que la sociedad reconozca la dificultad de la labor docente y que los jóvenes sean conscientes de que su responsabilidad o irresponsabilidad en materia educativa tiene consecuencias tanto para sí mismos como para toda la sociedad. Un profesor despreocupado hace daño, pero puede llegar otro que corrija los errores. Sin embargo, unos padres que no se preocupan por la formación de sus hijos dificultan permanentemente su éxito en el proceso educativo.

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