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Kathleen Parker

Linchamiento tecnológico, de vuelta

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NUEVA YORK - En 1991, el mundo se dividía en dos bandos: los que creían a Anita Hill, y los que no. Yo caí en algún punto de la mitad: puede que hubiera contado la verdad, pero ¿y qué?

Humildemente, agradezca ser demasiado joven para acordarse. Un breve resumen: Hill prestó testimonio contra el entonces candidato al Supremo Clarence Thomas diciendo que él la había acosado sexualmente compartiendo verbalmente los detalles de su gusto por las películas porno y sus habilidades sexuales.

Sí, puede bostezar si quiere. Esto fue un escándalo, por supuesto, porque... bueno, sigo sin estar segura. Ya ve, para escandalizarse, hay que ser profundamente sensible a la mención de cualquier cosa sexual. En la práctica, en este caso, hay que escandalizarse durante un período indefinido de tiempo.

El testimonio de Hill se producía varios años después del presunto acoso cuando trabajaba para Thomas en la Comisión de Igualdad en el Empleo de los Estados Unidos. En otras palabras, ella no puso reparos a estas conversaciones en aquella época, que eran ordinarias suponiendo que se desarrollaran como describe ella. ¿O fueron tentativas verdaderamente malas de chiste?

El contexto nunca ha estado claro. En cualquier caso, las demás opciones que tenía Hill incluían decir a Thomas que se comportara correctamente. O, como mínimo, suponiendo una grave ofensa, denunciar a un superior. Al parecer ella no hizo ninguna de las dos cosas.

En la práctica no se mencionó nada hasta que Thomas fue elegido para ocupar la vacante en el alto tribunal. ¿Habría sido objeto de la misma clase de interrogatorios un candidato afroamericano de orientación izquierdista? Sólo como preludio a unos disturbios.

La "ofensa" de Clarence Thomas no tenía nada que ver con que dijera o no dijera algo de mal gusto a una subordinada. Su ofensa más bien consistió en ser un caballero negro conservador que cometió la audacia, entre otras cosas, de sugerir que la discriminación positiva podría causar en última instancia más daño a aquellos a los que se pretende ayudar.

Volvemos al presente: ahora volvemos a las vistas de Thomas, a triste causa del mal juicio de su propia esposa, Ginni. Como todos saben ya, hace poco telefoneó a Anita Hill y le dejó un mensaje en el contestador sugiriendo que Hill pida disculpas por lo que hizo. Este lapso de tiempo sorprendentemente extraño ha suscitado un examen sórdido y mal recibido del pasado y ha provocado una avalancha de teorías para explicar el comportamiento de Ginni Thomas.

Por un lado, el mismo día de la llamada telefónica, la portada del New York Times difundía la noticia del nuevo colectivo sin ánimo de lucro de Ginni Thomas, Liberty Central, que pretende organizar al movimiento de protesta fiscal. Ella trataba de sacar tajada.

Hagamos una pausa en las tonterías y reconozcamos que el escándalo Thomas sigue siendo un episodio doloroso y tal vez, sólo tal vez, la esposa del magistrado necesite las disculpas.

Mientras tanto, un nuevo actor ha surgido en el serial: Lillian McEwen, una antigua novia de Thomas de tiempo atrás, ha decidido que va siendo hora de dejar las cosas claras. Por pura casualidad, McEwen busca editor para sus memorias.

La noche del lunes, McEwen era invitada por Larry King en la CNN (donde yo trabajo) a compartir su propio pasado sexual con Thomas y su convencimiento de que Hill decía la verdad. Ella declaró al Washington Post (donde soy columnista) que Thomas era "un obseso del porno".

McEwen dijo que a ella el porno no le importaba, que simplemente estaba aburrida de él. También dijo a King que Thomas, que abandonó la bebida estando juntos, se volvió ambicioso y un obseso de la forma física.

El alcoholismo de Thomas no es ningún secreto para nadie que se moleste en leer sus memorias, "El hijo de mi abuelo". Es brutalmente honesto con su transformación de chaval problemático abandonado por su padre alcohólico, su educación gracias a su abuelo y las monjas de su pequeña escuela católica, y su batalla con sus propios demonios internos y solitarias luchas encarnizadas por convertirse en el caballero atento respetado por los demás magistrados del tribunal. Como escribe la analista del Supremo Jan Greenburg en "Conflicto Supremo", Thomas es la fuerza motriz discreta en el estrado que hace que los demás cambien de opinión.

Sólo los despiadados no se sentirán conmovidos por la descripción que hace Thomas de yacer en casa en posición fetal, sufriendo el oprobio público de su vista de confirmación, y reconociendo que la única vía a la supervivencia era la humildad.

"Me había quedado claro desde hacía mucho que esta batalla era espiritual en el fondo, no política", escribe, "y por eso mi atención se desplazó de la política a la realidad interna de mi vida espiritual".

El orgulloso Thomas dijo durante esas vistas estar siendo víctima de un linchamiento tecnológico. Esperemos que tenga suficientes tablas espirituales para sobrevivir a este segundo linchamiento -- y un corazón lo bastante grande para perdonar a la pobre Ginni.

Linchamiento tecnológico, de vuelta

Kathleen Parker
Kathleen Parker
jueves, 28 de octubre de 2010, 07:13 h (CET)
NUEVA YORK - En 1991, el mundo se dividía en dos bandos: los que creían a Anita Hill, y los que no. Yo caí en algún punto de la mitad: puede que hubiera contado la verdad, pero ¿y qué?

Humildemente, agradezca ser demasiado joven para acordarse. Un breve resumen: Hill prestó testimonio contra el entonces candidato al Supremo Clarence Thomas diciendo que él la había acosado sexualmente compartiendo verbalmente los detalles de su gusto por las películas porno y sus habilidades sexuales.

Sí, puede bostezar si quiere. Esto fue un escándalo, por supuesto, porque... bueno, sigo sin estar segura. Ya ve, para escandalizarse, hay que ser profundamente sensible a la mención de cualquier cosa sexual. En la práctica, en este caso, hay que escandalizarse durante un período indefinido de tiempo.

El testimonio de Hill se producía varios años después del presunto acoso cuando trabajaba para Thomas en la Comisión de Igualdad en el Empleo de los Estados Unidos. En otras palabras, ella no puso reparos a estas conversaciones en aquella época, que eran ordinarias suponiendo que se desarrollaran como describe ella. ¿O fueron tentativas verdaderamente malas de chiste?

El contexto nunca ha estado claro. En cualquier caso, las demás opciones que tenía Hill incluían decir a Thomas que se comportara correctamente. O, como mínimo, suponiendo una grave ofensa, denunciar a un superior. Al parecer ella no hizo ninguna de las dos cosas.

En la práctica no se mencionó nada hasta que Thomas fue elegido para ocupar la vacante en el alto tribunal. ¿Habría sido objeto de la misma clase de interrogatorios un candidato afroamericano de orientación izquierdista? Sólo como preludio a unos disturbios.

La "ofensa" de Clarence Thomas no tenía nada que ver con que dijera o no dijera algo de mal gusto a una subordinada. Su ofensa más bien consistió en ser un caballero negro conservador que cometió la audacia, entre otras cosas, de sugerir que la discriminación positiva podría causar en última instancia más daño a aquellos a los que se pretende ayudar.

Volvemos al presente: ahora volvemos a las vistas de Thomas, a triste causa del mal juicio de su propia esposa, Ginni. Como todos saben ya, hace poco telefoneó a Anita Hill y le dejó un mensaje en el contestador sugiriendo que Hill pida disculpas por lo que hizo. Este lapso de tiempo sorprendentemente extraño ha suscitado un examen sórdido y mal recibido del pasado y ha provocado una avalancha de teorías para explicar el comportamiento de Ginni Thomas.

Por un lado, el mismo día de la llamada telefónica, la portada del New York Times difundía la noticia del nuevo colectivo sin ánimo de lucro de Ginni Thomas, Liberty Central, que pretende organizar al movimiento de protesta fiscal. Ella trataba de sacar tajada.

Hagamos una pausa en las tonterías y reconozcamos que el escándalo Thomas sigue siendo un episodio doloroso y tal vez, sólo tal vez, la esposa del magistrado necesite las disculpas.

Mientras tanto, un nuevo actor ha surgido en el serial: Lillian McEwen, una antigua novia de Thomas de tiempo atrás, ha decidido que va siendo hora de dejar las cosas claras. Por pura casualidad, McEwen busca editor para sus memorias.

La noche del lunes, McEwen era invitada por Larry King en la CNN (donde yo trabajo) a compartir su propio pasado sexual con Thomas y su convencimiento de que Hill decía la verdad. Ella declaró al Washington Post (donde soy columnista) que Thomas era "un obseso del porno".

McEwen dijo que a ella el porno no le importaba, que simplemente estaba aburrida de él. También dijo a King que Thomas, que abandonó la bebida estando juntos, se volvió ambicioso y un obseso de la forma física.

El alcoholismo de Thomas no es ningún secreto para nadie que se moleste en leer sus memorias, "El hijo de mi abuelo". Es brutalmente honesto con su transformación de chaval problemático abandonado por su padre alcohólico, su educación gracias a su abuelo y las monjas de su pequeña escuela católica, y su batalla con sus propios demonios internos y solitarias luchas encarnizadas por convertirse en el caballero atento respetado por los demás magistrados del tribunal. Como escribe la analista del Supremo Jan Greenburg en "Conflicto Supremo", Thomas es la fuerza motriz discreta en el estrado que hace que los demás cambien de opinión.

Sólo los despiadados no se sentirán conmovidos por la descripción que hace Thomas de yacer en casa en posición fetal, sufriendo el oprobio público de su vista de confirmación, y reconociendo que la única vía a la supervivencia era la humildad.

"Me había quedado claro desde hacía mucho que esta batalla era espiritual en el fondo, no política", escribe, "y por eso mi atención se desplazó de la política a la realidad interna de mi vida espiritual".

El orgulloso Thomas dijo durante esas vistas estar siendo víctima de un linchamiento tecnológico. Esperemos que tenga suficientes tablas espirituales para sobrevivir a este segundo linchamiento -- y un corazón lo bastante grande para perdonar a la pobre Ginni.

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