La situación del entrenador del Real Zaragoza, José Aurelio Gay, es más que tambaleante. Todavía se desconoce si el preparador aguantará hasta el próximo encuentro de Liga frente al Valencia o si finalmente seguirá en el timón durante el partido sucesivo, contra el Mallorca.
Lo que si es cierto es que, cual químico de laboratorio, Gay lo ha probado todo en lo que llevamos de competición. Por citar algo notable, ha cambiado la estrategia táctica del conjunto aragonés en varias ocasiones. Lo hizo ante el Barça cuando apostó por cinco defensas, en lugar de los cuatro inicialmente concebidos y lo hará en Benito Villamarín frente al Betis en el primer partido de Copa del Rey.
También ha experimentado con todo tipo de rotaciones. Hay jugadores que han cambiado su posición natural en el césped en numerosos momentos y los hay también quienes se han sentado en el banquillo un partido sí y otro no, dejando claro que Gay no tiene un once inicial completamente definido pese a que ya se han consumido ocho jornadas.
Sirva como ejemplo la lista de nombres que han pasado por la punta ofensiva en lo que llevamos de competición. Pongolle, Braulio, Jorge López, Marco Pérez... han ocupado dicha posición y no han sabido reivindicarse como indiscutibles para la misma.
Ante este panorama, cuando ya se acaban las posibilidades tácticas y cuando los jugadores no logran crear un bloque sólido y bien definido, José Aurelio Gay es el hombre que va a pasar por la guillotina. Y a nadie le coge por sorpresa. De todos es sabido que si un equipo no termina de funcionar, aunque los jugadores sean indiscutiblemente de bajo nivel, las directivas ponen un único parche en forma de nuevo entrenador que deja muchos agujeros vacíos.