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Alberto Mendo

El bueno, el feo y...el Ferrari

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Tras los titubeos iniciales, lógicos en cualquier equipo cuyas piezas aún recién estrenadas necesitan acoplarse, este Real Madrid funciona con precisión milimétrica. En tiempo record, el equipo blanco se ha convertido en una máquina bien engrasada. Le sigue a la zaga el Barcelona, pero es evidente que está en marcha un cambio de ciclo. La escudería azulgrana va perdiendo potencia y la gasolina Guardiola sólo le vale para funcionar de manera intermitente; su motor, Xavi, flojea y queda al amparo de que el piloto de turno solucione la carrera. Con Villa preocupantemente negado al gol, esa responsabilidad cae en Messi, aunque tampoco el argentino es el de otras temporadas. Lo que encontramos es un cambio de papeles. Ahora es el Barcelona el que depende de sus individualidades, mientras que el Real Madrid trabaja como un equipo.

Mou es el superdiesel que alimenta a los bólidos de la escudería blanca, en la que es difícil decir que unos merezcan más elogios que otros. Marcelo, Di Maria, Carvalho, Xabi Alonso, Khedira, Higuaín… no sólo cumplen con su papel sino que contribuyen de manera solidaria en el de los demás. Incluso Cristiano Ronaldo lo ha interiorizado. Por eso, él es “el bueno” de esta producción. CR7 es la versión mejorada de CR9, y eso es decir mucho en el debate de si es él o Messi el mejor del actual mundo fútbol. En estos momentos, el portugués está un peldaño por encima, por su estado de forma y porque mantiene un idilio con el gol; además, a su talento le ha sumado ese plus de generosidad con sus compañeros, lo que le convierte en el arma más peligrosa ante las porterías contrarias. Su poker ante el Racing, sumado a su gol contra el Milán y a su doblete frente al Depor, demuestra que su ansiedad con el balón, si en algún momento ha existido realmente (más allá de ser una invención mediática-comercial), ha quedado superada. No obstante, es su carácter lo que tiene embelesado a Mourinho: trabajador al máximo y ambicioso, ésos son los adjetivos que le hacen “intocable” para su técnico.

Cristiano Ronaldo es el motor de este Real Madrid, aunque el cambio de marchas es cosa de Özil. El alemán reparte juego, marca el ritmo de cada jugada de ataque y vuelve locas a las defensas contrarias. Quizá sea menos fotogénico que su compañero portugués, y por eso no seré el primero que le otorgue el papel de “el feo” en esta producción (la belleza, eso sí, es subjetiva), pero se ha convertido en ídolo madridista en tiempo récord. En el campo, eso es lo importante. Su presión, rapidez y profundidad le han convertido en pieza clave, y la afición también le reconoce lo rápido que se ha aclimatado a la exigencia de un equipo tan complicado como el madridista.

Tras el partido contra el Milán, Mourinho explicó que un grupo de niños se había enfrentado a superhombres. Özil es uno de esos niños. Se divierte con el balón y juega sin presiones; sabe que tiene que seguir aprendiendo pero demostrando ya en cada ocasión toda la calidad que atesora; y tiene una larga carrera por delante pero a la vez sed de títulos. Por eso, cualquier especulación en torno a qué sucederá cuando Kaká se recupere es estéril: el brasileño se quedará en el banquillo y, si no se gana la titularidad ni se acostumbra a ser suplente, será vendido el verano que viene. Özil ha hecho más méritos en tres meses que Kaká en un año. Y si el alemán tiene un palmarés por escribir, parece que el carioca está ya escribiendo su epílogo por una inexplicable falta de ambición. Por cierto, Özil será uno de los pocos titulares que descanse mañana frente al Murcia; al resto, Mourinho se ha lanzado un serio aviso: “Si a mí me hacen lo de Alcorcón, conmigo están muertos”. Veremos si tiene que cortar cabezas.

Tras opinar de escuderías, motores y pilotos futbolísticos, concluiré escribiendo de Fórmula 1. Fernando Alonso tiene el Mundial es su mano, y ya acumularía un triplete histórico. No venderé la piel del oso antes de que el asturiano lo haya cazado, pero la gran remontada que está protagonizando es un golpe sobre la mesa. El mérito está repartido entre su calidad y el trabajo de Ferrari, una asociación que ilusionó cuando se hizo realidad hace un año y que está a punto de empezar a mostrar su rentabilidad. Entre Alonso y la escudería italiana hay buena química. He ahí la gran evolución del español desde su último Mundial: ha aprendido a trabajar en equipo y ha abandonado parte de esa soberbia que le granjeó tantas antipatías. Quizá un poco más de simpatía con los medios y con los aficionados…

El bueno, el feo y...el Ferrari

Alberto Mendo
Alberto Mendo
lunes, 25 de octubre de 2010, 08:09 h (CET)
Tras los titubeos iniciales, lógicos en cualquier equipo cuyas piezas aún recién estrenadas necesitan acoplarse, este Real Madrid funciona con precisión milimétrica. En tiempo record, el equipo blanco se ha convertido en una máquina bien engrasada. Le sigue a la zaga el Barcelona, pero es evidente que está en marcha un cambio de ciclo. La escudería azulgrana va perdiendo potencia y la gasolina Guardiola sólo le vale para funcionar de manera intermitente; su motor, Xavi, flojea y queda al amparo de que el piloto de turno solucione la carrera. Con Villa preocupantemente negado al gol, esa responsabilidad cae en Messi, aunque tampoco el argentino es el de otras temporadas. Lo que encontramos es un cambio de papeles. Ahora es el Barcelona el que depende de sus individualidades, mientras que el Real Madrid trabaja como un equipo.

Mou es el superdiesel que alimenta a los bólidos de la escudería blanca, en la que es difícil decir que unos merezcan más elogios que otros. Marcelo, Di Maria, Carvalho, Xabi Alonso, Khedira, Higuaín… no sólo cumplen con su papel sino que contribuyen de manera solidaria en el de los demás. Incluso Cristiano Ronaldo lo ha interiorizado. Por eso, él es “el bueno” de esta producción. CR7 es la versión mejorada de CR9, y eso es decir mucho en el debate de si es él o Messi el mejor del actual mundo fútbol. En estos momentos, el portugués está un peldaño por encima, por su estado de forma y porque mantiene un idilio con el gol; además, a su talento le ha sumado ese plus de generosidad con sus compañeros, lo que le convierte en el arma más peligrosa ante las porterías contrarias. Su poker ante el Racing, sumado a su gol contra el Milán y a su doblete frente al Depor, demuestra que su ansiedad con el balón, si en algún momento ha existido realmente (más allá de ser una invención mediática-comercial), ha quedado superada. No obstante, es su carácter lo que tiene embelesado a Mourinho: trabajador al máximo y ambicioso, ésos son los adjetivos que le hacen “intocable” para su técnico.

Cristiano Ronaldo es el motor de este Real Madrid, aunque el cambio de marchas es cosa de Özil. El alemán reparte juego, marca el ritmo de cada jugada de ataque y vuelve locas a las defensas contrarias. Quizá sea menos fotogénico que su compañero portugués, y por eso no seré el primero que le otorgue el papel de “el feo” en esta producción (la belleza, eso sí, es subjetiva), pero se ha convertido en ídolo madridista en tiempo récord. En el campo, eso es lo importante. Su presión, rapidez y profundidad le han convertido en pieza clave, y la afición también le reconoce lo rápido que se ha aclimatado a la exigencia de un equipo tan complicado como el madridista.

Tras el partido contra el Milán, Mourinho explicó que un grupo de niños se había enfrentado a superhombres. Özil es uno de esos niños. Se divierte con el balón y juega sin presiones; sabe que tiene que seguir aprendiendo pero demostrando ya en cada ocasión toda la calidad que atesora; y tiene una larga carrera por delante pero a la vez sed de títulos. Por eso, cualquier especulación en torno a qué sucederá cuando Kaká se recupere es estéril: el brasileño se quedará en el banquillo y, si no se gana la titularidad ni se acostumbra a ser suplente, será vendido el verano que viene. Özil ha hecho más méritos en tres meses que Kaká en un año. Y si el alemán tiene un palmarés por escribir, parece que el carioca está ya escribiendo su epílogo por una inexplicable falta de ambición. Por cierto, Özil será uno de los pocos titulares que descanse mañana frente al Murcia; al resto, Mourinho se ha lanzado un serio aviso: “Si a mí me hacen lo de Alcorcón, conmigo están muertos”. Veremos si tiene que cortar cabezas.

Tras opinar de escuderías, motores y pilotos futbolísticos, concluiré escribiendo de Fórmula 1. Fernando Alonso tiene el Mundial es su mano, y ya acumularía un triplete histórico. No venderé la piel del oso antes de que el asturiano lo haya cazado, pero la gran remontada que está protagonizando es un golpe sobre la mesa. El mérito está repartido entre su calidad y el trabajo de Ferrari, una asociación que ilusionó cuando se hizo realidad hace un año y que está a punto de empezar a mostrar su rentabilidad. Entre Alonso y la escudería italiana hay buena química. He ahí la gran evolución del español desde su último Mundial: ha aprendido a trabajar en equipo y ha abandonado parte de esa soberbia que le granjeó tantas antipatías. Quizá un poco más de simpatía con los medios y con los aficionados…

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