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Domingo Delgado

Algunas indecencias de la política en España

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Como dijo Jesucristo, “la justicia no es de este mundo”, mostrando así su vertiente profética pues así es. Por consiguiente, no esperamos ya de ningún gobernante del mundo mundial que haga justicia, en su amplia concepción del término, no sólo en lo relativo a atribuir a cada uno lo suyo, sino también en un reparto justo de la riqueza, lo que se ha dado en llamar justicia social.

Pero no dejamos de aspirar a que nuestros gobernantes, aún imperfectos, de la misma “naturaleza caída” que el resto de los mortales, según acepción bíblica, tiendan a ejercitarse en lo que a la justicia se refiere, e incluso de gobiernos que se denominan socialistas y obreros, además de progresistas, si se espera que apliquen su prédica de justicia social. Si bien una cosa es predicar y otra dar trigo.

De tal manera que nos encontramos con una situación de crisis económica mundial tan grave como la que generó el crack de 1929, que ha obligado a la adopción de medidas económicas de recortes sustanciales en los presupuestos públicos, empezando por medidas de excepción que contravienen principios básicos del ordenamiento jurídico como el respeto a derechos adquiridos, como las que determinaron la reducción de retribuciones de los empleados públicos, y la congelación de las pensiones, siendo como son en la mayoría de los casos personas de rentas medias y bajas.

Tal hecho apenas ha ido acompañado con una drástica reducción del gasto corriente en las Administraciones Públicas, ni con una previsión razonable y realista de mayores ingresos, de manera que la previsión no es muy halagüeña en cuanto a la eficacia real de las medidas de ajuste para salir de la actual crisis.

Pero lo que parece un auténtico escarnio público, por indecente es comprobar que hay altos cargos políticos que cobran varios sueldos del sector público, por sus pluriempleos políticos, e incluso por una injusta y desvergonzada aplicación de retribuciones públicas al alto cargo cesante que además lo suele compatibilizar con otro cargo político de elevada renta. Casos que fueron denunciados públicamente en su día, y que afectaban a Mª Dolores de Cospedal (PP) y a Leire Pajín (PSOE).

Un mínimo de sensibilidad social, acorde con el tiempo actual, debería haber determinado el fin de esas bicocas que se autoregala la clase política. Sin embargo, volvemos a sorprendernos cuando comprobamos que Moratinos (ex ministro de exteriores) cobrará 4.598€ mensuales por concepto de cesantía como ministro, a los que habrá de sumar otros 5.410 € mensuales como diputado por Córdoba. O el caso de Bibiana Aido que ganará como Secretaria de Estado unos 8.300€ al mes, más los 7.000€ mensuales garantizados por el cese como ministra. O Angeles Espinosa (ex ministra de medio ambiente) que cobrará 10.009€ mensuales fruto de unir las retribuciones de diputada a la indemnización de cesantía.

Realmente no me digan Vds. que no es ejemplar esta situación, y moralmente estimulante para los parados, mileuristas, pensionistas y empleados públicos a los que se les ha reducido su exiguo sueldo, que desde luego, en la mayoría de los casos no llega ni a la mitad de lo que cobran los cesantes por la indemnización mensual, aparte del nuevo sueldo. ¡Una indecencia!.

Pues ya está mal que se pongan una especie de subsidio por desempleo –que podría contemplarse como justo en caso de cese y no tener trabajo-, aunque no deja de ser lamentable que se recurra a la política como “modus vivendi”. Pero en el colmo del despropósito es que ese subsidio o indemnización por cese lo cobran hasta cuando son nombrados en otro puesto público, generando una “carambola de rentas” que no debería de haberse admitido ni siquiera en los momentos álgidos de la economía, pero que desde luego en los momentos actuales son de una grave falta de respeto a los sectores sociales más deprimidos, y un argumento para acentuar la crisis del sistema político que sigue a la deriva sin liderazgo, en una especie de “sálvese quien pueda” insolidario e injusto, que socava la credibilidad pública diariamente.

¡Aunque lamentablemente esto puede acabar pasándonos factura a todos!.

Algunas indecencias de la política en España

Domingo Delgado
Domingo Delgado
lunes, 25 de octubre de 2010, 07:39 h (CET)
Como dijo Jesucristo, “la justicia no es de este mundo”, mostrando así su vertiente profética pues así es. Por consiguiente, no esperamos ya de ningún gobernante del mundo mundial que haga justicia, en su amplia concepción del término, no sólo en lo relativo a atribuir a cada uno lo suyo, sino también en un reparto justo de la riqueza, lo que se ha dado en llamar justicia social.

Pero no dejamos de aspirar a que nuestros gobernantes, aún imperfectos, de la misma “naturaleza caída” que el resto de los mortales, según acepción bíblica, tiendan a ejercitarse en lo que a la justicia se refiere, e incluso de gobiernos que se denominan socialistas y obreros, además de progresistas, si se espera que apliquen su prédica de justicia social. Si bien una cosa es predicar y otra dar trigo.

De tal manera que nos encontramos con una situación de crisis económica mundial tan grave como la que generó el crack de 1929, que ha obligado a la adopción de medidas económicas de recortes sustanciales en los presupuestos públicos, empezando por medidas de excepción que contravienen principios básicos del ordenamiento jurídico como el respeto a derechos adquiridos, como las que determinaron la reducción de retribuciones de los empleados públicos, y la congelación de las pensiones, siendo como son en la mayoría de los casos personas de rentas medias y bajas.

Tal hecho apenas ha ido acompañado con una drástica reducción del gasto corriente en las Administraciones Públicas, ni con una previsión razonable y realista de mayores ingresos, de manera que la previsión no es muy halagüeña en cuanto a la eficacia real de las medidas de ajuste para salir de la actual crisis.

Pero lo que parece un auténtico escarnio público, por indecente es comprobar que hay altos cargos políticos que cobran varios sueldos del sector público, por sus pluriempleos políticos, e incluso por una injusta y desvergonzada aplicación de retribuciones públicas al alto cargo cesante que además lo suele compatibilizar con otro cargo político de elevada renta. Casos que fueron denunciados públicamente en su día, y que afectaban a Mª Dolores de Cospedal (PP) y a Leire Pajín (PSOE).

Un mínimo de sensibilidad social, acorde con el tiempo actual, debería haber determinado el fin de esas bicocas que se autoregala la clase política. Sin embargo, volvemos a sorprendernos cuando comprobamos que Moratinos (ex ministro de exteriores) cobrará 4.598€ mensuales por concepto de cesantía como ministro, a los que habrá de sumar otros 5.410 € mensuales como diputado por Córdoba. O el caso de Bibiana Aido que ganará como Secretaria de Estado unos 8.300€ al mes, más los 7.000€ mensuales garantizados por el cese como ministra. O Angeles Espinosa (ex ministra de medio ambiente) que cobrará 10.009€ mensuales fruto de unir las retribuciones de diputada a la indemnización de cesantía.

Realmente no me digan Vds. que no es ejemplar esta situación, y moralmente estimulante para los parados, mileuristas, pensionistas y empleados públicos a los que se les ha reducido su exiguo sueldo, que desde luego, en la mayoría de los casos no llega ni a la mitad de lo que cobran los cesantes por la indemnización mensual, aparte del nuevo sueldo. ¡Una indecencia!.

Pues ya está mal que se pongan una especie de subsidio por desempleo –que podría contemplarse como justo en caso de cese y no tener trabajo-, aunque no deja de ser lamentable que se recurra a la política como “modus vivendi”. Pero en el colmo del despropósito es que ese subsidio o indemnización por cese lo cobran hasta cuando son nombrados en otro puesto público, generando una “carambola de rentas” que no debería de haberse admitido ni siquiera en los momentos álgidos de la economía, pero que desde luego en los momentos actuales son de una grave falta de respeto a los sectores sociales más deprimidos, y un argumento para acentuar la crisis del sistema político que sigue a la deriva sin liderazgo, en una especie de “sálvese quien pueda” insolidario e injusto, que socava la credibilidad pública diariamente.

¡Aunque lamentablemente esto puede acabar pasándonos factura a todos!.

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