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Israel Arias

"Dejame entrar": La moda de los vampiros

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Por fin Hollywood hace una buena película de vampiros. Pero no se asusten, el mérito no es suyo. Se trata de Déjame entrar, un fiel remake de la aclamada cinta sueca sobre una niña vampiro que enamora a otro niño. Un romance que pone los pelos de punta y que, inevitablemente, hace que nos preguntemos por qué masas ingentes maltratan su materia gris con folletines de medio pelo como Crepúsculo.




Escena de la película "Dejame entrar"

Antes de entrar -nunca mejor dicho- en materia, pongámonos en antecedentes. Desde mediados de los noventa, tras el Drácula de Coppola y Entrevista con el vampiro, el subgénero de las películas de chupasangres viene siendo vilipendiado tanto por exceso como por defecto.

Por exceso de sangre y piruetas y defecto de historia en sagas como Blade o Underwold. O por exceso de edulcorante y defectos mil en el caso de la saga de Stephenie Meyer. El mito de Drácula encarnado en carniceros medio zombies o en niñatos empalagosos que sólo piensan en llegar vírgenes al matrimonio. Un sacrilegio.

LAS VENTAJAS DE ESTAR DE MODA
Pero no es menos cierto que a día de hoy los vampiros están de moda como nunca lo han estado. Y eso se lo debemos en buena medida a los taquillazos y tsunamis mediáticos que desata cada entrega del romance entre Pattinson y Stewart, Edward y Bella a la sazón.

Puede que por eso, y sólo por eso, los tiburones de la meca del cine se fijaran en una modesta pero estremecedora película de terror sueca basada en el libro de un tal John Ajvide Lindqvist. Una cinta atípica y gélida, pero que cosechó premios y alabanzas por doquier e hizo las delicias de los amantes del género.

A partir de ahí... el miedo. Miedo porque lo que suele hacer Hollywood en estos casos es trufar la historia original con sus clichés haciendo añicos todo lo que de interesante tenía la obra madre. En Déjame entrar, Matt Reeves -el director que descubrió J.J. Abrams para ese juego de prestidigitación que fue Monstruoso- cumple con la máxima pero, afortunadamente, se contiene.

En este remake hay concesiones de cara a la galería. Escenas y diálogos que no están en la cinta original y que, si bien la privan de algo de la frialdad y crudeza que hacía de la película sueca un gran hallazgo, no desentonan demasiado.

Todo lo demás está en orden... porque lo han dejado respirar como estaba. Eso sí, para mantener en lo posible la atmósfera y estética de la cinta original en el viaje de Suecia a Estados Unidos, la historia de la niña vampiro retrocede deliberadamente hasta mediados de los ochenta. Buen movimiento Matt.

PEQUEÑOS GRANDES TALENTOS
Mención especial merecen los dos niños protagonistas: Kodi Smit-McPhee y Chloe Grace Moretz. En el caso del bueno de Kodi, simplemente lo borda. El joven australiano ya demostró su valía junto a Viggo Mortensen en La Carretera, otra cinta que vive de dejarte mal cuerpo. En ambos casos él tiene mucho que ver en la inquietud y congoja que se propaga entre las butacas.

Ella ya era también una cara más o menos conocida. Fue lo mejor de la divertida Kick-Ass metida en la piel de Hit-Girl y era una ingeniosa delicia en 500 Días juntos. La joven promete y en Déjame entrar es más que digna sucesora de Lina Leandersson. Ahora la vampiro con piel de niña inocente se llama Abby y no Eli, pero nos hiela la sangre igual para tomarla cual dulce sorbete. Que le aproveche.

"Dejame entrar": La moda de los vampiros

Israel Arias
Redacción
sábado, 23 de octubre de 2010, 08:09 h (CET)
Por fin Hollywood hace una buena película de vampiros. Pero no se asusten, el mérito no es suyo. Se trata de Déjame entrar, un fiel remake de la aclamada cinta sueca sobre una niña vampiro que enamora a otro niño. Un romance que pone los pelos de punta y que, inevitablemente, hace que nos preguntemos por qué masas ingentes maltratan su materia gris con folletines de medio pelo como Crepúsculo.




Escena de la película "Dejame entrar"

Antes de entrar -nunca mejor dicho- en materia, pongámonos en antecedentes. Desde mediados de los noventa, tras el Drácula de Coppola y Entrevista con el vampiro, el subgénero de las películas de chupasangres viene siendo vilipendiado tanto por exceso como por defecto.

Por exceso de sangre y piruetas y defecto de historia en sagas como Blade o Underwold. O por exceso de edulcorante y defectos mil en el caso de la saga de Stephenie Meyer. El mito de Drácula encarnado en carniceros medio zombies o en niñatos empalagosos que sólo piensan en llegar vírgenes al matrimonio. Un sacrilegio.

LAS VENTAJAS DE ESTAR DE MODA
Pero no es menos cierto que a día de hoy los vampiros están de moda como nunca lo han estado. Y eso se lo debemos en buena medida a los taquillazos y tsunamis mediáticos que desata cada entrega del romance entre Pattinson y Stewart, Edward y Bella a la sazón.

Puede que por eso, y sólo por eso, los tiburones de la meca del cine se fijaran en una modesta pero estremecedora película de terror sueca basada en el libro de un tal John Ajvide Lindqvist. Una cinta atípica y gélida, pero que cosechó premios y alabanzas por doquier e hizo las delicias de los amantes del género.

A partir de ahí... el miedo. Miedo porque lo que suele hacer Hollywood en estos casos es trufar la historia original con sus clichés haciendo añicos todo lo que de interesante tenía la obra madre. En Déjame entrar, Matt Reeves -el director que descubrió J.J. Abrams para ese juego de prestidigitación que fue Monstruoso- cumple con la máxima pero, afortunadamente, se contiene.

En este remake hay concesiones de cara a la galería. Escenas y diálogos que no están en la cinta original y que, si bien la privan de algo de la frialdad y crudeza que hacía de la película sueca un gran hallazgo, no desentonan demasiado.

Todo lo demás está en orden... porque lo han dejado respirar como estaba. Eso sí, para mantener en lo posible la atmósfera y estética de la cinta original en el viaje de Suecia a Estados Unidos, la historia de la niña vampiro retrocede deliberadamente hasta mediados de los ochenta. Buen movimiento Matt.

PEQUEÑOS GRANDES TALENTOS
Mención especial merecen los dos niños protagonistas: Kodi Smit-McPhee y Chloe Grace Moretz. En el caso del bueno de Kodi, simplemente lo borda. El joven australiano ya demostró su valía junto a Viggo Mortensen en La Carretera, otra cinta que vive de dejarte mal cuerpo. En ambos casos él tiene mucho que ver en la inquietud y congoja que se propaga entre las butacas.

Ella ya era también una cara más o menos conocida. Fue lo mejor de la divertida Kick-Ass metida en la piel de Hit-Girl y era una ingeniosa delicia en 500 Días juntos. La joven promete y en Déjame entrar es más que digna sucesora de Lina Leandersson. Ahora la vampiro con piel de niña inocente se llama Abby y no Eli, pero nos hiela la sangre igual para tomarla cual dulce sorbete. Que le aproveche.

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