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José María Blázquez

La teoría del ‘sujeto acomodado’

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Un remake es un término usado en el mundo de las artes audiovisuales para designar a un producto (ya sea película, serie, videojuego, cortometraje, etc.) que es prácticamente un calco de otro anterior. Por consiguiente, los personajes, la fábula, la ambientación y en la mayoría de los casos, la trama, no suele transformarse un ápice. En ocasiones, los planos y la duración de los mismos se copia milimétricamente, habiendo unos cambios mínimos entre el original y el remake, y que generalmente suelen estar centrados en cosas más superficiales como los actores y en los detalles más pequeños. Otros, suelen sufrir una adaptación en la ambientación y/o contexto histórico-espacial en las que se desarrollan. Este es el caso de ‘Déjame entrar’ (‘Let me in’), película que se estrenó ayer en nuestros cines y que ya pudimos ver en el Festival de Sitges. Es pues, un remake del film sueco que en 2008 llegó a nuestras carteleras bajo el mismo título y cuyo original era ‘Låt den rätte komma in’, el mismo que la novela en el que está basado. Ésta fue escrita por John Ajvide Lindqvist, quien también fue autor del guión adaptado del largometraje sueco y colaboró en con el director Matt Reeves en la reescritura de su ‘hermano gemelo’ estadounidense.

¿Cuándo es necesario un remake? Esto es sin duda una buena pregunta. Normalmente los motivos suelen ser puramente comerciales y por regla general son las grandes distribuidoras quienes toman la decisión de comprar, por ejemplo, los derechos de una película extranjera que ha funcionado bien fuera de sus fronteras (‘Låt den rätte komma in’ sobrepasó la nada desdeñable cifra de siete millones de dólares en taquilla en todo el mundo, dos de los cuales se consiguieron en Estados Unidos) y adaptarla al mercado nacional para conseguir un mayor grado de comprensión y acogida por parte del público del país al que va destinada. En otras palabras, para ganar más dinero. Estos cambios se traducen, en algunos casos, en la simplificación de la trama y, en la mayoría de ellos, la adaptación de algunas situaciones a un contexto más cercano para el espectador y la eliminación de la barrera lingüística.

Imagínense por un momento qué ocurriría si en España se regulase el doblaje de las películas extranjeras da tal modo que, por ejemplo, sólo pudiesen ser dobladas las destinadas a los niños. ¿Qué creen que ocurriría? En primer lugar, el gremio de actores de doblaje y locutores se quejaría por esta medida. No obstante, en mi opinión, las consecuencias serían mucho más beneficiosas que perjudiciales, sobre todo, por dos razones fundamentales. Primero, el espectador que tenga el hábito de ir al cine tendría que ver las películas en versión original, por lo que los más acomodados (que simplemente busquen un entretenimiento sin esfuerzo) optarían por ahorrarse trabajo y no leer subtítulos, así que optarían por ver un film de producción nacional. De este modo, se incrementaría sensiblemente el número de espectadores en taquilla y por consiguiente, un fortalecimiento del sector privado. Esto llevaría consigo el hecho de que hacer cine pasaría a ser más rentable en nuestro país, por lo que sería deseable pensar que esto provocaría un incremento en la inversión (y presupuestos) de las producciones y se tendría menos miedo al fracaso. En otras palabras, una mayor confianza en el cine español que podría incluso trasladarse a la exportación masiva del mismo. Si nos ceñimos a los datos estadísticos, cada vez menos gente ve series en la televisión y ha habido un descenso de espectadores que van a los cines. Internet es, principalmente, el medio elegido por las generaciones nacidas de mediados de los setenta en adelante para descargar o visionar los contenidos audiovisuales. En los últimos años, ha tomado fuerza el hábito de ver las series o películas subtituladas en versión original a causa de la inmediatez en la disponibilidad de los contenidos (al día siguiente de su retransmisión en Estados Unidos se pueden encontrar los episodios de diferentes series televisivas norteamericanas en V.O.S. alojados en múltiples portales de internet). Además, esto produciría un efecto beneficioso en el segundo factor a tratar, el problema del idioma.

En mi opinión, en nuestro país se viene dando el síndrome del “sujeto acomodado”. Esto no quiere decir que tengamos dinero, sino que buscamos la comodidad de una manera extremista. Relacionamos ese término con algo que podamos conseguir a muy corto plazo de tiempo y no nos produzca esfuerzo (cómo esos productos de Teletienda que hacen el trabajo por ti). La tecnología está para algo, y no tiene porqué ser negativo que tratemos de simplificar las tareas cotidianas pese a que esto pueda llevar consigo que el individuo de hoy es cada vez más frágil ante la ‘naturaleza salvaje’ (para el que le interese profundizar en esta cuestión, véase las teorías de la ‘wikinomía’). El problema es cuando esta idea se traslada a cada uno de los aspectos de nuestra vida. Nosotros, en particular, nos centraremos en el caso concreto del aprendizaje del inglés. La mayor parte de los españoles hemos tenido una nula o deficitaria educación de este idioma y, más allá de los problemas o limitaciones fonéticas que acompañan a nuestra lengua materna, lo cierto es que estamos situados a la cola de Europa en el correcto conocimiento del inglés. Nuestros vecinos portugueses, son un ejemplo de cómo el visionar y escuchar las películas americanas o inglesas en versión original puede producir efectos beneficiosos en el conocimiento del lenguaje. Integrar el inglés en la raíz de nuestra educación (que no sólo está en las escuelas o universidades, sino también en nuestros propios hogares) nos haría crear vínculos más fuertes con otros países. Pasaríamos de ser un país que sólo recibe turistas a ser más autosuficientes, rompiendo la burbuja en la que vivimos, y de este modo, terminar perdiendo el miedo a lo extraño (extranjero). Y es que a veces, los pequeños cambios pueden mover el mundo.

La teoría del ‘sujeto acomodado’

José María Blázquez
José María Blázquez
sábado, 23 de octubre de 2010, 06:59 h (CET)
Un remake es un término usado en el mundo de las artes audiovisuales para designar a un producto (ya sea película, serie, videojuego, cortometraje, etc.) que es prácticamente un calco de otro anterior. Por consiguiente, los personajes, la fábula, la ambientación y en la mayoría de los casos, la trama, no suele transformarse un ápice. En ocasiones, los planos y la duración de los mismos se copia milimétricamente, habiendo unos cambios mínimos entre el original y el remake, y que generalmente suelen estar centrados en cosas más superficiales como los actores y en los detalles más pequeños. Otros, suelen sufrir una adaptación en la ambientación y/o contexto histórico-espacial en las que se desarrollan. Este es el caso de ‘Déjame entrar’ (‘Let me in’), película que se estrenó ayer en nuestros cines y que ya pudimos ver en el Festival de Sitges. Es pues, un remake del film sueco que en 2008 llegó a nuestras carteleras bajo el mismo título y cuyo original era ‘Låt den rätte komma in’, el mismo que la novela en el que está basado. Ésta fue escrita por John Ajvide Lindqvist, quien también fue autor del guión adaptado del largometraje sueco y colaboró en con el director Matt Reeves en la reescritura de su ‘hermano gemelo’ estadounidense.

¿Cuándo es necesario un remake? Esto es sin duda una buena pregunta. Normalmente los motivos suelen ser puramente comerciales y por regla general son las grandes distribuidoras quienes toman la decisión de comprar, por ejemplo, los derechos de una película extranjera que ha funcionado bien fuera de sus fronteras (‘Låt den rätte komma in’ sobrepasó la nada desdeñable cifra de siete millones de dólares en taquilla en todo el mundo, dos de los cuales se consiguieron en Estados Unidos) y adaptarla al mercado nacional para conseguir un mayor grado de comprensión y acogida por parte del público del país al que va destinada. En otras palabras, para ganar más dinero. Estos cambios se traducen, en algunos casos, en la simplificación de la trama y, en la mayoría de ellos, la adaptación de algunas situaciones a un contexto más cercano para el espectador y la eliminación de la barrera lingüística.

Imagínense por un momento qué ocurriría si en España se regulase el doblaje de las películas extranjeras da tal modo que, por ejemplo, sólo pudiesen ser dobladas las destinadas a los niños. ¿Qué creen que ocurriría? En primer lugar, el gremio de actores de doblaje y locutores se quejaría por esta medida. No obstante, en mi opinión, las consecuencias serían mucho más beneficiosas que perjudiciales, sobre todo, por dos razones fundamentales. Primero, el espectador que tenga el hábito de ir al cine tendría que ver las películas en versión original, por lo que los más acomodados (que simplemente busquen un entretenimiento sin esfuerzo) optarían por ahorrarse trabajo y no leer subtítulos, así que optarían por ver un film de producción nacional. De este modo, se incrementaría sensiblemente el número de espectadores en taquilla y por consiguiente, un fortalecimiento del sector privado. Esto llevaría consigo el hecho de que hacer cine pasaría a ser más rentable en nuestro país, por lo que sería deseable pensar que esto provocaría un incremento en la inversión (y presupuestos) de las producciones y se tendría menos miedo al fracaso. En otras palabras, una mayor confianza en el cine español que podría incluso trasladarse a la exportación masiva del mismo. Si nos ceñimos a los datos estadísticos, cada vez menos gente ve series en la televisión y ha habido un descenso de espectadores que van a los cines. Internet es, principalmente, el medio elegido por las generaciones nacidas de mediados de los setenta en adelante para descargar o visionar los contenidos audiovisuales. En los últimos años, ha tomado fuerza el hábito de ver las series o películas subtituladas en versión original a causa de la inmediatez en la disponibilidad de los contenidos (al día siguiente de su retransmisión en Estados Unidos se pueden encontrar los episodios de diferentes series televisivas norteamericanas en V.O.S. alojados en múltiples portales de internet). Además, esto produciría un efecto beneficioso en el segundo factor a tratar, el problema del idioma.

En mi opinión, en nuestro país se viene dando el síndrome del “sujeto acomodado”. Esto no quiere decir que tengamos dinero, sino que buscamos la comodidad de una manera extremista. Relacionamos ese término con algo que podamos conseguir a muy corto plazo de tiempo y no nos produzca esfuerzo (cómo esos productos de Teletienda que hacen el trabajo por ti). La tecnología está para algo, y no tiene porqué ser negativo que tratemos de simplificar las tareas cotidianas pese a que esto pueda llevar consigo que el individuo de hoy es cada vez más frágil ante la ‘naturaleza salvaje’ (para el que le interese profundizar en esta cuestión, véase las teorías de la ‘wikinomía’). El problema es cuando esta idea se traslada a cada uno de los aspectos de nuestra vida. Nosotros, en particular, nos centraremos en el caso concreto del aprendizaje del inglés. La mayor parte de los españoles hemos tenido una nula o deficitaria educación de este idioma y, más allá de los problemas o limitaciones fonéticas que acompañan a nuestra lengua materna, lo cierto es que estamos situados a la cola de Europa en el correcto conocimiento del inglés. Nuestros vecinos portugueses, son un ejemplo de cómo el visionar y escuchar las películas americanas o inglesas en versión original puede producir efectos beneficiosos en el conocimiento del lenguaje. Integrar el inglés en la raíz de nuestra educación (que no sólo está en las escuelas o universidades, sino también en nuestros propios hogares) nos haría crear vínculos más fuertes con otros países. Pasaríamos de ser un país que sólo recibe turistas a ser más autosuficientes, rompiendo la burbuja en la que vivimos, y de este modo, terminar perdiendo el miedo a lo extraño (extranjero). Y es que a veces, los pequeños cambios pueden mover el mundo.

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