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Kathleen Parker

Mujeres a un pelo

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NUEVA YORK - Lo correcto es erróneo, y lo erróneo es correcto. Hay algo embrujado en el ambiente.

Puede que sea la época, pero lo femenino sufre un borboteo de frivolidad.

"No soy una bruja", insiste la candidata de Delaware al Senado Christine O'Donnell durante un anuncio que pone el signo de exclamación a una desconcertante campaña para siempre. Desde los tiempos de Salem no presenciábamos tales acusaciones de brujería contra las mujeres que se atrevieron a apartarse del caldero del feminismo.

Bien, escuchamos, las candidatas no son brujas después de todo. Demasiado trajín para la palabra que empieza por be en estos tiempos ilustres. Son "chicas malas", dice la provocadora profesional del New York Times Maureen Dowd - "versiones adultas de aquellas torturadoras adolescentes que te robaban al novio, te pintaban la taquilla y que, por si acaso, difundían rumores de que estabas embarazada.

"Estas mujeres -- Jan, Meg, Carly, Sharron, Linda, Michele, la abeja reina Sarah y la dulce aspirante Christine -- han creado fieles para la causa y sembrado la indignación... Ya estén maltratando el apoyo o menospreciando la virilidad del presidente, haciendo comentarios sarcásticos del pelo de una rival o arrancando la piel a un contrincante por gastar dinero en un pase de moda, las chicas malas han reemplazado la esperanza con rencor y lo guay con frialdad. Son las animadoras nihilistas ideales de un electorado furioso".

Bueno. Tiene algo de razón, aunque pasa por alto el objetivo.

Fue profundamente extraño escuchar hablar a Sarah Palin de la falta de "cojones" del presidente de los Estados Unidos en relación a la postura de la Gobernadora de Arizona Jan Brewer a propósito de los inmigrantes ilegales. Ídem cuando la candidata de Nevada al Senado Sharron Angle ordenaba al secretario de la mayoría Harry Reid, de 70 años, que "se portara como un hombre" durante su reciente debate.

Que Dios nos pille confesados si un caballero cuestiona de igual forma los atributos físicos de una mujer. Imagine que Reid hubiera respondido: "Me alegro de que se haya quitado ese peso del pecho, señora, en su actual estado".

En cuanto a las demás "chicas malas", el énfasis en las costumbres "femeninas" parece algo apagado, tanto como alejado está de una idea más relevante. En primer lugar, aunque la candidata al Senado de California Carly Fiorina llegó a decir algo del pelo de su rival Bárbara Boxer (sin darse cuenta de que su micrófono seguía estando encendido), los comentarios no son en absoluto la entrada que define el perfil de Fiorina, que incluye haber sido ex directiva de Hewlett-Packard.

¿Un comentario estúpido? Puede apostar. Todos vivimos y aprendemos a guardarnos nuestros pensamientos -- para gran detrimento de la espontaneidad y el incierto futuro de las bromas.

En cuanto a Meg Whitman, antigua consejera delegada y presidente de eBay que ahora se postula a gobernadora de California, no es en absoluto el personaje malicioso que viene a la cabeza al pensar en el cotilleo de "estar embarazada".

¿Nos hacen sentir vergüenza ajena algunas de las mujeres incluidas en la lista del Partido Republicano? Deje que responda a esa pregunta con una cita de 2007 de O'Donnell:

"Las empresas científicas estadounidenses están cruzando a humanos con animales y obteniendo ratones con cerebros humanos en perfecto funcionamiento".

Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero, abra kadabra.

O'Donnell, que hizo los comentarios en "The O'Reilly Factor", probablemente estuviera pensando en una información de 2005 sobre científicos que implantan células humanas en ratones para demostrar que se puede crear tejido cerebral humano a partir de células madre.

Lamentablemente, no es la primera vez que un candidato se desconcierta ante datos más allá de sus conocimientos. Hecho al cual se añade con precipitación: candidatos y candidatas.

La idea olvidada -- o evitada -- por Dowd es que hombres y mujeres pueden quedar igualmente atónitos y ser igualmente "malos", en sentidos decididos por el sexo en ocasiones. Lo gratificante de esta campaña es que tenemos suficientes mujeres postulándose como para poder criticarlas sin recurrir al viejo discurso de la pelea de gatas.

Algunas mujeres, como algunos caballeros, simplemente no están cualificadas y deben ser "refudiadas" por sus méritos o la ausencia de los mismos. Que la popular del grupo Sarah haya encabezado el enjambre de zánganos donantes, mientras tanto, debería ser motivo de celebración -- y lo sería si la progenie fuera de Demócratas. Porque una ola de mujeres de izquierdas que amenazara con tomar el Congreso con discursos duros de tintes viriles despertaría carcajadas de placer entre el movimiento feminista.

Hace mucho tiempo, Dowd y yo participamos juntas en "The Chris Matthews Show" para hablar del libro de Dowd "¿Son necesarios los hombres?" En la sala vip, recuerdo haberle dicho: "tenemos más en común entre nosotras que con ellos (los hombres y los demás que sazonan nuestras desavenencias). Ellos quieren evidentemente una pelea de gatas. Nosotras vamos a negársela".

Y eso hicimos.

Es testimonio del feminismo que tengamos tantas candidatas. Que podamos sentir aversión o discrepar con algunas de ellas -- o considerarlas dementes -- es lo más normal del mundo.

El feminismo significa dejar que las mujeres sean tan idiotas -- y malas -- como los hombres.

Mujeres a un pelo

Kathleen Parker
Kathleen Parker
sábado, 23 de octubre de 2010, 22:00 h (CET)
NUEVA YORK - Lo correcto es erróneo, y lo erróneo es correcto. Hay algo embrujado en el ambiente.

Puede que sea la época, pero lo femenino sufre un borboteo de frivolidad.

"No soy una bruja", insiste la candidata de Delaware al Senado Christine O'Donnell durante un anuncio que pone el signo de exclamación a una desconcertante campaña para siempre. Desde los tiempos de Salem no presenciábamos tales acusaciones de brujería contra las mujeres que se atrevieron a apartarse del caldero del feminismo.

Bien, escuchamos, las candidatas no son brujas después de todo. Demasiado trajín para la palabra que empieza por be en estos tiempos ilustres. Son "chicas malas", dice la provocadora profesional del New York Times Maureen Dowd - "versiones adultas de aquellas torturadoras adolescentes que te robaban al novio, te pintaban la taquilla y que, por si acaso, difundían rumores de que estabas embarazada.

"Estas mujeres -- Jan, Meg, Carly, Sharron, Linda, Michele, la abeja reina Sarah y la dulce aspirante Christine -- han creado fieles para la causa y sembrado la indignación... Ya estén maltratando el apoyo o menospreciando la virilidad del presidente, haciendo comentarios sarcásticos del pelo de una rival o arrancando la piel a un contrincante por gastar dinero en un pase de moda, las chicas malas han reemplazado la esperanza con rencor y lo guay con frialdad. Son las animadoras nihilistas ideales de un electorado furioso".

Bueno. Tiene algo de razón, aunque pasa por alto el objetivo.

Fue profundamente extraño escuchar hablar a Sarah Palin de la falta de "cojones" del presidente de los Estados Unidos en relación a la postura de la Gobernadora de Arizona Jan Brewer a propósito de los inmigrantes ilegales. Ídem cuando la candidata de Nevada al Senado Sharron Angle ordenaba al secretario de la mayoría Harry Reid, de 70 años, que "se portara como un hombre" durante su reciente debate.

Que Dios nos pille confesados si un caballero cuestiona de igual forma los atributos físicos de una mujer. Imagine que Reid hubiera respondido: "Me alegro de que se haya quitado ese peso del pecho, señora, en su actual estado".

En cuanto a las demás "chicas malas", el énfasis en las costumbres "femeninas" parece algo apagado, tanto como alejado está de una idea más relevante. En primer lugar, aunque la candidata al Senado de California Carly Fiorina llegó a decir algo del pelo de su rival Bárbara Boxer (sin darse cuenta de que su micrófono seguía estando encendido), los comentarios no son en absoluto la entrada que define el perfil de Fiorina, que incluye haber sido ex directiva de Hewlett-Packard.

¿Un comentario estúpido? Puede apostar. Todos vivimos y aprendemos a guardarnos nuestros pensamientos -- para gran detrimento de la espontaneidad y el incierto futuro de las bromas.

En cuanto a Meg Whitman, antigua consejera delegada y presidente de eBay que ahora se postula a gobernadora de California, no es en absoluto el personaje malicioso que viene a la cabeza al pensar en el cotilleo de "estar embarazada".

¿Nos hacen sentir vergüenza ajena algunas de las mujeres incluidas en la lista del Partido Republicano? Deje que responda a esa pregunta con una cita de 2007 de O'Donnell:

"Las empresas científicas estadounidenses están cruzando a humanos con animales y obteniendo ratones con cerebros humanos en perfecto funcionamiento".

Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero, abra kadabra.

O'Donnell, que hizo los comentarios en "The O'Reilly Factor", probablemente estuviera pensando en una información de 2005 sobre científicos que implantan células humanas en ratones para demostrar que se puede crear tejido cerebral humano a partir de células madre.

Lamentablemente, no es la primera vez que un candidato se desconcierta ante datos más allá de sus conocimientos. Hecho al cual se añade con precipitación: candidatos y candidatas.

La idea olvidada -- o evitada -- por Dowd es que hombres y mujeres pueden quedar igualmente atónitos y ser igualmente "malos", en sentidos decididos por el sexo en ocasiones. Lo gratificante de esta campaña es que tenemos suficientes mujeres postulándose como para poder criticarlas sin recurrir al viejo discurso de la pelea de gatas.

Algunas mujeres, como algunos caballeros, simplemente no están cualificadas y deben ser "refudiadas" por sus méritos o la ausencia de los mismos. Que la popular del grupo Sarah haya encabezado el enjambre de zánganos donantes, mientras tanto, debería ser motivo de celebración -- y lo sería si la progenie fuera de Demócratas. Porque una ola de mujeres de izquierdas que amenazara con tomar el Congreso con discursos duros de tintes viriles despertaría carcajadas de placer entre el movimiento feminista.

Hace mucho tiempo, Dowd y yo participamos juntas en "The Chris Matthews Show" para hablar del libro de Dowd "¿Son necesarios los hombres?" En la sala vip, recuerdo haberle dicho: "tenemos más en común entre nosotras que con ellos (los hombres y los demás que sazonan nuestras desavenencias). Ellos quieren evidentemente una pelea de gatas. Nosotras vamos a negársela".

Y eso hicimos.

Es testimonio del feminismo que tengamos tantas candidatas. Que podamos sentir aversión o discrepar con algunas de ellas -- o considerarlas dementes -- es lo más normal del mundo.

El feminismo significa dejar que las mujeres sean tan idiotas -- y malas -- como los hombres.

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