Pascal Chaumeil, alumno aventajado del mejor Luc Besson, debuta como director con Los Seductores, una comedia romántica al viejo estilo, pero con la suficiente dosis de buen ritmo y mejor guión como para destacar sobre el resto.
En su ópera prima, Chaumeil sienta las bases de lo que será su cine: un especial cuidado del trabajo de cámara y del montaje, para conseguir un ritmo trepidante, casi hollywoodiense, que enganche el espectador durante toda la película, pero sin descuidar la historia en sí. Muy al contrario, un guión elegante y trabajado, siguiendo la tradición del cine galo, que demuestra que forma y contenido no tienen por qué estar reñidas.
La historia es sencilla: Alex (Romain Duris) es un seductor profesional. Con la ayuda de su hermana Mélanie (Julie Ferrer) y su cuñado Marc (François Damiens) fundan una empresa especializada en romper parejas. Todo va sobre ruedas, o casi, hasta que reciben el encargo de evitar la boda de Juliette (Vanesa Paradis) con su prometido. En ese momento, Alex no puede evitar romper sus dos únicas reglas: nunca separar a una pareja estable y no enamorarse jamás.
Una trama muy bien elaborada y llena de golpes de humor inteligente que conquistan enseguida al espectador, lo que es de agradecer hoy en día. Lo mejor, ese toque gamberro que sale a relucir de vez en cuando, especialmente de la mano de unos secundarios de lujo (la pareja Damiens-Ferrer funciona a la perfección), pero también del tándem Duris-Paradis que, con altibajos, logran establecer una química que funciona en la pantalla. Lo peor, que en ocasiones no puede evitar pecar de un sentimentalismo propio de su género, pero sin llegar a cansar. El producto final, una más que correcta comedia que va a arrasar sin duda en nuestro país, después de hacerlo en el vecino. 4 millones de franceses no pueden estar equivocados.