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Omar Salinas García

Democracia a la mexicana

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La semana pasada, el Instituto Federal Electoral (IFE), órgano encargado de organizar y vigilar las elecciones en México, cumplió sus veinte años de existencia. Las ceremonias de felicitación y reconocimiento estuvieron engalanadas por discursos tanto de los representantes de los partidos políticos como del propio presidente Felipe Calderón; sin embargo, el evento más representativo fue el Foro de la Democracia Latinoamericana, cuyo objetivo fue “ofrecer un espacio para analizar, reflexionar y discutir los distintos aspectos que dan forma a la democracia en América Latina”. Este espacio fue coordinado en conjunto con la Organización de Estados Americanos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el propio Instituto Federal Electoral. Ante tal algarabía y enaltecimiento de los procesos democráticos que han dado forma a la América Latina de hoy en día, bien caben hacer una reflexión sobre la realidad que vive México, específicamente, y el supuesto sistema democrático que se ha construido, especialmente desde hace diez años, con la famosa “transición democrática” encabezada por el ex presidente Vicente Fox en el año 2000.

Con la llegada a la presidencia de México de Vicente Fox Quesada, a través de una alianza partidista en el 2000 encabezada por el partido derechista en México, el Partido Acción Nacional (PAN), la ciudadanía manifestó su ilusión y esperanza sobre una nueva era para el país; se auguraba un futuro prominente puesto que el discurso democrático, pluralista y participativo hacía lo dejaba ver. Desafortunadamente, la realidad que se tuvo que vivir fue distinta y muy alejada de dichos pronunciamientos. Para la historia política de México, era la primera vez que se lograba quitar el poder al partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), además que el papel que jugó el Instituto Federal Electoral, como órgano ya descentralizado del gobierno, legitimaba ese proceso democratizador donde se ponía en evidencia la posibilidad de que en México existiera una alternancia política sin disturbios ni alteraciones sociales. El panorama para las elecciones presidenciales de 2006 fue diametralmente distinto del que se presenció hacía seis años atrás. Desde los últimos dos años del gobierno de Vicente Fox, se gestó una guerra política en contra del entonces candidato de la coalición izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Pero ¿por qué se dio esta campaña sucia? Por el simple hecho de que el candidato izquierdista iba a la cabeza en las encuestas electorales y de intención del voto, aunado a que Estados Unidos no apoyaría un gobierno de izquierda en el país vecino del sur. Lo que desmoronó el “proceso democratizador” fue precisamente esta campaña sucia orquestada desde las propias oficinas del gobierno mexicano y los medios de comunicación, violando las reglamentaciones electorales mexicanas así como el propio sistema jurídico. A partir de este entonces, la imagen del Instituto Federal Electoral, encabezado en ese entonces por el Consejero Presidente Luis Carlos Ugalde, fue en total declive debido a su incapacidad para apartar de la escena política al presidente Fox y evitar la intromisión en un proceso electoral que marcaría la historia democrática del país para siempre. En el momento de las elecciones en julio de 2006, el país vivió una incertidumbre sobre el resultado electoral jamás vista, además que la polarización que se dio posterior a dichas elecciones continúa aún vigente. El resultado fue el reconocer el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa como ganador de la contienda presidencia, a pesar de que las elecciones se caracterizaron por regularidades documentadas y por una total inexistencia de la democracia en México. El festejar el aniversario del Instituto Federal Electoral es una técnica para “pulir” un poco su imagen tan deteriorada, así como para fomentar la confianza, perdida desde las elecciones de 2006, entre los mexicanos. No se puede hablar de una celebración de la democracia en México con estos actos; la democracia va más allá de los discursos y de los procesos electorales; ¿cómo se puede hablar de democracia en México cuando no se permite la pluralidad partidista y se impone un candidato con el visto bueno del presidente en turno? ¿Hay democracia cuando los medios de comunicación se empeñan en distorsionar la información y prestarse al juego político de las élites controladoras? ¿Existe la democracia cuando en México se vive una situación de inseguridad y violencia, peor que en un país con guerra civil? ¿Acaso la “partidocracia” va en comunión con la democracia, cuando son los partidos políticos toman las decisiones de forma unilateral y no permiten el involucramiento de los ciudadanos como promotores de la misma? Decepcionante realidad, pero así es en México.

La democracia que se practica en México y el resto de Latinoamérica, se ha visto opacada por escenarios políticos como el descrito anteriormente, así como otras cuestiones que urge se atiendan por parte de todos los gobiernos. En la presentación del informe “Nuestra Democracia” en México, dentro del Foro de la Democracia Latinoamericana, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, hizo referencia al problema de la inseguridad como una cuestión que está poniendo en peligro a la democracia en la región. Afirmó que “en materia de seguridad pública, la democracia ha retrocedido en muchos países: los ciudadanos ya no salen a la calle como salían antes, los muros de las casas crecen, la vida común se hace más difícil y hay quien pretende imponer su propia ley al conjunto de la sociedad”. El informe antes mencionado, indica que si bien América Latina goza de democracia, ahora enfrenta nuevos riesgos como la violencia, el crimen organizado, la desigualdad e incluso gobiernos débiles. Además, no se puede dejar de lado el hecho de que aún se dan golpes de Estado y esto hace que la democracia en América Latina se vea reducida; tal es el ejemplo de Honduras y Ecuador, donde en el primero se dio un golpe de Estado hace un año, y un intento de golpe de Estado en el caso de Ecuador recientemente.

Finalmente, la “democracia a la mexicana” es un caso particular que se encuentra por encima de las demás democracias latinoamericanas; esto no implica que en otros países de la región no se lleven a cabo actos corruptos o violaciones a las reglamentaciones, pero México ha excedido los límites. Como ejemplo concreto y que deja a la luz la inmadurez de la democracia mexicana, es el caso de Chile. Este país sudamericano tuvo cuatro periodos gubernamentales consecutivos en manos de la izquierda chilena después de la dictadura de Augusto Pinochet, y a pesar de ello, no existió ningún conflicto postelectoral cuando ganó las elecciones Sebastián Piñera, político de derecha y empresario. Para el caso de México, se ha manejado mucha retórica y pocas acciones encaminadas a consolidar una verdadera democracia. En la “democracia a la mexicana” se habla y presume de libertades, ciudadanización de la política y pluralismo político; pero ya en la práctica y los actos se refleja algo distinto: violación a derechos humanos, censura periodística y monopolios partidistas. Así es de contradictorio.

Democracia a la mexicana

Omar Salinas García
Omar Salinas García
miércoles, 20 de octubre de 2010, 06:35 h (CET)
La semana pasada, el Instituto Federal Electoral (IFE), órgano encargado de organizar y vigilar las elecciones en México, cumplió sus veinte años de existencia. Las ceremonias de felicitación y reconocimiento estuvieron engalanadas por discursos tanto de los representantes de los partidos políticos como del propio presidente Felipe Calderón; sin embargo, el evento más representativo fue el Foro de la Democracia Latinoamericana, cuyo objetivo fue “ofrecer un espacio para analizar, reflexionar y discutir los distintos aspectos que dan forma a la democracia en América Latina”. Este espacio fue coordinado en conjunto con la Organización de Estados Americanos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el propio Instituto Federal Electoral. Ante tal algarabía y enaltecimiento de los procesos democráticos que han dado forma a la América Latina de hoy en día, bien caben hacer una reflexión sobre la realidad que vive México, específicamente, y el supuesto sistema democrático que se ha construido, especialmente desde hace diez años, con la famosa “transición democrática” encabezada por el ex presidente Vicente Fox en el año 2000.

Con la llegada a la presidencia de México de Vicente Fox Quesada, a través de una alianza partidista en el 2000 encabezada por el partido derechista en México, el Partido Acción Nacional (PAN), la ciudadanía manifestó su ilusión y esperanza sobre una nueva era para el país; se auguraba un futuro prominente puesto que el discurso democrático, pluralista y participativo hacía lo dejaba ver. Desafortunadamente, la realidad que se tuvo que vivir fue distinta y muy alejada de dichos pronunciamientos. Para la historia política de México, era la primera vez que se lograba quitar el poder al partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), además que el papel que jugó el Instituto Federal Electoral, como órgano ya descentralizado del gobierno, legitimaba ese proceso democratizador donde se ponía en evidencia la posibilidad de que en México existiera una alternancia política sin disturbios ni alteraciones sociales. El panorama para las elecciones presidenciales de 2006 fue diametralmente distinto del que se presenció hacía seis años atrás. Desde los últimos dos años del gobierno de Vicente Fox, se gestó una guerra política en contra del entonces candidato de la coalición izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Pero ¿por qué se dio esta campaña sucia? Por el simple hecho de que el candidato izquierdista iba a la cabeza en las encuestas electorales y de intención del voto, aunado a que Estados Unidos no apoyaría un gobierno de izquierda en el país vecino del sur. Lo que desmoronó el “proceso democratizador” fue precisamente esta campaña sucia orquestada desde las propias oficinas del gobierno mexicano y los medios de comunicación, violando las reglamentaciones electorales mexicanas así como el propio sistema jurídico. A partir de este entonces, la imagen del Instituto Federal Electoral, encabezado en ese entonces por el Consejero Presidente Luis Carlos Ugalde, fue en total declive debido a su incapacidad para apartar de la escena política al presidente Fox y evitar la intromisión en un proceso electoral que marcaría la historia democrática del país para siempre. En el momento de las elecciones en julio de 2006, el país vivió una incertidumbre sobre el resultado electoral jamás vista, además que la polarización que se dio posterior a dichas elecciones continúa aún vigente. El resultado fue el reconocer el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa como ganador de la contienda presidencia, a pesar de que las elecciones se caracterizaron por regularidades documentadas y por una total inexistencia de la democracia en México. El festejar el aniversario del Instituto Federal Electoral es una técnica para “pulir” un poco su imagen tan deteriorada, así como para fomentar la confianza, perdida desde las elecciones de 2006, entre los mexicanos. No se puede hablar de una celebración de la democracia en México con estos actos; la democracia va más allá de los discursos y de los procesos electorales; ¿cómo se puede hablar de democracia en México cuando no se permite la pluralidad partidista y se impone un candidato con el visto bueno del presidente en turno? ¿Hay democracia cuando los medios de comunicación se empeñan en distorsionar la información y prestarse al juego político de las élites controladoras? ¿Existe la democracia cuando en México se vive una situación de inseguridad y violencia, peor que en un país con guerra civil? ¿Acaso la “partidocracia” va en comunión con la democracia, cuando son los partidos políticos toman las decisiones de forma unilateral y no permiten el involucramiento de los ciudadanos como promotores de la misma? Decepcionante realidad, pero así es en México.

La democracia que se practica en México y el resto de Latinoamérica, se ha visto opacada por escenarios políticos como el descrito anteriormente, así como otras cuestiones que urge se atiendan por parte de todos los gobiernos. En la presentación del informe “Nuestra Democracia” en México, dentro del Foro de la Democracia Latinoamericana, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, hizo referencia al problema de la inseguridad como una cuestión que está poniendo en peligro a la democracia en la región. Afirmó que “en materia de seguridad pública, la democracia ha retrocedido en muchos países: los ciudadanos ya no salen a la calle como salían antes, los muros de las casas crecen, la vida común se hace más difícil y hay quien pretende imponer su propia ley al conjunto de la sociedad”. El informe antes mencionado, indica que si bien América Latina goza de democracia, ahora enfrenta nuevos riesgos como la violencia, el crimen organizado, la desigualdad e incluso gobiernos débiles. Además, no se puede dejar de lado el hecho de que aún se dan golpes de Estado y esto hace que la democracia en América Latina se vea reducida; tal es el ejemplo de Honduras y Ecuador, donde en el primero se dio un golpe de Estado hace un año, y un intento de golpe de Estado en el caso de Ecuador recientemente.

Finalmente, la “democracia a la mexicana” es un caso particular que se encuentra por encima de las demás democracias latinoamericanas; esto no implica que en otros países de la región no se lleven a cabo actos corruptos o violaciones a las reglamentaciones, pero México ha excedido los límites. Como ejemplo concreto y que deja a la luz la inmadurez de la democracia mexicana, es el caso de Chile. Este país sudamericano tuvo cuatro periodos gubernamentales consecutivos en manos de la izquierda chilena después de la dictadura de Augusto Pinochet, y a pesar de ello, no existió ningún conflicto postelectoral cuando ganó las elecciones Sebastián Piñera, político de derecha y empresario. Para el caso de México, se ha manejado mucha retórica y pocas acciones encaminadas a consolidar una verdadera democracia. En la “democracia a la mexicana” se habla y presume de libertades, ciudadanización de la política y pluralismo político; pero ya en la práctica y los actos se refleja algo distinto: violación a derechos humanos, censura periodística y monopolios partidistas. Así es de contradictorio.

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