YOUNGSTOWN, Ohio -- Joe Biden tiene mucho que decir por su cuenta. Pasé una lluviosa jornada de 12 horas con el vicepresidente el lunes y de principio a fin, no creo que hubiera algún momento en que no se dirigiera a la gente. El caballero está decidido a soportar el peso de su trabajo. Quiere demostrarle lo que sabe.
Ohio es un estado que los Demócratas tienen que ganar por fuerza. Este día se dedicó al Gobernador Ted Strickland, uno de los primeros apoyos de Hillary Clinton en 2008 pero aliado ahora del Presidente Obama y de Biden.
Era la quinta visita de Obama o Biden a Ohio en las cuatro últimas semanas, y el presidente tiene prevista una escala más por lo menos. La gobernación es vital para ellos, mucho más que el escaño del Senado que deja vacante el Republicano George Voinovich, que se jubila.
Rob Portman, conservador de referencia que antes fue director de presupuestos de George W. Bush, va muy por detrás en la carrera del Senado. Pero Strickland está en empate técnico por la gobernación.
Biden se esforzó por encontrar un mensaje que funcionara, improvisando todo el día. En una conversación organizada con cinco ciudadanos locales en una estancia durante la cena en Golden Dawn, se vio sacudido por el escepticismo franco acerca del nuevo plan sanitario, manifestado por el propietario afroamericano de un asador. Durante una hora entera, Biden defendió los planes de la administración, argumentando que ayudarán, no perjudicarán, a la pequeña empresa local.
La tentativa de abordar diferentes conflictos al mismo tiempo se prolongó durante todo el día. Se estuviera hablando por encima del estruendo de una planta acerera de refinado en un mitin organizado por el sindicato United Steelworkers o durante un acto de recaudación de fondos en Strickland en una residencia elegante llena de obras de arte perteneciente a un magnate de los fuegos artificiales, Biden fue eligiendo estadísticas económicas optimistas al tiempo que reconocía "el dolor" que se siente en la economía en conjunto. Alcanzando una nota de empatía, recordó "el más largo de los viajes" que su padre tuvo que hacer cuando perdió su empleo en Scranton, Pa., y tuvo que informar a sus hijos de que la familia se mudaba a Delaware para encontrar trabajo.
A diferencia de Obama, que llevó una existencia económica abrigada en su mayor parte, Biden tiene una historia familiar que comparte con millones que sienten la incertidumbre de la presente situación económica. Durante una entrevista realizada al final de la jornada, reconoció las dificultades de su labor. "La gente está indignada", decía, "y yo también estoy indignado". Pero como defensor del partido en el poder, el vicepresidente tiene que interpretar una nota de esperanza mientras admite que "hay que ser honesto con la gente". Ésta no es la economía que Obama y él esperaban encontrarse en 2010, un bache que Biden achaca a la crisis económica de principios de este año en Grecia entre otros países europeos. "Eso se llevó por delante el ritmo de crecimiento que empezábamos a registrar", dice.
El fervor que siempre formó parte de su política es visible sobre todo ahora cuando habla del Partido Republicano. "Éste no es el partido que conocíamos. No creo que Bob Dole o Howard Baker reconozcan a este partido. Ni siquiera Trent Lott". Desde su punto de vista, el elemento protesta fiscal consolidado este año amenaza con hacer imposible la cooperación entre los partidos en cualquier materia, si sus candidatos se imponen.
"Por otra parte, si los derrotamos, entonces creo que los dos próximos años pueden ser mucho mejores que los que acabamos de atravesar".
Teniendo esto en mente, se marchaba a Minnesota al día siguiente, con Wisconsin, Missouri y Washington después. Hay mucho camino por delante del vicepresidente, y tiene una fuente de palabras tan copiosa como el camino.