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Eduardo Cassano

El señor de blanco

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Dentro de un mes la ciudad de Barcelona recibirá a ese señor que viste de blanco, que representa a la Iglesia católica. Y lo hará bajo un régimen de austeridad, según ha dicho el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que cifra tal acontecimiento en algo más de medio millón de euros.

Por lo visto el presupuesto va en función de las sillas y las pantallas gigantes que se instalarán frente a la Sagrada Familia. Supongo que eso dependerá también de la gracia de Dios, por si ese día se le ocurre mandar un aguacero a la capital y a Benedicto XVI le toca oficiar la misa debajo del templo, junto a los operarios que trabajan con la tuneladora que tiene en vilo a los vecinos del barrio, por el túnel del AVE que están construyendo. Probablemente ahí harán más falta sus rezos.

Cuando he leído a Lluís Martínez Sistach hablando de austeridad, he recordado cómo criticó en su momento el fichaje de Cristiano Ronaldo. Ahora resulta que gastar medio millón de euros en la visita del Papa es austero, pero digno. Menos mal. Lo que todavía no está confirmado es si piensa poner a la venta camisetas (o sotanas) personalizadas para recaudar fondos, aunque pensándolo bien tampoco veo a Florentino Pérez criticando esta operación de marketing.

Es curioso, no obstante, que un señor vestido de blanco se vaya paseando por los países para hablar –entre otras cosas- de pobreza, cuando él vive bajo techos de oro y un desplazamiento suyo en tiempos de crisis tiene este presupuesto. Pero todavía es más curioso que tras una huelga general, donde la gente que lo está pasando mal ha salido a la calle a mostrar su rechazo al Gobierno, cuando se trata de criticar a la Iglesia (por su intolerancia, casos de abusos, etc) las personas católicas no sólo callan, sino que además justifican; se dejan el alma con llantos de pena contra los políticos por no llegar a fin de mes, para después comprar y encender una vela en la iglesia con llantos de esperanza.

Vamos, que no se queja ni Dios. Aunque éste al menos tiene la excusa de que no puede hablar; y si puede, a día de hoy sigue sin pronunciarse.

El señor de blanco

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
viernes, 8 de octubre de 2010, 22:00 h (CET)
Dentro de un mes la ciudad de Barcelona recibirá a ese señor que viste de blanco, que representa a la Iglesia católica. Y lo hará bajo un régimen de austeridad, según ha dicho el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que cifra tal acontecimiento en algo más de medio millón de euros.

Por lo visto el presupuesto va en función de las sillas y las pantallas gigantes que se instalarán frente a la Sagrada Familia. Supongo que eso dependerá también de la gracia de Dios, por si ese día se le ocurre mandar un aguacero a la capital y a Benedicto XVI le toca oficiar la misa debajo del templo, junto a los operarios que trabajan con la tuneladora que tiene en vilo a los vecinos del barrio, por el túnel del AVE que están construyendo. Probablemente ahí harán más falta sus rezos.

Cuando he leído a Lluís Martínez Sistach hablando de austeridad, he recordado cómo criticó en su momento el fichaje de Cristiano Ronaldo. Ahora resulta que gastar medio millón de euros en la visita del Papa es austero, pero digno. Menos mal. Lo que todavía no está confirmado es si piensa poner a la venta camisetas (o sotanas) personalizadas para recaudar fondos, aunque pensándolo bien tampoco veo a Florentino Pérez criticando esta operación de marketing.

Es curioso, no obstante, que un señor vestido de blanco se vaya paseando por los países para hablar –entre otras cosas- de pobreza, cuando él vive bajo techos de oro y un desplazamiento suyo en tiempos de crisis tiene este presupuesto. Pero todavía es más curioso que tras una huelga general, donde la gente que lo está pasando mal ha salido a la calle a mostrar su rechazo al Gobierno, cuando se trata de criticar a la Iglesia (por su intolerancia, casos de abusos, etc) las personas católicas no sólo callan, sino que además justifican; se dejan el alma con llantos de pena contra los políticos por no llegar a fin de mes, para después comprar y encender una vela en la iglesia con llantos de esperanza.

Vamos, que no se queja ni Dios. Aunque éste al menos tiene la excusa de que no puede hablar; y si puede, a día de hoy sigue sin pronunciarse.

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