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Álvaro Calleja

Y ahora, ¿qué digo?

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Tenía pensado destinar esta columna a hablar sobre el salto definitvo, sobre la confirmación de la calidad de David Arroyo y de Ezequiel Mosquera, bandera, ambos, de la humildad en el ciclismo, del nivel humano dentro del deporte profesional. Héroes del pueblo que siempre estaban a la sombra de otros que sí conseguían poner la guinda a todo el esfuerzo de una carrera deportiva hasta que, uno en el Giro de Italia, otro en la Vuelta a España, por fin habían logrado que todo el mundo hablase de ellos, que todos les admirasen, les pararan por la calle y les alabaran por aquella hazaña del descenso del mortirolo, por ejemplo, o de la ascensión de los 3.000 metros interminables de la Bola del Mundo, esa pared de hormigón que te lleva hasta ninguna parte, esa pared que transmitió alegría a los aficionados de siempre porque la pasión por el ciclismo en España se había recuperado.

Pero, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, todo se fue al traste. El trabajo de mucho tiempo, el esfuerzo por levantar este deporte, se ha ido en un suspiro al suelo, a la basura, a las catacumbas más profundas. Cuando muchos dormían, cuando otros lo intentábamos, una bomba explotó. Alberto Contador, el cabezilla del juego limpio, el estandarte de la lucha contra las trampas, anunciaba que había dado positivo por clembuterol en un control antidopaje en la jornada de descanso previa al temido Tourmalet. Lo escuché, tendido sobre la cama, en la Cope, en ‘El Partido de las 12’. Rápidamente, sin dar crédito, sin ser consciente aún de lo oído, consulté otras fuentes y vi la confirmación en la web de la revista Ciclismo a Fondo, donde mi compañera Ainara Hernando ya se había hecho eco del comunicado emitido por el Departamento de Prensa del ‘Pistolero’.

Fue una bomba que me quitó el sueño de un petardazo, por lo que aproveché para hablar sobre lo sucedido con la autora de esa noticia, quien estaba como yo. Medio hundidos, medio en blanco. También entré en Twitter, bendito móvil, en busca de más información. Así, con la sonrisa de semanas atrás reconvertida en tristeza, dormí para despertarme más temprano que nunca, con menos ganas que nunca. Había Mundial y era en Australia. Cancellara tras su cuarto oro contra el crono. Le consiguió, por supuesto, pero a nadie le importaba ese asunto, el deportivo, el, en teoría, principal de un deporte.

La atención estaba en otra parte, en otro continente, en un pueblo cercano a la capital de España. Pinto, por unas horas, fue el centro del mundo. Allí iba a tener lugar la rueda de prensa más importante de los últimos años. El mejor ciclista del mundo, suspendido, tenía que defenderse por un control positivo durante el Tour de Francia, su tercer Tour.

Antes de que eso ocurriera, otra desagradable e inesperable noticia. Ezequiel Mosquera, el héroe humilde, el héroe de la calle, el héroe de la Bola del Mundo, de la Vuelta a España, y uno de sus soldados, el mejor, David García, dieron positivo antes de la crono de Peñafiel. No me lo creía. No podía ser real. No podía estar sucediendo. Si me hubieran preguntado por alguien por el que ponía la mano en el fuego, de mi boca hubiera salido el nombre de Ezequiel, un bonachón inhabitual en el mundo del deporte.

Peor ya no podía ir el día. Mal desde el inicio, allá por la una de la madrugada. Pero nada es empeorable. Cuando el día iba llegando a su fin, cuando mi cuerpo andaba sentado sobre el asiento 5 de la fila 15 del sector 215 del Vicente Calderón, acompañado por mi hermano, a mi móvil llegó un correo enviado desde el email de Pepe Xagarós, jefe de prensa del Xacobeo Galicia, en el que anunciaba la muerte del conjunto gallego. Otra terrible noticia. Ésta, al menos, esperada.

Así que, con todas estas malas noticias, con un 0 a 1 en contra del Atleti luciendo en el videomarcador, poco me apetecía seguir viendo el partido. Aunque seguí allí, mi mente estaba en otro lugar. En Pinto, por ejemplo, dando vueltas y vueltas a todo lo dicho por Alberto Contador, o en la misma Galicia, asimilando el fallecimiento de la mejor escuadra de la Vuelta 2009 y de la posible sanción a Mosquera y a David García.

Y, supongo, que dirán a estas alturas del texto, que todavia no han leído ninguna opinión mía sobre todo el tema. En una columna de opinión, es lo principal, pensarán. Pero es que soy incapaz de decir nada aún sobre los positivos hasta que no se conozcan más a fondo y haya una sanción definitiva. Entonces, aportaré mi humilde opinión. Diré lo que pienso, si les creo o no, si me parece justo o no.

Y ahora, ¿qué digo?

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 2 de octubre de 2010, 08:32 h (CET)
Tenía pensado destinar esta columna a hablar sobre el salto definitvo, sobre la confirmación de la calidad de David Arroyo y de Ezequiel Mosquera, bandera, ambos, de la humildad en el ciclismo, del nivel humano dentro del deporte profesional. Héroes del pueblo que siempre estaban a la sombra de otros que sí conseguían poner la guinda a todo el esfuerzo de una carrera deportiva hasta que, uno en el Giro de Italia, otro en la Vuelta a España, por fin habían logrado que todo el mundo hablase de ellos, que todos les admirasen, les pararan por la calle y les alabaran por aquella hazaña del descenso del mortirolo, por ejemplo, o de la ascensión de los 3.000 metros interminables de la Bola del Mundo, esa pared de hormigón que te lleva hasta ninguna parte, esa pared que transmitió alegría a los aficionados de siempre porque la pasión por el ciclismo en España se había recuperado.

Pero, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, todo se fue al traste. El trabajo de mucho tiempo, el esfuerzo por levantar este deporte, se ha ido en un suspiro al suelo, a la basura, a las catacumbas más profundas. Cuando muchos dormían, cuando otros lo intentábamos, una bomba explotó. Alberto Contador, el cabezilla del juego limpio, el estandarte de la lucha contra las trampas, anunciaba que había dado positivo por clembuterol en un control antidopaje en la jornada de descanso previa al temido Tourmalet. Lo escuché, tendido sobre la cama, en la Cope, en ‘El Partido de las 12’. Rápidamente, sin dar crédito, sin ser consciente aún de lo oído, consulté otras fuentes y vi la confirmación en la web de la revista Ciclismo a Fondo, donde mi compañera Ainara Hernando ya se había hecho eco del comunicado emitido por el Departamento de Prensa del ‘Pistolero’.

Fue una bomba que me quitó el sueño de un petardazo, por lo que aproveché para hablar sobre lo sucedido con la autora de esa noticia, quien estaba como yo. Medio hundidos, medio en blanco. También entré en Twitter, bendito móvil, en busca de más información. Así, con la sonrisa de semanas atrás reconvertida en tristeza, dormí para despertarme más temprano que nunca, con menos ganas que nunca. Había Mundial y era en Australia. Cancellara tras su cuarto oro contra el crono. Le consiguió, por supuesto, pero a nadie le importaba ese asunto, el deportivo, el, en teoría, principal de un deporte.

La atención estaba en otra parte, en otro continente, en un pueblo cercano a la capital de España. Pinto, por unas horas, fue el centro del mundo. Allí iba a tener lugar la rueda de prensa más importante de los últimos años. El mejor ciclista del mundo, suspendido, tenía que defenderse por un control positivo durante el Tour de Francia, su tercer Tour.

Antes de que eso ocurriera, otra desagradable e inesperable noticia. Ezequiel Mosquera, el héroe humilde, el héroe de la calle, el héroe de la Bola del Mundo, de la Vuelta a España, y uno de sus soldados, el mejor, David García, dieron positivo antes de la crono de Peñafiel. No me lo creía. No podía ser real. No podía estar sucediendo. Si me hubieran preguntado por alguien por el que ponía la mano en el fuego, de mi boca hubiera salido el nombre de Ezequiel, un bonachón inhabitual en el mundo del deporte.

Peor ya no podía ir el día. Mal desde el inicio, allá por la una de la madrugada. Pero nada es empeorable. Cuando el día iba llegando a su fin, cuando mi cuerpo andaba sentado sobre el asiento 5 de la fila 15 del sector 215 del Vicente Calderón, acompañado por mi hermano, a mi móvil llegó un correo enviado desde el email de Pepe Xagarós, jefe de prensa del Xacobeo Galicia, en el que anunciaba la muerte del conjunto gallego. Otra terrible noticia. Ésta, al menos, esperada.

Así que, con todas estas malas noticias, con un 0 a 1 en contra del Atleti luciendo en el videomarcador, poco me apetecía seguir viendo el partido. Aunque seguí allí, mi mente estaba en otro lugar. En Pinto, por ejemplo, dando vueltas y vueltas a todo lo dicho por Alberto Contador, o en la misma Galicia, asimilando el fallecimiento de la mejor escuadra de la Vuelta 2009 y de la posible sanción a Mosquera y a David García.

Y, supongo, que dirán a estas alturas del texto, que todavia no han leído ninguna opinión mía sobre todo el tema. En una columna de opinión, es lo principal, pensarán. Pero es que soy incapaz de decir nada aún sobre los positivos hasta que no se conozcan más a fondo y haya una sanción definitiva. Entonces, aportaré mi humilde opinión. Diré lo que pienso, si les creo o no, si me parece justo o no.

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