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Jorge Dargel

Basta ya de teatreros en el fútbol

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Empieza a ser una práctica bastante común en algunos jugadores de fútbol hacer teatro durante los partidos. El caso más reciente lo tenemos en Marchena, quien fingió un cabezazo de Eliseu en el Málaga-Villarreal del pasado domingo. El problema ya no sólo es que los futbolistas estén más preocupados por engañar al árbitro que por jugar bien, sino también que el colegiado suele picar en el engaño.

¿Pero qué estamos viendo, un encuentro de fútbol o una tragicomedia? ¿Cómo es posible que un jugador se desplome al suelo con un simple roce de una cara o de una mano? Volviendo al ejemplo de Marchena, es vergonzoso que se deje caer cual peso plomo tras acercar la frente Eliseu a su rostro. Como decía antes, la pena es que el colegiado suele caer en la farsa y suele sacar expulsar al supuesto infractor. Así sucedió, y el jugador del equipo malagueño vio la roja, dejando a sus compañeros con uno menos en el campo, mientras que el futbolista del Villarreal, uno de los defensas más duros de la Liga, no recibió castigo alguno por su engaño.

Antes casos así, el Comité Arbitral debería reunirse y castigar al mentiroso, y no al jugador que muestra una camiseta en recuerdo a un compañero fallecido, como le sucedió a Callejón. El problema de engañar al árbitro es que no es una cosa puntual, sino que en cada jornada algún futbolista lo hace o por lo menos, lo intenta. He hablado de Marchena por cercanía temporal, pero son otros muchos nombres que han hecho teatro en un partido. Hay que erradicar estas acciones, que dañan seriamente la imagen del propio farsante y del trencilla, para no desvirtuar un encuentro y la competición.

Castigar, este es el verbo que deben recibir futbolistas que fingen agresiones o patadas. El Fair Play debe estar por encima de todo y los propios jugadores son los que tienen que poner de su parte y no dedicarse a buscar las tretas para intentar expulsar a un rival. El fin no justifica los medios, y un equipo tiene que ganar al adversario sin necesidad de artimañas y simplemente jugando al fútbol. ¿Qué imagen dan este tipo de acciones a los más jóvenes? La de vencer a toda cosa en vez de primar otros valores realmente valiosos como el juego limpio. Sin embargo, cuando realmente ocurre una agresión, como por ejemplo un codazo, los colegiados no suelen verlo. Se habla mucho hoy en día de proteger a los grandes jugadores, pero también deberían hacerlo del mismo modo a los teatreros…

Basta ya de teatreros en el fútbol

Jorge Dargel
Jorge Dargel
viernes, 1 de octubre de 2010, 07:41 h (CET)
Empieza a ser una práctica bastante común en algunos jugadores de fútbol hacer teatro durante los partidos. El caso más reciente lo tenemos en Marchena, quien fingió un cabezazo de Eliseu en el Málaga-Villarreal del pasado domingo. El problema ya no sólo es que los futbolistas estén más preocupados por engañar al árbitro que por jugar bien, sino también que el colegiado suele picar en el engaño.

¿Pero qué estamos viendo, un encuentro de fútbol o una tragicomedia? ¿Cómo es posible que un jugador se desplome al suelo con un simple roce de una cara o de una mano? Volviendo al ejemplo de Marchena, es vergonzoso que se deje caer cual peso plomo tras acercar la frente Eliseu a su rostro. Como decía antes, la pena es que el colegiado suele caer en la farsa y suele sacar expulsar al supuesto infractor. Así sucedió, y el jugador del equipo malagueño vio la roja, dejando a sus compañeros con uno menos en el campo, mientras que el futbolista del Villarreal, uno de los defensas más duros de la Liga, no recibió castigo alguno por su engaño.

Antes casos así, el Comité Arbitral debería reunirse y castigar al mentiroso, y no al jugador que muestra una camiseta en recuerdo a un compañero fallecido, como le sucedió a Callejón. El problema de engañar al árbitro es que no es una cosa puntual, sino que en cada jornada algún futbolista lo hace o por lo menos, lo intenta. He hablado de Marchena por cercanía temporal, pero son otros muchos nombres que han hecho teatro en un partido. Hay que erradicar estas acciones, que dañan seriamente la imagen del propio farsante y del trencilla, para no desvirtuar un encuentro y la competición.

Castigar, este es el verbo que deben recibir futbolistas que fingen agresiones o patadas. El Fair Play debe estar por encima de todo y los propios jugadores son los que tienen que poner de su parte y no dedicarse a buscar las tretas para intentar expulsar a un rival. El fin no justifica los medios, y un equipo tiene que ganar al adversario sin necesidad de artimañas y simplemente jugando al fútbol. ¿Qué imagen dan este tipo de acciones a los más jóvenes? La de vencer a toda cosa en vez de primar otros valores realmente valiosos como el juego limpio. Sin embargo, cuando realmente ocurre una agresión, como por ejemplo un codazo, los colegiados no suelen verlo. Se habla mucho hoy en día de proteger a los grandes jugadores, pero también deberían hacerlo del mismo modo a los teatreros…

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