El fútbol está lleno de diferentes personajes. Cada uno aporta una visión particular, una forma de ver este bendito mundo del balompié. Y si hay uno tipo peculiar en este mundo futbolero, un innovador, un inventor de ideas sobre el césped, alguien que viene a aportar una visión y una filosofía concreta, es Juan Manuel Lillo Díez, actual entrenador del Almería.

Lillo tiene una visión peculiar del fútbol y del mundo. Y esa visión la ha ido derramando por cuantos equipos ha estado, porque una de las principales características del guipuzcoano es que tiene una marcada vena didáctica. Ello le permite imbuir en sus jugadores, pupilos habría que decir, su ética profesional y aún vital.

Y es que llama poderosamente la atención la unanimidad con que absolutamente todos y cada uno de los jugadores que han estado bajo su mando hablan maravillas del tolosarra. Es impresionante como Lillo cala en las mentes y corazones de todos los futbolistas que ha entrenado y es verdaderamente asombroso el modo en que sus jugadores se convierten en una auténtica guardia pretoriana del técnico vasco, al que defienden rabiosamente como no se suele hacer en este despiadado y muy a menudo egoísta mundo del mundo profesional.

El último ejemplo de esto está en el Almería. Aunque parezca mentira, en la jornada cuarta el presidente almeriensista, Alfonso García, le puso una soga al cuello públicamente dándole un ultimátum y condenando al entrenador si no se hacía un buen papel en La Coruña el domingo siguiente. En honor a la verdad hay que decir que no hay presidente alguno que destaque por su espíritu innovador y arriesgado, y Lillo esta temporada se ha descolgado con un arriesgado 3-4-3 que gusta a muy pocos, especialmente después de 4 jornadas de liga en las que el equipo no conocía la victoria y estaba en zona de descenso por primera vez desde que los rojiblancos regresaran a primera, hace ya cuatro temporadas. Y si había alguien al que no le gustaba semejante gallardía táctica era el propio presi, claro.

Y a lo que vamos. Semejante ultimátum provocó una reacción de solidaridad en la plantilla muy destacable. No solo ganaron en La Coruña, celebrando los goles al unísono con el míster, sino que la situación desencadenó una oleada de declaraciones de solidaridad de los jugadores hacia Lillo verdaderamente encomiable, destacando Carlos García, Corona o incluso hasta el lesionado Pellerano.

Cuando una plantilla da la espalda a un técnico, tiene los días contados. Pero tampoco es muy del agrado de ninguna junta directiva que su plantilla establezca lazos afectivos y solidarios tan firmes con su entrenador, especialmente si por mor de esa afectividad, los jugadores han pasado por encima de las declaraciones del propio presidente.

Y lo que es una paradoja; en este caso yo diría que las muestras de público apoyo a Lillo van a perjudicar en vez de beneficiar al de Tolosa.