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Kathleen Parker

Tras las cortinas de la Casa Blanca

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NUEVA YORK - Pregunta del día: ¿Por qué se confían los presidentes a Bob Woodward?

Lo pregunto con todo el debido respeto, deferencia, sombrero en mano, capa sobre charco y demás gestos surtidos que los chupatintas como yo debemos al Periodista Más Famoso del Planeta.

A través de varias administraciones, Woodward se ha convertido en el presidente de oficio - o al menos en el periodista de cabecera, una grabadora humana que recoge el primer borrador de la historia mientras la historia se prepara.

Durante años ha sido el referente de éxito literario principal de las luchas internas de un presidente. Su última obra, "Las guerras de Obama", expone las luchas internas del Ala Oeste por la gestión de Afganistán.

La insinuación de que se producían desencuentros en el Despacho Oval sobre si elevar o no el número de tropas regulares en un brutal escenario de guerra es, francamente, de gran consuelo. Si no nos preocupamos por las vidas en peligro, ¿de qué nos preocupamos exactamente? ¿De quién va a ser el siguiente participante de Mira Quién Baila?

Lo que sí es motivo de cierta preocupación -- basándome al menos en los extractos filtrados hasta el momento -- es que el presidente sea conducido por los Generales. Y esa impresión alimenta la otra de que Barack Obama no es en absoluto el comandante en jefe. Parece mucho más preocupado por ser políticamente inteligente que por ganar lo que ha denominado la guerra buena.

La disonancia cognitiva entra en escena cuando Obama afirma que "es hora de pasar página" en la guerra que no le gusta -- Irak -- y que en la práctica no ha terminado. 50.000 tropas regulares siguen destacadas en Irak, mientras el incremento en Afganistán parece ser insuficiente -- o demasiado durante muy poco tiempo, ahora mismo.

Al margen de las opiniones de las circunstancias sobre el terreno que tenga cada cual, ya sea en guerras en el extranjero o en los enfrentamientos nacionales en torno al sector financiero, Obama no da imagen de ser el que está a cargo. Tampoco parece estar seguro al menos de sus propias intenciones. Un intercambio revelador relatado por Woodward se producía con el Senador Lindsey Graham, R-S.C. Al explicar su plazo de julio de 2011 para empezar a retirar tropas de Afganistán, Obama decía a Graham:

"Tengo que decirlo. No puedo dejar que sea una guerra sin final, y no puedo perder al Partido Demócrata entero".

¿Qué le parece? ¿Informamos al enemigo de que nos marchamos para que el electorado del partido no se mosquee? Bueno, por supuesto, la opinión pública importa en guerra, como en todo. Como hemos visto antes, las guerras no se ganan sin la voluntad popular en el país. Pero el comandante en jefe tendría que saber por lo menos lo que defiende y el motivo de que pida a los estadounidenses que arriesguen sus vidas. Si no es una razón lo bastante buena para merecer la victoria, entonces es que tal vez ya no es una guerra buena.

En otra reveladora anécdota, el presidente solicitaba a sus ayudantes un plan "de cómo vamos a traspasar la autoridad y salir de Afganistán". Al parecer carecía de tal plan. ¿De quién es esta presidencia?

La Casa Blanca al parecer no está indignada por la imagen que se da del presidente. Su retrato es consistente con lo que ellos consideran un perfil positivo: Obama como escrupuloso y reflexivo. ¿Añadimos pesado a la lista?

Todos queremos tener un presidente exhaustivo. Como los Demócratas no se cansan de recordarnos, América y el mundo ya han tenido bastantes vaqueros. Pero desde luego podemos dejar aparte las caricaturas y ponernos de acuerdo en un comandante reflexivo que no sea ni un pistolero ni un gamberro. Sin duda las dos cosas pueden convivir.

El Síndrome Woodward, mientras tanto, plantea un dilema a todos los presidentes. A través de su presencia, los acontecimientos se ven afectados. A través de nuestro conocimiento de lo que es testigo, al mismo tiempo incluso que la historia se redacta en tiempo real, también podemos influenciar estos mismos acontecimientos. ¿Es justo para Obama ser blanco de críticas mientras aclara sus ideas? ¿O estamos interfiriendo en el resultado al insertarnos en conversaciones de las que nunca supusimos ser cómplices?

Es un dilema de improbable resolución. En todo caso, en nuestra cultura política de puertas para afuera, ninguna lucha pasa sin registrarse ni criticarse. La necesidad de un liderazgo fuerte es, por tanto, aún más necesaria.

Hay un dicho que parece aplicable aquí: Trabaja como si el dinero no te hiciera falta, ama como si nunca te hubieran herido, baila como si estuvieras solo.

Nota al Presidente Obama: lidere como si no hubiera mañana. Nada de elecciones legislativas, de reelección presidencial, de electorados.
Libérese del Síndrome Woodward, aclare sus pensamientos, y lidere.

Usted es el comandante en jefe, después de todo.. La mitad del país puede discrepar con usted, pero cuando haya terminado le respetarán.

Tras las cortinas de la Casa Blanca

Kathleen Parker
Kathleen Parker
martes, 28 de septiembre de 2010, 07:02 h (CET)
NUEVA YORK - Pregunta del día: ¿Por qué se confían los presidentes a Bob Woodward?

Lo pregunto con todo el debido respeto, deferencia, sombrero en mano, capa sobre charco y demás gestos surtidos que los chupatintas como yo debemos al Periodista Más Famoso del Planeta.

A través de varias administraciones, Woodward se ha convertido en el presidente de oficio - o al menos en el periodista de cabecera, una grabadora humana que recoge el primer borrador de la historia mientras la historia se prepara.

Durante años ha sido el referente de éxito literario principal de las luchas internas de un presidente. Su última obra, "Las guerras de Obama", expone las luchas internas del Ala Oeste por la gestión de Afganistán.

La insinuación de que se producían desencuentros en el Despacho Oval sobre si elevar o no el número de tropas regulares en un brutal escenario de guerra es, francamente, de gran consuelo. Si no nos preocupamos por las vidas en peligro, ¿de qué nos preocupamos exactamente? ¿De quién va a ser el siguiente participante de Mira Quién Baila?

Lo que sí es motivo de cierta preocupación -- basándome al menos en los extractos filtrados hasta el momento -- es que el presidente sea conducido por los Generales. Y esa impresión alimenta la otra de que Barack Obama no es en absoluto el comandante en jefe. Parece mucho más preocupado por ser políticamente inteligente que por ganar lo que ha denominado la guerra buena.

La disonancia cognitiva entra en escena cuando Obama afirma que "es hora de pasar página" en la guerra que no le gusta -- Irak -- y que en la práctica no ha terminado. 50.000 tropas regulares siguen destacadas en Irak, mientras el incremento en Afganistán parece ser insuficiente -- o demasiado durante muy poco tiempo, ahora mismo.

Al margen de las opiniones de las circunstancias sobre el terreno que tenga cada cual, ya sea en guerras en el extranjero o en los enfrentamientos nacionales en torno al sector financiero, Obama no da imagen de ser el que está a cargo. Tampoco parece estar seguro al menos de sus propias intenciones. Un intercambio revelador relatado por Woodward se producía con el Senador Lindsey Graham, R-S.C. Al explicar su plazo de julio de 2011 para empezar a retirar tropas de Afganistán, Obama decía a Graham:

"Tengo que decirlo. No puedo dejar que sea una guerra sin final, y no puedo perder al Partido Demócrata entero".

¿Qué le parece? ¿Informamos al enemigo de que nos marchamos para que el electorado del partido no se mosquee? Bueno, por supuesto, la opinión pública importa en guerra, como en todo. Como hemos visto antes, las guerras no se ganan sin la voluntad popular en el país. Pero el comandante en jefe tendría que saber por lo menos lo que defiende y el motivo de que pida a los estadounidenses que arriesguen sus vidas. Si no es una razón lo bastante buena para merecer la victoria, entonces es que tal vez ya no es una guerra buena.

En otra reveladora anécdota, el presidente solicitaba a sus ayudantes un plan "de cómo vamos a traspasar la autoridad y salir de Afganistán". Al parecer carecía de tal plan. ¿De quién es esta presidencia?

La Casa Blanca al parecer no está indignada por la imagen que se da del presidente. Su retrato es consistente con lo que ellos consideran un perfil positivo: Obama como escrupuloso y reflexivo. ¿Añadimos pesado a la lista?

Todos queremos tener un presidente exhaustivo. Como los Demócratas no se cansan de recordarnos, América y el mundo ya han tenido bastantes vaqueros. Pero desde luego podemos dejar aparte las caricaturas y ponernos de acuerdo en un comandante reflexivo que no sea ni un pistolero ni un gamberro. Sin duda las dos cosas pueden convivir.

El Síndrome Woodward, mientras tanto, plantea un dilema a todos los presidentes. A través de su presencia, los acontecimientos se ven afectados. A través de nuestro conocimiento de lo que es testigo, al mismo tiempo incluso que la historia se redacta en tiempo real, también podemos influenciar estos mismos acontecimientos. ¿Es justo para Obama ser blanco de críticas mientras aclara sus ideas? ¿O estamos interfiriendo en el resultado al insertarnos en conversaciones de las que nunca supusimos ser cómplices?

Es un dilema de improbable resolución. En todo caso, en nuestra cultura política de puertas para afuera, ninguna lucha pasa sin registrarse ni criticarse. La necesidad de un liderazgo fuerte es, por tanto, aún más necesaria.

Hay un dicho que parece aplicable aquí: Trabaja como si el dinero no te hiciera falta, ama como si nunca te hubieran herido, baila como si estuvieras solo.

Nota al Presidente Obama: lidere como si no hubiera mañana. Nada de elecciones legislativas, de reelección presidencial, de electorados.
Libérese del Síndrome Woodward, aclare sus pensamientos, y lidere.

Usted es el comandante en jefe, después de todo.. La mitad del país puede discrepar con usted, pero cuando haya terminado le respetarán.

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