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Sergio Brosa

Los nuevos fascistas: Huelga General

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Creíamos ya olvidada toda esa fraseología bolchevique más propia de un mitin estalinista que de unos sindicatos democráticos. Por mucho que CCOO y UGT estén en contra de la reforma laboral, cosa que no se les puede reprochar, conocen a ciencia cierta el daño que van a causar al país con la huelga general. Y aún así, siguen adelante con su desbarro.

Los sindicatos han sido, más que los niños bonitos del presidente Zapatero, sus cómplices en todo este tiempo de crisis para que no salieran los obreros a la calle. Y para eso, han sido beneficiarios de varios centenares de millones de euros con rancias excusas. Subvenciones del todo oscuras, sin contraprestaciones reales ni exigencias finalistas en tanto no salieran los obreros a la calle.

Pero ha sido vox populi todo este lóbrego entramado Gobierno – Sindicatos y el nivel de exigencia por conocer no ya los detalles, sino el grueso del affaire que parece pertenecer a la omertá gubernamental, pues no hay forma, camino o vericueto para echar de ver las cuentas sindicales y menos aún, las graciosas prebendas del Gobierno para mantener el silencio obrero ante tanto descalabro económico. Cuando además, son los propios obreros quienes pagan el mayor quebranto de la crisis, con esos cinco millones de parados.

Así, ante la necesaria reforma laboral que poco se asemeja a la aprobada por el Gobierno y dado que su escaparate está compuesto por sinuosos sistemas de propiciar y abaratar el despido que es el anatema sindical por excelencia y la pérdida de los cuarenta días de salario por año trabajado, como estableció Franco en el desarrollo legal y reglamentario del Fuero del Trabajo (1938) así como la regulación de la jornada, los descansos y las vacaciones de lo que los actuales sindicatos reclaman la paternidad, echan ahora al personal a la huelga general con el exclusivo fin de notoriedad y que se vea la auténtica cara sindical de este país.

Blanden el derecho a la huelga pisoteando el derecho al trabajo; en la escala de derechos hay una prelación inalienable de los mismos. Todos tienen derecho a la vida y a la educación también; ¿cuál es más importante de los dos derechos? ¿Es principal el derecho a la huelga sobre el derecho al trabajo? Los centenares de miles de liberados sindicales se han convertido en los agentes de la huelga infiltrados en el interior de las empresas que pagan sus salarios. Algo así como el lanzamiento masivo de piedras al propio tejado empresarial; sí, ese que procura cobijo a los trabajadores.

Todos tienen los mismos derechos, pero algunos no pueden ejercerse. Como el derecho a una vivienda digna. ¿Hay viviendas dignas para todos? Por el mismo motivo, hay quienes no pueden ejercer su derecho a la huelga para que otros puedan ejercer su derecho al trabajo. Pero eso los sindicatos no quieren tan siquiera contemplarlo porque daría al traste con sus aviesas intenciones: paralizar el país para recuperar la hegemonía perdida. Los sindicatos ya no representan a nadie ni pintan nada en las empresas.

A pesar de ello, Pepiño Blanco, en posición genuflexa, acepta los indecorosos servicios mínimos que le han impuesto los sindicatos; carece de los arrestos necesarios para hacer cumplir lo que es razonable. Y lo que es razonable no es detener la rudimentaria actividad económica del país para demostrar que los sindicatos siguen ahí. A quién le interesan estos sindicatos estalinistas, reconvertidos en fascistas por la utilización de sus métodos, materializados en legiones de piquetes de huelga para la consecución de sus objetivos particulares en total divergencia de los legítimos intereses del país.

Estos sindicatos, los de la huelga general, distan mucho de ser las uniones de trabajadores que este país demanda. Y los propios trabajadores se están dando cuenta de ello.

Los nuevos fascistas: Huelga General

Sergio Brosa
Sergio Brosa
lunes, 27 de septiembre de 2010, 06:50 h (CET)
Creíamos ya olvidada toda esa fraseología bolchevique más propia de un mitin estalinista que de unos sindicatos democráticos. Por mucho que CCOO y UGT estén en contra de la reforma laboral, cosa que no se les puede reprochar, conocen a ciencia cierta el daño que van a causar al país con la huelga general. Y aún así, siguen adelante con su desbarro.

Los sindicatos han sido, más que los niños bonitos del presidente Zapatero, sus cómplices en todo este tiempo de crisis para que no salieran los obreros a la calle. Y para eso, han sido beneficiarios de varios centenares de millones de euros con rancias excusas. Subvenciones del todo oscuras, sin contraprestaciones reales ni exigencias finalistas en tanto no salieran los obreros a la calle.

Pero ha sido vox populi todo este lóbrego entramado Gobierno – Sindicatos y el nivel de exigencia por conocer no ya los detalles, sino el grueso del affaire que parece pertenecer a la omertá gubernamental, pues no hay forma, camino o vericueto para echar de ver las cuentas sindicales y menos aún, las graciosas prebendas del Gobierno para mantener el silencio obrero ante tanto descalabro económico. Cuando además, son los propios obreros quienes pagan el mayor quebranto de la crisis, con esos cinco millones de parados.

Así, ante la necesaria reforma laboral que poco se asemeja a la aprobada por el Gobierno y dado que su escaparate está compuesto por sinuosos sistemas de propiciar y abaratar el despido que es el anatema sindical por excelencia y la pérdida de los cuarenta días de salario por año trabajado, como estableció Franco en el desarrollo legal y reglamentario del Fuero del Trabajo (1938) así como la regulación de la jornada, los descansos y las vacaciones de lo que los actuales sindicatos reclaman la paternidad, echan ahora al personal a la huelga general con el exclusivo fin de notoriedad y que se vea la auténtica cara sindical de este país.

Blanden el derecho a la huelga pisoteando el derecho al trabajo; en la escala de derechos hay una prelación inalienable de los mismos. Todos tienen derecho a la vida y a la educación también; ¿cuál es más importante de los dos derechos? ¿Es principal el derecho a la huelga sobre el derecho al trabajo? Los centenares de miles de liberados sindicales se han convertido en los agentes de la huelga infiltrados en el interior de las empresas que pagan sus salarios. Algo así como el lanzamiento masivo de piedras al propio tejado empresarial; sí, ese que procura cobijo a los trabajadores.

Todos tienen los mismos derechos, pero algunos no pueden ejercerse. Como el derecho a una vivienda digna. ¿Hay viviendas dignas para todos? Por el mismo motivo, hay quienes no pueden ejercer su derecho a la huelga para que otros puedan ejercer su derecho al trabajo. Pero eso los sindicatos no quieren tan siquiera contemplarlo porque daría al traste con sus aviesas intenciones: paralizar el país para recuperar la hegemonía perdida. Los sindicatos ya no representan a nadie ni pintan nada en las empresas.

A pesar de ello, Pepiño Blanco, en posición genuflexa, acepta los indecorosos servicios mínimos que le han impuesto los sindicatos; carece de los arrestos necesarios para hacer cumplir lo que es razonable. Y lo que es razonable no es detener la rudimentaria actividad económica del país para demostrar que los sindicatos siguen ahí. A quién le interesan estos sindicatos estalinistas, reconvertidos en fascistas por la utilización de sus métodos, materializados en legiones de piquetes de huelga para la consecución de sus objetivos particulares en total divergencia de los legítimos intereses del país.

Estos sindicatos, los de la huelga general, distan mucho de ser las uniones de trabajadores que este país demanda. Y los propios trabajadores se están dando cuenta de ello.

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