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Alfredo Hernández

El género epistolar

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Hace tiempo que pensaba dedicar un rato a considerar la escasez de cartas que se escriben y por tanto que se reciben.

Cartas con motivos alegres, otras menos agradables por desgracias ocurridas; pero jamás cartas que nos recuerden contiendas, del tipo que sean, personales, vecinales... El mejor olvido en estos casos es olvidar. No hay nada como no hablar de algo para que deje de existir. No hay que buscar motivos bastardos, a veces lucrativos, para recordar algo en lo que entren las subjetividadades.

Me ha dado el motivo para escribir, el artículo de hace unos días del Sr. Bejarano. Hoy se escriben pocas cartas. Somos pocos, muy pocos, los que nos ponemos con el bolígrafo en la mano y apoyándonos en la cuartilla trasmitimos lo que el corazón nos dicta en ese momento. Luego habrá que corregir, poner los acentos correspondientes, los signos de puntuación que den más sentido a la escritura que traduzca el verdadero sentir que intentamos transmitir.

Yo suelo recalcar que escribo a mano porque la escritura mecanizada pierde el encanto de lo íntimo, por ser impersonal y fría. Y también les refiero, casi siempre, que se llevarán una sorpresa al recibir un sobre que no es de banco, de propaganda, ni del fisco. ¡Una carta personal!.

Desde luego al escribir siempre me esmero y consigo que lo lean, pero despacio. Así al leerme saborearán ese acontecimiento insólito -dirán que desfasado en el tiempo- pero siempre agradable. La carta de un amigo, que por querer y no por originalidad, ha transmitido algo que queda, el tiempo que queramos, como testigo que siempre podremos leer cuando queramos.

La escritura, que podrá ser para la comunicar lo bueno o lo malo. Pero lo malo habitualmente sólo llega en letra impresa. Anímate a escribir y pon el corazón en lo que escribas.

El género epistolar

Alfredo Hernández
Alfredo Hernández
lunes, 27 de septiembre de 2010, 06:38 h (CET)
Hace tiempo que pensaba dedicar un rato a considerar la escasez de cartas que se escriben y por tanto que se reciben.

Cartas con motivos alegres, otras menos agradables por desgracias ocurridas; pero jamás cartas que nos recuerden contiendas, del tipo que sean, personales, vecinales... El mejor olvido en estos casos es olvidar. No hay nada como no hablar de algo para que deje de existir. No hay que buscar motivos bastardos, a veces lucrativos, para recordar algo en lo que entren las subjetividadades.

Me ha dado el motivo para escribir, el artículo de hace unos días del Sr. Bejarano. Hoy se escriben pocas cartas. Somos pocos, muy pocos, los que nos ponemos con el bolígrafo en la mano y apoyándonos en la cuartilla trasmitimos lo que el corazón nos dicta en ese momento. Luego habrá que corregir, poner los acentos correspondientes, los signos de puntuación que den más sentido a la escritura que traduzca el verdadero sentir que intentamos transmitir.

Yo suelo recalcar que escribo a mano porque la escritura mecanizada pierde el encanto de lo íntimo, por ser impersonal y fría. Y también les refiero, casi siempre, que se llevarán una sorpresa al recibir un sobre que no es de banco, de propaganda, ni del fisco. ¡Una carta personal!.

Desde luego al escribir siempre me esmero y consigo que lo lean, pero despacio. Así al leerme saborearán ese acontecimiento insólito -dirán que desfasado en el tiempo- pero siempre agradable. La carta de un amigo, que por querer y no por originalidad, ha transmitido algo que queda, el tiempo que queramos, como testigo que siempre podremos leer cuando queramos.

La escritura, que podrá ser para la comunicar lo bueno o lo malo. Pero lo malo habitualmente sólo llega en letra impresa. Anímate a escribir y pon el corazón en lo que escribas.

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