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Martín Cid

Humor, humor

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Leo hoy en cierto medio de comunicación las declaraciones de la señora Ministra de Hacienda afirmando (¡toma ya!)… (lo siento, no soy capaz de aplicar el estilo indirecto libre en esta ocasión, mejor cito textualmente):

“Si preguntamos a esas personas que tienen más capacidad veremos que están dispuestas a hacer un esfuerzo adicional, estarían de acuerdo”.

Habrá quién le diga a la señora Ministra: pregunta, pregunta, a ver qué contestan. Lo harían con una sonrisa en los labios, sí… y casi seguros de que la respuesta de los pudientes sería otra bien distinta.

Y es que el sentido del humor siempre ha sido parte del carácter español y, espero, siempre habrá de serlo. Puede que hablase en un sentido irónico la señora Salgado (o señorita, lo desconozco irónicamente) o puede que la respuesta esperada contuviese asimismo idéntico sentido de la ironía… pero creo que son pocos (o ninguno) en este país los que quieren pagar más impuestos.
Como soy un demócrata casi convencido (al menos hasta que termine la columna) me adscribiré al sentir de la mayoría y afirmaré:

¿Impuestos? Cuántos menos mejor.
A partir de ahora, una explicación coherente (al menos la que a mí se me ocurre).
¿Puede alguien vivir tan alejado de la realidad? Quizás algunos lo afirmen, no estoy entre ellos. ¿Puede alguien hacer una afirmación tan en contra del sentir ciudadano sin que le lluevan las manifestaciones en contra? Es posible que no… ¿Es posible que con determinadas afirmaciones buscase precisamente ese efecto? Respondo con una pregunta: ¿qué clase de personas plantean declaraciones específicamente diseñadas para ser criticadas?

Hace tiempo me planteé un asunto similar con el asunto de las críticas literarias (que es mi campo): si tuviese todo el dinero del mundo jamás cometería el error de afirmar alguna de novelas como la más alta cota alcanzada por el espíritu humano… más bien plantearía el asunto con una de cal y una de arena, de tal manera que el lector (a través de las críticas) se preguntase: ¿es este tal Martín Cid tan bueno como dicen unos o tan malo como promulgan otros?

Aquí está precisamente el quid de la cuestión y es precisamente en este debate en donde la opinión pública toma forma.

Pongamos un ejemplo bien maquiavélico. Digamos que queremos lograr la idea B y que la masa social, en principio, no está de acuerdo con la idea B. Bien… ¿cómo lograr un mayor consenso (nunca será total) en el que más o menos la gente no proteste?

El esquema bien podría ser el siguiente:
1.- Se lanza un Globo Sonda (negativo) y se espera respuesta: llamaremos a esto la idea A. El Globo Sonda nunca contendrá la idea B (claro).
2.- Tenemos la respuesta de la masa social (bien mediatizada, claro está)… encuestas y demás cuestiones. La masa estará totalmente en contra porque para eso hemos lanzado una idea negativa.
3.- Volvemos a lanzar el Globo Sonda pero teniendo en cuenta los designios de la mayoría (pero continuamos haciéndola negativa).
4.- Encuestas, opinión social y demás… Seguimos con opinión pública en contra.
5.- Volvemos a lanzar el Globo Sonda sucesivas veces e introducimos la idea B poco a poco como contrapunto a la idea A.

Puede que me consideren un poco retorcido al estilo Goebbels, pero lo cierto es que tras una afirmación así sólo puede encerrarse una maquinación mediática. ¿Qué buscamos? Convencer a los ciudadanos de que la subida de impuestos es buena (idea B) y planteamos un Globo Sonda negativo que será la idea A (los ricos quieren ser masacrados a impuestos). Obtendremos lo que deseamos: la masa se pondrá en contra de los ricos y reconocerá al Gobierno como su salvador (idea B).

Espero haber sido lo suficientemente claro. De todas formas, si no están de acuerdo conmigo… siempre pueden preguntar a la Ministra de Hacienda.

Seguro que tiene brillantes respuestas para todos. Sean felices. Yo lo soy: no tengo ni un mísero maravedí (así no hay quién me baje los impuestos).

Humor, humor

Martín Cid
Martín Cid
jueves, 23 de septiembre de 2010, 06:56 h (CET)
Leo hoy en cierto medio de comunicación las declaraciones de la señora Ministra de Hacienda afirmando (¡toma ya!)… (lo siento, no soy capaz de aplicar el estilo indirecto libre en esta ocasión, mejor cito textualmente):

“Si preguntamos a esas personas que tienen más capacidad veremos que están dispuestas a hacer un esfuerzo adicional, estarían de acuerdo”.

Habrá quién le diga a la señora Ministra: pregunta, pregunta, a ver qué contestan. Lo harían con una sonrisa en los labios, sí… y casi seguros de que la respuesta de los pudientes sería otra bien distinta.

Y es que el sentido del humor siempre ha sido parte del carácter español y, espero, siempre habrá de serlo. Puede que hablase en un sentido irónico la señora Salgado (o señorita, lo desconozco irónicamente) o puede que la respuesta esperada contuviese asimismo idéntico sentido de la ironía… pero creo que son pocos (o ninguno) en este país los que quieren pagar más impuestos.
Como soy un demócrata casi convencido (al menos hasta que termine la columna) me adscribiré al sentir de la mayoría y afirmaré:

¿Impuestos? Cuántos menos mejor.
A partir de ahora, una explicación coherente (al menos la que a mí se me ocurre).
¿Puede alguien vivir tan alejado de la realidad? Quizás algunos lo afirmen, no estoy entre ellos. ¿Puede alguien hacer una afirmación tan en contra del sentir ciudadano sin que le lluevan las manifestaciones en contra? Es posible que no… ¿Es posible que con determinadas afirmaciones buscase precisamente ese efecto? Respondo con una pregunta: ¿qué clase de personas plantean declaraciones específicamente diseñadas para ser criticadas?

Hace tiempo me planteé un asunto similar con el asunto de las críticas literarias (que es mi campo): si tuviese todo el dinero del mundo jamás cometería el error de afirmar alguna de novelas como la más alta cota alcanzada por el espíritu humano… más bien plantearía el asunto con una de cal y una de arena, de tal manera que el lector (a través de las críticas) se preguntase: ¿es este tal Martín Cid tan bueno como dicen unos o tan malo como promulgan otros?

Aquí está precisamente el quid de la cuestión y es precisamente en este debate en donde la opinión pública toma forma.

Pongamos un ejemplo bien maquiavélico. Digamos que queremos lograr la idea B y que la masa social, en principio, no está de acuerdo con la idea B. Bien… ¿cómo lograr un mayor consenso (nunca será total) en el que más o menos la gente no proteste?

El esquema bien podría ser el siguiente:
1.- Se lanza un Globo Sonda (negativo) y se espera respuesta: llamaremos a esto la idea A. El Globo Sonda nunca contendrá la idea B (claro).
2.- Tenemos la respuesta de la masa social (bien mediatizada, claro está)… encuestas y demás cuestiones. La masa estará totalmente en contra porque para eso hemos lanzado una idea negativa.
3.- Volvemos a lanzar el Globo Sonda pero teniendo en cuenta los designios de la mayoría (pero continuamos haciéndola negativa).
4.- Encuestas, opinión social y demás… Seguimos con opinión pública en contra.
5.- Volvemos a lanzar el Globo Sonda sucesivas veces e introducimos la idea B poco a poco como contrapunto a la idea A.

Puede que me consideren un poco retorcido al estilo Goebbels, pero lo cierto es que tras una afirmación así sólo puede encerrarse una maquinación mediática. ¿Qué buscamos? Convencer a los ciudadanos de que la subida de impuestos es buena (idea B) y planteamos un Globo Sonda negativo que será la idea A (los ricos quieren ser masacrados a impuestos). Obtendremos lo que deseamos: la masa se pondrá en contra de los ricos y reconocerá al Gobierno como su salvador (idea B).

Espero haber sido lo suficientemente claro. De todas formas, si no están de acuerdo conmigo… siempre pueden preguntar a la Ministra de Hacienda.

Seguro que tiene brillantes respuestas para todos. Sean felices. Yo lo soy: no tengo ni un mísero maravedí (así no hay quién me baje los impuestos).

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