Enciendo la tele y llego a la conclusión de que los programas que pueden llegar a ser de mi interés se cuentan con los dedos de una mano. Aborrezco programas en los que salen personas haciendo de periodistas que en realidad no son más que unos cuentacuentos de pacotilla, con perdón para los cuentacuentos. Creo que no es necesario que siga perdiendo el tiempo mientras menciono a estos televisivos personajes, esta será la primera y la última vez que lo haga.
Cuando enciendo la tele busco algo que me entretenga, que me divierta y en los tiempos que corren en la televisión es bastante difícil, debido a que lo que se premia no es la calidad del producto, sino las audiencias. Lo importante es ver a la mañana siguiente cuantos millones de personas han estado al otro lado del cristal viéndolo y sino cumple las expectativas se meterá en el baúl de los recuerdos olvidados para siempre. Quizás si se hubiera esperado un poco hubiera remontado y se podría haber convertido en el mejor espacio televisivo de todos los tiempos, pero en este mundo de velocidad si el despegue no es bueno, no hay segundas oportunidades. ¿Triste? Si, pero es la realidad.
Por desgracia, los que al final cuentan con más personas en las audiencias son los programas en los que las preguntas inteligentes y los datos culturales brillan por su ausencia, ¿qué nos está pasando? No lo se, que venga alguien y me lo explique. Por todos es sabido que cuando se realizan encuestas televisivas todo el mundo afirma ver los documentales de la 2, mientras que en las estadísticas de las audiencias la 2 ni siquiera aparece, debe estar incluida en el grupo de “otros”.
Si queridos lectores, desde este humilde rincón criticaré y criticaré en estos tiempos de crisis para la televisión, no crisis económica (que también) sino crisis en lo que a productos buenos se refiere.