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David S. Broder

Las sutiles formas del rebelde

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WASHINGTON - Mientras los líderes Republicanos valoran a un movimiento fiscal que ha energizado y polarizado sus filas en la misma medida, John McCain adopta la opinión benigna en general del panorama político - pero se decanta claramente por la institución tradicional en detrimento de los jóvenes rebeldes.

Estaba impaciente por repasar la actualidad con McCain tras su punzante
experiencia estival de tener que luchar por la candidatura a una quinta
legislatura contra el ex Representante de Arizona J. D. Hayworth, aliado
espiritual de los activistas fiscales. Así que la primera semana que
celebra sesión el Congreso, contacté con McCain.

Habiendo enterrado al presentador de debates bajo 21 millones de dólares
en anuncios televisivos y 37 asambleas, McCain se enfrenta ahora al
desafío electoral mínimo planteado por el concejal de Tucson Rodney
Glassman, Demócrata.
Pero cuando comenté que McCain tiene que estar disfrutando con la libertad
que le ha llegado a los 74 años, ponía reparos diciendo, "Me siento
cómodo, pero sigo teniendo responsabilidades".

Cuando le pregunté qué objetivos le quedan por cumplir, habló
inmediatamente de la economía -- que nunca fue su punto fuerte pero sí la
inquietud prioritaria de su electorado, que sufre un paro elevado y una de
las peores epidemias de desahucios del país.

Después, la seguridad nacional -- veterana preocupación del coordinador
Republicano del Comité de las Fuerzas Armadas, en especial las
intervenciones pendientes en Afganistán e Irak y la creciente amenaza
desde Irán.
"Y", decía, "espero tener la oportunidad de dedicar algún tiempo a ayudar
y orientar a la próxima generación de Republicanos que ya está madura para
llegar aquí".
Esto despertó sus recuerdos de 1980, el año que supuso la llegada a
Washington para McCain y muchos más de su generación. La clave de esas
elecciones, dijo, fue la erosión del liderazgo personal de Jimmy Carter en
la crisis de los rehenes de Irán y la rebelión de los Demócratas de
izquierdas contra la Casa Blanca.
"Hoy Barack Obama sigue gustando a los votantes", decía McCain, "pero han
terminado discrepando con sus políticas" -- de manera que el espacio
vuelve a abrirse a los profanos.
Sólo cuando McCain empezó a describir sus planes de cara a la próxima
campaña y sus esperanzas al Senado quedó claro dónde va a sentirse su
influencia en la lucha que emerge ahora en el seno del Partido
Republicano.
No me dio ninguna impresión de que McCain vaya a liderar la carga contra
las fuerzas del movimiento de protesta fiscal. Cuando pregunté
directamente si consideraba que sus éxitos en las primarias de Delaware,
Alaska, Nevada, Kentucky y Colorado entre otros estados constituyen una
amenaza a la viabilidad del Partido Republicano, respondió que no. Después
de todo, Sarah Palin, la gobernadora de Alaska que ascendió a la
relevancia nacional e hizo campaña por él este verano en Arizona, ha
formado parte de muchas de esas victorias.

Pero cuando pregunté dónde hará campaña este otoño al margen de Arizona,
no mencionó ni uno de los favoritos del movimiento. En lugar de eso, los
candidatos al Senado que pueden contar con una visita suya son Kelly
Ayotte en New Hampshire, Carly Fiorina en California, Mark Kirk en
Illinois y Rob Portman en Ohio. Todos son Republicanos convencionales
receptivos al sector privado, sin ser anti-institución ninguno ni
remotamente.
Y al abordar la próxima generación de estrellas a las que espera orientar,
empezó por Ayotte y Fiorina y añadió a Lindsey Graham, de Carolina del
Sur, su ayudante de muchas visitas del Senado a Irak. No se habló del otro
senador de Carolina del Sur, Jim DeMint, que ha terminado rivalizando con
Palin como paladín de los activistas oprimidos. Pero McCain añadió dos
senadores Demócratas, Tom y Mark Udall, recordándome que una generación
atrás, Mo Udall -- padre de uno y tío del otro -- acogió al joven McCain
bajo su protección.
A McCain no se le ha pasado que las mismas encuestas que pronostican
avances Republicanos en noviembre también muestran menor confianza de la
opinión pública en el Partido Republicano que en los Demócratas. ¿Por qué?
"En parte, es la resaca de Bush", decía, "y no hemos dado a los electores
mucha idea de lo que vamos a hacer. Necesitamos cuatro o cinco propuestas
claras".
A causa de esa tibieza Republicana, dice McCain, un Obama post-elecciones
puede esperar una respuesta positiva si emula al Bill Clinton post-1994 y
negocia con los Republicanos el apoyo en el próximo Congreso. "Nunca ha
sucedido en este tiempo, pero sigue siendo una posibilidad", decía.

Las sutiles formas del rebelde

David S. Broder
David S. Broder
lunes, 20 de septiembre de 2010, 07:19 h (CET)
WASHINGTON - Mientras los líderes Republicanos valoran a un movimiento fiscal que ha energizado y polarizado sus filas en la misma medida, John McCain adopta la opinión benigna en general del panorama político - pero se decanta claramente por la institución tradicional en detrimento de los jóvenes rebeldes.

Estaba impaciente por repasar la actualidad con McCain tras su punzante
experiencia estival de tener que luchar por la candidatura a una quinta
legislatura contra el ex Representante de Arizona J. D. Hayworth, aliado
espiritual de los activistas fiscales. Así que la primera semana que
celebra sesión el Congreso, contacté con McCain.

Habiendo enterrado al presentador de debates bajo 21 millones de dólares
en anuncios televisivos y 37 asambleas, McCain se enfrenta ahora al
desafío electoral mínimo planteado por el concejal de Tucson Rodney
Glassman, Demócrata.
Pero cuando comenté que McCain tiene que estar disfrutando con la libertad
que le ha llegado a los 74 años, ponía reparos diciendo, "Me siento
cómodo, pero sigo teniendo responsabilidades".

Cuando le pregunté qué objetivos le quedan por cumplir, habló
inmediatamente de la economía -- que nunca fue su punto fuerte pero sí la
inquietud prioritaria de su electorado, que sufre un paro elevado y una de
las peores epidemias de desahucios del país.

Después, la seguridad nacional -- veterana preocupación del coordinador
Republicano del Comité de las Fuerzas Armadas, en especial las
intervenciones pendientes en Afganistán e Irak y la creciente amenaza
desde Irán.
"Y", decía, "espero tener la oportunidad de dedicar algún tiempo a ayudar
y orientar a la próxima generación de Republicanos que ya está madura para
llegar aquí".
Esto despertó sus recuerdos de 1980, el año que supuso la llegada a
Washington para McCain y muchos más de su generación. La clave de esas
elecciones, dijo, fue la erosión del liderazgo personal de Jimmy Carter en
la crisis de los rehenes de Irán y la rebelión de los Demócratas de
izquierdas contra la Casa Blanca.
"Hoy Barack Obama sigue gustando a los votantes", decía McCain, "pero han
terminado discrepando con sus políticas" -- de manera que el espacio
vuelve a abrirse a los profanos.
Sólo cuando McCain empezó a describir sus planes de cara a la próxima
campaña y sus esperanzas al Senado quedó claro dónde va a sentirse su
influencia en la lucha que emerge ahora en el seno del Partido
Republicano.
No me dio ninguna impresión de que McCain vaya a liderar la carga contra
las fuerzas del movimiento de protesta fiscal. Cuando pregunté
directamente si consideraba que sus éxitos en las primarias de Delaware,
Alaska, Nevada, Kentucky y Colorado entre otros estados constituyen una
amenaza a la viabilidad del Partido Republicano, respondió que no. Después
de todo, Sarah Palin, la gobernadora de Alaska que ascendió a la
relevancia nacional e hizo campaña por él este verano en Arizona, ha
formado parte de muchas de esas victorias.

Pero cuando pregunté dónde hará campaña este otoño al margen de Arizona,
no mencionó ni uno de los favoritos del movimiento. En lugar de eso, los
candidatos al Senado que pueden contar con una visita suya son Kelly
Ayotte en New Hampshire, Carly Fiorina en California, Mark Kirk en
Illinois y Rob Portman en Ohio. Todos son Republicanos convencionales
receptivos al sector privado, sin ser anti-institución ninguno ni
remotamente.
Y al abordar la próxima generación de estrellas a las que espera orientar,
empezó por Ayotte y Fiorina y añadió a Lindsey Graham, de Carolina del
Sur, su ayudante de muchas visitas del Senado a Irak. No se habló del otro
senador de Carolina del Sur, Jim DeMint, que ha terminado rivalizando con
Palin como paladín de los activistas oprimidos. Pero McCain añadió dos
senadores Demócratas, Tom y Mark Udall, recordándome que una generación
atrás, Mo Udall -- padre de uno y tío del otro -- acogió al joven McCain
bajo su protección.
A McCain no se le ha pasado que las mismas encuestas que pronostican
avances Republicanos en noviembre también muestran menor confianza de la
opinión pública en el Partido Republicano que en los Demócratas. ¿Por qué?
"En parte, es la resaca de Bush", decía, "y no hemos dado a los electores
mucha idea de lo que vamos a hacer. Necesitamos cuatro o cinco propuestas
claras".
A causa de esa tibieza Republicana, dice McCain, un Obama post-elecciones
puede esperar una respuesta positiva si emula al Bill Clinton post-1994 y
negocia con los Republicanos el apoyo en el próximo Congreso. "Nunca ha
sucedido en este tiempo, pero sigue siendo una posibilidad", decía.

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