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Kathleen Parker

Obama contra Boehner

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NUEVA YORK -- ¿Cómo están de preocupados los Demócratas? M-U-C-H-O.

Empezamos por arriba.

El Presidente Obama pasó el Día del Trabajo recordando a los estadounidenses que él es el guay, el del "Yes we can", el de las mangas de la camisa arremangadas. No mencionó explícitamente al Representantes Republicano de Ohio John Boehner en ningún momento, pero tenía claramente en mente al caballero que, si las cosas salen como parece que van a salir, será el próximo presidente de la Cámara.

Pronunciando un discurso ante el festival sindical anual de Milwaukee Laborfest, Obama aludía a "alguien que cree que va a ser investido presidente de la Cámara... Voy a decir simplemente, esa es su opinión".

Con las mangas de su camisa enrolladas como hacen siempre los políticos que van de obreros, a Obama sólo le faltó decir: "No presten ninguna atención al caballero del moreno de bote".

Y, dijo: "Alguien aquí estaba gritando, 'Yes we can'. ¿Os acordáis de que era nuestro eslogan?" (Sí, nos acordamos). "!Su eslogan es 'No we can't'! ¡Nada! ¡No! ¡No! ¡No!

Si no fuera porque, Dios mío, sí que pueden. Y no es una posición extraordinaria cuando la nación se precipita al vacío.

El plan de empleo inmediato de Obama en la región de los lagos tiene cierto aire de muchacho que hace piruetas para llamar la atención. Tiene una lista de canciones favoritas y sigue presionando el botón de repetición con la esperanza de resucitar la vieja magia. No funciona.

Siguiente escala: Cleveland, con motivo de un discurso económico para rebatir el que pronunció Boehner el mes pasado en el que instaba al presidente a despedir a su equipo económico. Hasta muchos Demócratas comparten la opinión de que Tim Geithner y Larry Summers deberían estar tirados al sol en alguna parte, pero al parecer Obama prefiere doblar las apuestas. Centrarse en Boehner, llegando a acudir al propio estado del secretario de la oposición, sugiere una puesta en escena grosera o desesperación. La tónica nacional dará a entender lo segundo.

Como aficionada al teatro, sin embargo, difícilmente se podría pedir más. El emblema de esperanza y cambio de Obama contra Boehner, el símbolo del "no".

Eso reza el libreto. Pero ambos caballeros son muy parecidos en cierto sentido. Ambos son fumadores (Obama aún se echa algunos) y a los dos les gusta jugar al golf. Los dos son formidables. ¿Por qué no relajarse y disfrutar del espectáculo?

Nadie disfruta más que Boehner de los intentos de Obama de demonizar a Boehner. Hasta esto es un pase de la obra. La Casa Blanca parece disfrutar haciendo prácticas de tiro contra el enemigo más reciente y, en el ínterin, ensalzando a su presa. Cuando la administración centró sus ataques en Rush Limbaugh considerándole el secretario del Partido Republicano, nadie estaba más encantado que Limbaugh.

Boehner debe de estar silbando. Aunque sus críticos dicen que anda midiendo prematuramente el despacho de presidente de la Cámara para tapizar, el de Boehner no es en absoluto un nombre que circule más allá de Washington y los salones políticos donde los tertulianos dan cuenta de las encuestas más recientes. No es un pararrayos como Newt Gingrich o Tom DeLay.

A efectos prácticos, Boehner es el anti-Obama, y para los Republicanos no es algo malo. Si el presidente confiara en sus programas, algunos de los cuales los Republicanos también apoyan (rebajas fiscales a la investigación y el desarrollo, por ejemplo), no le haría falta desafiar a Boehner en su propio estado. Los líderes de éxito ignoran a los provocadores y los alborotadores.

Pero en estos tiempos Obama no tiene el apoyo ni siquiera de su propio reparto. Los legisladores Demócratas se postulan en contra de su propia reforma sanitaria, restando importancia o no mencionando el sentido de su voto. El Senador de Oregón Ron Wyden ha solicitado medidas de carácter excepcional para determinados reglamentos contenidos en el Obamacare, incluso si votó a favor de ellos. Jerry Brown, de California, suena igual que un Ronald Reagan anti-administración intervencionista en uno de sus recientes anuncios electorales a la gobernación.

Mientras tanto, la popularidad de Obama se encuentra en mínimos históricos, con el 52% de los estadounidenses desaprobando su labor, según una encuesta reciente ABC News/ Washington Post. Más gente dice que el plan económico de Obama está agravando la situación económica (33%) de la que dice mejorarlo (30%), con el 36% diciendo que "no tiene ningún efecto real". El "Verano de la Recuperación" no se materializó.

La moraleja de esta fábula es que Obama está alejado del pueblo estadounidense -- y él sigue sin pillarlo. Ellos están tristes e indignados, y la decepción en jefe está de cacerolada por un hombre del saco que no existe.

Alguien debe de haber pensado que era una idea estupenda acudir a Cleveland y poner fino a John Boehner. Ya sabe, se pierden los estribos, se patea unos cuantos culos, se critica con virulencia al partido del no y se recuerda a la gente que, oye, somos la banda del yes we can. Pero es demasiado tarde para otro pase. Cuando la nación está aturdida por tanta promesa, y hasta los jóvenes -- desencantados y en paro -- se vienen inclinando por la derecha, el cambio flota en el aire de verdad. Got hope? Ni gota.

Obama contra Boehner

Kathleen Parker
Kathleen Parker
jueves, 9 de septiembre de 2010, 08:56 h (CET)
NUEVA YORK -- ¿Cómo están de preocupados los Demócratas? M-U-C-H-O.

Empezamos por arriba.

El Presidente Obama pasó el Día del Trabajo recordando a los estadounidenses que él es el guay, el del "Yes we can", el de las mangas de la camisa arremangadas. No mencionó explícitamente al Representantes Republicano de Ohio John Boehner en ningún momento, pero tenía claramente en mente al caballero que, si las cosas salen como parece que van a salir, será el próximo presidente de la Cámara.

Pronunciando un discurso ante el festival sindical anual de Milwaukee Laborfest, Obama aludía a "alguien que cree que va a ser investido presidente de la Cámara... Voy a decir simplemente, esa es su opinión".

Con las mangas de su camisa enrolladas como hacen siempre los políticos que van de obreros, a Obama sólo le faltó decir: "No presten ninguna atención al caballero del moreno de bote".

Y, dijo: "Alguien aquí estaba gritando, 'Yes we can'. ¿Os acordáis de que era nuestro eslogan?" (Sí, nos acordamos). "!Su eslogan es 'No we can't'! ¡Nada! ¡No! ¡No! ¡No!

Si no fuera porque, Dios mío, sí que pueden. Y no es una posición extraordinaria cuando la nación se precipita al vacío.

El plan de empleo inmediato de Obama en la región de los lagos tiene cierto aire de muchacho que hace piruetas para llamar la atención. Tiene una lista de canciones favoritas y sigue presionando el botón de repetición con la esperanza de resucitar la vieja magia. No funciona.

Siguiente escala: Cleveland, con motivo de un discurso económico para rebatir el que pronunció Boehner el mes pasado en el que instaba al presidente a despedir a su equipo económico. Hasta muchos Demócratas comparten la opinión de que Tim Geithner y Larry Summers deberían estar tirados al sol en alguna parte, pero al parecer Obama prefiere doblar las apuestas. Centrarse en Boehner, llegando a acudir al propio estado del secretario de la oposición, sugiere una puesta en escena grosera o desesperación. La tónica nacional dará a entender lo segundo.

Como aficionada al teatro, sin embargo, difícilmente se podría pedir más. El emblema de esperanza y cambio de Obama contra Boehner, el símbolo del "no".

Eso reza el libreto. Pero ambos caballeros son muy parecidos en cierto sentido. Ambos son fumadores (Obama aún se echa algunos) y a los dos les gusta jugar al golf. Los dos son formidables. ¿Por qué no relajarse y disfrutar del espectáculo?

Nadie disfruta más que Boehner de los intentos de Obama de demonizar a Boehner. Hasta esto es un pase de la obra. La Casa Blanca parece disfrutar haciendo prácticas de tiro contra el enemigo más reciente y, en el ínterin, ensalzando a su presa. Cuando la administración centró sus ataques en Rush Limbaugh considerándole el secretario del Partido Republicano, nadie estaba más encantado que Limbaugh.

Boehner debe de estar silbando. Aunque sus críticos dicen que anda midiendo prematuramente el despacho de presidente de la Cámara para tapizar, el de Boehner no es en absoluto un nombre que circule más allá de Washington y los salones políticos donde los tertulianos dan cuenta de las encuestas más recientes. No es un pararrayos como Newt Gingrich o Tom DeLay.

A efectos prácticos, Boehner es el anti-Obama, y para los Republicanos no es algo malo. Si el presidente confiara en sus programas, algunos de los cuales los Republicanos también apoyan (rebajas fiscales a la investigación y el desarrollo, por ejemplo), no le haría falta desafiar a Boehner en su propio estado. Los líderes de éxito ignoran a los provocadores y los alborotadores.

Pero en estos tiempos Obama no tiene el apoyo ni siquiera de su propio reparto. Los legisladores Demócratas se postulan en contra de su propia reforma sanitaria, restando importancia o no mencionando el sentido de su voto. El Senador de Oregón Ron Wyden ha solicitado medidas de carácter excepcional para determinados reglamentos contenidos en el Obamacare, incluso si votó a favor de ellos. Jerry Brown, de California, suena igual que un Ronald Reagan anti-administración intervencionista en uno de sus recientes anuncios electorales a la gobernación.

Mientras tanto, la popularidad de Obama se encuentra en mínimos históricos, con el 52% de los estadounidenses desaprobando su labor, según una encuesta reciente ABC News/ Washington Post. Más gente dice que el plan económico de Obama está agravando la situación económica (33%) de la que dice mejorarlo (30%), con el 36% diciendo que "no tiene ningún efecto real". El "Verano de la Recuperación" no se materializó.

La moraleja de esta fábula es que Obama está alejado del pueblo estadounidense -- y él sigue sin pillarlo. Ellos están tristes e indignados, y la decepción en jefe está de cacerolada por un hombre del saco que no existe.

Alguien debe de haber pensado que era una idea estupenda acudir a Cleveland y poner fino a John Boehner. Ya sabe, se pierden los estribos, se patea unos cuantos culos, se critica con virulencia al partido del no y se recuerda a la gente que, oye, somos la banda del yes we can. Pero es demasiado tarde para otro pase. Cuando la nación está aturdida por tanta promesa, y hasta los jóvenes -- desencantados y en paro -- se vienen inclinando por la derecha, el cambio flota en el aire de verdad. Got hope? Ni gota.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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