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El Real Madrid festejó su reciente coronación en la Copa del Rey con una rotunda y espectacular actuación colectiva en su defensa del liderato de Euroliga.

Exhibición en modo NBA de Llull contra el Darussafaka (101-83)

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De una tristeza profunda a una inmensa felicidad. De unas gradas desangeladas en una gélida Caja Mágica a una calurosa afluencia al Palacio de los Deportes. Seis años de diferencia entre un escenario y otro; trece trofeos en el camino; un baloncesto de alta escuela capaz de influenciar en todo el continente. Así ha mutado el Real Madrid desde el desembarco de Laso. O así se ha transformado este bloque de calidad desde esa eclosión acaecida en Sergio Llull. Se está ante un deportista de otra época. Con él comenzó esa fiesta de ofrecimiento de trofeos de Copa del Rey y con él se despedazó al Darussafaka del inestimable Blatt. Rotundo y vistoso triunfo europeo, asegurando ya matemáticamente un puesto en la fase de cruces.

Ser considerado como el mejor exige necesariamente una demostración de poderío incontestable sobre la pista, y ante cualquier adversario y ante un técnico de prestigio si se tercia. Así lo entiende Llull. Su primer cuarto resultó sencillamente mágico. Para enmarcar. Para visionar una y otra vez. Anotó (5 triples y dos canastas de dos), asistió, capturó rebotes, provocó faltas, robó balones y ofreció todo un repertorio de espectáculo. Consecuentemente, subida de adrenalina festiva en los aficionados. Sus 19 puntos y 24 de valoración (todo el Darussafaka sumó 14 puntos y 13 de valoración) eclipsaron el resto de acciones acaecidas durante el cuarto de inicio (30-14). El broche a su actuación (26 puntos) fue un triple desde mitad de campo.

Pero había vida fuera del universo Llull. El Real Madrid confirmó su excelente estado de forma, tanto física como mental. Lo que intentan, lo consiguen, aunque parezca una cota imposible. En este ámbito están jugadores como Randolph. El estadounidense está atravesando sus mejores momentos con la camiseta blanca. Su intimidación se notó en cuanto se marchó a descansar. Los turcos, lo aprovecharon. Y apretaron más el marcador cuando también se ausentó Llull. Porque de un 35-19 se pasó a un 36-25. La explicación también se encontró en el descenso de revoluciones del Real Madrid: pasó de bordar el baloncesto sustentado en Llull a administrar energías apoyándose en las rentas.

Rudy Fernández, al alza
Entonces, apareció Rudy Fernández. El escolta empieza a tomar el ritmo de competición. A ser importante en defensa, a calibrar su puntería en ataque, a dar asistencias. Bien lo sabe Hunter. El americano aportó puntos, que sumados a dos triples de Rudy Fernández volvieron a despegar al Real Madrid (41-30). Encendida la mecha, volvió el martillo pilón de buen baloncesto blanco. Defensa asfixiante que bien combinada con una certera anotación devolvieron el festival al Palacio: 51-32, máxima del encuentro con 19 de diferencia. El descanso se alcanzó con un cómodo 53 a 37. Quedaba otros dos cuartos para continuar con la fiesta. Esa que comenzó con la Copa del Rey y se enlazó con Europa, campo de placer para cualquier madridista.

Si alguien pensó en agregar emoción al encuentro, fracasó. El Real Madrid regresó con el acelerador a fondo. Y sin olvidarse, faltaría más, de un buen baloncesto. Porque no sólo es anotar o dibujar acciones espectaculares. La fluidez en la circulación del balón fue de manual. Para mostrar en los colegios. Cinco minutos después, el marcador expulsaba un 67-48. Otra vez, máxima ventaja. Y justamente se volvió a revivir otro episodio: tres aciertos desde el triple de los turcos (sólo a ráfagas y con decepcionante actuación de Wanamaker o el prometedor Zizic) y 69-60. O de otro modo, pronta relajación del Real Madrid. O quizá otra forma de motivarse para afrontar el desenlace. Otra oleada, otro despegue: 75-60 coronado con un mate de Randolph a una asistencia de Llull, más centrado en dirigir. Así es este Real Madrid. Golpea con una facilidad inusitada, casi nunca vista en un colectivo. Como cuando entró en escena Llull. Con su exhibición en modo NBA.

Exhibición en modo NBA de Llull contra el Darussafaka (101-83)

El Real Madrid festejó su reciente coronación en la Copa del Rey con una rotunda y espectacular actuación colectiva en su defensa del liderato de Euroliga.
Rafael Merino
viernes, 24 de febrero de 2017, 22:51 h (CET)
De una tristeza profunda a una inmensa felicidad. De unas gradas desangeladas en una gélida Caja Mágica a una calurosa afluencia al Palacio de los Deportes. Seis años de diferencia entre un escenario y otro; trece trofeos en el camino; un baloncesto de alta escuela capaz de influenciar en todo el continente. Así ha mutado el Real Madrid desde el desembarco de Laso. O así se ha transformado este bloque de calidad desde esa eclosión acaecida en Sergio Llull. Se está ante un deportista de otra época. Con él comenzó esa fiesta de ofrecimiento de trofeos de Copa del Rey y con él se despedazó al Darussafaka del inestimable Blatt. Rotundo y vistoso triunfo europeo, asegurando ya matemáticamente un puesto en la fase de cruces.

Ser considerado como el mejor exige necesariamente una demostración de poderío incontestable sobre la pista, y ante cualquier adversario y ante un técnico de prestigio si se tercia. Así lo entiende Llull. Su primer cuarto resultó sencillamente mágico. Para enmarcar. Para visionar una y otra vez. Anotó (5 triples y dos canastas de dos), asistió, capturó rebotes, provocó faltas, robó balones y ofreció todo un repertorio de espectáculo. Consecuentemente, subida de adrenalina festiva en los aficionados. Sus 19 puntos y 24 de valoración (todo el Darussafaka sumó 14 puntos y 13 de valoración) eclipsaron el resto de acciones acaecidas durante el cuarto de inicio (30-14). El broche a su actuación (26 puntos) fue un triple desde mitad de campo.

Pero había vida fuera del universo Llull. El Real Madrid confirmó su excelente estado de forma, tanto física como mental. Lo que intentan, lo consiguen, aunque parezca una cota imposible. En este ámbito están jugadores como Randolph. El estadounidense está atravesando sus mejores momentos con la camiseta blanca. Su intimidación se notó en cuanto se marchó a descansar. Los turcos, lo aprovecharon. Y apretaron más el marcador cuando también se ausentó Llull. Porque de un 35-19 se pasó a un 36-25. La explicación también se encontró en el descenso de revoluciones del Real Madrid: pasó de bordar el baloncesto sustentado en Llull a administrar energías apoyándose en las rentas.

Rudy Fernández, al alza
Entonces, apareció Rudy Fernández. El escolta empieza a tomar el ritmo de competición. A ser importante en defensa, a calibrar su puntería en ataque, a dar asistencias. Bien lo sabe Hunter. El americano aportó puntos, que sumados a dos triples de Rudy Fernández volvieron a despegar al Real Madrid (41-30). Encendida la mecha, volvió el martillo pilón de buen baloncesto blanco. Defensa asfixiante que bien combinada con una certera anotación devolvieron el festival al Palacio: 51-32, máxima del encuentro con 19 de diferencia. El descanso se alcanzó con un cómodo 53 a 37. Quedaba otros dos cuartos para continuar con la fiesta. Esa que comenzó con la Copa del Rey y se enlazó con Europa, campo de placer para cualquier madridista.

Si alguien pensó en agregar emoción al encuentro, fracasó. El Real Madrid regresó con el acelerador a fondo. Y sin olvidarse, faltaría más, de un buen baloncesto. Porque no sólo es anotar o dibujar acciones espectaculares. La fluidez en la circulación del balón fue de manual. Para mostrar en los colegios. Cinco minutos después, el marcador expulsaba un 67-48. Otra vez, máxima ventaja. Y justamente se volvió a revivir otro episodio: tres aciertos desde el triple de los turcos (sólo a ráfagas y con decepcionante actuación de Wanamaker o el prometedor Zizic) y 69-60. O de otro modo, pronta relajación del Real Madrid. O quizá otra forma de motivarse para afrontar el desenlace. Otra oleada, otro despegue: 75-60 coronado con un mate de Randolph a una asistencia de Llull, más centrado en dirigir. Así es este Real Madrid. Golpea con una facilidad inusitada, casi nunca vista en un colectivo. Como cuando entró en escena Llull. Con su exhibición en modo NBA.

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