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Mikel Agirregabiria

Un país de buena educación

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Buena educación y alta formación no siempre son equivalentes. Basta conocer a grandes personas con una excelente educación para mejorar la vida de su entorno, a pesar de que apenas tuvieron oportunidad de formarse en el sistema educativo. Y también hay otras personas con elevada cualificación académica y profesional que, por desgracia, no demuestran una buena educación en su trato con quienes les rodean. La buena educación se aprende en casa, en la calle, también en la escuela, pero siempre por el ejemplo y el modelo de referentes que saben comportarse en sociedad.

Buena educación es ser amable con quienes tratamos, sonreír desde el amanecer y no perder el optimismo durante la jornada. La buena educación nos obliga a ser solidarios, a ayudar a mejorar la vida de los demás, a respetar sus ideas y peculiaridades, a ser exquisitos en nuestras relaciones sociales, a comprender y perdonar los inevitables fallos que todos los seres humanos sufrimos.

Todos deseamos vivir en sociedad una culta y tolerante, cuya ciudadanía goce de la máxima formación posible, pero -ante todo- de una buena educación. Hay lugares y momentos, estos días en la piscina comunitaria, donde se aprecia lo que podría ser un mundo con buena educación. Gentes de lugares muy diversos, de diferentes edades, que demuestran y comparten su felicidad (y seguramente guardan sus penas), sin reservas hacia nadie, con generosidad a raudales, procurando el cuidado de los demás, colaborando para crear una atmósfera común de bienestar. ¿Proseguimos formándonos y, sobre todo, educándonos más y mejor entre todos? ¡Vale la pena!

Un país de buena educación

Mikel Agirregabiria
Mikel Agirregabiria
lunes, 30 de agosto de 2010, 06:23 h (CET)
Buena educación y alta formación no siempre son equivalentes. Basta conocer a grandes personas con una excelente educación para mejorar la vida de su entorno, a pesar de que apenas tuvieron oportunidad de formarse en el sistema educativo. Y también hay otras personas con elevada cualificación académica y profesional que, por desgracia, no demuestran una buena educación en su trato con quienes les rodean. La buena educación se aprende en casa, en la calle, también en la escuela, pero siempre por el ejemplo y el modelo de referentes que saben comportarse en sociedad.

Buena educación es ser amable con quienes tratamos, sonreír desde el amanecer y no perder el optimismo durante la jornada. La buena educación nos obliga a ser solidarios, a ayudar a mejorar la vida de los demás, a respetar sus ideas y peculiaridades, a ser exquisitos en nuestras relaciones sociales, a comprender y perdonar los inevitables fallos que todos los seres humanos sufrimos.

Todos deseamos vivir en sociedad una culta y tolerante, cuya ciudadanía goce de la máxima formación posible, pero -ante todo- de una buena educación. Hay lugares y momentos, estos días en la piscina comunitaria, donde se aprecia lo que podría ser un mundo con buena educación. Gentes de lugares muy diversos, de diferentes edades, que demuestran y comparten su felicidad (y seguramente guardan sus penas), sin reservas hacia nadie, con generosidad a raudales, procurando el cuidado de los demás, colaborando para crear una atmósfera común de bienestar. ¿Proseguimos formándonos y, sobre todo, educándonos más y mejor entre todos? ¡Vale la pena!

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