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Kathleen Parker

Última llamada a la Dra. Laura

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NUEVA YORK -- Confieso tener un buen recuerdo distante de la Dra. Laura Schlessinger, que se marcha de la radio por llegar por fin demasiado lejos.

Cuando una oyente afroamericana llamó al programa pidiendo ayuda para abordar lo que consideraba comentarios racistas proferidos por los amigos y la familia de su marido blanco, Schlessinger se burló de su dolor por considerarla hipersensible y repitió en varias ocasiones la ofensiva palabra de la ene.

A continuación se produjo el escándalo y poco después Schlessinger anunciaba su marcha. El autoproclamado superego de América decía que se equivocó, pero exuberante como es habitual en ella, decía que abandona la radio no avergonzada, sino para reivindicar sus derechos amparados en la Primera Enmienda.

En otras palabras, que quiere poder decir lo que le plazca sin temor a ofender a determinadas minorías. ¿No es lo que queremos todos? Pero a veces la gente se ofende con razón.

Mi recuerdo entrañable de la Dra. Laura corresponde a una horquilla de alrededor de 15 años durante los que ella y yo éramos publicadas con asiduidad en la misma página. Yo firmaba una columna de orientación familiar en aquella época y la escuchaba en la radio mientras compartía transporte. En ocasiones ella leía mi columna en directo.

Nuestro himno compartido era "deja de quejarte y asume la situación". No es un concepto revolucionario hoy en día en absoluto, pero la idea llevaba algún tiempo acumulando polvo tras el maridaje cultural entre victimismo y narcisismo en América. Coincidiendo con la disolución del concepto de familia extendido -- cuando las redes de seguridad de la familia ampliada se han desintegrado casi por completo - Schlessinger surgió para llenar el papel de tutor severo.

Famosa por su estoque verbal, siempre era cortante. Invariablemente, a más dura se mostraba con los oyentes, más pedían su consejo. La flagelación pública involuntaria se convirtió en la atracción de una audiencia de 9 millones de oyentes que al parecer sentían la necesidad de recibir una lección estricta.

Otro motivo de su popularidad: la Dra. Laura normalmente tenía razón. De vez en cuando cometía errores garrafales, como cuando dijo que la homosexualidad era "un error biológico". Ese patinazo le costó un programa de televisión.

Más que de equivocarse, riesgo que tiene siempre pensar en voz alta, es culpable a veces de no escuchar y lanzarse a sacar conclusiones antes de que el oyente haya tenido tiempo de acabar. Incluso de esta forma, para mi frecuente sorpresa, llega al corazón del problema y lograr saca exactamente la conclusión correcta. Puede que después de décadas de escuchar los mismos 10 problemas que sufrimos la mayoría de los seres humanos, se imaginara poder saltarse el razonamiento por las buenas.

En otras ocasiones, como ahora, su costumbre de no escuchar es desastrosa.

La oyente afroamericana nunca pudo explicar totalmente el contexto o el contenido de los comentarios que la incomodaron. En lugar de eso, la Dra. Laura la interrumpió repetidamente llegando a sugerir que las mujeres no debían casarse fuera de su raza si iban a ser tan susceptibles. Ya tenemos la nueva definición de "cruzar el límite".

La opinión expresa de la Dra. Laura era que puesto que los negros utilizan de forma tan frecuente la palabra negrata, los blancos deben poder utilizarla también. Tenía razón al decir que la palabra se utiliza con gran frecuencia -- y el uso por su parte de ella iba en interés de esa idea. Incluso de esta forma, la palabra con ene resulta demasiado injuriosa para que los blancos la utilicen, punto. Todo el mundo lo sabe.

Cuando los negros la utilizan, reclaman la palabra, robando su poder de intimidación al hacerlo propio. La misma tónica está detrás del concepto "Reclamar el 'coño'" que Eve Ensler explica en "Los monólogos de la
vagina". Proferida por un hombre contra una mujer, la palabra es vil y amenazante. Utilizada por mujeres entre mujeres, pasa a ser algo más. Algo
estúpido, creo yo, pero inofensivo.
En cualquier caso, el concepto es la clave y a través de la oyente de la Dra. Laura nunca llegamos a conocer la forma en que en su situación se utilizó la palabra con ene. La mujer podría haber tenido buenas razones para sentirse aludida, y la Dra. Laura habría ayudado. En lugar de eso, agravó las cosas.

Aun así, la Dra. Laura se merece un respiro. El bien que ha hecho durante sus 30 años de carrera ayudando a la gente a descubrir su propio razonamiento contraproducente supera con creces su insensibilidad en este caso. Fue insensible y cruel, cierto. También perdió una oportunidad de discutir el motivo de que ciertas palabras conlleven más fuerza que otras.

Pero censurar a la gente por expresar opiniones o utilizar términos concretos que escaman a nuestra sensibilidad conlleva sus propios riesgos. Incluso si la Dra. Laura se marcha por voluntad propia, tiene razón al observar que las hostilidades flagrantes vertidas en el mundo de hoy contra cualquiera que se atreva a hablar "incorrectamente" se han convertido en una amenaza a nuestra capacidad de expresarnos con libertad. Al margen de lo desagradable que sea, un debate honesto es más sano para el país que censurar ideas que en última instancia pueden encontrar vías de expresión menos atractivas.

Última llamada a la Dra. Laura

Kathleen Parker
Kathleen Parker
martes, 24 de agosto de 2010, 08:47 h (CET)
NUEVA YORK -- Confieso tener un buen recuerdo distante de la Dra. Laura Schlessinger, que se marcha de la radio por llegar por fin demasiado lejos.

Cuando una oyente afroamericana llamó al programa pidiendo ayuda para abordar lo que consideraba comentarios racistas proferidos por los amigos y la familia de su marido blanco, Schlessinger se burló de su dolor por considerarla hipersensible y repitió en varias ocasiones la ofensiva palabra de la ene.

A continuación se produjo el escándalo y poco después Schlessinger anunciaba su marcha. El autoproclamado superego de América decía que se equivocó, pero exuberante como es habitual en ella, decía que abandona la radio no avergonzada, sino para reivindicar sus derechos amparados en la Primera Enmienda.

En otras palabras, que quiere poder decir lo que le plazca sin temor a ofender a determinadas minorías. ¿No es lo que queremos todos? Pero a veces la gente se ofende con razón.

Mi recuerdo entrañable de la Dra. Laura corresponde a una horquilla de alrededor de 15 años durante los que ella y yo éramos publicadas con asiduidad en la misma página. Yo firmaba una columna de orientación familiar en aquella época y la escuchaba en la radio mientras compartía transporte. En ocasiones ella leía mi columna en directo.

Nuestro himno compartido era "deja de quejarte y asume la situación". No es un concepto revolucionario hoy en día en absoluto, pero la idea llevaba algún tiempo acumulando polvo tras el maridaje cultural entre victimismo y narcisismo en América. Coincidiendo con la disolución del concepto de familia extendido -- cuando las redes de seguridad de la familia ampliada se han desintegrado casi por completo - Schlessinger surgió para llenar el papel de tutor severo.

Famosa por su estoque verbal, siempre era cortante. Invariablemente, a más dura se mostraba con los oyentes, más pedían su consejo. La flagelación pública involuntaria se convirtió en la atracción de una audiencia de 9 millones de oyentes que al parecer sentían la necesidad de recibir una lección estricta.

Otro motivo de su popularidad: la Dra. Laura normalmente tenía razón. De vez en cuando cometía errores garrafales, como cuando dijo que la homosexualidad era "un error biológico". Ese patinazo le costó un programa de televisión.

Más que de equivocarse, riesgo que tiene siempre pensar en voz alta, es culpable a veces de no escuchar y lanzarse a sacar conclusiones antes de que el oyente haya tenido tiempo de acabar. Incluso de esta forma, para mi frecuente sorpresa, llega al corazón del problema y lograr saca exactamente la conclusión correcta. Puede que después de décadas de escuchar los mismos 10 problemas que sufrimos la mayoría de los seres humanos, se imaginara poder saltarse el razonamiento por las buenas.

En otras ocasiones, como ahora, su costumbre de no escuchar es desastrosa.

La oyente afroamericana nunca pudo explicar totalmente el contexto o el contenido de los comentarios que la incomodaron. En lugar de eso, la Dra. Laura la interrumpió repetidamente llegando a sugerir que las mujeres no debían casarse fuera de su raza si iban a ser tan susceptibles. Ya tenemos la nueva definición de "cruzar el límite".

La opinión expresa de la Dra. Laura era que puesto que los negros utilizan de forma tan frecuente la palabra negrata, los blancos deben poder utilizarla también. Tenía razón al decir que la palabra se utiliza con gran frecuencia -- y el uso por su parte de ella iba en interés de esa idea. Incluso de esta forma, la palabra con ene resulta demasiado injuriosa para que los blancos la utilicen, punto. Todo el mundo lo sabe.

Cuando los negros la utilizan, reclaman la palabra, robando su poder de intimidación al hacerlo propio. La misma tónica está detrás del concepto "Reclamar el 'coño'" que Eve Ensler explica en "Los monólogos de la
vagina". Proferida por un hombre contra una mujer, la palabra es vil y amenazante. Utilizada por mujeres entre mujeres, pasa a ser algo más. Algo
estúpido, creo yo, pero inofensivo.
En cualquier caso, el concepto es la clave y a través de la oyente de la Dra. Laura nunca llegamos a conocer la forma en que en su situación se utilizó la palabra con ene. La mujer podría haber tenido buenas razones para sentirse aludida, y la Dra. Laura habría ayudado. En lugar de eso, agravó las cosas.

Aun así, la Dra. Laura se merece un respiro. El bien que ha hecho durante sus 30 años de carrera ayudando a la gente a descubrir su propio razonamiento contraproducente supera con creces su insensibilidad en este caso. Fue insensible y cruel, cierto. También perdió una oportunidad de discutir el motivo de que ciertas palabras conlleven más fuerza que otras.

Pero censurar a la gente por expresar opiniones o utilizar términos concretos que escaman a nuestra sensibilidad conlleva sus propios riesgos. Incluso si la Dra. Laura se marcha por voluntad propia, tiene razón al observar que las hostilidades flagrantes vertidas en el mundo de hoy contra cualquiera que se atreva a hablar "incorrectamente" se han convertido en una amenaza a nuestra capacidad de expresarnos con libertad. Al margen de lo desagradable que sea, un debate honesto es más sano para el país que censurar ideas que en última instancia pueden encontrar vías de expresión menos atractivas.

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