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Cataluña se ha convertido en semillero de insensatos y aspirantes a psicópatas

Radicalismo antirreligioso y excesos inquisitoriales del independentismo catalán

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Nos cuesta admitir que, en una parte de España en la que se estimaba que era uno de los lugares donde predominaba la sensatez, el sentido común, la reflexión y la ecuanimidad; se haya podido producir un cambio tan violento, tan revolucionario, tan carente de lógica y tan cargado de un extremismo de carácter tan identitario y separatista, como el que viene teniendo lugar, en el pueblo de Cataluña, de unos años a esta parte. No pasa día sin que alguna noticia de lo que sucede en esta autonomía nos sobresalte, lo que declara alguno de los políticos nacionalistas no resulte insultante y ofensivo para el resto de los españoles o constituya una falta de respeto para la legislación nacional o ampare alguna de las frecuentes infracciones que tienen lugar, con demasiada frecuencia, cuando se ignoran y dejan de cumplir las sentencias de los tribunales nacionales.

Lo cierto es que estos días hemos tenido ocasión de enterarnos de dos hechos que, en un principio, nos pudieran parecer contradictorios, por la clase de sujetos que han intervenido en ellos pero que, al fin, no son más que dos aspectos de un mismo conflicto, sólo que contemplado desde dos puntos de vista que se pudieran considerar antagónicos. El primer caso se ha dado en una población catalana, San Carlos de la Rápida, cercana al delta del Ebro donde, desde hace muchos años, permanece inalterable un monumento levantado, durante lo que ahora se ha dado por denominar “franquismo”, para rendir homenaje a “los vencedores” de la Guerra Civil española (1936-1939). Aunque, según palabras del propio alcalde de la localidad: “Si es cierto que se hizo en época de Franco, pero no hay ninguna placa conmemorativa ni de ensalzamiento del franquismo”, lo que ya debiera de haber sido suficiente para evitar que, un monumento conocido por todo el pueblo y en el que no existe ningún tipo de inscripción que se pueda considerar ofensiva para ningún ciudadano, siempre que no quisiera ver, en cualquier obra que se llevó a cabo durante el franquismo, un motivo de ensalzamiento al régimen de aquellos tiempos, como justificante para proceder a destruirla.

Si partiéramos de este punto de vista ya se debiera de haber demolido el Valle de los Caídos y la multitud de presas construidas en aquellos años, gracias a las cuales, en España, se tienen menos problemas para suministrar electricidad a muchas localidades que, en otro caso, todavía estarían viviendo con los típicos candiles de nuestros abuelos. También se deberían demoler una serie de pueblos que fueron reconstruidos después de la finalización de la Guerra Civil y eliminar las carreteras y vías férreas que se establecieron para comunicar poblaciones en las que, con anterioridad, sólo se llegaba en carros por caminos intransitables. ¡Todas estas mejoras se debieron a planes elaborados por los ministerios franquistas y, qué curioso, fueron recibidos con gran alegría por los alcaldes que, en aquellos tiempos, vieron en ellos importantes beneficios para sus ciudadanos!

Siempre hemos denunciado la famosa ley, de tiempos del señor Rodríguez Zapatero, que, juntamente con las leyes de igualdad, propuestas de la ministra Aído y la señora Leire Pajín (ambas viviendo acuerpo de rey en sus fructíferos enchufes en Hispanoamérica, que les proporcionó su jefe cuando fueron destituidas como ministras) y la del aborto (responsable de más de 100.000 muertes de fetos, cada año, en España) se consideran las estrellas de aquellas legislatura: la famosa y absurda ley de la Memoria Histórica, redactada por un grupo de fanáticos, a los que se les encomendó reescribir la Historia con el único objetivo de explicarla de una forma favorable a la República y, por supuesto, cargando las tintas en contra del general Franco, al que supieron pintar como un monstruo sediento de sangre, mientras que Largo Caballero, Pietro, Negrín, Azaña, Ginés de los Ríos y todos los que ocuparon algún puesto en la decadente República de aquellos años, son considerados como héroes aunque, todos ellos, cuando finalizó la contienda con la victoria aplastante de Franco, huyeron llevándose consigo todo lo que sus cómplices habían robado a los ciudadanos de derechas, un tesoro en joyas que, en 1939 cargaron en el barco Vita con rumbo a México, hacia donde pensaban huir la mayoría de los altos cargos de la fenecida República. La forma en la que, con el fruto de aquel tesoro, los mandamases republicanos disfrutaron de un acomodado y tranquilo exilio fuera de España; contrasta con las vicisitudes, las penalidades y el hambre a las que tuvieron que enfrentarse los fugitivos que no tuvieron la suerte de pertenecer a la “casta dirigentes” de la II República, o sea, los soldados, los civiles y todos aquellos que no tuvieron ni la oportunidad ni los medios para poder viajar, en primera clase, hacia el dorado exilio. Y, si esta absurda decisión, del Memorial Democratic va a dar lugar a que, un monumento que adornaba una parte de una torre medieval junto a un Cristo del Sagrado Corazón (que ignoramos el motivo por el que, estos insensatos de la picota, han decidido que no debe ser destruido.), vaya a ser mutilado; no podemos dejar de hacer mención a otro hecho, no menos chocante que, si no fuera porque se ha confirmado, a todos nos parecería algo imposible, dados los personajes que han intervenido en él y el escándalo que se ha levantado a su costa. Se trata de que el Tribunal Eclesiástico de Barcelona parece ser que estudia excomulgar, sí señores, han leído bien, excomulgar a los autores de la revista digital Germinans Germinabit por criticar al ¡nacionalismo catalán! Por lo visto un clérigo, un ex miembro de la instancia jurídica clerical, el rector de la parroquia de San Ignacio de Barcelona, Xavier Moretó, ha anunciado que ha decidido emprender un proceso de excomunión contra los responsables de dicha publicación.

Ni que decir tiene que este clérigo es conocido por su activismo separatista lo que, al parecer, le ha llevado en convertirse en el máximo inquisidor de la iglesia catalana, dispuesto a no dejar títere con cabeza si se trata de favorecer a los separatistas que, algo que nos llama la atención, lo que intentan es, desobedeciendo las leyes de la España democrática, incumpliendo sus mandatos constitucionales y favoreciendo a quienes se han rebelado contra las autoridades a las que deben acatamiento en los temas mundanos, olvidándose de las palabras del Señor, que dejaban muy claro cuáles eran los deberes de los ciudadanos cristianos, cuando dijo: “dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Los responsables de la revista Germinans le han recordado al mossen el caso de la monja Lucía Caram, una monja renegada que se ha convertido en una activista progresista, que no ha tenido empacho alguno en poner en cuestión la virginidad de la virgen María y, para que quedara claro, ha proclamado la suya lo que, tratándose de una monja, no debía ponerse en cuestión si no es que, como suele ocurrir cuando uno se empeña en demostrar algo que no se le ha pedido, pudieran existir dudas acerca de semejante aserto.

Ya era vox pópuli que entre los sacerdotes catalanes – su cardenal y ex arzobispo de Barcelona, monseñor Sistacs, dio pruebas evidentes de su apoyo a la causa catalanista- hay una numerosa parte que forman facción activa de aquellos radicales que trabajan por la independencia de Cataluña, en contra de lo que, para ellos, constituye una opresión sobre los catalanes por parte del resto de España. Con ello, como es evidente, no hacen más que un flaco favor a la Iglesia Católica y, si a esto añadimos lo que está sucediendo dentro de esta institución, en cuando a las numerosas denuncias de pedofilia y demás vicios que nunca se hubieran podido imaginar en el seno de una institución tan apreciada y bien considerada como era la Iglesia católica, creo que las autoridades eclesiásticas deberían preocuparse más intensamente en erradicar tales vicios y menos en ocuparse de temas tan superficiales. Nos gustaría saber si el Papa, Francisco, está al tanto de esta iniciativa tan grave emprendida, con evidente imprudencia y falta de tino, por uno de sus sacerdotes y si comparte el que, en temas mundanos y, con toda seguridad, ajenos por completo a las competencias eclesiásticas (ya que son materias civiles) sean manejados por un fanático secesionista, merecedor de que se le aplicase a él el grave castigo con el que se atreve a amenazar a unos señores que, dentro de sus competencias y con el afán de denunciar las irregularidades que, cada vez con más frecuencia, se dan entre los eclesiásticos en el ejercicio de actividades, no precisamente de carácter espiritual, de las que se ocupan algunos clérigos que, probablemente, se preocupan más de los problemas terrenales que de los que hacen referencia a su espiritualidad. O, al menos, así lo vemos nosotros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la incómoda sensación de que, en algunos sectores de esta sociedad catalana, en la nos ha tocado vivir, se están produciendo graves anomalías, preocupantes decisiones y desconcertantes tomas de posición, que nos hacen temer que, de no tomarse las decisiones, por parte de las autoridades competentes, de adoptar las medidas pertinentes para frenar esta deriva hacia el separatismo; es muy posible que, en esta autonomía, llegue un momento en el que, lo de las dos Españas, vuelva a repetirse y no sabemos si, cuando ello suceda, va a ser posible acabar con esta revolución de una manera pacífica o si, por el contrario, se van a producir las consecuencias que, todos los que las vivimos años atrás, pensamos que nunca más volveríamos a sufrirlas.

Radicalismo antirreligioso y excesos inquisitoriales del independentismo catalán

Cataluña se ha convertido en semillero de insensatos y aspirantes a psicópatas
Miguel Massanet
martes, 14 de febrero de 2017, 00:01 h (CET)
Nos cuesta admitir que, en una parte de España en la que se estimaba que era uno de los lugares donde predominaba la sensatez, el sentido común, la reflexión y la ecuanimidad; se haya podido producir un cambio tan violento, tan revolucionario, tan carente de lógica y tan cargado de un extremismo de carácter tan identitario y separatista, como el que viene teniendo lugar, en el pueblo de Cataluña, de unos años a esta parte. No pasa día sin que alguna noticia de lo que sucede en esta autonomía nos sobresalte, lo que declara alguno de los políticos nacionalistas no resulte insultante y ofensivo para el resto de los españoles o constituya una falta de respeto para la legislación nacional o ampare alguna de las frecuentes infracciones que tienen lugar, con demasiada frecuencia, cuando se ignoran y dejan de cumplir las sentencias de los tribunales nacionales.

Lo cierto es que estos días hemos tenido ocasión de enterarnos de dos hechos que, en un principio, nos pudieran parecer contradictorios, por la clase de sujetos que han intervenido en ellos pero que, al fin, no son más que dos aspectos de un mismo conflicto, sólo que contemplado desde dos puntos de vista que se pudieran considerar antagónicos. El primer caso se ha dado en una población catalana, San Carlos de la Rápida, cercana al delta del Ebro donde, desde hace muchos años, permanece inalterable un monumento levantado, durante lo que ahora se ha dado por denominar “franquismo”, para rendir homenaje a “los vencedores” de la Guerra Civil española (1936-1939). Aunque, según palabras del propio alcalde de la localidad: “Si es cierto que se hizo en época de Franco, pero no hay ninguna placa conmemorativa ni de ensalzamiento del franquismo”, lo que ya debiera de haber sido suficiente para evitar que, un monumento conocido por todo el pueblo y en el que no existe ningún tipo de inscripción que se pueda considerar ofensiva para ningún ciudadano, siempre que no quisiera ver, en cualquier obra que se llevó a cabo durante el franquismo, un motivo de ensalzamiento al régimen de aquellos tiempos, como justificante para proceder a destruirla.

Si partiéramos de este punto de vista ya se debiera de haber demolido el Valle de los Caídos y la multitud de presas construidas en aquellos años, gracias a las cuales, en España, se tienen menos problemas para suministrar electricidad a muchas localidades que, en otro caso, todavía estarían viviendo con los típicos candiles de nuestros abuelos. También se deberían demoler una serie de pueblos que fueron reconstruidos después de la finalización de la Guerra Civil y eliminar las carreteras y vías férreas que se establecieron para comunicar poblaciones en las que, con anterioridad, sólo se llegaba en carros por caminos intransitables. ¡Todas estas mejoras se debieron a planes elaborados por los ministerios franquistas y, qué curioso, fueron recibidos con gran alegría por los alcaldes que, en aquellos tiempos, vieron en ellos importantes beneficios para sus ciudadanos!

Siempre hemos denunciado la famosa ley, de tiempos del señor Rodríguez Zapatero, que, juntamente con las leyes de igualdad, propuestas de la ministra Aído y la señora Leire Pajín (ambas viviendo acuerpo de rey en sus fructíferos enchufes en Hispanoamérica, que les proporcionó su jefe cuando fueron destituidas como ministras) y la del aborto (responsable de más de 100.000 muertes de fetos, cada año, en España) se consideran las estrellas de aquellas legislatura: la famosa y absurda ley de la Memoria Histórica, redactada por un grupo de fanáticos, a los que se les encomendó reescribir la Historia con el único objetivo de explicarla de una forma favorable a la República y, por supuesto, cargando las tintas en contra del general Franco, al que supieron pintar como un monstruo sediento de sangre, mientras que Largo Caballero, Pietro, Negrín, Azaña, Ginés de los Ríos y todos los que ocuparon algún puesto en la decadente República de aquellos años, son considerados como héroes aunque, todos ellos, cuando finalizó la contienda con la victoria aplastante de Franco, huyeron llevándose consigo todo lo que sus cómplices habían robado a los ciudadanos de derechas, un tesoro en joyas que, en 1939 cargaron en el barco Vita con rumbo a México, hacia donde pensaban huir la mayoría de los altos cargos de la fenecida República. La forma en la que, con el fruto de aquel tesoro, los mandamases republicanos disfrutaron de un acomodado y tranquilo exilio fuera de España; contrasta con las vicisitudes, las penalidades y el hambre a las que tuvieron que enfrentarse los fugitivos que no tuvieron la suerte de pertenecer a la “casta dirigentes” de la II República, o sea, los soldados, los civiles y todos aquellos que no tuvieron ni la oportunidad ni los medios para poder viajar, en primera clase, hacia el dorado exilio. Y, si esta absurda decisión, del Memorial Democratic va a dar lugar a que, un monumento que adornaba una parte de una torre medieval junto a un Cristo del Sagrado Corazón (que ignoramos el motivo por el que, estos insensatos de la picota, han decidido que no debe ser destruido.), vaya a ser mutilado; no podemos dejar de hacer mención a otro hecho, no menos chocante que, si no fuera porque se ha confirmado, a todos nos parecería algo imposible, dados los personajes que han intervenido en él y el escándalo que se ha levantado a su costa. Se trata de que el Tribunal Eclesiástico de Barcelona parece ser que estudia excomulgar, sí señores, han leído bien, excomulgar a los autores de la revista digital Germinans Germinabit por criticar al ¡nacionalismo catalán! Por lo visto un clérigo, un ex miembro de la instancia jurídica clerical, el rector de la parroquia de San Ignacio de Barcelona, Xavier Moretó, ha anunciado que ha decidido emprender un proceso de excomunión contra los responsables de dicha publicación.

Ni que decir tiene que este clérigo es conocido por su activismo separatista lo que, al parecer, le ha llevado en convertirse en el máximo inquisidor de la iglesia catalana, dispuesto a no dejar títere con cabeza si se trata de favorecer a los separatistas que, algo que nos llama la atención, lo que intentan es, desobedeciendo las leyes de la España democrática, incumpliendo sus mandatos constitucionales y favoreciendo a quienes se han rebelado contra las autoridades a las que deben acatamiento en los temas mundanos, olvidándose de las palabras del Señor, que dejaban muy claro cuáles eran los deberes de los ciudadanos cristianos, cuando dijo: “dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Los responsables de la revista Germinans le han recordado al mossen el caso de la monja Lucía Caram, una monja renegada que se ha convertido en una activista progresista, que no ha tenido empacho alguno en poner en cuestión la virginidad de la virgen María y, para que quedara claro, ha proclamado la suya lo que, tratándose de una monja, no debía ponerse en cuestión si no es que, como suele ocurrir cuando uno se empeña en demostrar algo que no se le ha pedido, pudieran existir dudas acerca de semejante aserto.

Ya era vox pópuli que entre los sacerdotes catalanes – su cardenal y ex arzobispo de Barcelona, monseñor Sistacs, dio pruebas evidentes de su apoyo a la causa catalanista- hay una numerosa parte que forman facción activa de aquellos radicales que trabajan por la independencia de Cataluña, en contra de lo que, para ellos, constituye una opresión sobre los catalanes por parte del resto de España. Con ello, como es evidente, no hacen más que un flaco favor a la Iglesia Católica y, si a esto añadimos lo que está sucediendo dentro de esta institución, en cuando a las numerosas denuncias de pedofilia y demás vicios que nunca se hubieran podido imaginar en el seno de una institución tan apreciada y bien considerada como era la Iglesia católica, creo que las autoridades eclesiásticas deberían preocuparse más intensamente en erradicar tales vicios y menos en ocuparse de temas tan superficiales. Nos gustaría saber si el Papa, Francisco, está al tanto de esta iniciativa tan grave emprendida, con evidente imprudencia y falta de tino, por uno de sus sacerdotes y si comparte el que, en temas mundanos y, con toda seguridad, ajenos por completo a las competencias eclesiásticas (ya que son materias civiles) sean manejados por un fanático secesionista, merecedor de que se le aplicase a él el grave castigo con el que se atreve a amenazar a unos señores que, dentro de sus competencias y con el afán de denunciar las irregularidades que, cada vez con más frecuencia, se dan entre los eclesiásticos en el ejercicio de actividades, no precisamente de carácter espiritual, de las que se ocupan algunos clérigos que, probablemente, se preocupan más de los problemas terrenales que de los que hacen referencia a su espiritualidad. O, al menos, así lo vemos nosotros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la incómoda sensación de que, en algunos sectores de esta sociedad catalana, en la nos ha tocado vivir, se están produciendo graves anomalías, preocupantes decisiones y desconcertantes tomas de posición, que nos hacen temer que, de no tomarse las decisiones, por parte de las autoridades competentes, de adoptar las medidas pertinentes para frenar esta deriva hacia el separatismo; es muy posible que, en esta autonomía, llegue un momento en el que, lo de las dos Españas, vuelva a repetirse y no sabemos si, cuando ello suceda, va a ser posible acabar con esta revolución de una manera pacífica o si, por el contrario, se van a producir las consecuencias que, todos los que las vivimos años atrás, pensamos que nunca más volveríamos a sufrirlas.

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