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La soberbia de los dueños de la vieja prensa paraguaya les hace suponer que su credibilidad sigue intacta, y que es la fiscalía y no ellos quienes han caído en descrédito

El Tiranosaurio no tiene Fiscal que le crea

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Durante muchas décadas, algunos medios paraguayos relacionados con empresarios enriquecidos bajo dictaduras, tomaron la costumbre de marcar la agenda política y mediática del país. Se llevaba las palmas en este rubro Aldo Zuccolillo, Tiranosaurio sobreviviente del jurásico de las dictaduras genocidas de América Latina.

Para lograr imponerse su más gastado método fue movilizar, a fuerza de publicaciones, a fiscales ansiosos de recibir destaque en la prensa a través de sus titulares, o temerosos de caer en desgracia con los poderes fácticos contraviniendo sus designios. Marcando la agenda al Ministerio Público, lograba dar fuerza a la facción política funcional a sus objetivos, de acuerdo a las circunstancias, y de esta manera dirigir el rumbo de los negocios públicos.

Para lograr sus objetivos, el poder mediático era solo un anexo, pues con su inmenso poder financiero, el Tiranosaurio de la calle Yegros había logrado montar un andamiaje parafiscal, parapolicial y paramilitar con el cual acompañaba la pesadilla de pavor que creaba con sus titulares.

Era el mecanismo tradicional, entre otros, del diario ABC color dirigido por el empresario Aldo Zuccolillo. Lo había hecho por tanto tiempo que ninguna persona razonable pensaba que el engranaje que había montado con ese accionar habría de cambiar alguna vez.

Todo marchó bien mientras el único diario creíble era ABC, y los fiscales tenían la obligación de investigar solamente las denuncias que Zuccolillo ordenaba publicar. El esquema montado, la unidad granítica de un monopolio de medios y la mentalidad de la sociedad, favorecían la continuidad y funcionalidad de esa estructura. El sistema también tenía anexos ocasionales entre los “chicos buenos” de las ONG.

En varias ocasiones, los anteriores presidentes del Paraguay habían abandonado a su suerte a miembros de su gobierno, en medio de una pesadilla de pavor, solo para que el tiranosaurio de la calle Yegros pueda destrozarlos sin ninguna consideración.

Inesperadamente, hace unos días muchos se llevaron una gran sorpresa. Los Fiscales empezaron a centrar su atención en denuncias que provenían de otros sectores de la prensa, competidores comerciales de ABC, no ya en lo que publicaba el medio otrora hegemónico.

El razonamiento del establishment era que la “credibilidad” de las denuncias y su peso en la “opinión pública” era lo que determinaba que la Fiscalía tomase cartas en los asuntos expuestos por los titulares periodísticos, plasmados en los diarios tradicionales. A nadie se le ocurriría pensar que se trataba de un aparato parafiscal aceitado para legitimar las propias denuncias.

Todo empezó a desmoronarse cuando algunos de los voceros de los dueños de la verdad, se percataron que sus conjuros para movilizar a la Fiscalía ya no surtían efecto. Repentinamente, cayeron en cuenta que el Ministerio Público es manipulado por la prensa.

Lo peor de todo es que la manipulación ya no la realiza su diario, en constante declive y decadencia por reiterativo y desfasado en sus campañas, sino la competencia. Los políticos que se creían impunes por contar con la cobertura periodística de los medios hegemónicos, al fin descubrieron la falta de objetividad y confiabilidad de los fiscales que por mucho tiempo consideraron valerosos y honorables.

Si de acuerdo al anterior razonamiento de ese sector de la prensa, conmover a la fiscalía es signo inequívoco de credibilidad periodística, deberían aceptar que simplemente han caído en el descrédito y el desprestigio.

Ya lo decía un sabio de la antigua Grecia: El castigo del embustero es no ser creído, aún cuando diga la verdad.

El Tiranosaurio no tiene Fiscal que le crea

La soberbia de los dueños de la vieja prensa paraguaya les hace suponer que su credibilidad sigue intacta, y que es la fiscalía y no ellos quienes han caído en descrédito
Luis Agüero Wagner
domingo, 12 de febrero de 2017, 12:26 h (CET)
Durante muchas décadas, algunos medios paraguayos relacionados con empresarios enriquecidos bajo dictaduras, tomaron la costumbre de marcar la agenda política y mediática del país. Se llevaba las palmas en este rubro Aldo Zuccolillo, Tiranosaurio sobreviviente del jurásico de las dictaduras genocidas de América Latina.

Para lograr imponerse su más gastado método fue movilizar, a fuerza de publicaciones, a fiscales ansiosos de recibir destaque en la prensa a través de sus titulares, o temerosos de caer en desgracia con los poderes fácticos contraviniendo sus designios. Marcando la agenda al Ministerio Público, lograba dar fuerza a la facción política funcional a sus objetivos, de acuerdo a las circunstancias, y de esta manera dirigir el rumbo de los negocios públicos.

Para lograr sus objetivos, el poder mediático era solo un anexo, pues con su inmenso poder financiero, el Tiranosaurio de la calle Yegros había logrado montar un andamiaje parafiscal, parapolicial y paramilitar con el cual acompañaba la pesadilla de pavor que creaba con sus titulares.

Era el mecanismo tradicional, entre otros, del diario ABC color dirigido por el empresario Aldo Zuccolillo. Lo había hecho por tanto tiempo que ninguna persona razonable pensaba que el engranaje que había montado con ese accionar habría de cambiar alguna vez.

Todo marchó bien mientras el único diario creíble era ABC, y los fiscales tenían la obligación de investigar solamente las denuncias que Zuccolillo ordenaba publicar. El esquema montado, la unidad granítica de un monopolio de medios y la mentalidad de la sociedad, favorecían la continuidad y funcionalidad de esa estructura. El sistema también tenía anexos ocasionales entre los “chicos buenos” de las ONG.

En varias ocasiones, los anteriores presidentes del Paraguay habían abandonado a su suerte a miembros de su gobierno, en medio de una pesadilla de pavor, solo para que el tiranosaurio de la calle Yegros pueda destrozarlos sin ninguna consideración.

Inesperadamente, hace unos días muchos se llevaron una gran sorpresa. Los Fiscales empezaron a centrar su atención en denuncias que provenían de otros sectores de la prensa, competidores comerciales de ABC, no ya en lo que publicaba el medio otrora hegemónico.

El razonamiento del establishment era que la “credibilidad” de las denuncias y su peso en la “opinión pública” era lo que determinaba que la Fiscalía tomase cartas en los asuntos expuestos por los titulares periodísticos, plasmados en los diarios tradicionales. A nadie se le ocurriría pensar que se trataba de un aparato parafiscal aceitado para legitimar las propias denuncias.

Todo empezó a desmoronarse cuando algunos de los voceros de los dueños de la verdad, se percataron que sus conjuros para movilizar a la Fiscalía ya no surtían efecto. Repentinamente, cayeron en cuenta que el Ministerio Público es manipulado por la prensa.

Lo peor de todo es que la manipulación ya no la realiza su diario, en constante declive y decadencia por reiterativo y desfasado en sus campañas, sino la competencia. Los políticos que se creían impunes por contar con la cobertura periodística de los medios hegemónicos, al fin descubrieron la falta de objetividad y confiabilidad de los fiscales que por mucho tiempo consideraron valerosos y honorables.

Si de acuerdo al anterior razonamiento de ese sector de la prensa, conmover a la fiscalía es signo inequívoco de credibilidad periodística, deberían aceptar que simplemente han caído en el descrédito y el desprestigio.

Ya lo decía un sabio de la antigua Grecia: El castigo del embustero es no ser creído, aún cuando diga la verdad.

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