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Kathleen Parker

El significado de Olive Street

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WASHINGTON -- Hemos oído hablar mucho estos últimos años de los "valores de pueblo", repetidos y personificados últimamente por Sarah Palin.

Cuando los políticos hablan de los valores de municipio, sabemos lo que quieren decir. En general, invocan la familia, la religión y el patriotismo -- que casualmente es el subtítulo de la próxima obra de Palin, "America by heart". En el mundo de los políticos, los pueblos son los lugares en los que viven "los estadounidenses de verdad", en contraste con todas esas otras personas -- la gran mayoría de los estadounidenses -- que viven en zonas urbanas.

Como alguien que creció en un pueblo (y que se marchó tan pronto como fue posible) y que últimamente ha elegido vivir en un pequeño municipio (aunque últimamente in absentia), he pensado mucho en esto. A pesar de toda mi exposición implícita a los valores de pueblo, nunca entendí de verdad lo que eran hasta que me mudé a Olive Street, una calle de tres manzanas ubicadas en la capital de la nación.

Mucha gente familiar ha vivido en Olive Street. La víctima del accidente de Kennedy Mary Jo Kopechne vivió al otro lado de la calle y a unos cuantos portales. La cocinera de la televisión Julia Child vivía dos manzanas más abajo. Olive Street ha hecho breves apariciones estelares en las películas "Quémese después de leer" y "De boda en boda".

Se podría decir que mi llegada hace cuatro años fue providencial. Estaba a un día de mudarme a un apartamento en Dupont Circle cuando, al pasar por Georgetown, decidí seguir un atajo por la manzana más cercana -- sólo para echar un vistazo. Y, voila. Una casa de municipio estaba en alquiler, y la gente que se convertirían en mis vecinos y familia ampliada se encontraban en la acera. Era la hora del cóctel.

¿Quién iba a resistirse? De esa forma terminé encajada entre Jack y Craig por un lado y Meaghan por el otro. Jack y Craig son los que más tiempo llevan viviendo en Olive Street -- el espacio de sus 25 años juntos en lo que se podría describir como el matrimonio más de pueblo que nunca he visto. Meaghan, una viuda, se marchó poco después a Guatemala para adoptar a Josefina que, hoy bilingüe y decidida atleta, se ha convertido en la hija del edificio. No hace mucho, Meaghan se casó con Nigel, que sumó a Reagan y a Drew a la progenie de nuestro vecindario.

Hay más apreciados vecinos -- Molly, Susan, John. Y luego están los perros Teddy y Maggie, Zoe, el gato de tres patas; Bella, la gata que por su cuenta ha logrado solucionar el problema de ratas de nuestro patio interior, y muchos más, incluyendo a Ollie, el caniche ciego con sobrepeso que adopté hace un año. Durante nuestro tiempo juntos, nosotros los habitantes de Olive Street hemos celebrado una boda, dos funerales (los perros Jake y Beezie), las bodas de plata de Jack y Craig, un par de ventiscas, un premio Pulitzer y ahora mi marcha. Me marcho dentro de unos días a una ciudad mucho más grande -- Nueva York -- para empezar una nueva aventura.

Clasificar el caos que se agolpa irresponsablemente en las esquinas de la vida de una me hizo pensar en el significado de esta pequeña mancha en Google Earth. He dejado atrás un montón de pueblos y ciudades por aquí y por allá, pero nunca me he sentido tan triste. El motivo evidente es que dejo amigos, pero más que eso, dejo atrás una historia de expresiones cotidianas de lo que yo llamo ser humano: la noche en que falleció un amigo y Jack y Craig me dejaron entrar; las docenas de veces que llamé a su puerta para decir, "Tengo hambre y no tengo nada en la nevera", sabiendo que dirían, "¡Estás de suerte!"

Las conversaciones cotidianas con Meaghan a través de la tapia de nuestro jardín. La deliciosa Josefina, que desliza notas en mi buzón o va a la nevera en busca de agua de coco que tengo a mano para ella. El sonido de Craig arrastrando los cubos de basura de todo el mundo al contenedor, hasta que un día un motorista descuidado le arrolló en plena calle. El bloque se ha descuidado desde que está con muletas.

Así transcurre la vida en la ciudad. Pero si eso no son valores de pueblo, no sé de lo que estamos hablando. Todas las deducciones que una saca al leer lo anterior están pensadas para llegar al corazón. Las familias vienen en muchas formas. Y los valores de pueblo no tienen nada que ver con los pueblos.

Josefina, al crecer en una calle donde es universalmente querida, donde una pareja homosexual es la presencia más estabilizadora de cualquiera de nuestras vidas, en la que el vino y las risas y los perros y la paciencia y la amabilidad son su dieta cotidiana, es la niña con más suerte que conozco.

Y yo también por haber vivido aquí. Hasta luego, Olive Street.

El significado de Olive Street

Kathleen Parker
Kathleen Parker
martes, 3 de agosto de 2010, 01:02 h (CET)
WASHINGTON -- Hemos oído hablar mucho estos últimos años de los "valores de pueblo", repetidos y personificados últimamente por Sarah Palin.

Cuando los políticos hablan de los valores de municipio, sabemos lo que quieren decir. En general, invocan la familia, la religión y el patriotismo -- que casualmente es el subtítulo de la próxima obra de Palin, "America by heart". En el mundo de los políticos, los pueblos son los lugares en los que viven "los estadounidenses de verdad", en contraste con todas esas otras personas -- la gran mayoría de los estadounidenses -- que viven en zonas urbanas.

Como alguien que creció en un pueblo (y que se marchó tan pronto como fue posible) y que últimamente ha elegido vivir en un pequeño municipio (aunque últimamente in absentia), he pensado mucho en esto. A pesar de toda mi exposición implícita a los valores de pueblo, nunca entendí de verdad lo que eran hasta que me mudé a Olive Street, una calle de tres manzanas ubicadas en la capital de la nación.

Mucha gente familiar ha vivido en Olive Street. La víctima del accidente de Kennedy Mary Jo Kopechne vivió al otro lado de la calle y a unos cuantos portales. La cocinera de la televisión Julia Child vivía dos manzanas más abajo. Olive Street ha hecho breves apariciones estelares en las películas "Quémese después de leer" y "De boda en boda".

Se podría decir que mi llegada hace cuatro años fue providencial. Estaba a un día de mudarme a un apartamento en Dupont Circle cuando, al pasar por Georgetown, decidí seguir un atajo por la manzana más cercana -- sólo para echar un vistazo. Y, voila. Una casa de municipio estaba en alquiler, y la gente que se convertirían en mis vecinos y familia ampliada se encontraban en la acera. Era la hora del cóctel.

¿Quién iba a resistirse? De esa forma terminé encajada entre Jack y Craig por un lado y Meaghan por el otro. Jack y Craig son los que más tiempo llevan viviendo en Olive Street -- el espacio de sus 25 años juntos en lo que se podría describir como el matrimonio más de pueblo que nunca he visto. Meaghan, una viuda, se marchó poco después a Guatemala para adoptar a Josefina que, hoy bilingüe y decidida atleta, se ha convertido en la hija del edificio. No hace mucho, Meaghan se casó con Nigel, que sumó a Reagan y a Drew a la progenie de nuestro vecindario.

Hay más apreciados vecinos -- Molly, Susan, John. Y luego están los perros Teddy y Maggie, Zoe, el gato de tres patas; Bella, la gata que por su cuenta ha logrado solucionar el problema de ratas de nuestro patio interior, y muchos más, incluyendo a Ollie, el caniche ciego con sobrepeso que adopté hace un año. Durante nuestro tiempo juntos, nosotros los habitantes de Olive Street hemos celebrado una boda, dos funerales (los perros Jake y Beezie), las bodas de plata de Jack y Craig, un par de ventiscas, un premio Pulitzer y ahora mi marcha. Me marcho dentro de unos días a una ciudad mucho más grande -- Nueva York -- para empezar una nueva aventura.

Clasificar el caos que se agolpa irresponsablemente en las esquinas de la vida de una me hizo pensar en el significado de esta pequeña mancha en Google Earth. He dejado atrás un montón de pueblos y ciudades por aquí y por allá, pero nunca me he sentido tan triste. El motivo evidente es que dejo amigos, pero más que eso, dejo atrás una historia de expresiones cotidianas de lo que yo llamo ser humano: la noche en que falleció un amigo y Jack y Craig me dejaron entrar; las docenas de veces que llamé a su puerta para decir, "Tengo hambre y no tengo nada en la nevera", sabiendo que dirían, "¡Estás de suerte!"

Las conversaciones cotidianas con Meaghan a través de la tapia de nuestro jardín. La deliciosa Josefina, que desliza notas en mi buzón o va a la nevera en busca de agua de coco que tengo a mano para ella. El sonido de Craig arrastrando los cubos de basura de todo el mundo al contenedor, hasta que un día un motorista descuidado le arrolló en plena calle. El bloque se ha descuidado desde que está con muletas.

Así transcurre la vida en la ciudad. Pero si eso no son valores de pueblo, no sé de lo que estamos hablando. Todas las deducciones que una saca al leer lo anterior están pensadas para llegar al corazón. Las familias vienen en muchas formas. Y los valores de pueblo no tienen nada que ver con los pueblos.

Josefina, al crecer en una calle donde es universalmente querida, donde una pareja homosexual es la presencia más estabilizadora de cualquiera de nuestras vidas, en la que el vino y las risas y los perros y la paciencia y la amabilidad son su dieta cotidiana, es la niña con más suerte que conozco.

Y yo también por haber vivido aquí. Hasta luego, Olive Street.

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