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David S. Broder

Esperanza en medio del pesimismo presupuestario

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BOSTON -- A veces las cosas se ven más claramente en Washington cuando se abandona la ciudad.

Antes de venir aquí el pasado fin de semana para cubrir el encuentro anual de verano de la Asociación Nacional de Gobernadores, compartía la opinión generalizada en Washington de que la Comisión Nacional de Disciplina Fiscal y Reformas es un ejercicio de frivolidad.

Después de todo, casi fue estrangulada al nacer cuando media docena de senadores Republicanos que habían dado su apoyo a la idea de un panel bipartidista para afrontar el déficit y los problemas de la deuda renegaron y votaron en contra, sólo para ver al Presidente Obama rescatar la idea por decreto ejecutivo.

La suerte parece estar irremediablemente en contra de hallar los 14 votos necesarios entre sus 18 miembros para enviar la batería de recomendaciones al Congreso para su votación por mayoría simple en diciembre.

Pero entonces supe que los co-presidentes de la Comisión, Alan Simpson, ex Senador Republicano de Wyoming, y Erskine Bowles, el antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca Clinton, ilustraron a los gobernadores durante el espacio de una hora. Compartí la reacción de Mike Beebe, el gobernador de Arkansas, que dijo: "No sé si alguna vez he visto una imagen más pesimista retratada de forma que me creara más esperanza".

Juntos, Bowles y Simpson pintaron un escenario de creciente vacío entre las exigencias a la administración y sus recursos disponibles que "es igual que un cáncer", en palabras de Bowles.

La comisión puede sonar a chiste de mal gusto en Washington, pero está claro que los gobernadores -- bregando muchos ya con crisis presupuestarias generadas por la recesión -- se la toman muy en serio.

Como Beebe, ellos se encuentran consuelo en el hecho de que, al margen de la suerte en contra, Simpson y Bowles han creado un entorno en el que hay gente seria abordando con seriedad el mayor desafío nacional al que se enfrenta el gobierno.

Lo que averigüé a través de ellos -- y de varios miembros de la comisión entrevistados en Washington -- es que han hecho acopio de talentos muy dispares: Simpson, camuflando su contundente franqueza de vaquero a base de buen humor; Bowles, un ordenador andante con facilidad para las matemáticas que tiene la paciencia y el tacto de un juez de paz del Sur.

La confianza que han depositado entre sí es compartida entre un número cada vez mayor de integrantes de la Comisión. El Representante Republicano de Michigan Dave Camp, curtido en las tácticas callejeras de la Cámara, ha sido bien recibido por el Senador Demócrata de Dakota del Norte Kent Conrad. Andrew Stern, el agresivo ex presidente del Sindicato Internacional de Servicios, ha hecho buenas migas con el ultraconservador Senador Republicano de Oklahoma Tom Coburn en el deseo de escrutar los gastos del Pentágono. Y David Cote, presidente de Honeywell International, ha impresionado a Alice Rivlin, la cerebral ex directora Demócrata de la Oficina de Gestión y Presupuestos, con su insistencia en la adopción de medidas.

El Senador de New Hampshire Judd Gregg, co-auspiciador del anteproyecto que crea la Comisión y ahora miembro de ella, me decía que muchos de los comisarios del Capitolio se han reunido casi semanalmente, en busca del camino a seguir.

Nada se ha negociado aún, y se avecinan todo tipo de obstáculos, pero las líneas maestras de futuros posibles acuerdos se vuelven más claras.

En cuanto al gasto administrativo opcional que no está relacionado con la defensa, Obama ha propuesto ya una congelación a tres años que podría despejar el camino a una batería de medidas a más largo plazo.

La seguridad social se ha estudiado tan detenidamente que los integrantes de la comisión dicen que "hay 34 formas" de cuadrar las cuentas, una vez aceptadas las renuncias políticas.

La sanidad va a ser el mayor reto del gasto, mientras algunos Demócratas - y al parecer la Casa Blanca - se resignan al hecho de que el código dolorosamente renegociado en el 2010 va a tener que volver a abrirse para fortalecer las medidas de control del gasto desesperadamente necesarias, al margen de lo horrible de la perspectiva de reabrir ese debate.

Con la recaudación, los integrantes Republicanos "mantienen la mente abierta" en lugar de repetir su rechazo de plano a subir cualquier impuesto. Bowles les ayuda al sugerir que no habrá subidas tributarias antes de 2012, y que idealmente la recaudación debe ascender y el gasto moderarse para armonizar un máximo del 21 por ciento del producto interior bruto. Asimismo, proponía que las dos terceras partes de las tres cuartas partes del ahorro se deban a la contención del gasto, no a impuestos nuevos; que el gasto tributario (el cierre de agujeros) suponga una contribución importante, como en el acuerdo de 1986 bajo Ronald Reagan; y que no se impone ningún impuesto sobre el valor añadido sin bajar los tipos fiscales actuales.

Antes de tomarse cualquier decisión hay unas elecciones, y luego una serie de votaciones que van a determinar si se pueden sacar los 14 votos que hacen falta. Pero en contra de lo que cree Washington, esperanza hayla.

Esperanza en medio del pesimismo presupuestario

David S. Broder
David S. Broder
viernes, 16 de julio de 2010, 00:28 h (CET)
BOSTON -- A veces las cosas se ven más claramente en Washington cuando se abandona la ciudad.

Antes de venir aquí el pasado fin de semana para cubrir el encuentro anual de verano de la Asociación Nacional de Gobernadores, compartía la opinión generalizada en Washington de que la Comisión Nacional de Disciplina Fiscal y Reformas es un ejercicio de frivolidad.

Después de todo, casi fue estrangulada al nacer cuando media docena de senadores Republicanos que habían dado su apoyo a la idea de un panel bipartidista para afrontar el déficit y los problemas de la deuda renegaron y votaron en contra, sólo para ver al Presidente Obama rescatar la idea por decreto ejecutivo.

La suerte parece estar irremediablemente en contra de hallar los 14 votos necesarios entre sus 18 miembros para enviar la batería de recomendaciones al Congreso para su votación por mayoría simple en diciembre.

Pero entonces supe que los co-presidentes de la Comisión, Alan Simpson, ex Senador Republicano de Wyoming, y Erskine Bowles, el antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca Clinton, ilustraron a los gobernadores durante el espacio de una hora. Compartí la reacción de Mike Beebe, el gobernador de Arkansas, que dijo: "No sé si alguna vez he visto una imagen más pesimista retratada de forma que me creara más esperanza".

Juntos, Bowles y Simpson pintaron un escenario de creciente vacío entre las exigencias a la administración y sus recursos disponibles que "es igual que un cáncer", en palabras de Bowles.

La comisión puede sonar a chiste de mal gusto en Washington, pero está claro que los gobernadores -- bregando muchos ya con crisis presupuestarias generadas por la recesión -- se la toman muy en serio.

Como Beebe, ellos se encuentran consuelo en el hecho de que, al margen de la suerte en contra, Simpson y Bowles han creado un entorno en el que hay gente seria abordando con seriedad el mayor desafío nacional al que se enfrenta el gobierno.

Lo que averigüé a través de ellos -- y de varios miembros de la comisión entrevistados en Washington -- es que han hecho acopio de talentos muy dispares: Simpson, camuflando su contundente franqueza de vaquero a base de buen humor; Bowles, un ordenador andante con facilidad para las matemáticas que tiene la paciencia y el tacto de un juez de paz del Sur.

La confianza que han depositado entre sí es compartida entre un número cada vez mayor de integrantes de la Comisión. El Representante Republicano de Michigan Dave Camp, curtido en las tácticas callejeras de la Cámara, ha sido bien recibido por el Senador Demócrata de Dakota del Norte Kent Conrad. Andrew Stern, el agresivo ex presidente del Sindicato Internacional de Servicios, ha hecho buenas migas con el ultraconservador Senador Republicano de Oklahoma Tom Coburn en el deseo de escrutar los gastos del Pentágono. Y David Cote, presidente de Honeywell International, ha impresionado a Alice Rivlin, la cerebral ex directora Demócrata de la Oficina de Gestión y Presupuestos, con su insistencia en la adopción de medidas.

El Senador de New Hampshire Judd Gregg, co-auspiciador del anteproyecto que crea la Comisión y ahora miembro de ella, me decía que muchos de los comisarios del Capitolio se han reunido casi semanalmente, en busca del camino a seguir.

Nada se ha negociado aún, y se avecinan todo tipo de obstáculos, pero las líneas maestras de futuros posibles acuerdos se vuelven más claras.

En cuanto al gasto administrativo opcional que no está relacionado con la defensa, Obama ha propuesto ya una congelación a tres años que podría despejar el camino a una batería de medidas a más largo plazo.

La seguridad social se ha estudiado tan detenidamente que los integrantes de la comisión dicen que "hay 34 formas" de cuadrar las cuentas, una vez aceptadas las renuncias políticas.

La sanidad va a ser el mayor reto del gasto, mientras algunos Demócratas - y al parecer la Casa Blanca - se resignan al hecho de que el código dolorosamente renegociado en el 2010 va a tener que volver a abrirse para fortalecer las medidas de control del gasto desesperadamente necesarias, al margen de lo horrible de la perspectiva de reabrir ese debate.

Con la recaudación, los integrantes Republicanos "mantienen la mente abierta" en lugar de repetir su rechazo de plano a subir cualquier impuesto. Bowles les ayuda al sugerir que no habrá subidas tributarias antes de 2012, y que idealmente la recaudación debe ascender y el gasto moderarse para armonizar un máximo del 21 por ciento del producto interior bruto. Asimismo, proponía que las dos terceras partes de las tres cuartas partes del ahorro se deban a la contención del gasto, no a impuestos nuevos; que el gasto tributario (el cierre de agujeros) suponga una contribución importante, como en el acuerdo de 1986 bajo Ronald Reagan; y que no se impone ningún impuesto sobre el valor añadido sin bajar los tipos fiscales actuales.

Antes de tomarse cualquier decisión hay unas elecciones, y luego una serie de votaciones que van a determinar si se pueden sacar los 14 votos que hacen falta. Pero en contra de lo que cree Washington, esperanza hayla.

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