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Teresa Berengueras

Letizia cada día más seria

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La imagen de la princesa Letizia en la hermosa boda de la futura reina de los suecos, Victoria con su marido el ya príncipe Daniel, no se aparta de mi retina. Estuvo lánguida y, aunque rojo, ese vestido no le favorecía como el que lució una semana antes de su boda con el príncipe en la boda del Príncipe Federico de Dinamarca y Mary Donaldson en Copenhague. Letizia aparecía más pálida que otras veces, más insegura y mucho menos sonriente.

Puedo aportar datos, yo no estuve en esa boda, ni en los conciertos y fiesta de la preboda, ni en la ceremonia, ni en las calles de Estocolmo para ver como los novios exultantes de alegría saludaban a sus conciudadanos, pero hoy, con los avances tecnológicos, videos, páginas en Internet y muchos medios online y de los tradicionales me he metido entre pecho y espalda buena parte de las celebraciones de la boda del año y puedo comentar momentos que me han sorprendido.

Empecemos por los actos de la preboda, los príncipes, lo ha escrito todo el mundo y no sólo la prensa española, no asistieron a la cena que se sirvió para los más íntimos de la realeza europea, todos juntos subieron a un bus que la organización de la boda puso a disposición de la real familia y de los reales amigos para llegar al lugar de la cena.

Esta forma de trasladarse personas pertenecientes a la realeza y que por sus venas, según se dice, corre sangre azul parece que les gusta, se lo toman como un divertimento más de una boda a la que unos más que otros acuden porque les toca, porque son parientes, porque son amigos o por protocolo. Todo cuenta. Pero metidos en harina, se lo pasan lo mejor que pueden.

Letizia y el Príncipe obviaron el bus y la cena, llegaron en el momento de las copas en la discoteca y lo hicieron montados en un coche privado. Algunos pensarán que se lo merecen, a fin de cuentas van a ser los futuros reyes de España, aunque espero que tarden mucho en serlo por el bien del Rey Juan Carlos, tan amado y tan querido por ese pueblo, más juncarlista que monárquico, una parte alaba sus formas mientras a otros les gusta su carácter, serio cuando conviene, cercano y muy divertido si la ocasión lo requiere, el Rey Juan Carlos ríe abiertamente y se comunica muy bien con toda la gente, de forma bien distinta a como lo hace su hijo Felipe de Borbón y muy alejado de Letizia, a miles de millares de leguas.

La gala, donde actuó el grupo Roxette, fue presidida por los novios, Victoria con un espectacular vestido de Elie Saab y su novio sonriente y algo nervioso, en primera fila aplaudieron a rabiar a este grupo, incluso Victoria bailó sentada, e hizo palmas, exactamente igual que Máxima de Holanda, siempre sonriente, siempre relajada, también vimos así a Mary Donaldson, la mujer del heredero al trono de Dinamarca, a su lado Letizia, seria, quieta, como si esa música no la embriagara. Como han dicho que a ella y al Príncipe lo que les va es la salsa es posible que la música de Roxette no le entusiasmara.

Luego Peter Jöback cantó una balada romántica. “She”, una canción de Charles Aznavour que triunfó en la película interpretada por Julia Roberts y Hugh Grant, “Notting Hill” y pensé ahí veremos a Letizia en su salsa, es normal ver a los Príncipes embelesados públicamente, en un ambiente en donde se iban a celebrar unos esponsales por amor y ante una interpretación magistral de un tema de amor, pues nada, se les vio a los dos mirando al cantante, ni tenían las manos entrelazadas, un poco lo mismo que Hakoon y Mette Marit.

Cuando los novios bailaron el vals no se les vio en primera fila, si estaba Cristina, espectacular con su diseño, tan elegante, tan cercana, tan cariñosa, aplaudía y se la veía contenta de estar allí, también tocó palmas, como lo hizo la Reina Silvia madre de la novia y la Reina Margarita de Dinamarca que al lado de su marido el Conde de Monpezat estaba emocionada escuchando a Helen Sjöholm cantando el “Hymne a l’amour” el día antes de la real boda.

Luego a Letizia en el paseo real por la alfombra azul cielo la noté preocupada por hacerse las fotos en el lugar adecuado, en algún momento hizo esperar al príncipe para seguir posando, el traje de ese día la apagaba aún más y su denostada esbeltez quedaba tan patente que acentuaba una languidez que la prensa sueca no destacó, todo lo contrario.

Recientemente Consuelo Font en el diario El Mundo ha dicho que la delgadez de la princesa se debe a la alta responsabilidad de Letizia para llevar a cabo con éxito su trabajo como princesa. Quizá sea esto, pero la princesa debería pensar que su empeño en ser perfecta no gusta, así de claro, sus otras contemporáneas princesas europeas, que se casaron también por amor sin pertenecer a ninguna casa real como ella, también trabajan como ella y obtienen grandes beneplácitos por parte del pueblo.

La Reina de Holanda llegó a sentirse desplazada debido a la gran popularidad que obtuvo Máxima Zorreguieta, cada vez que sale a la calle la gente la aclama, la quieren, Máxima, una mujer que llegó a Holanda del Cono Sur, parece sencilla, cercana y nada encorsetada, tampoco es nada rígida, parece muy natural y eso es lo que ha llegado al pueblo. Lo mismo se puede decir de Mary Donaldson que cuando sale a la calle goza de la amabilidad de los daneses, ella vino de la otra parte del mundo, es de Australia, y en la corte danesa la adoran. Estas mujeres ¿no han tenido que adaptarse?, seguro, ¿no han tenido que aprender a ser lo que representan?, por supuesto. ¿Por qué Letizia necesita tantas excusas para llegar a ser la Princesa que se desea?

Gustaría que Letizia fuera divertida, sonriera siempre o casi, cuando corresponde, pero bien y de manera natural. Esa excusa de que “es una chica normal y corriente” ya no sirve, Letizia, lo quiera ella o la institución monárquica de la que forma parte, no es como una chica de la calle, es la Princesa de Asturias que camina del brazo del que está llamado a ser Rey de España, por lo tanto no es como la chica del tercero segunda y por lo tanto se espera de ella esencialmente verdad, naturalidad, fuera encorsetamientos y si un día estamos llamados a darnos cuenta de que no es tan simpática como sería de esperar será y el Hola no tendrá ya que elegirla como una de las elegantes en la boda de Victoria de Suecia obviando a Cristina de Borbón que si iba elegante, estaba maravillosa y era para ponerla entre las primeras en elegancia.

Entiendo que la revista Hola si quiere alabar a la Infanta Elena, en un, a mi manera, ataque de españolismo trasnochado, lo haga pues están en su derecho de intentar superar su ya amplia tirada. En esta lista de elegantes en día de boda, por ejemplo, iba mucho más elegante Rosario Nadal que Tatiana Blanik, también comprendo que promocionen ahora a Tatiana pues a fin de cuentas dentro de cuatro días protagonizará otra boda con un príncipe de cuento de hadas al que ya se le está pasando el arroz. Deben promocionar futuras portadas.

Ellos, los del Hola, aseguran que es el público quien vota estas listas, no me lo creo. Aunque con su permiso también me quito el sombrero por lo bien que llevan la publicación aunque en esta ocasión con Letizia se pasaron, ni el rojo ni el nude le sentaban nada bien y quizá lo que estaba sucediendo es que Letizia tiene que recorrer todavía un largo espacio de aprendizaje para conseguir ser Princesa de verdad.

UNA MONTAÑA PARA VER DESIGUAL
Barcelona es una ciudad hermosa, es única, por eso las empresas aprovechan sus encantos cuando tienen que celebrar en la misma algún evento. En las semanas de la moda, las distintas que hay al año, vamos redescubriendo lugares olvidados o nos reencontramos con aquellos que habíamos conocido en nuestra adolescencia. Esto es lo que me ha sucedido esta semana, los de Desigual presentaron su colección primavera-verano del próximo año en lo alto de la Montaña de Montjuic pero para que conociéramos más la montaña no montaron el desfile en la plaza del Castillo de Montjuic, el lugar más alto de esta montaña y de difícil e incomodo acceso y más si el acto se celebra en horas nocturnas.

Subíamos la montaña en coche, pero la carretera nos desviaba y se convertía en un camino de una sola dirección, sólo bajada, ¿cómo alcanzar la cima?, todo el mundo cree que nuestro trabajo es una bicoca, no estoy debajo de una mina ni picando en una cantera pero hay días en que nuestro trabajo más que eso se convierte en un calvario.

Dejamos el coche y empezamos a subir escaleras, pensamos en tomar el teleférico, pero a las 20’30 horas de la noche vimos que ya bajaba el último, seguimos subiendo escaleras, otros hacían lo mismo, preguntamos y alguien nos dijo que estábamos a dos minutos. Sin aliento seguimos subiendo escaleras empinadas. No había ningún cartel anunciador del desfile de Desigual. Subimos y subimos escaleras, estuve a punto de regresar pero mi trabajo y mi responsabilidad no me detuvieron. Caminamos hasta la puerta de entrada al Castillo de Montjuic donde se nos informó que el desfile estaba aún a unos once minutos, “sigan todo derecho y luego a la izquierda”, noche cerrada, en un trozo de camino de tierra no había un alma, llegamos a tener miedo, ni una señal del desfile.

Pensé que estábamos perdidos en la inmensidad de la montaña. Al final y después de casi dos kilómetros de camino de todo tipo y poco cómodo, encontramos el montaje que Desigual había realizado para su desfile, parecía una recreación de una fiesta de pueblo, en mi pueblo no lo hubieron hecho peor, los puestos donde había queso, fruta y bebidas estaban iluminados con bombillas de feria y al final y a uno de los lados de la pasarela butacones de piel con algunas elegidas personas sentadas bebiendo champagne servidos por personas vestidas con monos blancos que en la espalda llevaba el nombre de Desigual, como en los pueblos, el pueblo mira desde una silla o de pie y al rico del pueblo, al alcalde y a otros miembros del Consistorio se les atiende de manera especial. Sorprendente, pensé que lo natural hubiese sido que hubiese habido butacones para todo el mundo o para nadie, la empresa me consta que es muy moderna quizás quiso dar un toque especial con estas distinciones que no hacen cuando, al finalizar el desfile, en lugar de salir a saludar el diseñador estrella es todo el equipo de diseño el que recoge los aplausos de los asistentes, quizá lo que vi era un guiño a algo que no entendí bien, me pareció deprimente estando en pleno siglo xxi.

La colección presentada es muy fresca, muy de llevar por la calle, en eso son los reyes, todo tejanos, tanto en pantalones, como en faldas, todas minis, abrigos en patchwork, leggins estampados, patronaje en su justa medida y mucha sonrisa y buen rollito entre los modelos que pasaban con ánimo, con entusiasmo, muy jóvenes y frescos. En donde se les notó la mano más atrevida y creativa fue en los modelos hechos a mano, sus chalecos muy chulos. El color brilla en todos los trajes, faldas, chalecos, tejanos multicolor, también en sus vestidos, mucho algodón y los tejanos todos pitillo, ninguna concesión a la ropa de jardinero, muy adecuados los monos de pantalón corto.

Una extensa colección cuyo pase duró una hora. Muy bien la puesta en escena de su colección de bolsos, un poco ibicenco, como cuando se acude al mercado de las Dalias y se puede escoger entre tanto capazo, en este caso montaron a una modelo en un triciclo donde llevaba una mesa entera con todos los coloridos modelos de sus bolsos, un chico modelo hacia de taxista al tirar del carro con una bicicleta. Y para mí el desfile debería haber acabado cuando los más pequeños, un grupo de una treintena de niños, llegaron en tromba para lucir la moda de los más chiquillos.

Luego regresé con confort, a la puerta de la feria un coche de la empresa nos ayudó a encontrar el coche que habíamos aparcado sin saber muy bien dónde y también fue una odisea encontrarlo, pero ahí sin caminar, todo un consuelo para mi.

Letizia cada día más seria

Teresa Berengueras
Teresa Berengueras
domingo, 11 de julio de 2010, 04:45 h (CET)
La imagen de la princesa Letizia en la hermosa boda de la futura reina de los suecos, Victoria con su marido el ya príncipe Daniel, no se aparta de mi retina. Estuvo lánguida y, aunque rojo, ese vestido no le favorecía como el que lució una semana antes de su boda con el príncipe en la boda del Príncipe Federico de Dinamarca y Mary Donaldson en Copenhague. Letizia aparecía más pálida que otras veces, más insegura y mucho menos sonriente.

Puedo aportar datos, yo no estuve en esa boda, ni en los conciertos y fiesta de la preboda, ni en la ceremonia, ni en las calles de Estocolmo para ver como los novios exultantes de alegría saludaban a sus conciudadanos, pero hoy, con los avances tecnológicos, videos, páginas en Internet y muchos medios online y de los tradicionales me he metido entre pecho y espalda buena parte de las celebraciones de la boda del año y puedo comentar momentos que me han sorprendido.

Empecemos por los actos de la preboda, los príncipes, lo ha escrito todo el mundo y no sólo la prensa española, no asistieron a la cena que se sirvió para los más íntimos de la realeza europea, todos juntos subieron a un bus que la organización de la boda puso a disposición de la real familia y de los reales amigos para llegar al lugar de la cena.

Esta forma de trasladarse personas pertenecientes a la realeza y que por sus venas, según se dice, corre sangre azul parece que les gusta, se lo toman como un divertimento más de una boda a la que unos más que otros acuden porque les toca, porque son parientes, porque son amigos o por protocolo. Todo cuenta. Pero metidos en harina, se lo pasan lo mejor que pueden.

Letizia y el Príncipe obviaron el bus y la cena, llegaron en el momento de las copas en la discoteca y lo hicieron montados en un coche privado. Algunos pensarán que se lo merecen, a fin de cuentas van a ser los futuros reyes de España, aunque espero que tarden mucho en serlo por el bien del Rey Juan Carlos, tan amado y tan querido por ese pueblo, más juncarlista que monárquico, una parte alaba sus formas mientras a otros les gusta su carácter, serio cuando conviene, cercano y muy divertido si la ocasión lo requiere, el Rey Juan Carlos ríe abiertamente y se comunica muy bien con toda la gente, de forma bien distinta a como lo hace su hijo Felipe de Borbón y muy alejado de Letizia, a miles de millares de leguas.

La gala, donde actuó el grupo Roxette, fue presidida por los novios, Victoria con un espectacular vestido de Elie Saab y su novio sonriente y algo nervioso, en primera fila aplaudieron a rabiar a este grupo, incluso Victoria bailó sentada, e hizo palmas, exactamente igual que Máxima de Holanda, siempre sonriente, siempre relajada, también vimos así a Mary Donaldson, la mujer del heredero al trono de Dinamarca, a su lado Letizia, seria, quieta, como si esa música no la embriagara. Como han dicho que a ella y al Príncipe lo que les va es la salsa es posible que la música de Roxette no le entusiasmara.

Luego Peter Jöback cantó una balada romántica. “She”, una canción de Charles Aznavour que triunfó en la película interpretada por Julia Roberts y Hugh Grant, “Notting Hill” y pensé ahí veremos a Letizia en su salsa, es normal ver a los Príncipes embelesados públicamente, en un ambiente en donde se iban a celebrar unos esponsales por amor y ante una interpretación magistral de un tema de amor, pues nada, se les vio a los dos mirando al cantante, ni tenían las manos entrelazadas, un poco lo mismo que Hakoon y Mette Marit.

Cuando los novios bailaron el vals no se les vio en primera fila, si estaba Cristina, espectacular con su diseño, tan elegante, tan cercana, tan cariñosa, aplaudía y se la veía contenta de estar allí, también tocó palmas, como lo hizo la Reina Silvia madre de la novia y la Reina Margarita de Dinamarca que al lado de su marido el Conde de Monpezat estaba emocionada escuchando a Helen Sjöholm cantando el “Hymne a l’amour” el día antes de la real boda.

Luego a Letizia en el paseo real por la alfombra azul cielo la noté preocupada por hacerse las fotos en el lugar adecuado, en algún momento hizo esperar al príncipe para seguir posando, el traje de ese día la apagaba aún más y su denostada esbeltez quedaba tan patente que acentuaba una languidez que la prensa sueca no destacó, todo lo contrario.

Recientemente Consuelo Font en el diario El Mundo ha dicho que la delgadez de la princesa se debe a la alta responsabilidad de Letizia para llevar a cabo con éxito su trabajo como princesa. Quizá sea esto, pero la princesa debería pensar que su empeño en ser perfecta no gusta, así de claro, sus otras contemporáneas princesas europeas, que se casaron también por amor sin pertenecer a ninguna casa real como ella, también trabajan como ella y obtienen grandes beneplácitos por parte del pueblo.

La Reina de Holanda llegó a sentirse desplazada debido a la gran popularidad que obtuvo Máxima Zorreguieta, cada vez que sale a la calle la gente la aclama, la quieren, Máxima, una mujer que llegó a Holanda del Cono Sur, parece sencilla, cercana y nada encorsetada, tampoco es nada rígida, parece muy natural y eso es lo que ha llegado al pueblo. Lo mismo se puede decir de Mary Donaldson que cuando sale a la calle goza de la amabilidad de los daneses, ella vino de la otra parte del mundo, es de Australia, y en la corte danesa la adoran. Estas mujeres ¿no han tenido que adaptarse?, seguro, ¿no han tenido que aprender a ser lo que representan?, por supuesto. ¿Por qué Letizia necesita tantas excusas para llegar a ser la Princesa que se desea?

Gustaría que Letizia fuera divertida, sonriera siempre o casi, cuando corresponde, pero bien y de manera natural. Esa excusa de que “es una chica normal y corriente” ya no sirve, Letizia, lo quiera ella o la institución monárquica de la que forma parte, no es como una chica de la calle, es la Princesa de Asturias que camina del brazo del que está llamado a ser Rey de España, por lo tanto no es como la chica del tercero segunda y por lo tanto se espera de ella esencialmente verdad, naturalidad, fuera encorsetamientos y si un día estamos llamados a darnos cuenta de que no es tan simpática como sería de esperar será y el Hola no tendrá ya que elegirla como una de las elegantes en la boda de Victoria de Suecia obviando a Cristina de Borbón que si iba elegante, estaba maravillosa y era para ponerla entre las primeras en elegancia.

Entiendo que la revista Hola si quiere alabar a la Infanta Elena, en un, a mi manera, ataque de españolismo trasnochado, lo haga pues están en su derecho de intentar superar su ya amplia tirada. En esta lista de elegantes en día de boda, por ejemplo, iba mucho más elegante Rosario Nadal que Tatiana Blanik, también comprendo que promocionen ahora a Tatiana pues a fin de cuentas dentro de cuatro días protagonizará otra boda con un príncipe de cuento de hadas al que ya se le está pasando el arroz. Deben promocionar futuras portadas.

Ellos, los del Hola, aseguran que es el público quien vota estas listas, no me lo creo. Aunque con su permiso también me quito el sombrero por lo bien que llevan la publicación aunque en esta ocasión con Letizia se pasaron, ni el rojo ni el nude le sentaban nada bien y quizá lo que estaba sucediendo es que Letizia tiene que recorrer todavía un largo espacio de aprendizaje para conseguir ser Princesa de verdad.

UNA MONTAÑA PARA VER DESIGUAL
Barcelona es una ciudad hermosa, es única, por eso las empresas aprovechan sus encantos cuando tienen que celebrar en la misma algún evento. En las semanas de la moda, las distintas que hay al año, vamos redescubriendo lugares olvidados o nos reencontramos con aquellos que habíamos conocido en nuestra adolescencia. Esto es lo que me ha sucedido esta semana, los de Desigual presentaron su colección primavera-verano del próximo año en lo alto de la Montaña de Montjuic pero para que conociéramos más la montaña no montaron el desfile en la plaza del Castillo de Montjuic, el lugar más alto de esta montaña y de difícil e incomodo acceso y más si el acto se celebra en horas nocturnas.

Subíamos la montaña en coche, pero la carretera nos desviaba y se convertía en un camino de una sola dirección, sólo bajada, ¿cómo alcanzar la cima?, todo el mundo cree que nuestro trabajo es una bicoca, no estoy debajo de una mina ni picando en una cantera pero hay días en que nuestro trabajo más que eso se convierte en un calvario.

Dejamos el coche y empezamos a subir escaleras, pensamos en tomar el teleférico, pero a las 20’30 horas de la noche vimos que ya bajaba el último, seguimos subiendo escaleras, otros hacían lo mismo, preguntamos y alguien nos dijo que estábamos a dos minutos. Sin aliento seguimos subiendo escaleras empinadas. No había ningún cartel anunciador del desfile de Desigual. Subimos y subimos escaleras, estuve a punto de regresar pero mi trabajo y mi responsabilidad no me detuvieron. Caminamos hasta la puerta de entrada al Castillo de Montjuic donde se nos informó que el desfile estaba aún a unos once minutos, “sigan todo derecho y luego a la izquierda”, noche cerrada, en un trozo de camino de tierra no había un alma, llegamos a tener miedo, ni una señal del desfile.

Pensé que estábamos perdidos en la inmensidad de la montaña. Al final y después de casi dos kilómetros de camino de todo tipo y poco cómodo, encontramos el montaje que Desigual había realizado para su desfile, parecía una recreación de una fiesta de pueblo, en mi pueblo no lo hubieron hecho peor, los puestos donde había queso, fruta y bebidas estaban iluminados con bombillas de feria y al final y a uno de los lados de la pasarela butacones de piel con algunas elegidas personas sentadas bebiendo champagne servidos por personas vestidas con monos blancos que en la espalda llevaba el nombre de Desigual, como en los pueblos, el pueblo mira desde una silla o de pie y al rico del pueblo, al alcalde y a otros miembros del Consistorio se les atiende de manera especial. Sorprendente, pensé que lo natural hubiese sido que hubiese habido butacones para todo el mundo o para nadie, la empresa me consta que es muy moderna quizás quiso dar un toque especial con estas distinciones que no hacen cuando, al finalizar el desfile, en lugar de salir a saludar el diseñador estrella es todo el equipo de diseño el que recoge los aplausos de los asistentes, quizá lo que vi era un guiño a algo que no entendí bien, me pareció deprimente estando en pleno siglo xxi.

La colección presentada es muy fresca, muy de llevar por la calle, en eso son los reyes, todo tejanos, tanto en pantalones, como en faldas, todas minis, abrigos en patchwork, leggins estampados, patronaje en su justa medida y mucha sonrisa y buen rollito entre los modelos que pasaban con ánimo, con entusiasmo, muy jóvenes y frescos. En donde se les notó la mano más atrevida y creativa fue en los modelos hechos a mano, sus chalecos muy chulos. El color brilla en todos los trajes, faldas, chalecos, tejanos multicolor, también en sus vestidos, mucho algodón y los tejanos todos pitillo, ninguna concesión a la ropa de jardinero, muy adecuados los monos de pantalón corto.

Una extensa colección cuyo pase duró una hora. Muy bien la puesta en escena de su colección de bolsos, un poco ibicenco, como cuando se acude al mercado de las Dalias y se puede escoger entre tanto capazo, en este caso montaron a una modelo en un triciclo donde llevaba una mesa entera con todos los coloridos modelos de sus bolsos, un chico modelo hacia de taxista al tirar del carro con una bicicleta. Y para mí el desfile debería haber acabado cuando los más pequeños, un grupo de una treintena de niños, llegaron en tromba para lucir la moda de los más chiquillos.

Luego regresé con confort, a la puerta de la feria un coche de la empresa nos ayudó a encontrar el coche que habíamos aparcado sin saber muy bien dónde y también fue una odisea encontrarlo, pero ahí sin caminar, todo un consuelo para mi.

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