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Etiquetas | Hablemos sin tapujos | Cataluña
"El tribunal no ha de hacer favores sino pronunciar sentencias” A.J.M. Seguier.

¿De verdad la Justicia se ha aplicado en Cataluña?

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Los ciudadanos y, en especial, los que residimos en Cataluña, hace tiempo que venimos sosteniendo la convicción de que, en Cataluña, existen algunos jueces que han decidido que, por encima de las leyes, de su deber de impartir justicia de forma equitativa y de acuerdo con las leyes vigentes que se comprometieron a respetar y hacer cumplir, existe su compromiso con el sentimiento separatista que, una parte de la ciudadanía catalana, ha decidido abrazar. El hecho de la politización de jueces y fiscales no es algo nuevo y, por desgracia, tenemos abundantes ejemplos de sentencias en las que a uno le resulta harto difícil encontrarles su ajuste con la legislación vigente y, por supuesto, resultan absolutamente incoherentes con cualquier mínimo sentido común, si es que no se las quiere encuadrar dentro del más puro espíritu de rebeldía y desprecio por aquella legislación que juraron respetar y aplicar.

Curiosamente, lo que debieron de ser actuaciones de oficio, expedientes penales por presunto incumplimiento de los deberes públicos de los funcionarios, por prevaricaciones, por actos de desacato a las sentencias de los altos tribunales, por falta de exigencia de la ejecución de las sentencias etc., en el caso de la comunidad catalana y para determinados colectivos de jueces y fiscales, imbuidos por el radicalismo nacionalista, parecen regirse por otros raseros jurídicos cuando se trata de juzgar delitos relacionados con el llamado proceso soberanista o sus implicaciones en las instituciones y personalidades catalanas. Como botón de muestra basta referirnos a 33 jueces catalanes que se han mostrado abiertamente proclives al referéndum por el “derecho a decidir”, cuando todos saben perfectamente, y así lo ha dejado claro del TC, que este tipo de consultas no pueden celebrarse sin autorización del Parlamento que, evidentemente, no podría hacerlo por ir contra la unidad de la nación española y, en consecuencia, de la Constitución.

Ahora, cuando los líderes del separatismo catalán, por fin, se ven en situación comprometida por aquellas actuaciones que decidieron respaldar, por ejemplo, en la famosa consulta del 9N, y deben comparecer como imputados ante los tribunales; es cuando ponen en marcha la maquinaria propagandística para explotar el victimismo, ya endémico en el nacionalismo catalán, para acusar al Gobierno de haber organizado este “ataque a la democracia catalana”, cuando la realidad es que no ha sido el Gobierno sino la propia Justicia la que ha despertado para pedir que se enfrenten a los tribunales, que serán los encargados de dilucidad, a través del procedimiento oportuno, el grado de culpabilidad que les pudiera corresponder a cada uno de ellos, por los hechos de que se les acusa. Resulta poco menos que inverosímil que, señores que abiertamente, públicamente, y en forma chulesca y amenazadora han estado manifestándose contra España y sus instituciones, negándose a aceptar las sentencias de los tribunales y los requerimientos de las autoridades del Estado ¡tiene narices!, ahora se hagan las víctimas después de que pesan sobre ellos acusaciones de flagrantes delitos de desobediencia y prevaricación. Toda la parafernalia que está previsto montar por las comparecencias del señor Mas y el resto de “investigados”, no es más que un intento de movilizar a los catalanes para convencerles de que se comete una injusticia contra ellos.

Siempre he pensado que tanto griterío, que tanta ampulosidad y que tan presunta furia, no hace más que esconder el gran bluf del catalanismo, que se podría comparar con la forma con la que algunos animales indefensos se enfrentan a sus depredadores simulando que son más grandes y más fuertes de lo que realmente son. Si se hubiera actuado con energía desde el principio, nada de lo que está sucediendo tendría lugar.

Resulta absurdo esta insistencia en pretender responsabilizar a la “judicialización de la política” y a presuntas conjuras maquinadas contra Cataluña, la situación que ellos mismos se han cuidado de crear y, me imagino, que es lo que precisamente están intentando difundir para mantener vivo el fuego del independentismo que, a medida que pasan los años, que los bulos que hacen correr se deshinchan por sí solos y que las promesas de una Cataluña mejor independiente, se van evaporando quedando absorbidas por una realidad que, lo único que deja al descubierto, es la fragilidad de aquellas y la evidencia de que los problemas de la ciudadanía siguen sin solucionarse, que el comunismo va ganando espacio en la política de la autonomía y que las luchas entre los mismos partidos separatistas, para hacerse con el poder, no vaticinan otra cosa que un futuro cargado de nubarrones, completamente opuesto a estos cuentos fantásticos que estos ilusos pretenden trasmitir a los catalanes respecto a una “nación” placentera, pacífica, próspera y pastoril donde, desde los jubilados a los trabajadores menos cualificados, van a vivir mejor que como lo venían haciendo hasta ahora.

Los enfrentamientos de estos insurrectos al Estado español y al TC, no tiene otra calificación que la de ser un ataque frontal a las leyes estatales, a la Constitución, agravados por la forma desafiante que se utiliza para reclamar al gobierno de España que se les de libertad para separarse del reino de España. Y, como viene al caso, hablaremos de un juez catalán que ha exonerado de responsabilidad a unos concejales que no quisieron respetar el día de la Constitución, yendo a trabajar e invitando a los funcionarios a que los secundasen en su desafío, a pesar de que un juzgado había ordenado que aquel día debía ser festivo. Aquel documento del juez fue, públicamente, notoriamente y de forma desafiante roto en pedazos, a las puertas de la casa consistorial, por quienes tenían la obligación de hacerla cumplir. Para el juez aquella actitud, evidentemente delictiva, fue solamente una “performance”, o sea un espectáculo, una representación. que no entrañaba desacato al señor juez. ¡Ver para creer!

Es posible que, si el tema catalán, tanto por los sucesivos gobiernos que han tenido que convivir con él, como por los tribunales de justicia y los fiscales que hubieran de haber intervenido en los sucesivos incumplimientos, transgresiones, y prevaricaciones que, durante todo estos años en los que se ha ido cocinando el proceso independentista catalán, se han producido, es muy probable que, el virus de la enfermedad secesionista hubiera quedado reducido a sus justos límites y no, como ha sucedido, hubiera experimentado el desarrollo que ha llegado a adquirir durante los últimos tiempos.

Ahora, vista la impunidad con la que consiguen manifestarse en contra del Estado y la falta de reacción de los tribunales y las fuerzas del orden ( acogotadas por sus jefes que se niegan a permitirles actuar para acabar con semejantes desvaríos), a nadie le debiera llamar la atención que, cada vez que uno de estos señores es llamado a declarar ante los tribunales, los encargados de activar y exaltar a la población, infundiéndole el sentimiento de rabia, de sentirse oprimidos o de que España intenta imponérseles robando y exigiéndoles más tributos que al resto de españoles, empiezan a actuar utilizando la radio, las TV y la prensa ( todas ellas dominadas por los nacionalistas) de modo que, con ello, intentan conseguir que estas comparecencias se conviertan en más propaganda para la cusa separatista.

La verdadera ciudadanía que no comulga con semejantes ideas, incluso los catalanistas que no son separatistas, son los que permanecen en casa, asombrados y asustados porque, hay que vivir en Cataluña para comprender que, cualquiera que pretenda manifestarse en contra, corre el peligro de que le partan la cara en dos. Pero no se pierdan ustedes una nueva faceta de este separatismo catalán. El mismo Pablo Iglesias, de Podemos, ya se ha manifestado públicamente exigiendo al Gobierno que acceda a la celebración del referéndum por el derecho a decidir. Es obvio que ya está poniendo en práctica aquella máxima de poner “una vela al Señor y otra al Diablo”, una actitud que ya les pidió a los de su partido cuando afirmó que no se contentaría con incordiar en el Parlamento, como parlamentario que es, sino que saldrían a las calles para demostrar que con la violencia y la desobediencia a las leyes se consigue más que respetando las normas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que nos encontramos ante una perspectiva en la que, lo que menos nos preocupa es lo que ocurre en los EE. UU de América o con el brexit inglés o las elecciones europeas, porque lo que se nos presenta en el panorama político español y, especialmente, el catalán; es lo suficientemente tenebroso para que no tengamos tiempo para preocuparnos por otros temas, por muy inquietantes que nos parezcan.

¿De verdad la Justicia se ha aplicado en Cataluña?

"El tribunal no ha de hacer favores sino pronunciar sentencias” A.J.M. Seguier.
Miguel Massanet
domingo, 5 de febrero de 2017, 11:49 h (CET)
Los ciudadanos y, en especial, los que residimos en Cataluña, hace tiempo que venimos sosteniendo la convicción de que, en Cataluña, existen algunos jueces que han decidido que, por encima de las leyes, de su deber de impartir justicia de forma equitativa y de acuerdo con las leyes vigentes que se comprometieron a respetar y hacer cumplir, existe su compromiso con el sentimiento separatista que, una parte de la ciudadanía catalana, ha decidido abrazar. El hecho de la politización de jueces y fiscales no es algo nuevo y, por desgracia, tenemos abundantes ejemplos de sentencias en las que a uno le resulta harto difícil encontrarles su ajuste con la legislación vigente y, por supuesto, resultan absolutamente incoherentes con cualquier mínimo sentido común, si es que no se las quiere encuadrar dentro del más puro espíritu de rebeldía y desprecio por aquella legislación que juraron respetar y aplicar.

Curiosamente, lo que debieron de ser actuaciones de oficio, expedientes penales por presunto incumplimiento de los deberes públicos de los funcionarios, por prevaricaciones, por actos de desacato a las sentencias de los altos tribunales, por falta de exigencia de la ejecución de las sentencias etc., en el caso de la comunidad catalana y para determinados colectivos de jueces y fiscales, imbuidos por el radicalismo nacionalista, parecen regirse por otros raseros jurídicos cuando se trata de juzgar delitos relacionados con el llamado proceso soberanista o sus implicaciones en las instituciones y personalidades catalanas. Como botón de muestra basta referirnos a 33 jueces catalanes que se han mostrado abiertamente proclives al referéndum por el “derecho a decidir”, cuando todos saben perfectamente, y así lo ha dejado claro del TC, que este tipo de consultas no pueden celebrarse sin autorización del Parlamento que, evidentemente, no podría hacerlo por ir contra la unidad de la nación española y, en consecuencia, de la Constitución.

Ahora, cuando los líderes del separatismo catalán, por fin, se ven en situación comprometida por aquellas actuaciones que decidieron respaldar, por ejemplo, en la famosa consulta del 9N, y deben comparecer como imputados ante los tribunales; es cuando ponen en marcha la maquinaria propagandística para explotar el victimismo, ya endémico en el nacionalismo catalán, para acusar al Gobierno de haber organizado este “ataque a la democracia catalana”, cuando la realidad es que no ha sido el Gobierno sino la propia Justicia la que ha despertado para pedir que se enfrenten a los tribunales, que serán los encargados de dilucidad, a través del procedimiento oportuno, el grado de culpabilidad que les pudiera corresponder a cada uno de ellos, por los hechos de que se les acusa. Resulta poco menos que inverosímil que, señores que abiertamente, públicamente, y en forma chulesca y amenazadora han estado manifestándose contra España y sus instituciones, negándose a aceptar las sentencias de los tribunales y los requerimientos de las autoridades del Estado ¡tiene narices!, ahora se hagan las víctimas después de que pesan sobre ellos acusaciones de flagrantes delitos de desobediencia y prevaricación. Toda la parafernalia que está previsto montar por las comparecencias del señor Mas y el resto de “investigados”, no es más que un intento de movilizar a los catalanes para convencerles de que se comete una injusticia contra ellos.

Siempre he pensado que tanto griterío, que tanta ampulosidad y que tan presunta furia, no hace más que esconder el gran bluf del catalanismo, que se podría comparar con la forma con la que algunos animales indefensos se enfrentan a sus depredadores simulando que son más grandes y más fuertes de lo que realmente son. Si se hubiera actuado con energía desde el principio, nada de lo que está sucediendo tendría lugar.

Resulta absurdo esta insistencia en pretender responsabilizar a la “judicialización de la política” y a presuntas conjuras maquinadas contra Cataluña, la situación que ellos mismos se han cuidado de crear y, me imagino, que es lo que precisamente están intentando difundir para mantener vivo el fuego del independentismo que, a medida que pasan los años, que los bulos que hacen correr se deshinchan por sí solos y que las promesas de una Cataluña mejor independiente, se van evaporando quedando absorbidas por una realidad que, lo único que deja al descubierto, es la fragilidad de aquellas y la evidencia de que los problemas de la ciudadanía siguen sin solucionarse, que el comunismo va ganando espacio en la política de la autonomía y que las luchas entre los mismos partidos separatistas, para hacerse con el poder, no vaticinan otra cosa que un futuro cargado de nubarrones, completamente opuesto a estos cuentos fantásticos que estos ilusos pretenden trasmitir a los catalanes respecto a una “nación” placentera, pacífica, próspera y pastoril donde, desde los jubilados a los trabajadores menos cualificados, van a vivir mejor que como lo venían haciendo hasta ahora.

Los enfrentamientos de estos insurrectos al Estado español y al TC, no tiene otra calificación que la de ser un ataque frontal a las leyes estatales, a la Constitución, agravados por la forma desafiante que se utiliza para reclamar al gobierno de España que se les de libertad para separarse del reino de España. Y, como viene al caso, hablaremos de un juez catalán que ha exonerado de responsabilidad a unos concejales que no quisieron respetar el día de la Constitución, yendo a trabajar e invitando a los funcionarios a que los secundasen en su desafío, a pesar de que un juzgado había ordenado que aquel día debía ser festivo. Aquel documento del juez fue, públicamente, notoriamente y de forma desafiante roto en pedazos, a las puertas de la casa consistorial, por quienes tenían la obligación de hacerla cumplir. Para el juez aquella actitud, evidentemente delictiva, fue solamente una “performance”, o sea un espectáculo, una representación. que no entrañaba desacato al señor juez. ¡Ver para creer!

Es posible que, si el tema catalán, tanto por los sucesivos gobiernos que han tenido que convivir con él, como por los tribunales de justicia y los fiscales que hubieran de haber intervenido en los sucesivos incumplimientos, transgresiones, y prevaricaciones que, durante todo estos años en los que se ha ido cocinando el proceso independentista catalán, se han producido, es muy probable que, el virus de la enfermedad secesionista hubiera quedado reducido a sus justos límites y no, como ha sucedido, hubiera experimentado el desarrollo que ha llegado a adquirir durante los últimos tiempos.

Ahora, vista la impunidad con la que consiguen manifestarse en contra del Estado y la falta de reacción de los tribunales y las fuerzas del orden ( acogotadas por sus jefes que se niegan a permitirles actuar para acabar con semejantes desvaríos), a nadie le debiera llamar la atención que, cada vez que uno de estos señores es llamado a declarar ante los tribunales, los encargados de activar y exaltar a la población, infundiéndole el sentimiento de rabia, de sentirse oprimidos o de que España intenta imponérseles robando y exigiéndoles más tributos que al resto de españoles, empiezan a actuar utilizando la radio, las TV y la prensa ( todas ellas dominadas por los nacionalistas) de modo que, con ello, intentan conseguir que estas comparecencias se conviertan en más propaganda para la cusa separatista.

La verdadera ciudadanía que no comulga con semejantes ideas, incluso los catalanistas que no son separatistas, son los que permanecen en casa, asombrados y asustados porque, hay que vivir en Cataluña para comprender que, cualquiera que pretenda manifestarse en contra, corre el peligro de que le partan la cara en dos. Pero no se pierdan ustedes una nueva faceta de este separatismo catalán. El mismo Pablo Iglesias, de Podemos, ya se ha manifestado públicamente exigiendo al Gobierno que acceda a la celebración del referéndum por el derecho a decidir. Es obvio que ya está poniendo en práctica aquella máxima de poner “una vela al Señor y otra al Diablo”, una actitud que ya les pidió a los de su partido cuando afirmó que no se contentaría con incordiar en el Parlamento, como parlamentario que es, sino que saldrían a las calles para demostrar que con la violencia y la desobediencia a las leyes se consigue más que respetando las normas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que nos encontramos ante una perspectiva en la que, lo que menos nos preocupa es lo que ocurre en los EE. UU de América o con el brexit inglés o las elecciones europeas, porque lo que se nos presenta en el panorama político español y, especialmente, el catalán; es lo suficientemente tenebroso para que no tengamos tiempo para preocuparnos por otros temas, por muy inquietantes que nos parezcan.

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