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Opinión
Etiquetas | Donald Trump | Unión Europea
“Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo” F. de Rojas.

La ejemplarizante Europa desafía a Trump

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A veces choca esta petulancia propia de aquellos que se creen estar en condiciones de juzgar comportamientos, decisiones, teorías o actuaciones de otras personas cuando, en realidad, no son capaces de poner orden dentro de sus propias familias. En esta vieja Europa en la que vivimos, la misma que envió a verdaderos chiflados mal informados y obcecados por ideas de conseguir grandes tesoros en sus aventuradas expediciones en busca de otras tierras, otros continentes, otras rutas y otros confines, sin que aquellas empresas, contrariamente a lo que se nos ha querido explicar, tuvieran otro objetivo que el de llenar las exhaustas arcas de los reyes, esquilmados por sus continuas guerras con sus nobles y con los monarcas de las naciones vecinas; que pensaron que, favoreciendo las locuras de unos aventureros, jugaban a una lotería en la que invertían algunos dineros sabiendo que, si los insensatos que se embarcaban en aquellas hazañas fracasaban, nadie los iba a echar de menos, pero si conseguían sus objetivos, aparte de extender sus dominios terrenales, alcanzarían sanear sus maltrechas economías y elevar su prestigio.

Por si alguien pudiera reprochar a los reyes aquellos despilfarros, siempre se los encubría con el salvoconducto infalible de que, el objetivo era el de llevar el catolicismo a aquellas pobres gentes de otros imaginarios países que, en caso contrario, estaban inexorablemente destinados a irse al Infierno. Lo malo es que, aquellos galeotes, aventureros, desesperados y gentes de mal vivir que se enrolaban para tales empresas suicidas, estaban más dispuestos a esclavizar, violar, robar y descuajaringar a aquellos desgraciados seres ( para ellos como animales) que vivían en las tierras a las que llegaban, que a practicar la caridad con ellos, inculcarles la fe de Cristo ( los que se negaban a acatarla, normalmente no sobrevivían al extremo celo y escrupulosidad con el que los predicadores ejercían su misión). Lo que los descubridores de aquellas tierras vírgenes hicieron con los oriundos que vivían, salvajemente pero tan ricamente sin que nadie se metiera con ellos, seguramente, hoy en día, no habría tribunal de Justicia, incluido el de Estrasburgo, que no lo calificara del más abyecto genocidio. Pero las naciones europeas se enriquecieron a costa de aquella lotería para, como era habitual en toda monarquía que se preciase, malgastar los tesoros acumulados pagando las guerras a las que fueron tan aficionados.

Ahora da la sensación de que hemos vuelto a los tiempos inquisitoriales y, en Europa, esta vieja tierra de matanzas, miserias, guerras religiosas, cruzadas, genocidios y holocaustos, parece que se ha puesto de moda volver al puritanismo victoriano y hemos entrado en una fase en la que, junto a la amenaza de la descomposición de la UE, como consecuencia del brexit inglés y de las incursiones de nuevas ideas neocomunistas; se viene produciendo un cambio de táctica por parte del sector conservador de la comunidad, de mostrarse más sensible a cuestiones sociales defendidas a ultranza por las izquierdas. Ahora, cuando los americanos, limpiamente, sin lugar a dudas, de acuerdo con su procedimiento electoral, escogieron a un presidente; la CE ha decidido que le resulta más rentable ejercer una crítica feroz en su contra porque las izquierdas han decidido que el señor Trump es un peligro para ellos y, por ello, no conviene indisponerse con quienes dicen que hay que cargarse al nuevo líder americano.

Hablemos del muro que (recordemos que una parte importante de él ya se construyó durante el mandato del señor Clinton, sin que nadie decidiera que Bill debería ser sometido a un impeachmant) el señor D. Trump ha decidido terminar en la frontera con México. Todos se le han echado encima por ir en contra de los “derechos humanos” de aquellos infelices que huyen del rico estado mexicano por no encontrar cómo ganarse la vida en él porque, señores, la corrupción, pública y privada, ha convertido aquella nación en un lugar dónde es difícil encontrar un trabajo para vivir decentemente. Pero ¿qué autoridad moral tenemos los europeos para recriminar al señor Trump que quiera evitar ser invadido por cientos de miles de inmigrantes, no sólo mexicanos, sino guatemaltecos u hondureños, que se cuelan a través de tierras mexicanas para inmigrar a los EE. UU?

España tiene su propio muro para evitar que por Ceuta o Melilla nos invadan las hordas de africanos que cada día intentan colarse hacia nuestro país. Pero ¿qué decir de la propia UE que, hipócritamente, declaró su intención de hacerse cargo de los “refugiados”, no inmigrantes, procedentes de las guerras de Oriente Medio, donde los yihadistas del Daesh masacraban masivamente a todos aquellos que no se convertían al islam? No se ha construido un muro físico (en algunas naciones fronterizas se intentó sin buen resultado) pero sí se creó un muro de rechazo homófobo, cuando los inmigrantes llegaron a ser multitud y las naciones afectadas, entre ellas Grecia, se vieron impotentes para encauzar a tal número de personas y para atenderlas y detenerlas en sus propias fronteras. Entonces se vio que una cosa eran las palabras acogedoras y pretendidamente integradoras de los políticos no reflejaban, en modo alguno, lo que los ciudadanos, en muchos casos en paro, pensaban de tal avalancha de refugiados.

Alemania, un país en el que la señora Merkel se había comprometido a “acoger a tantos inmigrantes como llamasen a sus puertas”, fue la primera donde el pueblo se levantó ante tal decisión y se empezaron a producir las primeras manifestaciones y actos de repulsa en contra de los que eran considerados como invasores que venían a lucrarse de los beneficios de los que gozaban los alemanes oriundos. La popularidad de la señora Merkel ha bajado a cotas impensables y sus posibilidades electorales, ente los próximos comicios, han quedado reducidas frente a un rival socialdemócrata del prestigio del señor Shulz. Las cuotas que la UE estableció para cada país no se han cumplido y sigue la vergüenza de que, para librarse de las oleadas de refugiados que se dirigían rumbo a Europa, ha sido la misma Europa comunitaria la que tuvo que pagarle una fuerte suma de euros a Turquía para que fuera ella, la nación del déspota Erdogan, quien se hiciera cargo de los inmigrantes, sabiendo positivamente que el trato que iban a recibir en aquella nación sería, sin duda, sensiblemente peor al que se les hubiera dispensazdo en cualquier país europeo.

Y, señores, tuvo que ser el polaco Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, el que saliera a afear la política del nuevo presidente de los EE.UU, diciendo que su forma de gobernar creaba “una situación difícil” para la UE por lo que ha reclamado unidad para evitar que su desintegración "cree dependencia de Estados Unidos, China o Rusia.” Y, es evidente, que la mejor manera de evitar el rechazo frontal del nuevo ocupante de la Casa Blanca, va a ser insultarle, despreciarle, criticarlo y darle lecciones de lo que tiene que hacer en su propio país, a un señor que, si por algo se caracteriza, es por no importarle tomar decisiones drásticas y rotundas contra aquellos que estima que quieren enmendarle la plana o entiende que pretenden aprovecharse de su país.

No olvidemos que las reacciones de la prensa europea, además de estar cargadas de bilis y una gran dosis de desencanto porque no haya salido elegida la señora Clinton; no reflejan, en absoluto, lo que una parte importante del pueblo americano opina y, la prueba de ello es que, a pesar de las decisiones extremadamente drásticas que, personalmente ha tomado Trump, una parte muy importante, mayoritaria de los americanos ( no los que salen a gritar en las calles como, por cierto, parece que pide el señor Pablo Iglesias, en España, para que se celebre el referéndum por el derecho a decidir) lo sigue apoyando. Prueba de ello es que, aunque los demócratas vienen intentando, por todos sus medios, anular al señor Trump, hasta ahora ha sido él el que ha sacado adelante todos los cambios que le van a situar con el TS favorable y, con una alianza curiosa con la GB de la señora May, a la que esta unión le va a servir para solucionar alguno de los problemas que el brexit le tenía planteados.

No está Europa, con varias elecciones a la vista en las que los partidos de extrema derecha parece que tienen mayoría (Holanda y Francia), en condiciones de hacerse enemigos foráneos, cuando corremos el peligro de que, el ejemplo de los ingleses, pudiera cundir entre algunas naciones, y esto sin tener en cuenta que Alemania era la que mayor intercambio comercial mantenía con la gran nación americana. O así es como, señores, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, vemos estupefactos como la diplomacia europea corre hacia un verdadero descalabro.

La ejemplarizante Europa desafía a Trump

“Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo” F. de Rojas.
Miguel Massanet
sábado, 4 de febrero de 2017, 00:58 h (CET)
A veces choca esta petulancia propia de aquellos que se creen estar en condiciones de juzgar comportamientos, decisiones, teorías o actuaciones de otras personas cuando, en realidad, no son capaces de poner orden dentro de sus propias familias. En esta vieja Europa en la que vivimos, la misma que envió a verdaderos chiflados mal informados y obcecados por ideas de conseguir grandes tesoros en sus aventuradas expediciones en busca de otras tierras, otros continentes, otras rutas y otros confines, sin que aquellas empresas, contrariamente a lo que se nos ha querido explicar, tuvieran otro objetivo que el de llenar las exhaustas arcas de los reyes, esquilmados por sus continuas guerras con sus nobles y con los monarcas de las naciones vecinas; que pensaron que, favoreciendo las locuras de unos aventureros, jugaban a una lotería en la que invertían algunos dineros sabiendo que, si los insensatos que se embarcaban en aquellas hazañas fracasaban, nadie los iba a echar de menos, pero si conseguían sus objetivos, aparte de extender sus dominios terrenales, alcanzarían sanear sus maltrechas economías y elevar su prestigio.

Por si alguien pudiera reprochar a los reyes aquellos despilfarros, siempre se los encubría con el salvoconducto infalible de que, el objetivo era el de llevar el catolicismo a aquellas pobres gentes de otros imaginarios países que, en caso contrario, estaban inexorablemente destinados a irse al Infierno. Lo malo es que, aquellos galeotes, aventureros, desesperados y gentes de mal vivir que se enrolaban para tales empresas suicidas, estaban más dispuestos a esclavizar, violar, robar y descuajaringar a aquellos desgraciados seres ( para ellos como animales) que vivían en las tierras a las que llegaban, que a practicar la caridad con ellos, inculcarles la fe de Cristo ( los que se negaban a acatarla, normalmente no sobrevivían al extremo celo y escrupulosidad con el que los predicadores ejercían su misión). Lo que los descubridores de aquellas tierras vírgenes hicieron con los oriundos que vivían, salvajemente pero tan ricamente sin que nadie se metiera con ellos, seguramente, hoy en día, no habría tribunal de Justicia, incluido el de Estrasburgo, que no lo calificara del más abyecto genocidio. Pero las naciones europeas se enriquecieron a costa de aquella lotería para, como era habitual en toda monarquía que se preciase, malgastar los tesoros acumulados pagando las guerras a las que fueron tan aficionados.

Ahora da la sensación de que hemos vuelto a los tiempos inquisitoriales y, en Europa, esta vieja tierra de matanzas, miserias, guerras religiosas, cruzadas, genocidios y holocaustos, parece que se ha puesto de moda volver al puritanismo victoriano y hemos entrado en una fase en la que, junto a la amenaza de la descomposición de la UE, como consecuencia del brexit inglés y de las incursiones de nuevas ideas neocomunistas; se viene produciendo un cambio de táctica por parte del sector conservador de la comunidad, de mostrarse más sensible a cuestiones sociales defendidas a ultranza por las izquierdas. Ahora, cuando los americanos, limpiamente, sin lugar a dudas, de acuerdo con su procedimiento electoral, escogieron a un presidente; la CE ha decidido que le resulta más rentable ejercer una crítica feroz en su contra porque las izquierdas han decidido que el señor Trump es un peligro para ellos y, por ello, no conviene indisponerse con quienes dicen que hay que cargarse al nuevo líder americano.

Hablemos del muro que (recordemos que una parte importante de él ya se construyó durante el mandato del señor Clinton, sin que nadie decidiera que Bill debería ser sometido a un impeachmant) el señor D. Trump ha decidido terminar en la frontera con México. Todos se le han echado encima por ir en contra de los “derechos humanos” de aquellos infelices que huyen del rico estado mexicano por no encontrar cómo ganarse la vida en él porque, señores, la corrupción, pública y privada, ha convertido aquella nación en un lugar dónde es difícil encontrar un trabajo para vivir decentemente. Pero ¿qué autoridad moral tenemos los europeos para recriminar al señor Trump que quiera evitar ser invadido por cientos de miles de inmigrantes, no sólo mexicanos, sino guatemaltecos u hondureños, que se cuelan a través de tierras mexicanas para inmigrar a los EE. UU?

España tiene su propio muro para evitar que por Ceuta o Melilla nos invadan las hordas de africanos que cada día intentan colarse hacia nuestro país. Pero ¿qué decir de la propia UE que, hipócritamente, declaró su intención de hacerse cargo de los “refugiados”, no inmigrantes, procedentes de las guerras de Oriente Medio, donde los yihadistas del Daesh masacraban masivamente a todos aquellos que no se convertían al islam? No se ha construido un muro físico (en algunas naciones fronterizas se intentó sin buen resultado) pero sí se creó un muro de rechazo homófobo, cuando los inmigrantes llegaron a ser multitud y las naciones afectadas, entre ellas Grecia, se vieron impotentes para encauzar a tal número de personas y para atenderlas y detenerlas en sus propias fronteras. Entonces se vio que una cosa eran las palabras acogedoras y pretendidamente integradoras de los políticos no reflejaban, en modo alguno, lo que los ciudadanos, en muchos casos en paro, pensaban de tal avalancha de refugiados.

Alemania, un país en el que la señora Merkel se había comprometido a “acoger a tantos inmigrantes como llamasen a sus puertas”, fue la primera donde el pueblo se levantó ante tal decisión y se empezaron a producir las primeras manifestaciones y actos de repulsa en contra de los que eran considerados como invasores que venían a lucrarse de los beneficios de los que gozaban los alemanes oriundos. La popularidad de la señora Merkel ha bajado a cotas impensables y sus posibilidades electorales, ente los próximos comicios, han quedado reducidas frente a un rival socialdemócrata del prestigio del señor Shulz. Las cuotas que la UE estableció para cada país no se han cumplido y sigue la vergüenza de que, para librarse de las oleadas de refugiados que se dirigían rumbo a Europa, ha sido la misma Europa comunitaria la que tuvo que pagarle una fuerte suma de euros a Turquía para que fuera ella, la nación del déspota Erdogan, quien se hiciera cargo de los inmigrantes, sabiendo positivamente que el trato que iban a recibir en aquella nación sería, sin duda, sensiblemente peor al que se les hubiera dispensazdo en cualquier país europeo.

Y, señores, tuvo que ser el polaco Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, el que saliera a afear la política del nuevo presidente de los EE.UU, diciendo que su forma de gobernar creaba “una situación difícil” para la UE por lo que ha reclamado unidad para evitar que su desintegración "cree dependencia de Estados Unidos, China o Rusia.” Y, es evidente, que la mejor manera de evitar el rechazo frontal del nuevo ocupante de la Casa Blanca, va a ser insultarle, despreciarle, criticarlo y darle lecciones de lo que tiene que hacer en su propio país, a un señor que, si por algo se caracteriza, es por no importarle tomar decisiones drásticas y rotundas contra aquellos que estima que quieren enmendarle la plana o entiende que pretenden aprovecharse de su país.

No olvidemos que las reacciones de la prensa europea, además de estar cargadas de bilis y una gran dosis de desencanto porque no haya salido elegida la señora Clinton; no reflejan, en absoluto, lo que una parte importante del pueblo americano opina y, la prueba de ello es que, a pesar de las decisiones extremadamente drásticas que, personalmente ha tomado Trump, una parte muy importante, mayoritaria de los americanos ( no los que salen a gritar en las calles como, por cierto, parece que pide el señor Pablo Iglesias, en España, para que se celebre el referéndum por el derecho a decidir) lo sigue apoyando. Prueba de ello es que, aunque los demócratas vienen intentando, por todos sus medios, anular al señor Trump, hasta ahora ha sido él el que ha sacado adelante todos los cambios que le van a situar con el TS favorable y, con una alianza curiosa con la GB de la señora May, a la que esta unión le va a servir para solucionar alguno de los problemas que el brexit le tenía planteados.

No está Europa, con varias elecciones a la vista en las que los partidos de extrema derecha parece que tienen mayoría (Holanda y Francia), en condiciones de hacerse enemigos foráneos, cuando corremos el peligro de que, el ejemplo de los ingleses, pudiera cundir entre algunas naciones, y esto sin tener en cuenta que Alemania era la que mayor intercambio comercial mantenía con la gran nación americana. O así es como, señores, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, vemos estupefactos como la diplomacia europea corre hacia un verdadero descalabro.

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