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Frente a la desconfianza generada por tanto cantamañanas, necesitamos el enérgico revulsivo de nuestras iniciativas sin renuncias estúpidas

Inauguración permanente

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A fuer de prepotentes, destacan aquellos individuos con ínfulas de clarividentes; rozan los infinitos con sus propuestas, pues lo abarcan todo y esconden las presumibles carencias. Su arrojo constituye en la mayoría de ocasiones su único fundamento. Es un espectáculo inaudito, porque la terca realidad demuestra lo infundado de sus humos, de sus pretensiones. La tolerancia hacia estos especímenes no se justifica con razones, pero son tolerados e incluso aupados a los puestos relevantes, convertidos en oráculos sinsorgos. Su DESMESURA ocupa áreas sociales de gestión complicada pese a su cuestionable capacidad. Sus criterios arrasan de manera implacable, aprovechando la dejadez general.

Frente a semejante avalancha tumultuosa, encontramos serias dificultades para saber donde podemos apoyarnos con cierta tranquilidad. Es lógico el arraigo de la DESCONFIANZA, por dos motivos principales. El descaro y la tenacidad de los mencionados oráculos implantados con fuerza. Aunque favorecidos por la estupidez flagrante del conjunto consentidor. Las posibles aportaciones satisfactorias aparecen sobre campos minados, que impedirán su desarrollo efectivo. La recuperación global de la confianza se ha convertido en una tarea excesivamente compleja; quizá sea más acertado calificarla de imposible. Desde esa consideración utópica, supone un reto permanente de magnas proporciones.

Parece una batalla desproporcionada, el sentido común de las mayorías arrumbado por el ímpetu de los grupos invasores. En los chocantes enfrentamientos son utilizadas tres figuras eficaces contra esas masificadas mayorías. En casi todos los medios empleados, audiovisuales, corporaciones o agrupaciones controladas, juegan su papel los BUFONES; lanzan sus mensajes subliminales disimulados entre sus chistosas baladronadas. Entretienen la atención de las masas despreocupadas, mientras dejan caer sus gotas tendenciosas al servicio de sus amos. Bastaría ver alguna de sus actuaciones para desvelar sus manejos, pero la indolencia de la gente queda liada en sus redes, en un alarde necio de su sometimiento.

La genialidad, la pericia de los investigadores, la excelencia en suma de los buenos trabajos, por sus propias condiciones tienen unos requerimientos de rigor, que no todos están en disposición de aportar. A los manipuladores que vengo comentando les basta con figuras menos excelsas, les son útiles los EXPERTOS, sin que les sea preciso el detalle de su grado de conocimiento, sus medias verdades, intereses ocultos y en ocasiones ni siquiera hablan de la materia de sus estudios. Presentados escuetamente como expertos, infunden una apariencia al conjunto de las presentaciones, de dudosa intencionalidad. Por lo tanto, sus pretensiones permanecen con una línea de flotación imprecisa, reiterativa, para disfrute de los potentados.

Cuando los anteriores instrumentos son insuficiente para el entretenimiento neutralizante de tanta gente, aún disponen de muchos recursos. Un tercer elemento disuasor de gran eficacia es el de los ESCÁNDALOS, difundidos con las parafernalias estrambóticas de mayor alcance. Los hay ficticios, provocados, exagerados; aplicados en cualquier sector de la convivencia. La intimidad, la cortesía, el pudor, el respeto…, ocupan los anaqueles del museo de las antigüedades obsoletas. Privan los objetivos de quienes pergeñaron las movidas sin ningún escrúpulo, despreocupados de las posibles consecuencias nefastas, aunque provocaran graves sufrimientos. El mismo escándalo puede ser utilizado para implicar a buena parte de los perjudicados.

Son sólo algunas muestras de cuanto ocurre. Recibimos múltiples impactos desde procedencias inverosímiles, que además asumimos con precipitación; la ligereza es una de las características primordiales de la masificación observadora. ¿Obligados por la vida acelerada sin tiempo material para las reflexiones? La triste realidad es que sufrimos un ATRAGANTAMIENTO con los asuntos del presente, su inmediatez nos ocupa la mente. No hablamos ni tan siquiera de indigestión o de errores posteriores con las respuestas elegidas, no pasamos de la primera fase, de los primeros contactos. La carencia de un basamento argumental devalúa las posibles razones. Las actividades quedan convertidas en meros impulsos novedosos del momento.

Vista como estructura consolidada, las grietas del sistema son evidentes; hasta el punto de constituir una FRAGMENTACIÓN en toda regla. Pese al atragantamiento de las personas ante la acumulación de incertidumbres, la labor individual se torna decisiva, sus características particulares pasan a ser desconocidas por el conjunto, en un desinterés progresivo. La desconfianza será lógica. Como consecuencia se hace patente el ensañamiento del sistema contra los elementos individuales; y las personas están en malas condiciones para contrarrestar esa agresividad. Las necesidades más perentorias ocupan las opciones inmediatas, sin preocupaciones de mayor hondura.

Los condicionantes se renuevan sin cesar, las personales como las ambientales. La sociedad suele considerar a los individuos sólo de refilón, preferentemente como servidores del conjunto y casi nunca los concibe como beneficiarios a respetar. Cada persona afronta sus circunstancias peculiares y el rango novedoso de las opciones presentadas. Elaboran INAUGURACIONES sucesivas, adaptadas por fuerza a las cualidades de sus protagonistas, a su disposición, para el hallazgo de su hueco en el entramado social. Ese carácter único deriva en determinadas variables difíciles de calibrar; franqueza, responsabilidad, inteligencia, formación o limitaciones concretas.

Vienen a ser un auténtico retrato en vivo de cuanto cada individuo está en condiciones de aportar a la sociedad. Aquellas ideas de los mangoneadores, verdaderos posesos de las ínfulas infinitas, muestran sus vergüenzas con prontitud. Las excelencias surgen de manera espaciada y los engaños ocupan gran parte del orden cotidiano. De todo lo cual, resalta la importancia decisiva del REVULSIVO implícito en cada persona. Relevancia que aún puede permanecer recluida en la intimidad o sacar a flote todas sus posibilidades reivindicativas. Esa ambigüedad reside en las potenciales disposiciones personales.

Que le vamos a hacer si esos apuntes de resurgimiento son ahogados por las propias víctimas de los abusos; resultará paradójico, pero si cierran sus salidas, no se vislumbran las soluciones. Será casi imposible que las iniciativas foráneas capten los pormenores de cada sujeto; y siendo así, la comprensión será utópica. Los disfraces comprensivos nunca lograrán la sustitución de las pulsiones particulares y la discordancia continuará.

Esa inauguración permanente, dado que siempre conlleva una carga novedosa, expresa también el grado de libertad de los intervinientes, con la ineludible responsabilidad proporcional, que convierte a dichas actuaciones en TRASCENDENTES. Ni a base de renuncias ni con otras actitudes negativas, prescindiremos de esa repercusión sobre los demás. Esa trascendencia realza la importancia de las decisiones personales.

Inauguración permanente

Frente a la desconfianza generada por tanto cantamañanas, necesitamos el enérgico revulsivo de nuestras iniciativas sin renuncias estúpidas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 3 de febrero de 2017, 00:05 h (CET)
A fuer de prepotentes, destacan aquellos individuos con ínfulas de clarividentes; rozan los infinitos con sus propuestas, pues lo abarcan todo y esconden las presumibles carencias. Su arrojo constituye en la mayoría de ocasiones su único fundamento. Es un espectáculo inaudito, porque la terca realidad demuestra lo infundado de sus humos, de sus pretensiones. La tolerancia hacia estos especímenes no se justifica con razones, pero son tolerados e incluso aupados a los puestos relevantes, convertidos en oráculos sinsorgos. Su DESMESURA ocupa áreas sociales de gestión complicada pese a su cuestionable capacidad. Sus criterios arrasan de manera implacable, aprovechando la dejadez general.

Frente a semejante avalancha tumultuosa, encontramos serias dificultades para saber donde podemos apoyarnos con cierta tranquilidad. Es lógico el arraigo de la DESCONFIANZA, por dos motivos principales. El descaro y la tenacidad de los mencionados oráculos implantados con fuerza. Aunque favorecidos por la estupidez flagrante del conjunto consentidor. Las posibles aportaciones satisfactorias aparecen sobre campos minados, que impedirán su desarrollo efectivo. La recuperación global de la confianza se ha convertido en una tarea excesivamente compleja; quizá sea más acertado calificarla de imposible. Desde esa consideración utópica, supone un reto permanente de magnas proporciones.

Parece una batalla desproporcionada, el sentido común de las mayorías arrumbado por el ímpetu de los grupos invasores. En los chocantes enfrentamientos son utilizadas tres figuras eficaces contra esas masificadas mayorías. En casi todos los medios empleados, audiovisuales, corporaciones o agrupaciones controladas, juegan su papel los BUFONES; lanzan sus mensajes subliminales disimulados entre sus chistosas baladronadas. Entretienen la atención de las masas despreocupadas, mientras dejan caer sus gotas tendenciosas al servicio de sus amos. Bastaría ver alguna de sus actuaciones para desvelar sus manejos, pero la indolencia de la gente queda liada en sus redes, en un alarde necio de su sometimiento.

La genialidad, la pericia de los investigadores, la excelencia en suma de los buenos trabajos, por sus propias condiciones tienen unos requerimientos de rigor, que no todos están en disposición de aportar. A los manipuladores que vengo comentando les basta con figuras menos excelsas, les son útiles los EXPERTOS, sin que les sea preciso el detalle de su grado de conocimiento, sus medias verdades, intereses ocultos y en ocasiones ni siquiera hablan de la materia de sus estudios. Presentados escuetamente como expertos, infunden una apariencia al conjunto de las presentaciones, de dudosa intencionalidad. Por lo tanto, sus pretensiones permanecen con una línea de flotación imprecisa, reiterativa, para disfrute de los potentados.

Cuando los anteriores instrumentos son insuficiente para el entretenimiento neutralizante de tanta gente, aún disponen de muchos recursos. Un tercer elemento disuasor de gran eficacia es el de los ESCÁNDALOS, difundidos con las parafernalias estrambóticas de mayor alcance. Los hay ficticios, provocados, exagerados; aplicados en cualquier sector de la convivencia. La intimidad, la cortesía, el pudor, el respeto…, ocupan los anaqueles del museo de las antigüedades obsoletas. Privan los objetivos de quienes pergeñaron las movidas sin ningún escrúpulo, despreocupados de las posibles consecuencias nefastas, aunque provocaran graves sufrimientos. El mismo escándalo puede ser utilizado para implicar a buena parte de los perjudicados.

Son sólo algunas muestras de cuanto ocurre. Recibimos múltiples impactos desde procedencias inverosímiles, que además asumimos con precipitación; la ligereza es una de las características primordiales de la masificación observadora. ¿Obligados por la vida acelerada sin tiempo material para las reflexiones? La triste realidad es que sufrimos un ATRAGANTAMIENTO con los asuntos del presente, su inmediatez nos ocupa la mente. No hablamos ni tan siquiera de indigestión o de errores posteriores con las respuestas elegidas, no pasamos de la primera fase, de los primeros contactos. La carencia de un basamento argumental devalúa las posibles razones. Las actividades quedan convertidas en meros impulsos novedosos del momento.

Vista como estructura consolidada, las grietas del sistema son evidentes; hasta el punto de constituir una FRAGMENTACIÓN en toda regla. Pese al atragantamiento de las personas ante la acumulación de incertidumbres, la labor individual se torna decisiva, sus características particulares pasan a ser desconocidas por el conjunto, en un desinterés progresivo. La desconfianza será lógica. Como consecuencia se hace patente el ensañamiento del sistema contra los elementos individuales; y las personas están en malas condiciones para contrarrestar esa agresividad. Las necesidades más perentorias ocupan las opciones inmediatas, sin preocupaciones de mayor hondura.

Los condicionantes se renuevan sin cesar, las personales como las ambientales. La sociedad suele considerar a los individuos sólo de refilón, preferentemente como servidores del conjunto y casi nunca los concibe como beneficiarios a respetar. Cada persona afronta sus circunstancias peculiares y el rango novedoso de las opciones presentadas. Elaboran INAUGURACIONES sucesivas, adaptadas por fuerza a las cualidades de sus protagonistas, a su disposición, para el hallazgo de su hueco en el entramado social. Ese carácter único deriva en determinadas variables difíciles de calibrar; franqueza, responsabilidad, inteligencia, formación o limitaciones concretas.

Vienen a ser un auténtico retrato en vivo de cuanto cada individuo está en condiciones de aportar a la sociedad. Aquellas ideas de los mangoneadores, verdaderos posesos de las ínfulas infinitas, muestran sus vergüenzas con prontitud. Las excelencias surgen de manera espaciada y los engaños ocupan gran parte del orden cotidiano. De todo lo cual, resalta la importancia decisiva del REVULSIVO implícito en cada persona. Relevancia que aún puede permanecer recluida en la intimidad o sacar a flote todas sus posibilidades reivindicativas. Esa ambigüedad reside en las potenciales disposiciones personales.

Que le vamos a hacer si esos apuntes de resurgimiento son ahogados por las propias víctimas de los abusos; resultará paradójico, pero si cierran sus salidas, no se vislumbran las soluciones. Será casi imposible que las iniciativas foráneas capten los pormenores de cada sujeto; y siendo así, la comprensión será utópica. Los disfraces comprensivos nunca lograrán la sustitución de las pulsiones particulares y la discordancia continuará.

Esa inauguración permanente, dado que siempre conlleva una carga novedosa, expresa también el grado de libertad de los intervinientes, con la ineludible responsabilidad proporcional, que convierte a dichas actuaciones en TRASCENDENTES. Ni a base de renuncias ni con otras actitudes negativas, prescindiremos de esa repercusión sobre los demás. Esa trascendencia realza la importancia de las decisiones personales.

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