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Kathleen Parker

La presidencia de Oprah

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WASHINGTON - Si Bill Clinton fue nuestro primer presidente negro, como anunció en una ocasión Toni Morrison, entonces Barack Obama podría ser nuestra primera presidenta.

Ufff. Muy divertido. Vale, enfunde su arma y escúcheme.

No, no estoy diciendo que Obama sea un presidente afeminado. Pero... podría sufrir un déficit de testosterona retórica en lo que respecta a abordar las crisis, de las que ha tenido a patadas.

No es que no sea lo bastante "cowboy", como han sugerido otros. ¿No habíamos dejado eso atrás? Es que su enfoque es afeminado en sentido normativo. Es decir, le percibimos y elogiamos en función de expectativas culturales, y él no es precisamente motivo de inquietud en el reino de los machos líder.

Hemos recorrido un largo camino en lo que respecta al sexo. No hace tanto, las mujeres eran censuradas por hablar o escribir en público. Pero las expectativas culturales son más pegajosas y farragosas que el petróleo. Nuestros ilustrados entes humanos pueden desear erradicar las normas del sexo, pero nuestro cerebro más básico tiene un programa distinto.

Las mujeres, indiscutiblemente, todavía son castigadas por no respetar las normas del género actuando de forma "demasiado masculina" o "insuficientemente femenina". En su fascinante estudio de "Odiar a Hillary", Karlyn Kohrs Campbell detalla las formas en que nuestra ex primera dama fue reprendida por el pecado de hablar igual que un letrado, y por extensión "como un hombre".

¿Podría ser que Obama estuviera sufriendo el mismo proceso a la inversa?

Cuando Morrison escribió en el New Yorker acerca "del color" de Bill Clinton, ella citaba los rasgos que compartía él con la comunidad afroamericana:

"Clinton manifiesta casi todas las facetas de la gente de color: hogar roto, nacido en condiciones de pobreza, clase obrera, toca el saxofón, chico corriente de Arkansas amante de McDonald's y de la comida basura.

Si aceptamos ese supuesto, incluso si no es pronunciado de forma rigurosa, entonces podríamos decir que Obama manifiesta muchos rasgos característicos de la feminidad. Digo esto de la forma más positiva posible. No se me ocurriría creer que hacer cosas como las mujeres es prueba de defectos, sugiero más bien un logro evolutivo.

No obstante, seguimos teniendo desde luego ciertas expectativas culturales, especialmente en lo relativo al liderazgo. Cuando hacemos preguntas acerca de las creencias, la familia o las aficiones de un político, buscamos familiaridades, lo que podemos citar como "normal" y por tanto como tranquilizador.

Hablando en general, hombres y mujeres se comunican de forma diferente. Las mujeres tienden a ser constructoras de coaliciones en lugar de rebeldes (con excepción de la rebelde ocasional). Mientras los varones buscan formas de compararse entre sí, por razones que no precisan de elaboración, las mujeres forman asambleas y lo sacan fuera.

Obama es un charlatán que hace que Alan Alda parezca Genghis Khan.

La crisis petrolera de BP ha planteado un ejemplo de manual de cómo el estilo retórico de Obama ha obstaculizado su eficacia. El presidente puede no haber tenido la capacidad de "tapar la maldita fuga", según sus palabras en una de sus muestras de indignación más masculinas. Nadie espera que se ponga su traje de buceo y bucee por el Golfo, pero sí tenía la autoridad de intervenir inmediatamente y no lo hizo. En cambio, delegó en BP, evaluando, considerando, hasta bromeando en la cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en un momento en que debía haber estado a bordo del Air Force One con destino a las costas de Louisiana.

Su falta de acción inmediata y dominante fue percibida como falta de liderazgo porque, bueno, es lo que era. Cuando se dirigió por fin a la nación el día 56 (¡¡¡!!!) de la crisis, el discurso de Obama contuvo un 13 por ciento de tiempos verbales en pasiva, el nivel más elevado contenido por cualquier discurso presidencial importante este siglo según The Global Language Monitor, que realiza el seguimiento y análisis del lenguaje.

De acuerdo, el siglo acaba de empezar - y no debería sorprender a nadie que el estilo retórico de Obama se cocine a fuego lento tras la ebullición de George W. Bush. Pero la pasividad en un líder no es ninguna postura que tranquilice.

La investigación de Campbell, en la que ella afirma que los varones saben asumir estilos de comunicación femeninos con éxito (Ronald Reagan y Bill Clinton) sugiere agujeros en mi propia teoría. Ella insiste en que los varones se sienten seguros asumiendo estilos femeninos mientras cumplan las normas retóricas de comunicación eficaz -- claridad y contundencia de argumentos, pruebas adecuadas y convincentes, y previsión de las posturas contrarias.

Yo no estoy tan segura. El contexto masculino codificado en las posturas del Despacho Oval plantea desafíos especiales, agravados por una crisis que exige medidas decisivas. Se diría que Obama pone a prueba la teoría de Campbell de que "nada impide" a los varones apropiarse del estilo de las mujeres sin consecuencias negativas.

En la práctica, la reacción negativa al discurso de Obama sugiere todo lo contrario. Obama podría terminar siendo nuestro primer presidente masculino en pagar un precio político por actuar de forma demasiado parecida a una mujer.

Y, tal vez, la próxima vez sea turno de una mujer de verdad.

La presidencia de Oprah

Kathleen Parker
Kathleen Parker
miércoles, 30 de junio de 2010, 06:06 h (CET)
WASHINGTON - Si Bill Clinton fue nuestro primer presidente negro, como anunció en una ocasión Toni Morrison, entonces Barack Obama podría ser nuestra primera presidenta.

Ufff. Muy divertido. Vale, enfunde su arma y escúcheme.

No, no estoy diciendo que Obama sea un presidente afeminado. Pero... podría sufrir un déficit de testosterona retórica en lo que respecta a abordar las crisis, de las que ha tenido a patadas.

No es que no sea lo bastante "cowboy", como han sugerido otros. ¿No habíamos dejado eso atrás? Es que su enfoque es afeminado en sentido normativo. Es decir, le percibimos y elogiamos en función de expectativas culturales, y él no es precisamente motivo de inquietud en el reino de los machos líder.

Hemos recorrido un largo camino en lo que respecta al sexo. No hace tanto, las mujeres eran censuradas por hablar o escribir en público. Pero las expectativas culturales son más pegajosas y farragosas que el petróleo. Nuestros ilustrados entes humanos pueden desear erradicar las normas del sexo, pero nuestro cerebro más básico tiene un programa distinto.

Las mujeres, indiscutiblemente, todavía son castigadas por no respetar las normas del género actuando de forma "demasiado masculina" o "insuficientemente femenina". En su fascinante estudio de "Odiar a Hillary", Karlyn Kohrs Campbell detalla las formas en que nuestra ex primera dama fue reprendida por el pecado de hablar igual que un letrado, y por extensión "como un hombre".

¿Podría ser que Obama estuviera sufriendo el mismo proceso a la inversa?

Cuando Morrison escribió en el New Yorker acerca "del color" de Bill Clinton, ella citaba los rasgos que compartía él con la comunidad afroamericana:

"Clinton manifiesta casi todas las facetas de la gente de color: hogar roto, nacido en condiciones de pobreza, clase obrera, toca el saxofón, chico corriente de Arkansas amante de McDonald's y de la comida basura.

Si aceptamos ese supuesto, incluso si no es pronunciado de forma rigurosa, entonces podríamos decir que Obama manifiesta muchos rasgos característicos de la feminidad. Digo esto de la forma más positiva posible. No se me ocurriría creer que hacer cosas como las mujeres es prueba de defectos, sugiero más bien un logro evolutivo.

No obstante, seguimos teniendo desde luego ciertas expectativas culturales, especialmente en lo relativo al liderazgo. Cuando hacemos preguntas acerca de las creencias, la familia o las aficiones de un político, buscamos familiaridades, lo que podemos citar como "normal" y por tanto como tranquilizador.

Hablando en general, hombres y mujeres se comunican de forma diferente. Las mujeres tienden a ser constructoras de coaliciones en lugar de rebeldes (con excepción de la rebelde ocasional). Mientras los varones buscan formas de compararse entre sí, por razones que no precisan de elaboración, las mujeres forman asambleas y lo sacan fuera.

Obama es un charlatán que hace que Alan Alda parezca Genghis Khan.

La crisis petrolera de BP ha planteado un ejemplo de manual de cómo el estilo retórico de Obama ha obstaculizado su eficacia. El presidente puede no haber tenido la capacidad de "tapar la maldita fuga", según sus palabras en una de sus muestras de indignación más masculinas. Nadie espera que se ponga su traje de buceo y bucee por el Golfo, pero sí tenía la autoridad de intervenir inmediatamente y no lo hizo. En cambio, delegó en BP, evaluando, considerando, hasta bromeando en la cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en un momento en que debía haber estado a bordo del Air Force One con destino a las costas de Louisiana.

Su falta de acción inmediata y dominante fue percibida como falta de liderazgo porque, bueno, es lo que era. Cuando se dirigió por fin a la nación el día 56 (¡¡¡!!!) de la crisis, el discurso de Obama contuvo un 13 por ciento de tiempos verbales en pasiva, el nivel más elevado contenido por cualquier discurso presidencial importante este siglo según The Global Language Monitor, que realiza el seguimiento y análisis del lenguaje.

De acuerdo, el siglo acaba de empezar - y no debería sorprender a nadie que el estilo retórico de Obama se cocine a fuego lento tras la ebullición de George W. Bush. Pero la pasividad en un líder no es ninguna postura que tranquilice.

La investigación de Campbell, en la que ella afirma que los varones saben asumir estilos de comunicación femeninos con éxito (Ronald Reagan y Bill Clinton) sugiere agujeros en mi propia teoría. Ella insiste en que los varones se sienten seguros asumiendo estilos femeninos mientras cumplan las normas retóricas de comunicación eficaz -- claridad y contundencia de argumentos, pruebas adecuadas y convincentes, y previsión de las posturas contrarias.

Yo no estoy tan segura. El contexto masculino codificado en las posturas del Despacho Oval plantea desafíos especiales, agravados por una crisis que exige medidas decisivas. Se diría que Obama pone a prueba la teoría de Campbell de que "nada impide" a los varones apropiarse del estilo de las mujeres sin consecuencias negativas.

En la práctica, la reacción negativa al discurso de Obama sugiere todo lo contrario. Obama podría terminar siendo nuestro primer presidente masculino en pagar un precio político por actuar de forma demasiado parecida a una mujer.

Y, tal vez, la próxima vez sea turno de una mujer de verdad.

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