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Persiste en su desafío

La obra de Roberto Bolaño, indómita y solitaria

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La aparición de la obra inédita El espíritu de la ciencia-ficción revierte en su incipiente pero decidida aserción por el interrogante de todo proceso literario.

LA DIMENSIÓN LITERARIA ES ASOMBRO. Emotivo suceso adentrarse en el texto literario que viste nuestra imaginación, pensamiento y fabulación. La correspondencia anónima que nutre tanto a escritores como a lectores posee, entre otras, la cualidad fragmentaria de individualizar su pretensión ante el mundo, partiendo de un todo. La obra literaria es ese todo. Un meteorito que atraviesa el intemporal cielo del olvido. No basta tener fe en su errabunda trayectoria. Y ese zumbido que crece vertiginosamente en los oídos antes de hacer patente su devastadora presencia y, tal vez, colisionar con el lector, provocando ese asombro y admiración que subyace en toda creación. El golpe es furibundo y el cráter que deja su impacto es signo providencial de hallazgo. La lectura de una buena obra nos cambia como lectores. La exigencia se incorpora y define nuestra orientación hacia futuras obras. La selección muta de calibre. Todo no es válido. El tiempo es preciso y precioso para el lector. Tiempo de escritor y lector que convergen en el ámbito de la soledad.

LA OBRA DE ROBERTO BOLAÑO ES INDÓMITA Y SOLITARIA. ¿Acaso puede ser de otra manera? Su única salida la labró con la penuria remarcada en la montura de las gafas y el humo de los impenitentes cigarrillos que nublaba los cristales mientras montaba el revólver de su palabra incandescente. The New York Times señala que es “uno de los más grandes e influyentes escritores contemporáneos”. La certeza en la apreciación del influyente periódico norteamericano se diluye ante el robusto pensamiento del autor, “Yo no me siento el mejor narrador chileno, ni siquiera me preocupa eso. A mí lo único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima decencia, que no me avergüence al cabo de un tiempo de lo que he escrito, no lanzar palabras al vacío”. Desmitificarse a sí mismo y torcer el gesto lacónico como de sonrisa hiriente. En el aliento del autor de Estrella distante vibra la poesía, mientras acelera el paso ante el enfrentamiento último, el de la derrota. Amarga derrota que, paradójicamente, lo hace inalcanzable e invencible en la lectura, “Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”. El “hepático Bolaño” como lo menciona Raúl Zurita en su obra Cuadernos de guerra representa la sed de la literatura en la pretensión más decididamente desprendida: destejer la arbitrariedad del propio autor y abrirlo en canal como sus obras. Todo queda al descubierto. Incluso los heterónimos. La literatura es un cúmulo de apuestas perdidas: no hay absolución.

EL EXILIO PERSISTE en la obra del autor. Su lectura transmite ese indefinible espacio donde nada es lo que parece y, sin embargo, hay una invitación expresa a la realidad circundante. La expresión poética es la afirmación rotunda y épica de ese distanciamiento consigo mismo: inconformismo y desencanto para emprender la aventura literaria hacia lugares únicos y arremeter con notorio y medido pensamiento crítico contra el escaparatismo literario. Más allá de las disputas e intereses económicos y controversias que recientemente se han suscitado en torno a su obra, el espíritu de Roberto Bolaño sobrevuela este quehacer impenitente de los vivos con el lacónico ejercicio de identidad de su oficio solitario tejiendo la mortaja con su palabra. Quizás la reciente publicación de su obra inédita El espíritu de la ciencia-ficción, desande la perspectiva de un tiempo mortal empozoñado por la disputa entre débitos y haberes, para investirlo de novedosa frescura fabuladora. Sorprende la capacidad de resistencia y el vigor que concentra para arañar su propia ceniza y embaucarnos en la clarividencia que destilan sus personajes. Oscar Fate –heterónimo de Quincy Willians- habla, como tantos otros, por él. Es el periodista negro que en 2666 se interesa por los asesinatos de mujeres que se cometen en Santa Teresa, “La vida es de una tristeza insoportable, ¿no le parece?”. Autor y personaje confunden los roles para asentir en la quiebra existencial.

La obra de Roberto Bolaño, indómita y solitaria

Persiste en su desafío
Pedro Luis Ibáñez Lérida
martes, 31 de enero de 2017, 00:12 h (CET)

3101171

La aparición de la obra inédita El espíritu de la ciencia-ficción revierte en su incipiente pero decidida aserción por el interrogante de todo proceso literario.

LA DIMENSIÓN LITERARIA ES ASOMBRO. Emotivo suceso adentrarse en el texto literario que viste nuestra imaginación, pensamiento y fabulación. La correspondencia anónima que nutre tanto a escritores como a lectores posee, entre otras, la cualidad fragmentaria de individualizar su pretensión ante el mundo, partiendo de un todo. La obra literaria es ese todo. Un meteorito que atraviesa el intemporal cielo del olvido. No basta tener fe en su errabunda trayectoria. Y ese zumbido que crece vertiginosamente en los oídos antes de hacer patente su devastadora presencia y, tal vez, colisionar con el lector, provocando ese asombro y admiración que subyace en toda creación. El golpe es furibundo y el cráter que deja su impacto es signo providencial de hallazgo. La lectura de una buena obra nos cambia como lectores. La exigencia se incorpora y define nuestra orientación hacia futuras obras. La selección muta de calibre. Todo no es válido. El tiempo es preciso y precioso para el lector. Tiempo de escritor y lector que convergen en el ámbito de la soledad.

LA OBRA DE ROBERTO BOLAÑO ES INDÓMITA Y SOLITARIA. ¿Acaso puede ser de otra manera? Su única salida la labró con la penuria remarcada en la montura de las gafas y el humo de los impenitentes cigarrillos que nublaba los cristales mientras montaba el revólver de su palabra incandescente. The New York Times señala que es “uno de los más grandes e influyentes escritores contemporáneos”. La certeza en la apreciación del influyente periódico norteamericano se diluye ante el robusto pensamiento del autor, “Yo no me siento el mejor narrador chileno, ni siquiera me preocupa eso. A mí lo único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima decencia, que no me avergüence al cabo de un tiempo de lo que he escrito, no lanzar palabras al vacío”. Desmitificarse a sí mismo y torcer el gesto lacónico como de sonrisa hiriente. En el aliento del autor de Estrella distante vibra la poesía, mientras acelera el paso ante el enfrentamiento último, el de la derrota. Amarga derrota que, paradójicamente, lo hace inalcanzable e invencible en la lectura, “Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”. El “hepático Bolaño” como lo menciona Raúl Zurita en su obra Cuadernos de guerra representa la sed de la literatura en la pretensión más decididamente desprendida: destejer la arbitrariedad del propio autor y abrirlo en canal como sus obras. Todo queda al descubierto. Incluso los heterónimos. La literatura es un cúmulo de apuestas perdidas: no hay absolución.

EL EXILIO PERSISTE en la obra del autor. Su lectura transmite ese indefinible espacio donde nada es lo que parece y, sin embargo, hay una invitación expresa a la realidad circundante. La expresión poética es la afirmación rotunda y épica de ese distanciamiento consigo mismo: inconformismo y desencanto para emprender la aventura literaria hacia lugares únicos y arremeter con notorio y medido pensamiento crítico contra el escaparatismo literario. Más allá de las disputas e intereses económicos y controversias que recientemente se han suscitado en torno a su obra, el espíritu de Roberto Bolaño sobrevuela este quehacer impenitente de los vivos con el lacónico ejercicio de identidad de su oficio solitario tejiendo la mortaja con su palabra. Quizás la reciente publicación de su obra inédita El espíritu de la ciencia-ficción, desande la perspectiva de un tiempo mortal empozoñado por la disputa entre débitos y haberes, para investirlo de novedosa frescura fabuladora. Sorprende la capacidad de resistencia y el vigor que concentra para arañar su propia ceniza y embaucarnos en la clarividencia que destilan sus personajes. Oscar Fate –heterónimo de Quincy Willians- habla, como tantos otros, por él. Es el periodista negro que en 2666 se interesa por los asesinatos de mujeres que se cometen en Santa Teresa, “La vida es de una tristeza insoportable, ¿no le parece?”. Autor y personaje confunden los roles para asentir en la quiebra existencial.

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