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David S. Broder

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WASHINGTON -- Seré la persona menos indicada para decir nada a la clá de funcionarios expertos en imagen que hoy ocupan los despachos del Ala Oeste como recompensa a haber dirigido una de las mejores campañas presidenciales que nadie ha visto, pero...

Si la imagen del Presidente Obama fustigándose para dramatizar su impotencia frente a la catástrofe del vertido petrolero del Golfo en horario de máxima audiencia tiene alguna utilidad, que alguien me la explique.

Sus múltiples escalas inspectoras en los estados afectados o amenazados, su discurso televisado a la nación desde el Despacho Oval, y ahora su breve reposo con los ejecutivos de BP desde luego han establecido su relación personal con uno de los peores desastres medioambientales de la historia. Pero lo único que la gente quiere escucharle decir es la noticia de que el problema va camino de resolverse -- y este mensaje no lo sabe trasladar.

Las encuestas sugieren hasta el momento que los electores mantienen una perspectiva sensata y realista de todo esto y no están pasando factura a Obama por no anticipar el accidente de la plataforma de prospección y no tener a mano la caja de herramientas para su reparación. Hasta la fecha, las cifras de su popularidad apenas se han movido.

Pero al dramatizar su creencia en que la lucha en el Golfo se ha convertido en su principal preocupación, Obama esencialmente ha ignorado desafíos que pueden resultar ser mucho más vitales para el país -- y para él.

No fue ningún funcionario de la Casa Blanca sino el Representante de Tennessee Jim Cooper, Demócrata conservador, quien llamaba mi atención sobre una corta noticia publicada la pasada semana en el Wall Street Journal que informaba de que las empresas estadounidenses están acaparando más líquido -- 1,84 billones de dólares -- que en ningún otro momento de la historia financiera.

El rotativo observaba que las reservas de capital habían ganado un 26% en cuestión de un año, el mayor incremento desde 1952 por lo menos. La idea de Cooper es que al amasar esta enorme cantidad con vistas a la posibilidad de una recesión interrumpida por un breve período de recuperación u otra oleada de quiebras bancarias, los inquietos ejecutivos están asfixiando al sector de la inversión y congelando el desempleo a niveles dolorosamente elevados.

"Salieron tocadas de lleno durante la Gran Recesión", dice Cooper, "y ahora están inquietas con la política de la administración". La incertidumbre en Washington con la política energética, la política fiscal, la regulación financiera -- por no hablar de las malas noticias en serie procedentes de Afganistán y otros plazos en el extranjero -- ocultan el panorama económico más de lo que contaminan el Golfo las manchas de petróleo.

Pero Obama parece centrado en lo relativamente insignificante. Con administración y Congreso atrapados en el enfrentamiento volátil entre aquellos que piden más estímulos de financiación pública y aquellos que advierten de los déficits desbocados fuera de control, el presidente ha sopesado la idea de decantarse a destiempo por aquellos que piden más gasto público de estímulo.

Los involucrados en el enfrentamiento en el Senado le dirán que Obama podría tener más éxito con su iniciativa si la lanzara antes, antes de que el Senado aprobara su propia versión de ley de gasto de emergencia. En este punto, la oposición Republicana y Demócrata conservadora aleja los 60 votos necesarios para ampliar la legislación del Senador Tom Harkin.

De forma que la acción queda en manos de la Cámara, donde los planes de Obama de rescatar a los gobiernos estatales y locales financiando más prestaciones por desempleo y contratando profesores y demás personal amenazado por el despido han sido mondados progresivamente hasta la insignificancia.

Mientras Obama solicitaba un gasto de estímulo capaz de sumar 80.000 millones de dólares al déficit durante la próxima década, la oposición de los legisladores de ambos partidos sensibles a los presupuestos ha reducido el paquete debatido en la Cámara a instancias del secretario de la mayoría Steny Hoyer hasta 10.000 millones de dólares más o menos -- y parte de esto puede tener que salir de otra sección de los presupuestos.

"Están luchando por 10.000 millones de dólares, mientras hay 1,8 billones por ahí", exclamaba Cooper.

Si bien parte de las cuentas de la crisis fiscal en los estados están exageradas, la edición del martes de Stateline.org, la página que incluye las 50 capitales, situaba entre sus 10 titulares informaciones de California, Colorado, Connecticut, Hawai, Illinois y Louisiana, detallando cómo "se sigue luchando" con la reducción de las recaudaciones, las menores calificaciones de riesgo, las bajas y el persistente paro.

Obama puede tener excusa para la impotencia mostrada en el Golfo. Pero ningún presidente puede evadir la responsabilidad de los presupuestos y la economía.

Tiempo perdido (en directo)

David S. Broder
David S. Broder
viernes, 18 de junio de 2010, 00:37 h (CET)
WASHINGTON -- Seré la persona menos indicada para decir nada a la clá de funcionarios expertos en imagen que hoy ocupan los despachos del Ala Oeste como recompensa a haber dirigido una de las mejores campañas presidenciales que nadie ha visto, pero...

Si la imagen del Presidente Obama fustigándose para dramatizar su impotencia frente a la catástrofe del vertido petrolero del Golfo en horario de máxima audiencia tiene alguna utilidad, que alguien me la explique.

Sus múltiples escalas inspectoras en los estados afectados o amenazados, su discurso televisado a la nación desde el Despacho Oval, y ahora su breve reposo con los ejecutivos de BP desde luego han establecido su relación personal con uno de los peores desastres medioambientales de la historia. Pero lo único que la gente quiere escucharle decir es la noticia de que el problema va camino de resolverse -- y este mensaje no lo sabe trasladar.

Las encuestas sugieren hasta el momento que los electores mantienen una perspectiva sensata y realista de todo esto y no están pasando factura a Obama por no anticipar el accidente de la plataforma de prospección y no tener a mano la caja de herramientas para su reparación. Hasta la fecha, las cifras de su popularidad apenas se han movido.

Pero al dramatizar su creencia en que la lucha en el Golfo se ha convertido en su principal preocupación, Obama esencialmente ha ignorado desafíos que pueden resultar ser mucho más vitales para el país -- y para él.

No fue ningún funcionario de la Casa Blanca sino el Representante de Tennessee Jim Cooper, Demócrata conservador, quien llamaba mi atención sobre una corta noticia publicada la pasada semana en el Wall Street Journal que informaba de que las empresas estadounidenses están acaparando más líquido -- 1,84 billones de dólares -- que en ningún otro momento de la historia financiera.

El rotativo observaba que las reservas de capital habían ganado un 26% en cuestión de un año, el mayor incremento desde 1952 por lo menos. La idea de Cooper es que al amasar esta enorme cantidad con vistas a la posibilidad de una recesión interrumpida por un breve período de recuperación u otra oleada de quiebras bancarias, los inquietos ejecutivos están asfixiando al sector de la inversión y congelando el desempleo a niveles dolorosamente elevados.

"Salieron tocadas de lleno durante la Gran Recesión", dice Cooper, "y ahora están inquietas con la política de la administración". La incertidumbre en Washington con la política energética, la política fiscal, la regulación financiera -- por no hablar de las malas noticias en serie procedentes de Afganistán y otros plazos en el extranjero -- ocultan el panorama económico más de lo que contaminan el Golfo las manchas de petróleo.

Pero Obama parece centrado en lo relativamente insignificante. Con administración y Congreso atrapados en el enfrentamiento volátil entre aquellos que piden más estímulos de financiación pública y aquellos que advierten de los déficits desbocados fuera de control, el presidente ha sopesado la idea de decantarse a destiempo por aquellos que piden más gasto público de estímulo.

Los involucrados en el enfrentamiento en el Senado le dirán que Obama podría tener más éxito con su iniciativa si la lanzara antes, antes de que el Senado aprobara su propia versión de ley de gasto de emergencia. En este punto, la oposición Republicana y Demócrata conservadora aleja los 60 votos necesarios para ampliar la legislación del Senador Tom Harkin.

De forma que la acción queda en manos de la Cámara, donde los planes de Obama de rescatar a los gobiernos estatales y locales financiando más prestaciones por desempleo y contratando profesores y demás personal amenazado por el despido han sido mondados progresivamente hasta la insignificancia.

Mientras Obama solicitaba un gasto de estímulo capaz de sumar 80.000 millones de dólares al déficit durante la próxima década, la oposición de los legisladores de ambos partidos sensibles a los presupuestos ha reducido el paquete debatido en la Cámara a instancias del secretario de la mayoría Steny Hoyer hasta 10.000 millones de dólares más o menos -- y parte de esto puede tener que salir de otra sección de los presupuestos.

"Están luchando por 10.000 millones de dólares, mientras hay 1,8 billones por ahí", exclamaba Cooper.

Si bien parte de las cuentas de la crisis fiscal en los estados están exageradas, la edición del martes de Stateline.org, la página que incluye las 50 capitales, situaba entre sus 10 titulares informaciones de California, Colorado, Connecticut, Hawai, Illinois y Louisiana, detallando cómo "se sigue luchando" con la reducción de las recaudaciones, las menores calificaciones de riesgo, las bajas y el persistente paro.

Obama puede tener excusa para la impotencia mostrada en el Golfo. Pero ningún presidente puede evadir la responsabilidad de los presupuestos y la economía.

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