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Hace ochenta y un años, la crispación de ánimos generada en un debate que tenía entre sus ingredientes el tema de la reelección, derivó en un cruento golpe militar en Paraguay

Vacilación, Reelección y golpe militar

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En muchas oportunidades los acontecimientos superan ideológica y coyunturalmente a los hombres que tienen la responsabilidad histórica de gobernar su país, y en Paraguay ha sucedido en más de una oportunidad.

Uno de los golpes militares más traumáticos desde el punto de vista político, empezó a gestarse por estas mismas fechas hace unas ocho décadas, debido a la incapacidad de una dirigencia que no supo leer la coyuntura política y abrirse a los cambios que la historia reclamaba.

En enero de 1936 gobernaba el Partido Liberal, cuya cúpula hoy se opone tajantemente a la enmienda constitucional que propicie la reelección presidencial. Lo hacen simplemente porque no encuentran liderazgos para enfrentar al presidente Horacio Cartes o al ex presidente Fernando Lugo, los líderes más aglutinantes del país.

Curiosamente, ambos se encuentran teóricamente marginados de la disputa por la presidencia el año próximo, como lo estaba el presidente Eusebio Ayala en 1936, dado que la Constitución de 1870 tampoco permitía la reelección. Ayala podía hacer dos cosas: aceptar la iniciativa de sus partidarios para ser reelecto, previa reforma constitucional, o cortar de manera tajante la pretensión de quienes buscaban su reelección. No hizo ninguna de las dos cosas, y siguió sumergido en vacilaciones inexplicables. Mientras él dudaba, su partido recrudeció la represión y avivó enconos entre los ciudadanos. Un dirigente estudiantil de la izquierda, Salomon Sirota, fue detenido y torturado para finalmente morir en prisión. Su cadáver fue entregado a sus allegados, como regalo de reyes, el 6 de enero de 1936.

La policía afirmó que el fallecido era adicto a las drogas, y se había inyectado a sí mismo estando detenido, en una de las tantas versiones absurdas que aún son comunes en esa institución hasta el día de hoy. Para corroborarlo, recurrió a un certificado del médico Tomas Bergottini, a la sazón funcionario policial.

Otras de las medidas torpes del gobierno de Eusebio Ayala fue clausurar varios medios de prensa, medida obsoleta que hoy en día a nadie ya se le cruza por la mente, considerando la facilidad para expresarse en las redes sociales. Uno de los periódicos clausurados fue Alborada, dirigido por Alfonso Capurro, que había responsabilizado con justa razón al gobierno de la muerte de Sirota.

También fueron acalladas las voces de La Nacion, El Estudiante, El Diario y Patria, vocero del Partido Colorado. Por si fuera poco, el gobierno se lanzó contra líderes militares de bien ganado prestigio en la recientemente concluida guerra del Chaco, lo cual acabaría siendo el detonante para el cruento golpe del 17 de febrero de 1936..

Algunos de los perseguidos de mayor renombre eran Rafael Franco, Basiliano Caballero Irala y Antonio E. Gonzalez. El primero de los nombrados había sido responsable de las más resonantes victorias paraguayas en la guerra con Bolivia, por lo que el Partido Liberal se sentía impotente para contrarrestar su popularidad.

Algo parecido sucede todavía hoy, pues el mismo partido parece no haber aprendido las lecciones de la historia y sigue buscando marginar a competidores a los que se siente incapaz de enfrentar en las urnas.

Dice un viejo adagio que los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetir sus desgracias. Nunca está de más recordarlo.

Vacilación, Reelección y golpe militar

Hace ochenta y un años, la crispación de ánimos generada en un debate que tenía entre sus ingredientes el tema de la reelección, derivó en un cruento golpe militar en Paraguay
Luis Agüero Wagner
miércoles, 25 de enero de 2017, 00:21 h (CET)
En muchas oportunidades los acontecimientos superan ideológica y coyunturalmente a los hombres que tienen la responsabilidad histórica de gobernar su país, y en Paraguay ha sucedido en más de una oportunidad.

Uno de los golpes militares más traumáticos desde el punto de vista político, empezó a gestarse por estas mismas fechas hace unas ocho décadas, debido a la incapacidad de una dirigencia que no supo leer la coyuntura política y abrirse a los cambios que la historia reclamaba.

En enero de 1936 gobernaba el Partido Liberal, cuya cúpula hoy se opone tajantemente a la enmienda constitucional que propicie la reelección presidencial. Lo hacen simplemente porque no encuentran liderazgos para enfrentar al presidente Horacio Cartes o al ex presidente Fernando Lugo, los líderes más aglutinantes del país.

Curiosamente, ambos se encuentran teóricamente marginados de la disputa por la presidencia el año próximo, como lo estaba el presidente Eusebio Ayala en 1936, dado que la Constitución de 1870 tampoco permitía la reelección. Ayala podía hacer dos cosas: aceptar la iniciativa de sus partidarios para ser reelecto, previa reforma constitucional, o cortar de manera tajante la pretensión de quienes buscaban su reelección. No hizo ninguna de las dos cosas, y siguió sumergido en vacilaciones inexplicables. Mientras él dudaba, su partido recrudeció la represión y avivó enconos entre los ciudadanos. Un dirigente estudiantil de la izquierda, Salomon Sirota, fue detenido y torturado para finalmente morir en prisión. Su cadáver fue entregado a sus allegados, como regalo de reyes, el 6 de enero de 1936.

La policía afirmó que el fallecido era adicto a las drogas, y se había inyectado a sí mismo estando detenido, en una de las tantas versiones absurdas que aún son comunes en esa institución hasta el día de hoy. Para corroborarlo, recurrió a un certificado del médico Tomas Bergottini, a la sazón funcionario policial.

Otras de las medidas torpes del gobierno de Eusebio Ayala fue clausurar varios medios de prensa, medida obsoleta que hoy en día a nadie ya se le cruza por la mente, considerando la facilidad para expresarse en las redes sociales. Uno de los periódicos clausurados fue Alborada, dirigido por Alfonso Capurro, que había responsabilizado con justa razón al gobierno de la muerte de Sirota.

También fueron acalladas las voces de La Nacion, El Estudiante, El Diario y Patria, vocero del Partido Colorado. Por si fuera poco, el gobierno se lanzó contra líderes militares de bien ganado prestigio en la recientemente concluida guerra del Chaco, lo cual acabaría siendo el detonante para el cruento golpe del 17 de febrero de 1936..

Algunos de los perseguidos de mayor renombre eran Rafael Franco, Basiliano Caballero Irala y Antonio E. Gonzalez. El primero de los nombrados había sido responsable de las más resonantes victorias paraguayas en la guerra con Bolivia, por lo que el Partido Liberal se sentía impotente para contrarrestar su popularidad.

Algo parecido sucede todavía hoy, pues el mismo partido parece no haber aprendido las lecciones de la historia y sigue buscando marginar a competidores a los que se siente incapaz de enfrentar en las urnas.

Dice un viejo adagio que los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetir sus desgracias. Nunca está de más recordarlo.

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